Líbano 2018 – Road Trip Mediterráneo: Harissa y Byblos

Segundo día de ruta con nuestro flamante taxista Reda, en el que nos aventuramos en uno de los asentamientos más antiguos de la humanidad, en el corazón de la tierra, y en el que comprendimos un poco más la mezcla religiosa y cultural de Líbano.

Jeita Grotto: Viaje al Centro de la Tierra

Realmente no teníamos pensado ir a estas cuevas, pero ya que contábamos con nuestro propio medio de transporte decidimos seguir el consejo de Reda y empezar nuestro tour con una parada bajo tierra.

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Nos vamos a los subterráneos del Líbano!

Yo tenía muy reciente la gran dosis de cuevas que me había comido en Eslovenia y no tenía muy claro si realmente una cueva en Líbano podría sorprenderme después del espectáculo báltico de lagos, estalactitas y estalagmitas.

Pero, una vez más, estaba equivocado. Con su minúscula superficie de 10.000 kilómetros cuadrados (la mitad que Eslovenia), Líbano tiene espacio suficiente para albergar contrastes de una calidad inimaginable, y las cuevas Jeita eran otro ejemplo de esta tremenda variedad.

Llegamos bastante temprano para evitar multitudes. La carretera hasta la entrada de las cuevas pasa por un sinfín de zonas urbanizadas sin demasiado gusto (a lo estilo asiático caótico) y, después, baja por un precioso valle verde y frondoso hasta la entrada.

Y digo «cuevas» en plural porque es posible visitar dos (salvo a veces que una de ellas está cerrada por estar totalmente inundada).

Después de pagar los 18.150 LBP por cabeza, nos subimos a un pequeño teleférico (el primero del día) que nos llevó hasta el acceso a la primera cueva, que es la que se encuentra más elevada.

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Realmente es una pena que no estuviese permitido hacer fotografías, porque la cueva nos dejó a los tres sin palabras. Me pareció tan magnífica como las cuevas de Postojna de Eslovenia, pero sin el despliegue de medios que arruinaron a estas últimas ni las hordas de gente.

Pudimos caminar a nuestro aire por toda la estancia sin ningún guía que nos diese la brasa, y sin tener que esquivar a grupos de cientos de personas con niños correteando (buf, qué recuerdos tan angustiosos xD).

Un espectáculo natural en toda regla. Alucinante. Fueron descubiertas en 1836 por un misionero americano y abiertas como atracción turística en 1969.

Al salir de la cueva, nos estaba esperando un trenecillo para llevarnos cuesta abajo por una pista hasta el acceso a la segunda cueva.

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Compartimos viaje con una excursión de chicas de un instituto local muy animadas que no tuvieron ningún reparo en hacerse una foto con nosotros.

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Socializando con la juventud libanesa

La segunda incursión bajo tierra fue también sobresaliente. En este caso, nos llevaron en lancha por un lago interior para apreciar todas las formaciones de esta segunda estancia.

Una preciosidad. Vale realmente la pena hacer un hueco y dejarse asombrar por la belleza que se esconde bajo las montañas del Líbano.


Notre Dame Du Liban: El Santuario de Todos

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La siguiente parada que hicimos en nuestra ruta hacia Byblos fue el Santuario de Nuestra Señora de Líbano, uno de los sitios de peregrinaje más importante del país.

El santuario pertenece a los Cristianos Maronitas y es uno de los más importantes del mundo dedicado a la Virgen María. Es famoso sobre todo por la enorme estatua de bronce de  9 metros de alto y 15 toneladas situada en lo alto.

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Aunque se puede subir en coche, Reda nos llevó hasta Harissa, una ciudad junto al mar y a los pies de la colina en la que está el santuario. Desde ahí, sale un teleférico que sube en unos 10 o 15 minutos hasta lo alto de la colina.

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Vale la pena subir en el teleférico. Es muy barato y las vistas son estupendas, sobre todo si el día está soleado y despejado como el que nos tocó a nosotros.

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Durante los primeros minutos, el teleférico asciende por encima de los edificios de Harissa, dejando ver poco a poco el Mediterráneo con su inconfundible azul intenso.

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Ya más arriba, se adentra en la colina, cruzando entre varios árboles y abriendo aún más la vista del mar y de Harissa.

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Lo primero que hicimos al llegar fue subir las escaleras que conducen hasta el pie de la estatua. Había algo de gente (era 25 de diciembre y parece ser que es una de las actividades estrella en Líbano: venir hasta aquí en Navidad) así que fuimos poco a poco acercándonos más y más a lo alto.

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Vistas desde el mirador de Notre Dame Du Liban

Por el camino, un niño muy majo y sociable empezó a hablar con nosotros. Se presentó directamente como Marcelino y cuando le dijimos que éramos de España nos dijo en un acento árabe-inglés muy gracioso: «Marcelino pan y vino».

Nos quedamos de piedra :O

Al rato apareció su madre y sus hermanas pequeñas y rápidamente nos integramos con ellos en la cola hacia «Nuestra Serñora de Líbano». Cuando nos tuvimos que despedir nos invitaron a ir con ellos a su casa a cenar. Habría sido una experiencia maravillosa, pero era el último día de nuestro taxista privado y teníamos que aprovecharlo.

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Con Marcelino y su familia

Con suerte aún tendríamos oportunidad de entrar en contacto con más gente local en nuestro último día de excursión por el país.

Antes de coger el teleférico para bajar entramos en la Catedral (100% cristiana) y coincidió que estaban en misa. Nos pareció una buena oportunidad para seguir catando las tradiciones y estilos de vida del Líbano.

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De repente, después de las ruinas de Baalbek y el contraste de culturas en Beirut, parecía que estábamos de vuelta en nuestra vieja España. ¡Qué gracia! Si es que al final las misas son… misas, en todo el mundo (¡aunque esta será inolvidable porque era en árabe!)

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Niña en la catedral en misa del 25 de diciembre

El edificio es ultra-moderno con un diseño muy diferente a la idea de catedral que solemos tener en la cabeza y, sobre todo, con muchísima luz natural (tendrán que aprovechar los supuestos 300 días anuales de sol del Líbano, digo yo).

Al acabar la misa, nos adelantamos al mogollón para llegar al teleférico antes de que se formase un tapón y bajamos al parking de Harissa donde nos estaba esperando Reda.

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Volviendo a Harissa en el teleférico

Teníamos muchas ganas de la siguiente parada de nuestro circuito: ¡nos vamos a Byblos!


Byblos: Mediterráneo, Ruinas e Historia

Byblos es sinónimo de historia de la humanidad. Hoy en día no es más que un pequeño puerto de mar (con 40.000 habitantes), pero es una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo (se ocupó por primera vez hace 10.000 años y lleva habitada de forma ininterrumpida 7.000… ¡casi nada!).

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Vista de una parte de Byblos y sus ruinas romanas

Está a 40 km al norte de Beirut en una zona rocosa algo elevada sobre el nivel del mar. Es patrimonio de la UNESCO desde 1984. Su nombre en árabe es Jbail  (que proviene del nombre Gebal o Gubal presente en documentos muy antiguos) y fueron los griegos los que la rebautizaron como Byblos, ya que era la ciudad que les proporcionaba el papiro para producir sus libros (byblia).

Nada más llegar, pasamos junto al puerto. Es una zona muy pequeña, con varias embarcaciones de colores y edificios con mucha atmósfera.

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Desde ahí se accede rápidamente a la zona histórica de estilo medieval, formada por varias calles de piedra no demasiado frecuentadas por turistas (estupendo) y con muchos detalles y tiendas de artesanía local en las que pararse.

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Zona medieval de Byblos

Pero si por algo es famosa hoy en día es por su imponente castillo de la época de los cruzados, al que se llega caminado por las callejuelas del centro.

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La visita al castillo es muy recomendable (8000 LBP) y vale la pena dedicarle algo de tiempo para patear todos sus recovecos con calma: ruinas neolíticas, griegas y romanas, vistas panorámicas desde lo alto de la torre, enormes pasillos y túneles de piedra… Un bonito acercamiento a la historia e la ciudad.

Lo primero que hicimos fue caminar poco a poco hacia lo alto de la torre a medida que seguíamos y leíamos los paneles informativos.

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Ya desde los niveles inferiores hay una vista muy buena de las ruinas que hay junto al castillo, ocupando un lugar privilegiado al lado del mar.

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Ruinas romanas en Byblos

Dese lo alto de la torre hay una panorámica absoluta de toda la zona. Por un lado se puede ver perfectamente la cercana zona medieval de la ciudad con los edificios más modernos al fondo:

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Y también todo el recinto de las ruinas que resultó ser mucho más grande de lo que creíamos (parada obligatoria en 3, 2, 1…):

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Al bajar de la torre, dedicamos un buen rato a caminar por todos los niveles del castillo, descubriendo un sinfín de pasadizos, arcos, columnas y estancias, hasta que fuimos acercándonos poco a poco a las ruinas.

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¡Era como volver a Byblos pero en miniatura! Aunque la mayoría de las cosas están muy derruidas, la combinación de la piedra con la vegetación y el mar de fondo hacen del sitio algo bastante memorable.

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Una vez más, Líbano sorprende.

Para terminar la visita, como no, fuimos a un restaurante. Queríamos algo con buenas vistas pero que tampoco fuese excesivamente caro, así que Reda nos llevó al restaurante Malena donde tomamos pastel de cangrejo y pescado local (algo parecido a la lubina).

El sitio era bonito y la comida estuvo bien, pero la relación calidad-precio era muchísimo mejor en Beirut.

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¡Mario Suleiman!

Con la digestión ya bien avanzada, nos montamos en el coche y volvimos a la capital. Reda nos llevó directamente a la entrada del zoco para llegar a tiempo a una visita guiada por la ciudad que empezaba a las 17.30.

Los cálculos salieron bien y nos dio incluso tiempo a ir al baño antes de empezar la caminata.

Fue una pena despedirnos de Reda. Le aportó un toque único y diferente a nuestro viaje por Líbano y en la visita guiada pudimos contrastar que todo lo que nos había dicho y explicado (con su humor negro y su visión particular) era cierto.

¡Ojalá volvamos a vernos en otra ocasión!

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