La capital de Irán no es quizás el lugar más apasionante de este sorprendente, desconocido y (por mucha gente) ignorado país, pero si se dispone de tiempo es un buen comienzo para adentrarse progresivamente en la cultura y visitar tranquilamente algunos sitios interesantes.
De Nepal a Irán: Visado Exprés
La antigua Persia es la última parada de mi periplo de casi tres meses por Asia. Después de un intenso y excitante trekking por el Himalaya, rodearme de una de las cunas de la civilización me parecía un complemento ideal para terminar esta aventura.
En el aeropuerto de Kathmandu cada vez que pasé un control (y hay unos cuantos) me preguntaban por el destino final de mi viaje, siempre con el mismo resultado: “¿y tienes visado para Irán?” A lo que yo les respondía “ya no hace falta solicitarlo con antelación, se obtiene al llegar”.
Mi afirmación no parecía convencerles en ninguno de los casos y se limitaban a mirarme con cara de “tú veras…”. Me subí al primer vuelo (Kathmandu – Muscat) con un pequeño sentimiento de intranquilidad, pero al llegar a Muscat desapareció la que en mi cabeza era la primera barrera.
Y es que cabía la posibilidad de que si lo de la Visa On Arrival no era del todo cierto no me dejasen subir al avión que me iba a llevar de Muscat a Tehran. Pero nada, el vuelo salió en hora y sin darme cuenta estaba despegando de nuevo, ahora sí, con rumbo a Irán. ¡Bien!
La llegada a Tehran fue sucedida por un pequeño conjunto de esperas y transportes. Lo primero que hay que hacer antes de intentar pasar el control de pasaportes es dirigirse al punto donde expiden las visas. El camino natural desde la salida del avión lleva al primero, por lo que hay que fijarse bien en las indicaciones (o buscar un sitio con un grupo de gente claramente no iraní apelotonada junto a un mostrador).
La información que dan allí es que para obtener el visado (30 días, 75 €) es necesario llevar una fotografía, la reserva de la primera noche de hotel y un certificado de seguro de viaje. A mí no me pidieron ninguna de las tres. A lo mejor porque eran las 5:30 de la mañana y los oficiales estaban cansados porque a mi amiga que llegó unas horas más tarde sí le pidieron la justificación de la reserva. Yo lo único que tuve que hacer fue, después de pagar, rellenar el típico papel de solicitud de visado con mis datos, entregar mi pasaporte y esperar.
Dicen que habitualmente el tiempo medio de espera son tres horas. En ese tiempo empecé a hablar con dos chicas de Madrid y un chico muy majo de Ecuador (a ellos tampoco les pidieron nada más que el cash). Tuvimos bastante suerte y en poco más de una hora… ¡éramos visitantes legales de Irán! Con la visa en la mano fuimos a buscar la maleta y cambiar dinero.
El Aeropuerto Internacional Imam Khomeini no es excesivamente grande, así que es fácil manejarse y todas las indicaciones están también en inglés. Con la mochila ya en mi espalda, fui con una de las chicas de Madrid a cambiar algo de dinero. Me sorprendió el cambio para bien (1 € = 40.000 IRR) ya que era significativamente mayor que el oficial. Solo nos pudieron cambiar 50€ a cada uno porque tenían poco dinero.
Y después empezó la segunda parte, también larga, de nuestra llegada. Los cuatro compartimos un taxi para ir a nuestros tres hoteles. El taxista no se aclaraba bien ni con nuestras direcciones ni con su propio móvil para comprobar en google maps dónde quedaban, así que a la tardanza habitual debido al masivo tráfico de la capital tuvimos que sumar un par de horas de rodeo de norte a sur y de este a oeste buscando los hoteles…
Era muy temprano y estaba cansado del viaje, por lo que un par de horas de tour por la ciudad sin tener que mover ni un dedo tampoco me importó mucho. Tehran es una ciudad enormemente masiva (más de 15 millones de habitantes), masivamente contaminada y no muy diferente de cualquier ciudad moderna europea en cuanto a urbanismo se refiere. Destacan los montes Alborz al fondo, alcanzando altitudes superiores a los 4500 metros.
Una pena que la contaminación no permita más que atisbar levemente la belleza de sus cumbres.
Al llegar al Hotel Khyyam (60€ por noche la habitación doble con baño) me senté en la cama media hora mirando al infinito para recomponerme un poco de las horas de avión, el tiempo de espera del visado y el inesperado tour en coche por la capital.
El hotel está muy bien, los encargados son extremadamente simpáticos, serviciales y risueños y se preocuparon de enviarme un email de confirmación en condiciones (con un teléfono de emergencia en caso de que fuese necesario) para obtener el visado. Está además convenientemente situado muy cerca de una parada de metro de la Línea 1 y de varios de los puntos fuertes de la ciudad (El Bazar, El Palacio de Golestan…). No es barato, pero para dos noches que íbamos a estar un poco de relax y pseudo-lujo no estaba de más.
¡Todo listo para comenzar a explorar Tehran!
Mi Primera Tarde en Tehran
Las dos primeras semanas en Irán van a ser geniales porque las voy a compartir con Noemí, que además de sacarme de mis dos meses de viaje en solitario va a aportar un conocimiento de cultura general sobre arte e historia que yo nunca tendré. Aprovechando que su vuelo llegaba varias horas después del mío salí a explorar la zona y hacerme con una tarjeta SIM local (Irancell, 300.000 IRR con 3GB de datos) que tan útiles habían resultado ser en Sri Lanka y Nepal.
Localicé cuatro de las visitas que teníamos previstas para el día siguiente, y estaban todas muy cerca entre sí y del hotel. ¡Estupendo!. También disfruté paseando por las calles cerca del Bazar. Es una zona muy tranquila comparada con las frenéticas calles de la zona nueva y miles de coches por metro cuadrado en movimiento continuo.
Un barrio bonito de suelo empedrado con una curiosa combinación de distintos tipos de arquitecturas en sus edificios. ¡Hasta parecía que había menos contaminación aquí que en otros puntos de la ciudad!
A las 3 de la tarde volví al Khyyam para dormir un rato porque, sinceramente, estaba reventado. Y un par de horas después alguien llamó a la puerta… ¡Era Noemí! Todos sus trámites habían ido bien y estábamos al fin juntos en Tehran para empezar a descubrir este lugar del mundo tan denostado por la prensa y la “opinión pública”. ¡Que tiemble Irán que ahí vamos!
Tehran Básico en Un Día
Pasamos muy buena noche en el hotel. Cómodo y tranquilo para recargar bien las baterías. Nos levantamos a las 7 para aprovechar el día y visitar con calma y sin estrés los puntos clave de la capital que habíamos señalado en nuestro mapa: un bazar, dos palacios, un parque y… ¡una curiosidad que acabó siendo una gran sorpresa!
Palacio de Golestan
Descubrimos que las 8 de la mañana no era el mejor momento para visitar el bazar: ¡estaba completamente muerto, vacío! Así que cambiamos el orden de las cosas y caminamos 5 minutos más hasta llegar a la entrada del Palacio Golestan.
El precio de la entrada es como un traje hecho a medida. Se paga por lo que se decide visitar. Nosotros pagamos la entrada al recinto (150.000 IRR), a los Salones Principales (150.000 IRR), al Edifice of the Sun (80.000 IRR) y al Wind Catcher Edifice (80.000 IRR). No nos arrepentimos de la elección porque entramos a los edificios más significativos y los que dejamos atrás realmente son galerías de arte, a mi juicio, menos interesantes.
El recinto del palacio en sí es genial. Un gran espacio abierto que constituye el monumento histórico más antiguo de Tehran con más de 450 años de historia. El Palacio Golestan (Palacio de las Flores) estuvo en su momento dentro de las antiguas murallas de la ciudad construidas durante el reinado del Shah Tahmasp I de la Dinastía Safavid en el Siglo XVI.
Se convirtió en la residencia oficial de la Familia Real Qajar en el siglo XVIII y durante la era Pahlavi (1925 – 1979) se usó para recepciones reales importantes como las coronaciones.
Pasear tranquilamente por aquí es una estupenda forma de empezar a transportarse a la época de los Shah y los antiguos gobernadores de Irán que, al igual que en todas partes, gustaban rodearse de lujo y ostentosidad.
Los edificios están dispuestos en los laterales del recinto dejando en medio varios pequeños estanques y jardines que complementan a la perfección su belleza.
El primer edificio por el que pasamos fue el Iwan-e Takht-e Marmar (Marble Throne Terrace).
Un trono del siglo XVIII es el centro de la sala principal de este precioso edificio que se extiende a la izquierda y derecha de la estancia que le da nombre con preciosas paredes de ladrillo decoradas con motivos típicos de influencia persa.
A la vuelta de la esquina, tras dejar atrás a un enorme grupo de franceses y otro de alemanes, llegamos a los restos de lo que fue la residencia de Karim Khan Zand en el siglo XVIII, el Khalvat-e Karim Khani. Esta estructura abierta por la que corre el agua es una fantástica terraza con vistas a los demás edificios del conjunto.
Rápidamente se llega al edificio de los imponentes Salones al que llaman Main Halls. Estuvo cerrado al público durante varias décadas y desde hace algunos años se ha convertido quizás en el punto más fuerte de la visita a Golestan. No se puede sacar fotos en su interior (norma que es fácil saltarse ya que los guardas parecían estar más preocupados por su móvil que por cualquier cosa que ocurriesen en alguna de las salas) pero ya solo su exterior impresiona a cualquiera.
Seguimos caminando y nos encontramos con un grupo enorme de chicas de instituto que estaban de excursión visitando el palacio igual que nosotros. Todas iban de uniforme (de pies a la cabeza, nunca mejor dicho…) pero todas muy risueñas y felices. Dos de ellas no tardaron ni 10 segundos en acercarse a hablar un poco con nosotros y a hacerse una foto. ¡Pero qué entrañables y curiosas eran!
Este encuentro tuvo lugar justo delante del Shams ol-Emareh (Edifice of the Sun), que mezcla estilos Europeos con el tradicional Persa. Nació en el siglo XIX como el sueño del Shah Nasser al-Din de tener un edificio que le ofreciese una buena panorámica de la ciudad.
En su interior hay una serie de habitaciones donde el “factor espejos” es el elemento decorativo determinante. Un edificio muy curioso sin ninguna duda.
Nos costó un rato encontrar la entrada al último por el que habíamos pagado. Como no teníamos mucha prisa, disfrutamos del rato buscándolo mientras nos maravillábamos con los mosaicos exteriores de la fachada que se extiende a ambos lados de la cafetería.
Simplemente exquisita. Mosaicos muy variados, desde motivos tirando a clásicos hasta psicodelias que parecían sacadas de una versión beta del original de “Space Invaders”. ¡Parece ser que aquí nunca sabes lo que te puedes encontrar!
Cuando por fin encontramos la puerta del Emarat-e Badgir se nos quedó cara de tontos al ver que habíamos pasado por delante varias veces… Está justo junto a la fachada de los mosaicos anteriores, que nos gustó tanto que parece ser que nos cegó para ver más allá…
No es tan impresionante como los anteriores, pero su sala principal no desmerece una rápida ojeada para deleitarse una vez más con una decoración basada en el exceso y en los espejos.
Satisfechos con nuestra primera visita iraní, dejamos el palacio para descubrir que el número de personas en la calle se había multiplicado por 200. ¡Sí, era el momento perfecto para visitar el Bazar!
Bazar de Tehran
O más bien laberinto de Tehran… Sabes por donde entras, pero salir… ¡eso ya es otra cosa!. Un recorrido sencillo es empezar por la puerta principal y no desviarse, siguiendo a la multitud (pero multitud silenciosa, que aquí en Irán no son de grito constante como nosotros) nos lleve donde nos lleve.
Es increíble comprobar como esa calle sigue, y sigue, y sigue… ¡Parece que nunca termina! Y después están todas las calles perpendiculares, callejuelas, lugares y recovecos. Son kilómetros y kilómetros de tiendas donde se puede comprar de todo, y donde se puede ver… de todo. Desde un señor vendiendo calcetines hasta una señora con chador largo comprando sujetadores. El mejor museo de Tehran es su bazar, no hay mejor forma de meterse de lleno en la verdadera vida de la ciudad y del país.
En una plaza junto al bazar se puede visitar el recinto de la Mezquita Imam Khomeini. No entrará en la antología de las más espectaculares del mundo, pero es un buen lugar para alejarse momentáneamente del efluvio continuo de gente del Bazar y las calles que lo rodean.
US Den of Espionage o Museo Anti Arrogancia
¡He aquí la gran sorpresa del día! Después de haber visto Argo en el Donostiako Nazioarteko Zinemaldia en el año 2012 (que me encantó por otra parte) me quedé perplejo con el relato de la película. La historia de Irán era totalmente desconocida para mí en ese momento, y nunca había sabido mucho sobre la revolución que ocurrió en 1979, y menos sobre cómo se tomó la embajada de los Estados Unidos en Tehran y ya no digamos sobre un supuesto plan secreto para rescatar a los diplomáticos allí atrapados.
El edificio de la embajada acabó con el tiempo siendo transformado en una especie de pequeño museo sobre cómo los americanos espiaban a los iraníes… ¡desde Irán!.
En el sótano de ese edificio se confabuló incluso el primer golpe de estado orquestado por la CIA (la destitución de Mohammad Mossadegh a principios de los años 50).
La guía de Lonely Planet de Irán (que tiene un estándar de calidad bastante más bajo de lo habitual) decía que sólo habría del 1 al 10 de febrero y que había que tener cuidado con hacer fotos en las cercanías del edificio.
Lo que nos encontramos fue un panorama completamente diferente… No solo el museo estaba abierto con fecha de mediados de abril, si no que nos hicieron un tour privado interesantísimo y nos animaron a sacar cuantas fotos quisiésemos.
Incluso en los jardines tienen una genial exposición de carteles tomando elementos clásicos de los Estados Unidos para revertirlos en su contra, exponiendo la desfachatez y manipulación que sus sucesivos gobiernos han tenido a lo largo del último siglo con muchos países del mundo (¡y cuánta razón tienen!).
Yo creo que todo esto lo montaron desde la llegada de Trump, por un lado como muestra de queja por el continuo azote que sufren por un mundo controlado por una potencia que todo lo quiere manejar, y por otro lado como cachondeo por haber elegido a semejante botarate para liderar la nación.
Sea como sea, la visita fue ilustrativa, divertida y genial. Parece ser que todo lo de la película de Argo es una gran mentira, que ningún diplomático escapó de esa ni de ninguna forma, si no que fueron retenidos 444 días hasta que el gobierno iraní pactó su liberación con el gobierno de los Estados Unidos.
Las máquinas originales de encriptación que conservan son una auténtica maravilla, fascinante. Así como las diferentes cámaras acorazadas de seguridad y material original de falsificación de documentos de los 70.
Sin duda, una excelente visita para salirse del circuito habitual de monumento A y monumento B.
El Palacio de Niavaran
Salimos de la US Den of Espionage con la sensación de haber vivido en una película privada durante algo más de una hora. Comimos un riquísimo y baratísimo pollo con arroz (90.000 IRR) en un restaurante en la zona y nos fuimos al metro de la Línea 1 (8.000 IRR cada billete) para ir hasta la última estación del norte, Tajrish.
El metro de Tehran es moderno, eficiente, limpio, barato, funcional y muy bonito. ¡Para no perdérselo! Bueno, moderno en lo relativo a trenes e instalaciones, porque en lo relativo al factor social… siguen teniendo vagones solo para mujeres (aunque es una elección personal de las mujeres, que pueden ir en sus vagones reservados para “no sentirse ofendidas por el hombre” o elegir cualquier otro vagón “mixto”, pero aún así…).
En Tajrish nos subimos a un taxi (250.000 IRR) para ir hasta la entrada del Palacio Niavaran. Al igual que Golestan, se pagan los edificios de forma individual. En este caso pagamos la entrada al recinto (150.000 IRR), al Palacio (150.000 IRR) y al Museo Jahan-Nama (80.000 IRR).
El recinto está mucho más descuidado que el de Golestan. El premio gordo es el edificio del palacio, construido hace 50 años y que sirvió como residencia del Shah Mohammad Reza Pahlavi y su familia.
Tiene más aire europeo que otra cosa, y ya solo su fachada exterior es una curiosa muestra de modernismo y fusión de estilos e innovación para lo que era Irán en ese momento.
El interior es fabuloso. Me sorprendí al descubrir que se traba de un palacio de corte más austera que la mayoría de palacios que he visitado en distintos países. Por supuesto que tiene lujo, pero es de alguna forma un lujo funcional, dejando lugar para los espacios abiertos y habitables y las habitaciones recogidas y acogedoras.
Se puede visitar casi la totalidad de sus estancias (¡incluidos los baños de las habitaciones de los hijos!) libremente.
Volvimos hacia la entrada del complejo para entrar en el pequeño Museo Jahan Nama donde hay expuesta una colección de obras de arte dedicadas a la familia Pahlavi o compradas por ellos mismos. Desde el Antiguo Egipcio hasta el Budismo, pasando por las culturas de América Central; diferentes piezas de artesanía y escultura decoran esquinas y vidrieras del museo.
Nos sorprendió mucho encontrar ejemplares originales de Picasso, Dalí, Renoir, Gauguin, Miró, Chagall, Vazarely, Calder, etc. Vamos, que al señor Shah no le iban precisamente las baratijas.
El museo es pequeño (realmente se trata de una colección personal) pero con mucho gusto y variedad. Una artística forma de cerrar las visitas monumentales de Tehran.
Parque Jamshidiyeh: Intentando Huír de La Polución
Caminando cuesta arriba desde el complejo del Palacio Niavaran se llega a este parque, supuestamente famoso por suponer un respiro de aire fresco y una alternativa a la contaminada Tehran. El parque es muy normalito y las vistas lo único que realmente permiten es ser aún más conscientes de la polución que se respira a diario en la ciudad.
Teníamos pensado quedarnos hasta el atardecer pero visto el panorama (o vista la nube de polución) decidimos que ir a cenar y descansar en el hotel iba a ser una opción mucho más práctica, sobre todo teniendo en cuenta el road trip que nos esperaba al día siguiente.
Pero eso lo contaré en la próxima entrada, a su debido tiempo.
¡Nos vamos de Tehran en un Road Trip con destino fijo: Isfahan!