Un colofón por todo lo alto para una ruta imprescindible del Pirineo Occidental. ¡Los Pirineos nunca defraudan!
ETAPA 3 – Refugio de L’Aberouat – Refugio Jeandel
- Distancia: 18 kilómetros
- Desnivel: +1150 m / -950 m
- Altitudes Máxima y Mínima: 2507 m / 1442 m
- Tiempo Efectivo Caminando: 5 h 45 min
- Itinerario Realizado: A (subiendo al Pic D’Anie)
- Itinerario Alternativo: B (bordea al Anie por el Pas D’Azuns)
Me desperté en Mordor, sumido en una niebla espesa que no dejaba ver absolutamente nada de las vistas, y casi ni el camino a seguir.
Afortunadamente, resultó ser simplemente la habitual niebla mañanera de los valles que desaparece pronto, sobre todo al ganar altitud.
En Francia sirven los desayunos una hora más tarde, así que empecé a caminar a las 8.30 en lugar de a las 7.30 por un camino estrecho siguiendo las marcas del GR-10 (la transpirenaica francesa).
Poco a poco la niebla fue suavizándose hasta que, definitivamente, vi el cielo azul al salir del bosque en mi ruta hacia la Cabane Du Cap De La Baitch, con el Pic de la Countende (2338 m) al fondo.
Seguí subiendo hasta alcanzar la cabaña, arropado siempre por las pedazo rocas del Pic de la Countende y el Soumcuy (2315 m) …
… pero también por un gracioso rebaño de ovejas capitaneado por un eficiente perro pastor.
Mirando atrás, se podía ver cómo la niebla se había quedado atascada en el valle, por lo que todo parecía indicar que iba a tener otra jornada de cielo despejado y buenas vista para subir al Pic D’Anie.
En la cabaña, hice una pequeña parada para relajarme junto a los perros, bajo la mirada del Soumcuy. Desde ahí (a 1700 msnm) me esperaba aún una buena paliza para coronar el Anie (con más de 2500 metros de altitud).
Siguiendo las indicaciones de la cabaña, empecé el camino hacia el Col des Anies.
Una subida intensa en la que conocí a Fabrice, un francés que iba también solo y con el que me junté para llegar hasta el punto más alto de la Ruta de las Golondrinas.
Nos llevó un buen rato… Al principio subimos en zigzag por un pequeño sendero marcado en la pradera por encima de la cabaña. Una vez más, volviendo la vista hacia lo que dejábamos atrás, una panorámica maravillosa.
Poco a poco el camino se iba volviendo más empinado y pedregoso, a la vez que el Pic D’Anie (2504 m) empezaba a asomar por encima del collado por primera vez.
Llegamos al Col des Anies (2085 msnm) a las 11.30 de la mañana, con un sol bastante fuerte calentándonos los sesos. Desde este punto, se podía observar al completo la majestuosidad del Anie… ¡Y aún teníamos que subir hasta lo más alto!
Hicimos una pequeña parada junto a la cruz para almorzar, recobrar fuerzas, y prepararnos para los siguiente 400 metros de desnivel por terreno pedregoso.
Entre todo este manto de piedra que nos rodeaba, destacaba también la verde cima del Arlás (la cual yo había visto siempre blanca), escondida al fondo, por encima del mar de nubes.
Cuando ya nos sentimos fuertes, retomamos la marcha bordeando el Anie por su cara oeste. Desde aquí pude ver una zona muy familiar para mí… Oculto, bajo las cimas del Lakora (1877 m) y Lakartxela (1979 m) se podía ver perfectamente la antena de repetición que marca el Alto de Zampori (1737 msnm) y que es el punto más elevado de las pistas de esquí de fondo de El Ferial (con aproximadamente 40 días allí, es el sitio en el más veces he esquiado en toda mi vida).
Hacia el noroeste el mar de nubes no paraba de crecer, pero el Arlás (2044 m) seguía escapándose y resistiéndose a ser totalmente fagocitado.
A las 12.15 de la mañana llegamos al desvío donde se puede tomar la ruta hacia La Pierre St. Martin o afrontar el tramo final del Anie, con una pendiente considerable y un terreno terrible de piedras sueltas.
La dificultad no nos hizo flaquear, y pusimos rumbo fijo y constante hasta la cima a 2504 metros de altitud.
En lo alto había ya varios grupos de personas disfrutando de los 360º grados de panorámica.
¡Y es que las vistas eran estupendas! Se podía ver incluso el Midi D’Ossau (2884 m) a lo lejos, rodeado por un sinfín de picos del Pirineo francés.
Hacia el sur se distinguían a la perfección la Mesa de los Tres Reyes (2446 msnm), Los Alanos, Peña Forca (2390 m) y la Peña Ezkaurre (2045 m)
Mirando hacia el este, reapareció el Pic de la Countende con sus 2338 metros de altitud (pero ahora visto desde un punto más alto) y toda la zona baja de Lescún que habíamos ido dejando atrás.
Por su parte, hacia el norte, destacaban con claridad el Soumcuy, el Pas D’Azuns, Les Orgues de Camplong y La Countende…
… mientras que hacia el noroeste, una vez más, el Arlás (2044 msnm) flotando sobre el mar de nubes, sobrevolado por una preciosa águila y rodeado de las instalaciones de la estación de esquí alpino de La Pierre St. Martin.
Me acordé del vuelo en parapente que había hecho un mes antes en los Alpes Julianos de Eslovenia, entre todos aquellos picos de más de dos mil metros… ¡Qué guay la sensación de volar!
A la una y media llegó el momento de bajar, deshaciendo primeramente nuestros pasos por el tortuoso sendero en zigzag con piedras inestables.

Bajando poco a poco…
Cuando llegamos al desvío, me despedí de Fabrice, pues el volvía hacia la Cabane Du Cap De La Baitch y yo tenía que continuar hasta La Pierre. Fue toda una suerte haber encontrado a alguien dispuesto a compartir el camino y a esforzarse por entender mi nivel de francés estilo «basic».
Buena parte del trayecto hacia La Pierre transcurre por terreno rocoso, con un sube-y-baja continuo de piedra en piedra, con la única orientación del mapa y los hitos que marcan el camino.
¡Pegaba además un sol de aúpa! Mirando atrás, se dibujaba la pirámide final del Anie, de la que acababa de descender por la arista sur (que es la que se ve a la derecha en la foto).
Vista así, parecía una pista de esquí directa a una colisión segura.
Sin bajar el ritmo, seguí por el camino pedregoso acercándome cada vea más al Arlás. Cuando ya pude verlo en su totalidad, empezó a cambiar el terreno: las rocas fueron poco a poco dando paso a la tierra y la hierba, algo que mis piernas y rodillas agradecieron después de tanto trote por piedra.
A medida que avanzaba, el Anie empezaba a quedar más y más lejos, y cada vez se parecía más a la imagen que siempre había visto esquiando: la de su cara oeste.
Cuando llegué a las Cabanes de Pescamou hice un pequeño descanso. Estaba a punto e unirme al GR-10 de nuevo para así llegar al final de la jornada. Quedaba poco, pero me merecía una parada para tomar una chocolatina e hidratarme.
Me relajé un rato rodeado de las vacas que pacían tranquilamente en un terreno que pronto volvería a ser transformado en estación de esquí con la llegada de la nieve. Cuando me vi con fuerzas, comencé el descenso final.
En menos de veinte minutos estaba ya rodeado de las instalaciones de la estación de esquí alpino. ¡Qué curioso! Había estado siempre en invierno, así que ver todos los telesillas y las pistas que tantas veces había bajado en formato pradera, sin nada de nieve, me resultaba muy extraño.
La niebla espesa me alcanzó llegando ya al refugio y se fue comiendo poco a poco las formidables vistas que hay desde la estación, pero ya me daba igual… Era imposible superar todo lo que esta tercera jornada de travesía me había regalado!
Cuando llegué al refugio me quedé sentado un buen rato en la entrada acompañado de unas graciosas ovejas mientras descansaba las piernas. Sabía que cuando entrase no iba a volver a salir hasta el día siguiente (fundamentalmente porque me iba a quedar frito nada más cenar), y quería disfrutar de los últimos momentos del día.
En el refugio estábamos 13 personas en total: 12 franceses… ¡y yo! Aún así, me lo pasé estupendamente en la cena. Pude participar en las conversaciones más de lo que esperaba, y se mostraron todos muy receptivos a intentar hablar conmigo (todo lo contrario del recuerdo que tengo de París o de, por ejemplo, los alemanes de la travesía de esquí de fondo que había hecho en Laponia dos años atrás).
ETAPA 4 – Refugio Jeandel – Rincón de Belagua
- Distancia: 19 kilómetros
- Desnivel: +650 m / -1450 m
- Altitudes Máxima y Mínima: 2043 m / 1000 m
- Tiempo Efectivo Caminando: 5 h
- Itinerario Realizado: A (pasando por el Collado de Arrakogoiti)
- Itinerario Alternativo: B (pasando por Ezkilzarra)
En esta última jornada el desnivel de ascenso es muy inferior a las otras tres, pero el de descenso es bastante marcado. En general, prefiero subir que bajar. Tira más de pulmón, pero mi cuerpo lo lleva mejor.
Prácticamente todo el día iba a transcurrir por terreno conocido, pero aún así valieron la pena tanto las partes nuevas como las que ya conocía (pero en versión invernal).
Salí del refugio bastante temprano, a las 8 de la mañana. Sabía que tenía una última jornada larga por delante, y que al final tenía que coger el coche para volver a Pamplona (1 h 20 min) y descansar un poco para empezar a trabajar al día siguiente.
El amanecer en La Pierre St. Martin fue precioso. No quedaba ni rastro de la niebla del día anterior, así que todo parecía indicar que iba a tener un último día de travesía espléndido una vez más.
Mirando hacia el sur se veían a la perfección el rocoso Anie, el verde Arlás y las instalaciones de los telesillas (que vistos así en verano parecen restos de un mundo post-apocalíptico al más puro estilo Mad Max).
Las marmotas asomaban dese sus escondites, mirando hacia todos los lados, como si estuviesen investigando o buscando algo en concreto… ¿El qué? Ni idea, un bicho bastante peculiar.
Empecé a caminar con Marcel y Patrice, una pareja de franceses muy majos que conocí en el refugio y que iban a subir al Anie.
Fuimos juntos hasta la base del Arlás. Ellos tomaron el camino que lo rodea por el oeste para conectar con la ruta que lleva hasta el Anie, y yo puse rumbo a la cima (¡por tercera vez en mi vida!, la última 4 meses atrás, aún con nieve y raquetas).
Un poco antes de las 9 de la mañana estaba ya en la cima, a 2044 metros de altitud. Me saqué la mochila, me senté, y contemplé las últimas vistas en altura de La Ruta de las Golondrinas.
Hacia el sureste dominaba claramente el Anie, bajo un manto verde-rocoso totalmente ondulado, como si de un mar sólido se tratase.
Las vistas hacia el noreste mostraban la estación de esquí de La Pierre St. Martin casi en su totalidad.
Lo que más me gustó (e impactó) fue ver el Valle de La Contienda (hacia el oeste) totalmente verde. Aquí es donde están las pistas de esquí de fondo de La Contienda, donde también me ha pasado una buena cantidad de días esquiando.
Primero desde arriba, y luego desde el propio valle, ya que la ruta baja directamente hasta lo que conocemos como La Olla, solo que esta vez en vez de esquiadores había… ¡vacas!
Desde aquí, seguí caminando hasta la carretera por una de las pistas de fondo, encontrándome más fauna que en invierno es difícil de ver.
Ya en la carretera, hice los tres kilómetros que separan La Contienda de El Ferial, sin casi nada de tráfico.
Bueno, sin nada de tráfico de vehículos… ¡Porque tráfico de ganado había bastante!
A la altura de El Ferial (a unos 1600 msnm) es donde se desdoblan los dos itinerarios. El B lleva por las pistas de esquí hasta el refugio de Belagua y la zona de Ezkilzarra (archiconocida para mí), mientras que el A desciende hasta el Llano de Eraiz y continúa hacia el Collado de Arrakogoiti (1416 m).
Este llano también es un viejo conocido para mí. Por él pasa una fabulosa ruta con raquetas que da un rodeo al Droundak o Drundagaña (1637 m) y acaba con unas vistas magníficas del Anie (¡qué raro!, ¿no?).
Tras cruzar el llano, hay una larga remontada por hierba dejando el Erusomendi (1618 msnm) a mano derecha y la cara norte del Lakora (1875 msnm) a la izquierda.
Todo este terreno estaba plagado de rebaños de ovejas. Hubo momentos en los que tuve que meterme justo entre ellas y continuar su camino porque ocupaban el sendero que tenía que seguir.
Antes de llegar al Collado de Ihizkundize (1622 msnm) tuve que hacer una parada. Estaba literalmente achicharrado de calor, y eso que solo eran las 11.30 de la mañana.
Al ver el trozo que me quedaba para llegar al collado me deprimí, porque implicaba seguir subiendo, totalmente expuesto y sin nada de sombra… ¡Socorro!
Una vez en el collado, me despedí de la vista que me había estado acompañando durante cuatro días. A lo lejos se intuían aún las siluetas del Arlás, el Soumcuy, el Pic D’Anie, La Mesa de los Tres Reyes, el Petretxema… Era hora de continuar, y cambiar radicalmente de paisaje.
Desde el collado, se veían perfectamente las cimas del Keleta (1904 msnm), Lakartxela (1971 msnm) y Binbaleta (1757 msnm).
Ahora tocaba la fase de descenso continuo. En poco más de media hora llegué al Collado de Arrakogoiti (1416 msnm), desde donde me reencontré con mi querido Valle de Roncal (zona de Belagua)…
… y, sorprendentemente, la Garganta de Kakoueta hacia el norte (un sitio magnífico, por cierto).

Les Gorges de Kakoueta
Seguí descendiendo por el sendero, dejando a mi derecha los montes Keleta y Lakartxela hasta llegar a un bosque que me vino de perlas para refugiarme del sol abrasador que me estaba haciendo sudar la gota gorda.
El tramo del bosque duró poco, pero a la salida me estaba esperando una agradable sorpresa. Estaba caminando tranquilamente cuando empecé a notar un olor rico… que vino seguido de una casa familiar…
¡Era la Venta de Juan Pito! No lo dudé. Hice una parada improvisada para tomarme unos buenos huevos fritos y unas migas de pastor.
¡Y qué bien que me sentaron!
Desde aquí, el camino ya era más que conocido. Seguí descendiendo por la carretera que lleva hasta el parking de Mata de Haya, donde estaba mi coche esperándome para sacarme del paraíso y llevarme de vuelta a la civilización.
No hace falta decir que empecé el curso al día siguiente con las pilas al 100%.
¡Magníficos Pirineos!
Por un momento creí que estabas «na baixada dos cabalos pa’rapa» ja, ja., ja…….
María
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Casi casi jejejej ^_^
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Me han encantado tus entradas de golondrinas! En dos semanas voy con unas amigas y sin duda va a ser súper guay!
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¡Muchas gracias por escribir, Sara! Espero que disfrutéis de la ruta y de la zona tanto como yo 😀
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