La cantidad de cosas que hay para ver en Bangkok puede resultar incluso agobiante, por eso es importante seleccionar bien lo que más nos interesa y no tener miedo de dejar cosas atrás. ¡Acompáñame en una ruta por lo más presuntuoso, lujoso, caótico y auténtico de la ciudad!
Bangkok Día 2: Los Mega Templos
Tras un día de adaptación al funcionamiento de la ciudad y una buena y larga noche de reposo para recuperar fuerzas (yo es que creo que nunca conseguiré adaptarme a estos climas tropicales independientemente de cuántos viajes haga a esta franja del mundo), estaba más que listo para dedicar un día entero a los tres templos más característicos de la ciudad… ¡y a lo que me encontrase por el medio!
Wat Phra Kaew: El Culmen Religioso de Tailandia
Me levanté temprano para desayunar a las 8 y salir a paso firme para coger el barco desde el puerto 13 del río Chao Phraya (relativamente cercano a mi hostal) al número 9, que es el que queda más cerca del Wat Phra Kaew y el Gran Palacio.
Y es que realmente el conjunto de templos conocido como Wat Phra Kaew se encuentra dentro del enorme recinto del Gran Palacio (ocupa la esquina noreste) y la entrada conjunta para ambos cuesta 500 Baht.
Solo hay una posible entrada para los turistas y se encuentra en la mitad del lado norte (calle Thanon Na Phra Lan). No hay que preocuparse porque es imposible no encontrarla ya que incluso el tráfico de la calle está redirigido para dar acceso al recinto.
Yo fui a primera hora, a las 8:30 de la mañana, que es cuando abren para intentar evitar grandes aglomeraciones de gente, pero dio igual… ¡Aquello era una auténtica locura! Y eso que después la guía que tuve nos dijo que el día anterior habían tenido muchísima más gente… Buf, menudo agobio.
Está claro que es de los sitios «tronchos» de la ciudad y que es difícil librarse de los grandes grupos (sobre todo de los grandes grupos de chinos que, una vez más, demostraron ser unos turistas horribles).
Nada más cruzar las paredes me di cuenta de las dimensiones reales de todo el complejo de templos y palacio… ¡Literalmente una ciudad dentro de una ciudad! Siguiendo por el camino indicado fui hasta la taquilla, pagué la entrada y entré en la zona de los templos.
Lo primero que llama la atención son las parejas de figuras de yakshas de 6 metros de altos (demonios del Ramayana que protegen el sagrado y venerado Buda Esmeralda y espantan a los malos espíritus).
Cuando quise darme cuenta, estaba girando sobre mí mismo sin saber muy bien hacia dónde ir, ni qué estaba viendo ni cuál era el mejor itinerario a seguir. Mientras buscaba el panfleto con mapa que le vi a otra gente (estaban en varios idiomas junto a la puerta de entrada) vi un mostrador en el que ofrecían tours gratuitos en inglés a las 10 de la mañana.
Aún quedaba casi una hora pero no lo dudé, me apunté y aproveché ese hueco para recorrer a mi ritmo parte de los templos y ya, después, la guía me pondría un poco de orden en la cabeza a lo que había visto.
Empecé mi paseo caminando hacia el norte y rodeando la plataforma elevada que hay en el medio con varios templos muy interesante y muy diferentes.
De todos ellos el primero que destaca a la vista es claramente Phra Si Ratana Chedi, tanto por su forma tipo estupa como por su inconfundible y profundo color dorado.
Fue construido durante el reinado de Rama IV imitando las chedis del templo Wat Phra Si Sanphet de Ayutthaya y, supuestamente, en su interior está un trozo de costilla de Buda (cómo les gusta esto de meter huesecitos dentro de templos herméticos… en el fondo son fetichistas a tope).
Tras rodearlo un par de veces, me fijé en el templo que está justo a su lado, el Phra Mondrop, construido por Rama I para guardar escrituras budistas y que está siempre cerrado.
Es realmente cuco y la guía nos contó después que es de sus favoritos ya que está construido en estilo Thai 100%.
Finalmente, el tercer edificio de la plataforma (y el más grande) es el Prasat Phra Thep Bidon (Panteón Real). Es realmente alucinante ya que combina a la perfección varios estilos, haciendo que destaque por encima de casi cualquier otro templo (al menos en mi opinión).
Lo más característico es la torre central que tiene siguiendo claramente el estilo Khmer que se puede ver también en los templos de Ayutthaya o, a mucha mayor escala, en Angkor (Camboya).
En esta zona norte de Wat Phra Kaew destaca también el Phra Viharn Yod, de un estilo completamente diferente a los demás y que también se conoce como Viharn de Porcelana por su aspecto blanco y delicado.
Al final, solo contemplando la inmensidad de estos templos ya se me iba el tiempo, así que volví rápidamente a la entrada para unirme a la visita guiada.
La guía en cuestión resultó ser una oficial ultramotivada y ferviente defensora y admiradora de la monarquía. Cada vez que hablaba de un Rama se le iluminaban los ojos como si estuviese viendo la salvación divina, lo cual era muy gracioso porque además era más bajita de un pinypon.
Aunque bueno, realmente esto no hizo más que añadirle un punto gracioso a la visita que, por otro lado, estuvo muy bien y perfectamente condensada en 45 minutos.
Primero nos habló del conjunto de templos, de cómo los diferentes Ramas fueron dejando su huella y también un poco del Gran Palacio.
La parte final de la visita la centró íntegramente en el edificio religioso más importante del lugar: el Bot del Buda Esmeralda.
Es, curiosamente, el edificio más grande pero su importancia radica en que aloja en su interior el famoso Buda Esmeralda, que es realmente diminuto.
El edificio es muy bonito tanto por dentro como por fuera. En su interior está prohibido hacer fotografías pero sí se puede fotografiar el Buda Esmeralda desde un ventanuco que hay en la entrada (¿alguien me puede explicar esta estupidez por favor?).
Esta diminuta figura de 60 cm de alto está en lo alto de un pedestal de 9 metros más dorado que el oro más puro y al que solo el rey puede acceder (parece ser que le tiene que cambiar la vestimenta, también hecha de oro por supuesto, tres veces al año).
Dentro del bot la sensación era como la guerra en cuanto a gente, así que me dediqué más a fijarme en las paredes exteriores, decoradas con 112 garudas doradas (que representan al dios Indra salvando el mundo).
La visita terminó en una esquina exteirror del bot donde nuestra graciosa y convencida guía nos dio los últimos detalles y recomendaciones a la vez que se quejaba cada dos minutos de los turistas chinos que intentaban hacer todo lo que no se podía hacer y sin cortarse ni un pelo (mira, en ese sentimiento sí que coincidimos ella y yo).
Con la visita concluida, di un par de vueltas más admirando los detalles más pequeños que se me habían escapado antes de cruzar el umbral que da paso al Gran Palacio.
¡OJO!: Hay que tener cuidado y no confundirse de puerta (yo casi meto la pata) porque si en vez de pasar al palacio cruzamos una de las puertas de salida tendríamos que volver a pagar la entrada para poder pasar.
El Gran Palacio: Lujo Asiático
Después de ver los templos de Wat Phra Kaew, el recinto del palacio propiamente dicho casi sabe a poco, pero hay que verlo con perspectiva y la verdad es que es bastante bonito.
De todo lo que ocupan las murallas del palacio, solo se puede visitar la parte norte (el resto está cerrado al público) ya que aunque el rey no vive ahí, esos edificios siguen utilizándose para grandes recepciones y ceremonias oficiales.
El primer edificio que aparece es el Phra Thinang Amarin Winitchai, al que parece ser que se puede entrar pero yo ni lo intenté al ver la cantidad de gente que había aglomerada en su puerta.
Justo después está el Chakri Maha Pasat que fue la residencia de estilo neoclásico de Rama V.
Fue construido por un arquitecto inglés y, de alguna manera, combina estilos orientales y occidentales en su bonita fachada. ¡Muy chulo!
Justo antes de llegar a la salida, aparece el último edificio impactnate: el Dusit Maha Prasat. Se trata de un salón para recepciones construido por Rama I siguiendo los estilos Tai más clásicos.
Tras un par de rodeos contemplando las fachadas de estos edificios, me dirigí definitivamente a la puerta de salida siguiendo el continuo fluir de grupos de turistas y dije adiós a la primera visita del día tras algo más de 2 horas y media en su interior (es que es muy, muy grande).
Wat Pho (de día)
Muy cerca del Gran Palacio (siguiendo el interminable muro hacia el sur) está esta joya de la ciudad, mucho menos visitada que Wat Phra Kaew pero igualmente maravillosa.
Y es que es nada más y nada menos que el templo más viejo de todo Bangkok (¡incluso más antiguo que la propia ciudad!), fundado en el siglo XVII como Wat Photaram (nombre aún utilizado por los turistas a pesar de que realmente lleva más de 200 años llamándose Wat Phra Chetuphon).
Cuando llegué eran algo más de las 12 y parecía que se avecinaba un buen chaparrón como el del día anterior, así que cambié radicalmente el orden de la visita y, tras pagar los 200 Baht de la entrada fui directamente a toda prisa y obviando todo templo y construcción al sitio de los masajes tradicionales.
¿Qué puede haber mejor que pasar el rato de lluvia con mi primer masaje en Tailandia?
En Wat Pho está una de las escuelas de masajes y medicina tradicional más prestigiosas del país, así que no podía perder esa oportunidad. Aunque había leído que a veces se forman grandes colas, yo solo tuve que esperar 10 minutos para disfrutar de un excelente masaje de pies de media hora (aunque realmente fueron 35 minutos) por 350 Baht.
Cuando acabó el masaje mis pies estaban como nuevos, mi cabeza relajada, había salido el sol y todo brillaba gracias a las últimas gotas de lluvia. Perfecto. ¡Era el momento ideal para empezar la visita!
La mayor parte de Wat Pho está ocupado por el Bot y todo lo que le rodea. Realmente el edificio es magnífico, con sus admirables y característicos portalones y tejados.
Dentro hay varios patios (algunos más cuidados que otros) en los que no pueden
faltar un montón de figuras de Buda.
En esta zona hay también como varias capillitas secundarias, cada una con su Buda (o Budas). Me llamó la atención una en la que había un mueble con 30 huecos con papelitos. Cada uno era una especie de petición o salmo, y había muchas copias de todos menos del 29… ¿Qué diría ese numero 29? Me quedo con la curiosidad.
Pero sin duda la parte que más me gustó fue la sección oeste del patio. Aquí sobresalen, sobre las otras 99 de Wath Pho, las cuatro enormes Chedis decoradas con baldosas.
La central es la más antigua, de la época de Rama I, y tiene en su interior los restos de la imagen de Buda más sagrada recuperada de Ayutthaya.
Rama III construyó otras dos para guardar tanto las cenizas de Rama II como las suyas propias y, por último, Rama IV construyó la última aunque no se sabe con qué fin.
Además de estas cuatro enormes Chedis, lo que sobresale de esta parte de Wat Pho es la capilla del enorme Buda Reclinado de 45 metros de largo que muestra a Buda entrando en el Nirvana.
Es realmente surrealista. El propio edificio es del tamaño de la figura de Buda!
Resulta casi imposible llegar a tener una perspectiva completa de la estatua. Lo más interesante es caminar a su lado tanto por delante como por detrás, siendo plenamente consciente del tamaño que tiene y de la megalomanía que su propia idea conlleva.
Cuando salí de Wat Pho estaba muy contento de haber ido (por un momento dudé por si iba a tener sobredosis de templos después del Gran Palacio, pero para nada, merece la pena).
Lo que no sabía en ese momento es que unas horas después iba a volver a hacer una visita casi privada muy especial…
Wat Arun: Un Templo Único
A las 14:15 cogí el transbordador que cruza al otro lado del río desde el embarcadero Tha Tien (Número 8), cerca de Wat Pho, al embarcadero que está justo delante de Wat Arun (4 Baht).
También conocido como El Templo del Amanecer, es una de las estampas clásicas de la ciudad (tanto de día como de noche) y, sinceramente, un templo que no se puede sacar de la lista de imprescindibles.
Ya desde los tiempos de gloria de Ayutthaya hubo aquí un templo, pero no ganó importancia hasta que en 1768 albergó durante un tiempo al Buda Esmeralda hasta su traslado definitivo a Wat Phra Kaew.
Desde entonces, Wat Arun gozó de un importante estatus que animó a Rama I y Rama II a reconstruir su Prang más grande hasta los 81 metros que mide en la actualidad.
Esta torre está construida representando el hogar de los dioses de la cosmología Khmer y tanto ella como las 4 prangs menores que la rodean están recubiertas de pequeños trozos de porcelana y cerámica formando diseños muy auténticos.
Las estatuas de los yaksha y de los kinnari (demonios mitad pájaro y mitad humano) completan la decoración de los diferentes niveles de las torres.
Comparado con los anteriores es un templo muy pequeño y se visita en una patada (de ahí que la entrada cueste únicamente 50 Baht), pero creo que vale la pena reservar algo de tiempo para darle varias vueltas, encontrar sus detalles, y subir y bajar al primer nivel.
Parece ser que antes se podía subir casi hasta lo más alto, pero no sé si por conservación, reformas o accidentes al menos cuando fui yo los últimos tramos de las escaleras estaban cerrados…
¡Qué pena! Siempre llego tarde a este tipo de cosas… ¡Con lo que me gusta a mí hacer el cabra!
Al salir del templo tenía un importante agujero en el estómago, así que me adentré un poco por las calles secundarias de Thonburi hasta que encontré un restaurante callejero en una esquina con platos a muy buen precio.
Tomé una ración de cerdo adobado con menta y arroz y una CocaCola y solo pagué 40 Baht. ¡Increíble!
Wat Rakhang y Wat Mahathat
Después de comer miré el mapa y vi que estaba bastante cerca de Wat Rakhang y que, junto al templo, había un embarcadero para volver a cruzar el río y volver a mi zona, así que me puse a andar hasta que llegué a este pequeño pero entrañable Wat.
Su nombre significa Templo de las Campanas y se debe a que hay cientos de pequeñas campañas rodeando el bot principal que los más devotos vienen a tocar para conseguir buena suerte.
Tras pasar un rato agradable en el templo (sin ningún otro turista a la vista), fui al transbordador. En el embarcadero se me acercó un monje muy amable y gracioso que intentaba comunicarse conmigo a toda costa, pero que al final acababa hablando siempre en Tai… Es decir, que no le entendía nada.
Al final, entre risas, me dio una estampita de Buda y se subió conmigo al transbordador donde siguió intentando explicarme cosas que yo no lograba entender, pero fue divertido.
Ya en la orilla este del Chao Phraya, puse rumbo al Wat Mahathat porque por lo que ponía en mi guía tenía buena pinta, pero bueno, digamos que no me sorprendió demasiado y podría habérmelo saltado.
Además, al salir, fue la primera vez que un conductor de tuk-tuk intentó engañarme con información falsa, pero menos mal que yo seguí a mi bola y conseguí hacer todo lo que me había propuesto.
Atardecer Tranquilo y con Vistas
Al final llevaba un buen tute desde que me había levantado y quedaba poco más de una hora para el atardecer. Me apetecía mucho sentarme en un sitio junto al río para ver la puesta de sol y el Wat Arun iluminado, pero tampoco quería pagar un ojo de la cara por una cena que no iba a merecer ese precio…
Afortunadamente acerté al elegir el ESS (Eat Sight Story, curioso nombre para un restaurante) en el que me dejaron sentarme en una mesa, no justo pegada al borde del río pero con buenas vistas igualmente, y en la que me apoltroné un par de horas con un zumo de sandía mientras escribía postales y mi diario de viaje.
Como realmente anochece antes de que la gente se sienta a cenar, pude hacer igualmente buenas fotos y tener buenas vistas limitándome únicamente a mi zumito.
¡La estrategia había funcionado a la perfección! Y, además, había aprovechado para sentarme un rato y reposar las piernas y el cerebro.
Cuando ya consideré que era hora de irme, pagué la cuenta y caminé un poco más hacia el sur buscando un sitio sobre el que había leído en Internet, con buenas vistas igualmente y sin necesidad de entrar a través de un local.
Está muy escondido, bien al fondo de un callejón que sale junto a un restaurante que se llama Blue Whale 392. Al final de esa calle hay una pequeña plataforma de madera que da directamente al río y con unas vistas estupendas.
Para que sea más fácil encontrarlo dejo aquí sus coordenadas (que se note de alguna forma que soy matemático): N 13º 44′ 38,91», E 100º 29′ 30,07».
Wat Pho (de noche)
La noche estaba tan bonita y era tan temprano (7 de la tarde) que me apetecía aprovechar un poco más la jornada. Recordé que había leído que se podía visitar Wat Pho de noche, y me pareció que valía la pena intentarlo.
Sin darle más vueltas, volví caminando hasta el recinto del templo (realmente estaba bastante cerca y me dirigí a la puerta por la que había entrado esa mañana… pero estaba cerrada).
Antes de rendirme, decidí rodear todo el muro por sus cuatro lados para ver si encontraba otra puerta abierta.
Por supuesto, rápidamente se me acercó un conductor de tuk-tuk para llevarme a no-sé-qué-sitio. Cuando le dije que yo lo que quería era entrar a Wat Pho me dijo que eso era antes, que ahora ya no se podía acceder de noche…
¡Mentira! Le dije que yo lo iba a intentar igualmente y le di esquinazo. Al poco apareció la puerta que abren por la noche (supuestamente de 7 a 9) y entré sin ningún tipo de complicación.
Dentro, el templo parecía completamente diferente al que había visto unas horas antes. Solo estábamos cuatro turistas pringados y el personal del templo jugando con los gatos y los perros.
Evidentemente no hay ningún edificio abierto y lo único que se puede hacer es pasear por los patios, pero teniendo en cuenta la atmósfera del lugar y que la entrada es gratuita, es algo que recomiendo totalmente.
¡A mí me encantó! Y salí con tanta entrgía que decidí hacer una última visita antes de irme al hostal.
Pak Khlong Market (Mercado de las Flores)
Había leído que este mercado era ideal para visitar de noche y, una vez más, estaba convenientemente cerca de donde yo estaba, así que allí me fui a terminar el día.
Hay que tener cuidado porque justo a su lado hay otro mercado, que aunque seguro es también muy interesante (es más de vegetales y legumbres) no es el mercado de las flores.
Me sorprendió el nivel de actividad que había tanto por parte de los vendedores como de los clientes.
Di un par de vueltas disfrutando de los colores, los olores y la vida local en estado puro.
Al salir intenté coger un tuk-tuk para volver a mi alojamiento pero los que estaban delante del mercado me pedían más del doble de lo que ponía en Grab. Intenté rebajar el precio dejándolo incluso por encima de esa cantidad y diciéndoles que si no aceptaban iba a pedirlo por la aplicación, pero nada, que no…
Así que pedí mi tuk-tuk por Grab que llegó en 5 minutos y me llevó tranquilamente al hostal. Antes de acostarme busqué un sitio decente para cenar y fue entonces cuando encontré el Born Free Café, a 2 minutos a pie y en el que acabaría cenando las dos noches siguientes de lo rico que estaba todo.
Con el estómago bien contento, me di una ducha reparadora y me metí rápidamente en la habitación al cobijo del aire acondicionado antes de que empezase a sudar ya otra vez.
¡Había sido un día largo e intenso pero sin prisas!
Antes de dormir empecé a darle vueltas a lo que podía hacer el siguiente día en esta loca ciudad.