Un universo de piedra en unas montañas de Oriente Medio. Así es Baalbek: majestuosa, grandiosa, magnética… ¡Perfecta! Ven con nosotros a descubrir el legado romano más importante de Líbano.
Breve Historia de Baalbek (y del mundo)
Esta información la he sacado de un librillo muy chulo que venden antes de entrar a Baalbek, pero que desgraciadamente me quedó allí perdido (¡tendré que volver!).
La ciudad está situada en una zona montañosa del norte del Líbano en el valle del Bekaa, a 85 km de Beirut y a 1150 metros de altitud, en una región en la que abundan las fuentes de agua. La ciudad actual tiene unos 12.000 habitantes y es el centro del distrito.
Se han encontrado restos de asentamientos humanos de hace más de 4000 años en el área que ocupa actualmente el Templo de Júpiter, y las excavaciones han revelado un pequeño altar tallado en piedra que evidencia que el lugar fue ya considerado un sitio sagrado en la antigüedad.
Este supuesto primer santuario fue dedicado al dios Baal-Hadad (religión de las tribus semitas occidentales en Siria y Palestina) y el lugar recibió el nombre de Baalbek.
Los verdaderos cambios empezaron a sucederse tras la llegada de Alejandro Magno (siglo IV a.C.) y el gobierno de Ptolomeo I. En esta época se identificó a Baal con Zeus y la ciudad pasó a llamarse Heliópolis, nombre que se mantendría durante casi 1000 años.
Aunque en el año 200 a.C. los Seleúcidas (liderados por Antíoco III el Grande) conquistaron la región, fue con la llegada de los romanos en el año 64 a.C. cuando comenzó la época dorada de Baalbek.
El santuario principal fue identificado con Júpiter, aunque conservó algunas de las características de los antiguos cultos. Los otros dioses que se asociaron con el lugar fueron Venus y Baco.
El proceso de edificación de los distintos templos tuvo varias etapas: el verdadero Templo de Júpiter fue terminado en el año 60 d.C. bajo el mandato de Nerón, el gran patio en tiempos de Trajano (principios del siglo I d.C.), el Templo de Baco en la era de Antonino Pío (mediados del siglo I), el Templo de Venus fue completado durante el gobierno de Caracalla (principios del siglo III) y el patio hexagonal del santuario bajo el emperador Filipo el Árabe (mediados del siglo III).
A lo largo de esta época, Heliópolis alcanzó el rango de colonia y se convirtió en el centro principal de la provincia de Siria-Fenicia, formada en el año 194 y con capital en Tyre.
En la época Bizantina, la propagación del cristianismo propició la construcción de muchas iglesias y, como consecuencia, los templos quedaron en estado de abandono, perdiéndose sus puertas y techos.
El emperador Juliano el Apóstata (siglo IV) trató de revivir los paganismos grecorromanos, por lo que muchas iglesias fueron destruidas y templos como los de Baalbek fueron objeto de las atrocidades que se acometieron por todo el imperio.
En el año 440 Teodosio restauró el cristianismo y construyó una basílica en el gran patio utilizando las piedras del Templo de Júpiter. Continuó así la destrucción de los templos y estatuas, completando la devastación los dos terremotos que ocurrieron en el siglo VI.
A pesar del estado en el que quedó el complejo, se salvó del saqueo por el gigantesco tamaño de sus edificios (aunque se dice que algunas de las columnas de granito rojo de Asuán fueron trasladadas por Justiniano a Constantinopla para la construcción de la iglesia Hagia Sophia).
El dominio Árabe sobre Baalbek llegó durante el tiempo del califa Omar al-Jattab en el año 636. Ellos transformaron la Acrópolis en una enorme fortaleza para albergar sus cuarteles y también cavaron un foso a su alrededor, respetando poco o nada los edificios clásicos que aún estaban en pie.
Muchas piedras, con mucha historia
Los siguientes siglos vinieron movidos para Baalbek (al igual que para Líbano), pasando a domino de los Omeyas, de los Abásidas de Bagdad (siglo VIII), los Fatimís de Egipto (siglo X), los Selyúcidas (año 1100), los Ayyubíes kurdos de Saladino (año 1175), los Cruzados de Trípoli (año 1176: ¡menudo siglo XII!) y, poco después, recapturada por los árabes.
Posteriormente, fue devastada por los mongoles en el siglo XIII, conquistada por los Mamelucos de Egipto en el siglo XIV y, finalmente, por los Otomanos Turcos en 1576; permaneciendo bajo su mandato hasta la Primera Guerra Mundial.
Tras mucho tiempo en el olvido, Baalbek comenzó a resurgir en el siglo XIX y, en particular, gracias a la visita del Kaiser Guillermo II de Alemania en 1901 que impulsó las excavaciones científicas modernas con el consentimiento del Sultán Otomano. Tras la Primera Guerra Mundial, Francia continuó con ese trabajo y ya a partir de 1943, fue el recién nacido e independiente Estado Libanés el que siguió las excavaciones.
En la actualidad, Baalbek es un auténtico deleite para quien tenga un mínimo de interés en las culturas de la antigüedad, todo un orgasmo cultural que no se puede desaprovechar.
El Viaje hasta el Núcleo de Hezbollah
Ir a Líbano y no visitar Baalbek sería un crimen. Es grandioso, imponente, deslumbrante… no hay palabras para describirlo ni imágenes para mostrarlo que le hagan justicia: hay que ir y verlo.
En nuestro afán por mezclarnos con la gente local decidimos ir hasta las ruinas en transporte público desde Beirut. Hay minibuses que salen de la «estación de autobuses» de Cola (realmente no es más que una explanada caótica junto a la autovía) por unas 10.000 LBP (6€ aproximadamente). El trayecto dura 90 minutos y va en continuo ascenso desde el nivel del mar hasta los casi 1200 metros de altitud.
Para llegar al dichoso Cola pedimos un Uber para que nos recogiese en nuestro hostal de Hamra… ¡y eso supuso un cambio radical de planes!
Nos recogió Reda, un taxista que rápidamente nos ofreció llevarnos directamente a Baalbek y volver por la noche por 100$. Al principio dudamos, pero hubo algo que nos dio buena espina y nos decidimos acontinuar con él (nos salía por cabeza a algo menos de 30€).
¡Menudo descubrimiento! Reda resultó ser un guía excepcional. Era un tío bastante joven (unos 30 años) con una vida muy interesante: había sido cocinero en Irak y, después de varias malas experiencias, había decidido volverse al Líbano y empezar a trabajar de taxista.
Además de todo lo que nos explicó sobre la historia de su país, la situación política y Hezbollah (nos dejó claro implícitamente que simpatizaba bastante con ellos), nos lo pasamos genial con su humor negro retorcido. ¡Pero con un buen trío fue a dar! Le entrábamos al trapo a todo, y el viaje de Beirut a Baalbek se nos pasó en un santiamén.
Muy grande Reda. Es ya un factor inolvidable de nuestro paso por el país.
Tras varios controles militares por la carretera, Reda nos llevó directamente a la entrada de las ruinas, después de atravesar la pequeña (y caótica) ciudad que lleva el mismo nombre.
Estábamos en una zona algo controvertida: Baalbek está muy cerca de Siria (a una decena de kilómetros en línea recta) y es uno de los núcleos más importantes de Hezbollah, algo que a priori puede echar para atrás a la hora de decidirse a venir hasta aquí.
Pero por el camino Reda nos había quitado de la cabeza muchas de las ideas preconcebidas que teníamos y, sin negar parte de la realidad del espíritu de combate que tiene Hezbollah, nos dio una visión más local que de alguna manera se podía llegar a entender.
Todo rastro de temor que pudiésemos tener se disipó cuando, al bajar del coche, se nos acercaron unos comerciantes de chiringuito para vendernos camisetas de Hezbollah… ¡La bomba! (nunca mejor dicho).
Vivimos unos momentos desternillantes con la historia de las camisetas. El hecho de acabar nuestro viaje en Israel hizo que al final no las comprásemos (como para cruzar la frontera con una de esas camisstas en la mochila), pero de no ser así habríamos vuelto los tres con nuestro Hezbollah a tope, jajaja.
Las Ruinas de Baalbek
En el exterior del recinto, nos topamos con el primero de los grandes templos:
El Templo de Venus
Esta pequeña estructura circular con elegantes columnas es una buena antesala para la inmensidad que hay una vez se pague el ticket de 15.000 LBP que permite entrar en el resto del complejo de Baalbek.
Durante la era Cristiana, el Templo de Venus se convirtió en una basílica dedicada a Santa Bárbara, muy venerada en la zona. Sufrió su mayor devastación a causa de un terremoto pero varias excavaciones modernas han revelado calles con mosaicos, un pórtico interior y un segundo templo.
No había nadie, solamente los tres intrépidos españoles que se habían cogido un uber para plantarse en Baalbek a las 10 de la mañana.
Tal era la tranquilidad del lugar que la única persona que apareció mientras contemplábamos el Templo de Venus fue un señor con una bolsa de carne para alimentar a los gatos que campaban por las ruinas (muy bonitos, por cierto).
Una vez pagada la entrada se accede a una escalera que facilita el acceso a los Propileos y, justo después, al resto del complejo.
Los Propileos
Los Propileos en cuestión están formados por dos vueltas conectadas por un precioso pórtico con varias columnas. Se construyó durante el reino de Caracalla (211-217 d.C.).
Si ya la estructura es magnífica, las columnas lo son aún más, con sus tonos rosáceos y su tacto tan suave…
Empezamos bien. Solo con esta entrada teníamos claro que Baalbek no iba a ser algo de dar un paseo de media hora y volver a casa.
El Patio Hexagonal
Los Propileos dan paso al interior del Patio Hexagonal, algo bastante único en construcciones romanas y que demuestra la gran influencia de las tendencias árabes en las edificaciones del complejo.
Fue construido durante la época de Felipe el Árabe (244-249) y nació con la idea de ofrecer una zona de reposo y contemplación a los peregrinos antes de entrar en el gran patio rectangular.
Nosotros no éramos peregrinos pero nos quedamos, como mínimo, tan impresionados como se habrían quedado esos peregrinos casi 2000 años atrás…
¡Menudo tamaño! Tiene un diámetro de 62 metros y, originalmente, la zona central estaba rodeada por 30 columnas de granito rosa de 8 metros de altura.
Sin duda, una maravillosa antesala en la que hay que invertir un buen rato para descubrir todos sus recovecos, entrantes, salientes y detalles.
El Gran Patio
El Gran Patio de Baalbek es ya una apoteosis total. En este rectángulo de 135 metros de largo por 113 metros de ancho hay material como para pasarse horas dando vueltas y vueltas, viendo, reviendo y descubriendo cada vez nuevos detalles y empapándose de la magia de la estructura.
Originalmente, tuvo 8 salas con puertas, 8 exedras con columnas rectangulares, 4 exedras semicirculares con cúpula y 2 nichos de seis metros de ancho con estatuas (uno a cada lado de las entradas que lo comunicaban con el Patio Hexagonal); todo esto acompañado por 44 columnas de granito rosado de Asúan.
Su función principal era la de guardar el altar original dedicado a los sacrificios que los romanos decidieron preservar. Estaba rodeado por un pórtico de madera para que los peregrinos pudieran cobijarse del sol y de la lluvia, desde el cual se podía observar tanto el altar como la torre central.
Esta torre cúbica de 17 metros de altura se erigió en el centro del patio y, desde lo alto, los peregrinos tenían una vista envidiable de todo el santuario, incluso de la estatua de oro de Júpiter en la parte trasera del templo.
Todo, absolutamente todo en el Gran Patio es excepcional:
– Las columnas rosadas de Asuán, vistas desde un lateral, vistas desde la base… Da igual, un auténtico tesoro.
– Las exedras semicirculares son una verdadera delicia. No podíamos dejar de entrar y salir de ellas continuamente, a veces siendo visitantes serios…
… y otras veces haciendo el payaso. Aunque habían llegado algunas personas, estábamos casi solos, por lo que podíamos campar libremente a nuestras anchas como emperadores de Baalbek sin ningún tipo de pudor o vergüenza.
– La estructura central a la que aún se puede subir nos permitió imaginar lo que debían sentir los peregrinos cuando subían a contemplar las vistas de los templos.
Por un lado, las propias vistas del Gran Patio son estupendas. Se aprecia perfectamente la dimensión del recinto y sus diferentes elementos.
Cambiando de punto cardinal, las vistas del Patio Hexagonal se combinan con las montañas y el cielo azul al fondo, formando una instantánea de una fuerza inconmensurable.
¡Es que podría quedarme a vivir en lo alto de esa torre!
Dando el último paseo por el patio antes de pasar al Templo de Júpiter, conocimos a un chico indio, Prash, que vive en Escocia desde hace 8 años y que estaba viajando solo. Nosotros sabemos lo que es viajar solos, así que nos pusimos a hablar con él y pronto se nos unió para seguir descubriendo juntos los secretos de Baalbek.
Curiosamente, estaba haciendo un viaje muy parecido al nuestro pero al revés: había empezado por el sur de Jordania atravesando en dirección norte y, ahora, pasaba los últimos días de sus vacaciones en Líbano.
Cuando los cuatro nos sentimos suficientemente empapados del Gran Patio, nos dispusimos a subir las escaleras que conducen al Templo de Júpiter con la sensación de que ya iba a ser difícil sorprendernos aún más.
Como no, estábamos equivocados porque desde el Templo de Júpiter pudimos ver el Templo de Baco y… ¡oh la la!
Templo de Júpiter
Originalmente, el templo se elevaba sobre un podio de 7 metros más alto que el Gran Patio. Fue el más suntuoso y grandioso de todo el Imperio Romano, pero ha sufrido tantos daños a lo largo de los siglos que ahora hay que recurrir a la imaginación para tener una visión de cómo era.
Su construcción se inició en el año 60 d.C. durante la era de Nerón, pero la idea inicial se tuvo que modificar porque era demasiado costosa. Finalmente, se construyó una pared de tres niveles de piedra sustentada por enormes monolitos de unas 1000 toneladas de peso cada uno (casi nada…).
De la estructura original del templo, solo se conserva el patio de 48 metros de ancho y 88 metros de largo y las 6 imponentes columnas de 22 metros de alto y unos 2,2 metros de diámetro.
Son, supuestamente, las más grandes del mundo antiguo que se conservan pero estaban restaurándolas cuando fuimos, por lo que solo se podía apreciar una pequeña parte de su magnanimidad a través de los andamios.
Aún así, a pesar de estar bastante derruido, el Templo de Júpiter cuenta aún con muchos atractivos que no hay que pasar por alto…
Por un lado, la formidable escalera que comunica el Gran Patio con el templo, que se ve en su totalidad desde lo alto de la estructura central del propio patio.
Las vistas de las montañas nevadas nos recordaron que Líbano, a pesar de ser tan pequeño y estar en el Mediterráneo, es también un país muy montañoso.
Mirásemos hacia donde mirásemos, las cumbres nevadas completaban el conjunto de las ruinas de Baalbek o los edificios de la propia ciudad.
El templo contaba también con 38 gárgolas con forma de cabeza de león que servían para la evacuación del agua de lluvia que se acumulaba en el techo de madera. Aún quedan varias y se pueden encontrar fácilmente por todo Baalbek.
El recinto del Templo de Júpiter resultó ser muy interesante, pero de ninguna forma nos esperábamos lo que venía a continuación…
El Templo de Baco
Siguiendo la construcción y dejando atrás el Templo de Júpiter, llegamos al final de un muro que nos dejó contemplar por primera vez el magistral Templo de Baco.
Fue construido en la segunda mitad del siglo II d.C. bajo las órdenes de Antonino Pío. Está situado a 50 metros del Gran Templo y es, quizás, el monumento mejor conservado de todo el Imperio Romano.
Su planta mide 69 metros de largo por 36 metros de ancho, haciendo de él una imponente edificación más grande incluso que el Partenón de Atenas.
Se llama Templo de Baco debido principalmente a las imágenes esculpidas cerca del altar, que se han interpretado como escenas de la infancia de este Dios.
Todo en este templo es realmente magnífico. Está rodeado por una galería de tres metros de anchura sostenida por 50 columnas de más de 18 metros de alto.
El techo de esta galería está formado por paneles esculpidos con figuras mitológicas con forma de hexágono, diamante o triangulares.
Doblando la esquina, llegamos a la fachada principal con la Puerta Monumental de entrada al templo de 6,5 metros de ancho y 13 metros de alto, que se conserva en perfecto estado tanto de estructura como de grabados y detalles.
Si ya por fuera el templo es imponente, en su interior lo es todavía más. La decoración se entremezcla con los elementos arquitectónicos (columnas y arcos) que dotan a todo el espacio de una fuerza y magnetismo abrumadores.
Perdimos la cuenta de la cantidad de veces que entramos y salimos del templo, o la de vueltas que dimos por el interior alucinando a cada paso con algo nuevo, siempre con un sentimiento de hormiguillas dentro de semejante edificio.
Antes de irnos, seguimos rodeando el templo por fuera y llegamos a una sección de la galería exterior por la que no habíamos pasado, con más columnas y restos de la decoración original del edificio.
El Templo de Baco supuso un bombardeo de flipación para todos. Sabíamos que Baalbek era un lugar importante, pero no esperábamos encontrarnos tantas joyas y, muchas de ellas, en tan buen estado.
Cuando decidimos irnos fue cuando empezaron a llegar algunos grupos organizados para visitar el recinto. Habíamos pasado tres horas en total recorriendo los templos, con la paz y tranquilidad de una visita casi privada.
Aún así, aunque hubiésemos llegado con los grupos, no tiene nada que ver con las hordas de gente que uno se espera en otros monumentos de otras partes del mundo. Realmente no tantos turistas visitan Líbano y, de ellos, no todos se adentran en las tierras del norte, ya sea porque no tienen interés o porque la palabra Hezbollah resuena todavía demasiado en sus cabezas.
Pero que no quepa ninguna duda… ¡Baalbek es TOP!
Las Ruinas Exteriores: El Mercado
No muy lejos del recinto principal de Baalbek se pueden visitar las ruinas del antiguo mercado romano (de forma gratuita) que, sin tener el esplendor de los anteriores, valen la pena.
Reda nos llevó en taxi hasta el punto de acceso. Había un obrero haciendo algún tipo de trabajo (no sabemos si relacionado con las ruinas o no) que intentó cobrarnos por acceder y nos estuvo siguiendo un rato hasta que desistió.
Reda ya nos había dicho que era gratuito, así que lo ignoramos completamente hasta que vio que no tenía nada que hacer y nos dejó continuar tranquilamente con nuestro paseo.
Si hasta ese momento habíamos visitado los templos en modo privado, aquí ya estábamos en modo privado VIP. Ahora sí que estuvimos únicamente nosotros todo el rato. Yo creo que mucha gente no se da cuenta de que existen o que las ven desde la carretera pero pasan igualmente de largo.
No hay mucho que ver, así que en un rato se aprecian perfectamente las columnas, los restos de arcos y capiteles y los bonitos mosaicos romanos del suelo.
Además, como está todo en modo salvaje, la vegetación ha pasado a formar parte de los restos, dándole un toque más exótico.
Comida en Baalbek y Viaje de Vuelta a Beirut
Terminado el periplo cultural del día, dimos paso a otro periplo no menos importante: la comida. Reda había prometido llevarnos a un sitio local para probar la Safiha, la especialidad de Baalbek que no se puede comer en ningún otro sitio de Líbano.
Nos llevó a los cuatro (Cristina, Natalia, Prash y yo) a la Lakkis Rest House, a la salida de la ciudad. Es un sitio con aspecto de área de servicio, pero realmente la comida estaba deliciosa y se podía ver a través de un ventanal cómo los cocineros preparaban las dichosas Safiha.
Aprovechando que Prash es vegetariano, pedimos de dos tipos: con espinacas y con carne.
¡Pero qué bueno que estaba todo! Hay que venir a Líbano aunque sea solo por la comida. Menudo placer continuo para el gusto y el estómago.
Al salir, nos acercamos a una bodega (porque el vino de Líbano es también de calidad) pero estaba cerrada, así que finalmente pusimos rumbo a Beirut con nuestro nuevo compañero indio.
El viaje de vuelta fue todo un show. Reda no dejó de hacer gala de su humor negro irónico, mezclando temas de política, de Hezbollah y de la sociedad, y aún le coló unos cuantos goles realmente divertidos a Prash.
En el camino de vuelta nos cruzamos con una camioneta que transportaba a un grupo de trabajadores sirios (es decir, refugiados) que, según Reda, vendrían de trabajar. Fue el punto triste del día, ya que nos dio pie a enterarnos de cuál era la situación de los refugiados en el país y de cómo la situación está empezando a desbordar a Líbano. Una realidad terrible.
Llegamos a Beirut cuando ya había oscurecido. Prash se bajó del taxi cerca de su hostal y Reda nos llevó hasta la puerta del nuestro.
La experiencia había sido tan buena que decidimos contar con él para el recorrido que teníamos planeado para el día siguiente. Estábamos debatiéndonos entre un par de cosas, pero al ir con él podríamos hacer los dos planes de forma cómoda y sencilla. Ya recurriríamos al transporte público para nuestra cuarta jornada libanesa.
Lo habíamos pasado genial. Estos viajes combinados de componente exótico, aventurero y social son mis favoritos. La curiosidad por seguir descubriendo el país no hacía más que crecer.
Nos despedimos y pusimos rumbo al restaurante T Marbouta para agasajarnos con una cena de lujo a precio de baratija.
¡A ver qué contrastes y experiencias nos esperan mañana!
Me están entrando unas ganas enormes de ir a libano.Un abrazo
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No te arrepentirás Berta! Es un viaje extraordinario e interesante 😀
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