Dos días de muy buen esquí: desde lo alto de Kiilopää hasta pistas atravesando bonitos bosques y viviendo la experiencia de la sauna finlandesa real.
El segundo día no ha sido tan intenso como parecía, pero el primero sí. ¡Lo que no impide que lo haya disfrutado al máximo!
La ruta iba a ser durilla. Íbamos a hacer bastantes más kilómetros de lo habitual, y además subir al monte Kiilopää, con un ascenso bastante prolongado.
El día amaneció mucho mejor que los anteriores, que habían estado bastante nublados. Parecía que el sol quería abrirse paso entre las nubes. Y así fue, poco a poco el cielo azul fue apareciendo transformando la nieve en un campo blanco brillante.
Un largo camino por delante hacia Kilopää
Al llegar a la zona de Vanhatupa, empezamos a seguir el camino que nos llevaría hacia nuestro destino. Estamos a principios de marzo, con lo que el sol se pone sobre las cuatro y pico de la tarde. El sol no sube todo lo que sube en España por estas fechas, lo que hace que haya una luz azul muy especial que se filtra entre los árboles dando un aire de ensueño y tranquilidad.
La primera parada para relajarnos la hicimos en la cabaña Luulampi. Es una de las más grandes del parque y tiene cafetería. 
La señora que se encarga de llevarla no entiende ni una palabra de inglés, por lo que para decir los precios a los pocos extranjeros que pasamos por aquí utiliza una libretita y un boli.
Lo importante es la comunicación, ¿no? Aquí he probado mi primer kampanisu, una especie de bizcochito tradicional lapón que está de muerte. Aprovechando la parada, puse parte de mi ropa a secar cerca del fuego porque había tenido un par de caídas mientras intentaba sacar fotos.
Luulampi, un relax en el camino
Desde aquí ya no había vuelta atrás: ¡camino arriba hacia Kiilopää!
Fue una subida bastante intensa, pero llegamos arriba sin problemas para poder disfrutar de las vistas y la soledad absoluta, ya que no había nadie más haciendo esta ruta. Tomás, Carles e Íñigo que son los megacracks han llegado mucho antes que yo por supuesto, pero al final la cima me estaba esperando.
Llegada a la cima de Kiilopää
Ahora el descenso lo íbamos a hacer por el otro lado. Fue un descenso bastante prolongado (igual que la subida), y lo disfruté desde el inicio hasta el fin. La temperatura de ese día rozaba los cero grados por debajo, lo que era una temperatura muy alta para estas fechas en Laponia. Se ve que ni siquiera esta remota región se libra de los estragos del calentamiento global.
La parada final del día la hicimos en Vellinsarpimanoja, una preciosa cabaña en un entorno muy bonito. Además, sólo se puede llegar a ella haciendo una preciosa ruta de 10 kilómetros que no se cruza con ninguna otra, por lo que está muy poco transitada. Aquí fue cuando Tomás nos dijo los kilómetros que llevábamos acumulados en el día de hoy… bastantes. Aún así, nos quedaba una pequeña tirada para llegar a Saariselkä, completar el total de 42 km del día, y poder descansar y recuperar fuerzas.
Estirando los pies cerca de Vellinsarpimanoja
Por la noche intentamos salir a ver auroras boreales porque el cielo estaba totalmente despejado. Salimos a las 22.00 y estuvimos esperando hasta la 1 de la madrugada, pero nada… Hoy por la mañana nos dijeron que sí hubo aurora, pero había aparecido a las 21.00, con lo que salimos tarde a esperar… a ver si otro día tenemos más suerte.
Este segundo día iba a ser más tranquilo, así que seguí el consejo de mis amigos catalanes y alquilé un equipo de skating para probar este nuevo estilo, y ya os puedo decir que me ha gustado tanto que hace un rato, y guiado por Tomás que se conoce muy bien los tipos y marcas, me compré por Internet un equipo completo de Salomon que me estará esperando en España cuando llegue a casa. ¡Qué ilusión!
Mi equipo de skating. Hoy toca patinar
Me han gustado mucho estos 30 kilómetros patinando. Subir cuestas es muy complicado para mí todavía, pero cuando la pista es más o menos llana, el balanceo es muy relajante y me da la impresión de que se aprovecha mucho más el movimiento.
Al acabar la ruta fuimos a una sauna tradicional frecuentada por gente local. Al entrar, me sorprendió mucho que las señoras tuviesen puestos gorros de lana, ya que la temperatura debía estar cercana al puno de ebullición del sol, pero cuando me toqué el pelo y noté que estaba casi ardiendo lo entendí todo. Estas saunas son tan intensas que se ponen los gorros para protegerse el pelo. La tradición es combinar la sauna con un baño en una laguna quasi-congelada que hay justo al salir… Yo me bañé, ¡pero lo justo y necesario como para mojarme y salir corriendo! ¡PERO QUÉ DOLOR!
La laguna quasi-congelada al salir de la sauna
La depresión vino a mí cuando se metieron un par de señoras laponas que debían rondar los 80 años y se quedaron flotando en medio de la laguna de cháchara tan tranquilamente… increíble.
Al salir de la sauna, cogimos un autobús que nos llevó de vuelta a nuestro apartamento. Por la noche. Por la noche, antes de cenar, estudiamos los itinerarios que nos quedaban para los dos últimos días de la semana.
Preparando la ruta del día siguiente
Se iba acercando el fin, pero aún teníamos muchos kilómetros por delante. Ahora que estábamos fuertes no podíamos contentarnos con hacer 30 kilómetros… ¡a ver a cuánto llegamos!
Con Límite Infinito 