Tan maravilloso es este valle que mereció dos visitas dentro de mi viaje a Eslovenia. El Valle Soca es una forma muy sencilla de acercarse a los encantos naturales del país y de disfrutar de todo tipo de actividades de aventura. Un auténtico festín para los amantes de la montaña y la naturaleza en general.
Primera Incursión: Dolina Soce en Coche
El Valle Soca fue la segunda parada de mi primer road-trip por Eslovenia. En este caso, me acompañaban mi amiga Manca, su hermana Lucka y su amigo Tomaz.
Después de una fabulosa incursión en el Valle de Brda (donde entré en contacto directo con la riqueza vinícola del país), pusimos rumbo a la esquina noroeste de Eslovenia: El Valle Soca, enclavado entre el Parque Nacional del Triglav (Alpes Julianos) y la frontera con Italia.
Salimos de Dobrovo a media mañana, después de deleitarnos con el magnífico desayuno de la House Iaquin y darnos un último baño en la piscina. Realmente no hay mucha distancia hasta Bovec (el núcleo más importante del valle), pero la carretera hace que el camino se haga más largo.
Kobarid: Slap Kozjak
La primera parada que hicimos fue en Kobarid, pueblo situado ya dentro del valle, a unos 10 kilómetros de Tolmin. Muy cerca del centro, la carretera sigue hasta llegar al Napoleonov Most, un puente de piedra muy elegante que conecta los dos lados del río con unas vistas espectaculares de la garganta.
El puente original fue construido en 1750, pero desapareció totalmente durante la Primera Guerra Mundial y fue reconstruido justo después.
Cerca del puente hay un parking donde se puede dejar el coche para realizar el paseo que lleva hasta la Slap Kozjak (Cascada Kozjak) por cualquiera de los dos lados del río.
Nosotros empezamos por el lado derecho. El camino es muy fácil de seguir y muy bonito: va en todo momento cerca del río, acompañado de un frondoso bosque.
Al final, se llega a una pequeña pasarela de madera que lleva hasta la cueva donde está escondida esta preciosidad de cascada.
No es ni de lejos de las más altas de Eslovenia (tiene tan solo 15 metros de caída), pero resulta una vista alucinante por el entorno en el que se encuentra. Se puede, además, bajar fácilmente de la pasarela hasta los pies de la charca (¡e incluso darse un baño!).
La primera parte del camino de vuelta empieza, inevitablemente, rehaciendo parte del camino que nos condujo hasta la cascada pero en dirección contraria. Al cabo de un rato, se llega a un puente colgante que permite cruzar al otro lado para seguir la ruta de regreso por la otra orilla del río.
El puente está bastante elevado pero eso no detuvo a un grupo de portugueses que se armaron de valor para saltar. A mí me encantan las alturas y me he tirado varias veces de sitios altos al mar o a un río, pero he de decir que me produjo bastante impresión. ¡Qué valientes!
La verdad es que aunque el color del agua invitaba a darse un baño y el día era bastante bueno, no hacía tanto calor como para decidirnos a darnos un chapuzón.
Así que continuamos paseando tranquilamente, disfrutando de las espeluznantes vistas de la garganta hasta llegar al parking junto al puente donde nos esperaba el coche para seguir adentrándonos en el valle.
Slap Boka: La Cascada del Valle
De una cascada coqueta pero en miniatura pasamos directamente a la cascada más alta de Eslovenia: Slap Boka. Sus dimensiones no dejan indiferente: ¡106 metros de caída y hasta 30 metros de anchura! Una pasada, vamos.
La forma más sencilla de llegar hasta el mejor mirador comienza conduciendo hasta el pequeño poblado de Zaga (a medio camino entre Kobarid y Bovec). Aquí se puede dejar el coche justo después de cruzar el Most Boka (Puente Boka), desde el que ya se intuye a lo lejos la cascada, y empezar a caminar por el sendero perfectamente indicado.
La ruta no es en sí complicada, pero sí que tiene más desnivel y un firme bastante más irregular que el caminito que llevaba hasta la Slap Kozjak. Aún así, aunque no se tenga mucha soltura en rutas de montaña, se puede hacer caminando poco a poco.
La ruta acaba subiendo a una pequeña plataforma de madera que hace a su vez de mirador de la cascada (ya que está al fondo de una pequeña garganta) y del valle hacia el otro lado.
¡La dos vistas son espectaculares! Por un lado, la cascada es simplemente magnífica, abriéndose paso directamente de la roca de la montaña para caer de golpe hasta los pies de la garganta.
No sé qué tienen las cascadas que me motivan muchísimo. No pude evitar una vez más acordarme del viaje a Islandia cinco años atrás y de la preciosidad de sus cascadas.
Mirando hacia atrás, se abre ante nuestros ojos la grandeza del Valle Soca y la majestuosidad de algunos de los picos del área del Triglav (al que espero poder ir antes de marcharme de Eslovenia).
Es posible ir hasta los pies de la cascada tomando otro camino y subiendo por encima de todas las rocas. Desafortunadamente no teníamos tiempo para eso, pero me queda pendiente para una próxima visita ya que, con lo cabra que soy, creo que es un camino que voy a disfrutar al 100%.
Log Pod Mangartom: Durmiendo en la Alta Montaña
El final del día estaba cerca, así que decidimos saltarnos Bovec y poner rumbo fijo al Hermanov Hram, nuestro alojamiento para esa noche.
Por el camino paramos en la Trdnjava Kluze (Fortaleza Kluze), situada estratégicamente junto a la Garganta de Koritnica de 60 metros de profundidad.
Nos pareció que destacaba más por el dramatismo de su ubicación que por la fortaleza en sí misma, así que caminamos unos minutos a su alrededor contemplando las vistas de la ruta en coche que aún teníamos por delante y seguimos conduciendo hacia Log Pod Mangartom.
Pronto pasamos por este pequeño poblado ya alejado del bullicio habitual de toda la gente que visita el valle. El pueblo en sí no parece tener nada de especial, pero las vistas de las montañas son realmente insuperables. El contraste del verde de la hierba y el bosque con las paredes rocosas de los Alpes Julianos es sobrecogedor.
Siguiendo la carretera hacia el Monte Mangart, tomamos el desvío a la izquierda que lleva a la frontera con Italia. Ahí está nuestro alojamiento, el espectacular hotelito de montaña Hermanov Hram, situado literalmente a 10 metros de la susodicha frontera.
El sitio es maravilloso. ¡Manca no podía haber elegido mejor! Una casa tradicional de la región, con unas habitaciones modestas pero muy cómodas y unas vistas para sentarse y no levantarse.
Nada más llegar nos apoltronamos en la pequeña terraza que tiene mirando directamente a los Alpes Julianos. ¡Menudo privilegio! Era todo para nosotros.
Antes de que empezase la fresca noche, pedimos la cena. Yo pedí mi ya tradicional Goulash pero aproveché para probar la Jota (sopa agria tradicional de Eslovenia) que había pedido Lucka. No hace falta decir que todo estaba buenísimo.
Tras la cena nos quedamos a ver la puesta de sol desde la terraza, disfrutando de cómo los últimos rayos iluminaban los picos más cercanos dándoles unas tonalidades anaranjadas que no se pueden ver en ningún otro momento del día.
Un final de cine para un día de película.
Mount Mangart: El 2000 Más Accesible
Nos levantamos relativamente temprano para poder aprovechar bien la mañana en el valle.
La primera parada la teníamos clara: seguir conduciendo carretera arriba hasta el parking más elevado de todo el país (2072 metros de altitud) y que da acceso a la zona del Mount Mangart, el tercer pico más alto de Eslovenia (2679 metros).
Después de pasar la caseta del «peaje» (5€ por vehículo) empezamos a salir del bosquecillo y pudimos comenzar a contemplar la inmensidad del lugar (no sin antes esquivar a un gracioso rebaño de ovejas que iba colina abajo).
Resulta muy difícil describirlo con palabras. A pesar de no subir a lo alto del Mangart (no teníamos ni el tiempo ni el equipo necesario) sí que pudimos hacer una pequeña ruta a varios de los miradores que, entre todos, permiten tener una panorámica de casi 360 grados del lugar.
Por un lado, estaba la extraordinaria panorámica de la parte de Eslovenia, bañada en un extenso manto verde con unos imponentes picos rocosos en el horizonte.
Parece difícil acceder a estos puntos pero es realmente muy sencillo siguiendo los pequeños senderos que van por las distintas laderas a los pies del Mangart. Nosotros llevábamos poco más que calzado «de calle» y no tuvimos ninguna complicación.
Y, por otro lado, está la impresionante vista del lado italiano, dominada por el precioso Lago di Fusine (tiene muy buena pinta… ¡anotado también para futuras incursiones!).
Al final pasamos un buen rato en las alturas, disfrutando de la frescura del aire y la magia de un sitio en el que, misteriosamente, no había prácticamente nadie.
Sin duda, creo que nunca había estado en un sitio de alta montaña tan «accesible» para gente que no esté acostumbrada a trekkings medios o exigentes. ¡Eslovenia le permite hacer de todo a prácticamente cualquiera!
Bovec I: Zip Lines y Parapente Frustrado
Del Mangart bajamos directamente a comer a Bovec. Manca, Lucka y Tomaz tenían que volverse a Ljubljana ya que al día siguiente les tocaba trabajar. El sitio (el valle en general) me había dejado tan impresionado que decidí sobre la marcha quedarme un día más para intentar hacer alguna actividad.
El parapente era desde luego mi primera opción. Nunca lo había hecho y como amante de las alturas era una asignatura que tenía pendiente. Hubo algo que me hizo click en el cerebro y, de repente, el Valle Soca parecía el lugar idóneo para intentarlo, y me pareció claro que me iba a arrepentir de no animarme… así que busque un hostal y me quedé un día más.
Peeeeero… ¡no iba a ser tan fácil! A primera hora de la tarde apareció un nubarrón tremendo y en el hostal me dijeron que con la previsión del tiempo iba a ser imposible hacer parapente ni esa tarde ni los dos días siguientes… ¡maldición!
Menuda chafada. Les pregunté si había alguna otra actividad «de altura» que se pudiese hacer aunque lloviese, y me recomendaron las «Zip Lines«. Me pareció una buena idea y el grupo salía en 30 minutos, así que estaba claro que era la mejor opción.
Nos subimos en un 4×4 y nos llevaron montaña arriba hasta el punto de salida. La actividad consistía en deslizarse tipo tirolina por 5 cables (que en total miden más de 3 kilómetros) suspendidos a más de 200 metros de altura sobre el valle, entre las laderas de dos montes.
¡Fue una auténtica pasada! Me lo pasé genial. El precio es algo elevado (50 €) pero la adrenalina y las vistas que se consiguen compensan con creces cada uno de los euros invertidos.
Ya de vuelta en el hostal, conocí en la habitación a Jose Mari, un chico de Pamplona que resulta que vive a 5 minutos de mi piso. ¡Qué cosas! Nos juntamos con otro chico de Dinamarca que estaba haciendo una ruta a pie por los Alpes y nos fuimos a cenar juntos a un restaurante en la calle principal de Bovec.
Es lo bueno de los hostales… a nada que se tenga la mente un poco abierta es muy fácil encontrar gente interesante para unirse a tus planes.
La mañana siguiente amaneció, efectivamente, nublada, gris y con pinta de llover, así que cogí el primer autobús a Ljubljana con la espinita del parapente clavada en el corazón .
Segunda Incursión: Parapente y Vrsic Pass
Mi segundo paso por el Valle de Soca lo hice en solitario como segunda jornada de mi road-trip que me llevó por la Costa Istria, el Karst, el Valle Soca, Kamnik y el área de Maribor.
Mi objetivo estaba clarísimo: P-A-R-A-P-E-N-T-E.
Y Por Fin lo Conseguí: Parapente en el Dolina Soce
Había pasado la noche en un hostal cercano a Stanjel (Piskovica Youth Hostel) y tenía una buena tirada hasta Bovec, por lo que tuve que hacer un madrugón tremendo y perderme el desayuno que estaba incluido en el precio y tenía una pinta formidable.
Pero bueno, la situación requería de sacrificios.
Subí al coche, y puse rumbo directo a Bovec para llegar a las 8.30 de la mañana, que es la hora a la que había quedado con los de la agencia de deportes de aventura para «intentar» (aunque en principio la predicción era buena nunca se sabe) hacer el vuelo en Parapente.
La agencia en cuestión se llamaba Alpe Sport Vancar Bovec y la actividad costaba 160€, un precio elevado pero que estaba dispuesto a pagar para experimentar la sensación de volar sobre tan privilegiado lugar. Además los comentarios que tenían en internet eran todos muy buenos.
Llegué justo de tiempo pero puntual, y me junté con una pareja austriaca que también iban a la actividad y los tres pilotos que nos iban a llevar. Nos subimos a la furgoneta y pusimos rumbo al parking del Mangart en el que había estado una semana antes.
Al llegar todo pintaba muy bien: alguna que otra nube pero cielo despejado en general y una nitidez absoluta de las vistas del valle: ¡planazo!
Ayudamos a los pilotos a subir el equipo hasta lo alto de una pequeña colina y ahí empezó el despliegue….
¡Es una locura esto del parapente! La verdad es que la tela es muy fina y ligera… realmente da la sensación de que va a ser imposible que sostenga en el aire a dos personas, pero Roberto (mi piloto) me dijo que están testados para mantener el peso de un coche… ¡Quién lo iba a decir!
Cuando todo estaba preparado, nos pusimos el traje, el casco, nos acoplamos al aparato y nos posicionamos en la «rampa de salida» (una ladera de 20 metros de largo que acababa en precipicio) esperando por la ráfaga correcta de aire para iniciar el vuelo.
Las instrucciones eran claras y sencillas: yo tenía que correr como si no hubiese un mañana cuando Roberto me lo dijese. Y así, de repente, oí un «RUN!«, empecé a correr y tres segundos después estábamos ya elevándonos del suelo…
¡QUÉ MARAVILLA!
A partir de aquí, me resulta casi imposible relatar todo lo que sentí. Solo puedo decir que me considero muy afortunado, ya que lo normal suele ser que el vuelo dure 25 minutos y nosotros llegamos a 45 ya que las condiciones eran óptimas.
Primero comenzamos planeando sobre el área del Mangart, atravesando alguna que otra nube y llegando casi hasta la altura de su cima (por encima de los 2600 metros).
Después de un buen rato en esta zona, nos adentramos más hacia el valle, con unas vistas que nunca olvidaré de todo Soca y del Parque Nacional del Triglav.
No me podía creer que estuviésemos a más de 1500 metros de altura sobre tierra firme. ¡Menuda pasada!
Poco a poco fuimos avanzando, manteniendo más o menos la altitud, pero girando sobre nosotros mismos para poder tener diferentes panorámicas del Valle de Soca, del valle vecino y de las montañas que forman todo el sistema.
Cuando se acercaba el final, el piloto me vio tan entusiasmado que me comentó que él además de dedicarse a hacer vuelos recreativos, también practica el parapente como deporte a nivel profesional y de competición, y que si quería podía hacer unas cuantas piruetas y giros de 360º.
¡No dudé en decirle que por supuesto! Y entonces empezamos a girar sobre nosotros mismos como si estuviésemos en una montaña rusa, cambiando constantemente el cielo por la tierra y viceversa en un minuto de emoción máxima.
Buf, los 160€ me empezaban a parecer hasta poco dinero para lo que estaba viviendo.
Pero todo se termina. Poco a poco fuimos descendiendo y acercándonos al núcleo de Log Pod Mangartom. La idea era aterrizar en un enorme campo junto a la carretera principal.
La teoría del aterrizaje también era sencilla pero había que tener mucho cuidado con la inercia. Unos 50 metros antes de tocar el suelo, pusimos los cuerpos en posición vertical y empezamos a correr en el aire hasta entrar en contacto con tierra firme.
Hay que tener en ese momento mucho cuidado de no bajar el culo con la inercia del descenso, porque es entonces cuando resulta muy fácil «estrellarse» (sin ningún peligro, pero es más elegante acabar de pie).
Gracias a las instrucciones de Roberto hicimos un aterrizaje perfecto para poner punto y final a una experiencia única e irrepetible.
Que nadie lo dude… ¡El mundo visto desde arriba es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida!
Ahora me pregunto qué será lo próximo… ¿paracaidismo? Me temo que he abierto una puerta difícil de cerrar.
Vrsic Pass: Haciendo Collados en Coche
El Vrsic Pass comunica el Valle de Soca y el Valle de Sava y es el paso de montaña por carretera más alto de todo el país. Este dato, unido a las imponentes vistas que ofrece tanto de una parte como de la otra, hacen de él una excursión imprescindible.
Ya había cruzado este paso en mi primera parada en el valle, cuando iba en el autobús que une Bovec con Ljubljana. El problema fue que había tanta niebla que no se veía nada más que la carretera. Fue aún así interesante, porque las nubes con la niebla le daban al trayecto un aspecto fantasmal muy excitante, pero me apetecía verlo también con el cielo despejado.
Así que, aprovechando que tenía vehículo propio y que me tenía que ir del valle, decidí cruzar el Vrsic Pass y hacer alguna parada para comer algo con las montañas como acompañantes.
Los sitios que más me gustaron fueron:
- Erjavceva Koca: junto al bar/albergue, hay un pequeño camino que lleva en dos minutos a una pradera rodeada de unas espléndidas montañas tipo «aguja».
- Tonkina Koca: además de poder ver una vista parecida a la anterior pero ya desde la propia carretera, se pueden divisar las montañas del lado opuesto, no menos impresionantes.
Cruzar el Vrsic Pass con tranquilidad y vehículo propio fue una gran experiencia. Al final había madrugado tanto que me daba la impresión de que llevaba todo el día de actividad continua: madrugón, conducir hasta Bovec, parapente, cruzar el Vrsic Pass…
Pero realmente cuando llegué a Kranjska Gora (al otro lado de Vrsic) aún eran las dos y media de la tarde. Así que rápidamente descarté la idea de ir a dormir a Ljubljana y puse rumbo directo a Kamnik para ver si me daba tiempo de llegar a una hora decente y subir esa misma tarde a Velika Planina.
¡Sin duda sería entonces un día completo y muy intenso!