Tosas las ilusiones que tenía depositadas en esta ciudad de tan bonito nombre y tan mitificada por poetas que ni siquiera la visitaron se desvanecieron rápidamente al descubrir que, en el fondo, no es más que otra polvorienta ciudad asiática. Son realmente los alrededores de Mandalay (Amarapura, Sagaing, Mingun…) los que hacen de ella un lugar memorable.
Un Poco de Historia
Aunque pueda parecer un lugar ancestral y cargado de historia, realmente la ciudad fue fundada en el centro de Myanmar en 1857 por el Rey Mindon bajo el nombre de Yadanarbon («Ciudad de las Gemas»), que aún se usa para ciertos acontecimientos, aunque rápidamente pasó a ser conocida como Mandalay debido a su famosa colina.
En una época en la que los británicos empezaban a caminar por Myanmar acaparando cada vez más poder, el nacimiento de esta ciudad pretendió demostrar (sin demasiado éxito) el poder que aún tenía el rey Mindon.
Los británicos tomaron la ciudad en 1885 y enviaron al Rey Thibaw (hijo de Mindon) al exilio a India. Aún así, Mandalay siguió prosperando hasta el aluvión de bombas que recibió durante la Segunda Guerra Mundial.
La ciudad que podemos visitar hoy en día es ya la segunda más grande del país (1.200.000 habitantes) y se la sigue considerando la capital cultural de Myanmar a pesar de estar situada más de 700 kilómetros al norte de Yangon (la ciudad más grande y cosmopolita).
Explorando Mandalay en 3 Días (con paréntesis)
Por lo que pude observar, la mayoría de la gente empieza (y termina) su viaje en Yangon, por lo que al principio tuve la sensación de ir «al revés» del resto del mundo. Pero a mí me convenía mucho más empezar por Mandalay para acceder más fácilmente al norte y después ir descendiendo poco a poco hasta mi salida del país por Mywaddy.
Así que en Bangkok cogí un vuelo directo desde el aeropuerto Don Muang con Air Asia que, en menos de 2 horas, me dejó en el sencillo aeropuerto de Mandalay a la 1 de la tarde, todavía con tiempo para aprovechar parte del día.
Desde el aeropuerto cogí un taxi compartido por 50.000 Kyats que me llevó directamente hasta la puerta de mi hostal: Ostello Bello. Una chica alemana que conocí en un hostal de Perú me había hablado maravillas del sitio, y la verdad es que acertó de pleno: grande, limpio, bonito y con muy buen ambiente de viajeros (15.000 Kyats la noche en habitación compartida con desayuno).
Nada más instalarme en la habitación conocí a Wilma, una viajera solitaria de Holanda que también acababa de llegar y a la que le pareció muy buena idea que nos juntásemos para ir a ver el atardecer al U-Bein Bridge de Amarapura.
A partir de ese momento, acabé juntándome con gente tanto local como viajeros para descubrir los alrededores de Mandalay y los encantos (porque alguno hay) ocultos que tiene la ciudad:
- Día 1 (1/2 día): visita a Amarapura para ver sus pagodas, caminar junto al lago y ver la puesta de sol junto al U-Bein Bridge.
- Día 2: tour con Arkar a Sagaing y a la pagoda Kuthodaw.
- Día 3 (1/2 día): visita a Mingun en barco. Autobús a Indawgyi.
- Día 4: tour con Arkar a las Cataratas Anisakan y a los jardines de Pyin Oo Lwin.
Día 1: Primer Contacto y Atardecer en el U-Bein Bridge
Para llegar a Amarapura la mejor opción era un tuk-tuk. Pedimos uno con Grab (7000 Kyats) que nos llevase hasta la Shwe Linn Pin Pagoda (al norte del lago) para caminar con calma desde ahí hasta el puente.
Esta fue la primera pagoda que vi en Myanmar. Una pagoda corriente, pero que me abrió la puerta a querer visitar y descubrir muchas de las pagodas impresionantes que tiene el país.
Caminando por la orilla del lago llegamos rápidamente a la Pahtodawgyi Pagoda, mucho más bonita que la anterior, con un color blanco puro reluciente gracias a los rayos del sol en sus últimas horas del día.
Siguiendo nuestro camino, conocimos a Unyune, un señor local que iba tranquilamente con su bicicleta y que se paró a hablar con nosotros. El hombre estaba tan entusiasmado que decidió acompañarnos en todo lo que nos quedaba de camino, enseñándonos los mejores puntos para ver el Lago Taungthaman…
… y también para disfrutar de las vistas del puente antes de que se pusiese el sol.
Además de las maravillosas vistas, la importancia del puente radica en que es el más grande mundo hecho de teca, con una longitud de 1200 metros y una afluencia de muchos más miles de personas (¡a la gente local les encanta!).
Con Unyune caminamos hasta, aproximadamente, la mitad del puente antes de descender por una escalerucha escondida para acercarnos al punto perfecto para ver la puesta de sol.
Allí esperamos pacientemente disfrutando tanto de las vistas del lago como de la gente en un ir y venir constante por encima de nuestras cabezas. La verdad es que era muy divertido observar a todo el mundo abriéndose paso entre la multitud para cruzar el puente.
Y, finalmente, llegó la hora de la puesta de sol. Poco a poco fue descendiendo hasta que la perspectiva nos permitió verlo por debajo del puente y entre los pilares que lo sustentan.
Fue un espectáculo muy bonito para haber sido, además, mi primera «excursión» en Myanmar.
Cuando el sol ya se había puesto, volvimos a subir al puente, nos despedimos de Unyune y Wilma y yo seguimos caminando para acabar de cruzarlo.
Al otro lado conseguimos negociar un tuk-tuk para volver al hostal por 3500 Kyats y, una vez allí, nos relajamos con una buena cena en la terraza que hay en el último piso.
No se puede negar: ¡La aventura birmana pintaba muy bien!
Día 2: Tour en Moto con Arkar, un Chico Local
Antes de volar a Mandalay había contactado ya con un chico local al que conocí por Couchsurfing. Me apetecía conocer a gente de Myanmar al inicio de mi recorrido para así tener consejos reales y hablar sobre cómo es la vida en el país.
Así que mi segundo día en Mandalay se transformó en un pequeño tour en moto con Arkar, que me recogió en mi hostal a las 9:30 de la mañana entusiasmado con la idea de incluso conocer algún sitio en el que él nunca había estado.
Además, resulto ser un buen friki del cine, series e incluso Harry Potter, así que congeniamos bastante rápido.
Mahar Sandar Muni Pagoda
La primera parada la hicimos en una pagoda que está más o menos a medio camino entre Mandalay y Amarapura y que no es nada turística (que yo haya visto, no aparece en ninguna guía ni está demasiado publicitada).
Me gustó esto de empezar directamente por lugares apartados de los destinos turísticos habituales de la ciudad. Además, lo realmente interesante del sitio no es la pagoda en sí (muy bien cuidada e inmaculada), sino el enorme-estanque piscina que se encuentra en uno de sus lados y que es una auténtica delicia geométrica.
Aunque hoy en día solo se utiliza como escenario de foto instagrámica para la gente local, en su momento tuvo un uso más relacionado con el baño.
Estábamos solamente nosotros dos y tres o cuatro locales que iban y venían. Un relax absoluto totalmente opuesto al bullicio habitual de la ciudad.
Sagaing y la Soon U Ponya Shin Paya
Saliendo de la anterior pagoda, cogimos la ruta directa hacia lo alto de la colina de Sagaing, cruzando uno de los famosos puentes sobre el Ayeyarwady.
Realmente desde el centro de Mandalay es una buena tirada hasta lo alto de la colina de Sagaing… Parecía menos distancia en el mapa. El tráfico era continuo pero bastante fluido, así que solo tuvimos algún que otro pequeño problema en la parte final de la colina porque la moto no tenía suficiente potencia para subir con los dos, jajaja.
Cuando llegamos a la cima, coronada por la Soon U Ponya Shin Pagoda eran ya las 11:30 de la mañana y, como parecía que iba a ser habitual en Myanmar, hacía un calor de muerte (¡en muchas zonas el suelo ardía y, por supuesto, teníamos que ir descalzos!).
La pagoda en sí no destaca demasiado sobre otras pagodas de Mandalay (esculturas de Buda aderezadas con luces de Neón horteras y la decoración habitual que les acompaña). Sí que el edificio visto desde fuera es bastante más bonito, pero realmente lo mejor de esta colina son las vistas.
Mirando hacia Mandalay, hay una preciosa vista del río y de varias colinas frondosísimas con árboles y un montón de pequeñas pagodas sobresaliendo entre la vegetación.
Realmente una vista maravillosa. Arkar nunca había estado en lo alto de esta colina, pero sí en la mucho más transitada y machada Mandalay Hill, pero según me dijo la vista desde la de Sagaing era mucho mejor porque desde la otra se ve demasiado edificio.
Desde la otra parte del templo, la vista es mucho más plana pero igualmente interesante porque, según parece, todos los edificios y casas que se ven son… ¡Monasterios! Es como una huerta infinita de monasterios, increíble.
A poco más de un kilómetro de Soon U Ponya Shin hay otro templo también totalmente obviado por casi todos los visitantes y al que vale la pena dedicarle un rato.
Se llama Umin Thounzeh Paya y el acceso está en una de las primeras grandes curvas que hay en la carretera al empezar el descenso desde lo alto de la colina.
Además del habitual Buda recargado hasta la saciedad, hay también una cueva más bonita con una hilera de Budas más pequeños colocados de forma simétrica.
Es como una teselación curva de Budas. Por lo que me explicó Arkar, algunas de estas imágenes han sido donadas o pagadas por gente de todo el mundo (en algunas placas se podían encontrar reseñas que iban desde Alemania a Canadá).
De vuelta a Mandalay y el Libro Más Grande del Mundo
Desde Sagaing pusimos rumbo directo al centro de Mandalay para visitar la Kuthodaw Pagoda, una de las más llamativas de la capital del norte.
Está situada más o menos a los pies de la Colina de Mandalay y destaca por albergar 729 paneles de mármol que, junto a los 1774 de la Sandamuni Pagoda, forman el libro más grande del mundo
Fue construida durante el reinado del Rey Mindon en 1857 y la mejor forma de visitarla es pasear sin rumbo entre las mini-estupas que dan cobijo a estas enormes láminas talladas con comentarios de la Tripitaka (el libro «canon» del Budismo).
Sin ser de las pagodas más impresionantes del país, sí que resulta bonita y sorprendentemente tranquila (había mucho más jolgorio en los puestos de venta situados antes de la entrada que en el propio recinto).
Cuando nos dimos cuenta eran ya casi las 16:30, así que nos fuimos a un sitio local que conocía Arkar para comer algo y seguir charlando un rato hasta que me llevó de vuelta al hostal para descansar y preparar la logística para mi viaje del día siguiente.
Eso sí, por el camino paramos junto a un tramo de la enorme muralla del Gran Palacio de Mandalay (al que parece ser que no vale demasiado la pena entrar ya que cuesta 10.000 Kyats y los edificios están vacíos como si fuese un escenario de teatro).
Desde fuera, la combinación del estanque, la muralla, los techos de algunos edificios del interior y la luz del atardecer era muy bonita.
Fue muy gracioso un grupo de chicas locales que le pidieron a Arkar que me preguntase si podían hacerse una foto conmigo.
¡Como en Indonesia hace tres años! Yo creo que nos ven tan blancos y altos desde su perspectiva que les parecemos totalmente de otro planeta. La verdad es que esos momentos inesperados son siempre muy divertidos.
¡Cuánto me alegré de haber contactado con Arkar! Creo que como primer día completo en Myanmar la experiencia no podía haber sido más enriquecedora.
Día 3: Mingun y Paréntesis de Mandalay
Me levanté temprano para ir a las 8 de la mañana al sitio que me habían indicado desde el hostal (Ostello Bello) para comprar el billete de autobús para Lonton, en el Estado de Kachin. El autobús salía a las 4 de la tarde, así que tenía tiempo de sobra para, al menos, hacer un plan de medio día.
Con el billete en mi poder, cogí un tuk-tuk por Grab para que me llevase directamente hasta el «Mingun Jetty«, donde se coge el barco para ir a visitar la curiosa Mingun.
¿Qué es Mingun?
Realmente no sería más que un pueblucho a 10 kilómetros de Mandalay sin ninguna importancia si el Rey Bodawpaya no hubiese decidido construir aquí, en el año 1790, la que iba a ser la pagoda más grande del mundo.
Sin embargo, casi tres décadas después, cuando Bodawpaya murió, lo único que se había completado era la base, que aunque carece de la grandeza que hubiese tenido la estupa completa, sigue siendo un estupendo e impresionante bloque de ladrillos que descoloca a cualquiera.
Para visitar Mingun sin ir en un tour privado, la opción más popular (y también la más bonita y entretenida) es la la del ferry que sale todos los días a las 9 de la mañana de Mandalay. El billete cuesta únicamente 5000 Kyats e incluye el viaje de ida y el de vuelta (aunque conviene llegar sobre las 8:45 al muelle para no llevarse ningún susto).
El trayecto de ida dura aproximadamente entre 60 y 75 minutos, por lo que normalmente a las 10:15 ya se suele llegar a Mingun, y el barco de regreso sale a las 12:30, tardando únicamente 30 o 40 minutos (porque va en la dirección de la corriente del río).
Es decir, se tiene algo más de 2 horas para visitar el pueblo que, a mi juicio, es la duración perfecta para ver las cuatro cosas que tiene y volver a Mandalay a la 1 de la tarde.
El viaje en barco fue más bonito y relajado de lo que pensaba. Salió bastante puntual y poco después de las 10 de la mañana ya habíamos tomado tierra en el pueblo.
Yo creo que lo mejor es salir del barco y caminar directamente hasta la Hsinbyume Pagoda, que es el monumento a visitar más alejado del puerto (a unos 10 minutos caminando a buen paso). Conviene evitar en los primeros metros la carretera principal para así «esquivar» la entrada de 5000 Kyats que tuve que pagar y que en ningún momento me volvieron a pedir.
Caminando por la calle principal se ven claramente todas las cosas que hay que visitar, y pasar de largo para ir directamente a la famosa «pagoda blanca» abre el apetito para lo que vendrá después…
Hsinbyume Pagoda: Quizás de las Más Bonitas de Myanmar
Tanto por su perfección, como por sus originales formas onduladas y su color blanco al más puro estilo merengue; esta pagoda es uno de esos monumentos que se quedan grabados en la retina durante mucho tiempo.
Fue construida en 1816 por el Rey Bagyidaw y se cree que sus formas onduladas representan el Monte Sumeru (también conocido como Monte Meru) que es la montaña situada en el centro del cosmos según la visión Budista.
Tuve la mala suerte de coincidir con un grupo de turistas chinos al estilo grupo chino 100%: ruidosos, maleducados, dando empujones, no respetando a los demás, etc. etc… Así que esperé un rato dando vueltas por la pagoda y contemplando sus detalles hasta que se marcharon y así poder disfrutarla con algo más de tranquilidad.
Tanto desde la base como desde lo alto, esta pagoda por sí misma justifica ya el viaje hasta Mingun. ¡Me encantó! (Aunque en algunos de los pasillos exteriores hace falta una pequeña limpieza de escombros para evitar el sentimiento de faquir al caminar por ellos).
Vale también la pena seguir durante 5 minutos la pista que hay a la salida de la pagoda hasta otra más pequeña e irrelevante pero con muy buenas vistas de Hsinbyume.
Mingun Pahtodawgyi (Mingun Pagoda)
Tanto por su divertida historia como por sus alocadas proporciones, «La Pila de Ladrillos más Grande del Mundo» (como se le llama muchas veces) llama la atención por sus cuatro esquinas.
En su diseño original iba a alcanzar los 150 metros de altura, pero después de utilizar miles de prisioneros de guerra y otros esclavos, el proyecto solo alcanzó un tercio de la altura planeada.
Una de las leyendas indica que estaba resultando tan extremadamente caro que se tuvo que inventar una falsa profecía que vaticinaba la caída del Reino si la estupa llegaba a ser finalizada.
Fuese cual fuese el motivo, hoy en día este cubo de ladrillos con sus impactantes grietas causadas por los terremotos de 1819 y 2012 deja atónito a todo aquel que se atreva a mirar.
Hay una escalera en uno de los lados que lleva casi hasta lo más alto (por el medio hay una puerta cerrada con candando), pero desde la puerta hay igualmente una vista maravillosa del entorno y de la Hsinbyume Pagoda.
Enfrente del mazacote de ladrillos y al otro lado de la carretera están los Mingun Chinthe: criaturas míticas parte león y parte dragón que se encuentran en muchas partes del país guardando las entradas a templos y pagodas.
Estos dos en concreto tenían unas dimensiones acordes a la pagoda soñada por el Rey Bodawpaya, y siguen resultando bastante impresionantes a pesar de que sus cabezas se hayan perdido para siempre (en una de las fotos estoy yo para servir como escala).
La Campana de Mingun y la Pondaw Pagoda
Mingun está llena de curiosidades (o más bien excentricidades) y su campana es una de las más importantes.
Además de tener la que iba a ser la estupa más grande del mundo, en Mingun podemos encontrar una de las campanas más grandes del mundo, encargada también por el Rey Bodawpaya (Mr. Delirios de Grandeza)
Con sus 5 metros de diámetro y 97 toneladas de peso, fue la más grande del mundo hasta que en el año 2000 una campana (China, como no) le arrebató el título.
Tras semejantes monumentos, impresionantes ya fuese por tamaño o belleza, me acerqué a la pequeña Pondaw Pagoda, en la orilla del río y muy cerca de donde nos dejó el barco, para despedirme tranquilamente de Mingun.
Supuestamente esta pequeña pagoda es un modelo a escala de lo que iba a ser el gran proyecto de Bodawpaya si se hubiese podido concluir.
No es una pagoda «excepcional», pero ayuda a imaginar lo absurdamente enorme que habría sido la Mingun Pagoda si se hubiese construido hasta el último ladrillo.
Cuando llegó la hora de volver me subí al barco y compartí el viaje de vuelta con un chico francés, una chica alemana y una mujer británica que, básicamente, se pasa la vida viajando y viviendo de los alquileres de unas casas que tiene en Inglaterra.
¡La de gente interesante que uno puede conocer viajando solo!
Al llegar a Mandalay, cogí un tuk-tuk con el chico francés hasta mi hostal (él continuó hasta la estación de tren), recuperé mi mochila, me di una ducha en el baño que tienen en la planta baja y me fui a la estación de autobuses para empezar mi viaje hacia el Estado de Kachin.
Día 4: Pyin Oo Lwin y un Último Templo
La logística del viaje me obligó a quedarme un día más en Mandalay (el autobús en el que volvía del Estado de Kachin llegaba a las 6 de la mañana y el tren que quería coger sale todos los días a las 4 de la mañana, así que no me quedaba otra alternativa)
Cataratas de Anisakan y Jardines de Pyin Oo Lwin
No me apetecía demasiado dedicarle el día a la ciudad, así que hablé con Arkar para proponerle un plan B que le pareció estupendo y se apuntó sin dudarlo: pasar el día en las Cataratas Anisakan, cerca de Pyin Oo Lwin, una zona montañosa cercana a Mandalay y con un clima algo más fresco.
Como realmente lo ideal es hacer esto ya de camino a Kyaukme o Hsipaw, lo dejo para la entrada en la que hablaré de esta zona del país junto con el trekking de Kalaw a Inle (yo tuve que hacerlo ida y vuelta desde Mandalay porque ya tenía pagado el hostal para ese día, así que no me quedaba otra…).
Shwe In Bin Kyaung: Un Templo Único
Después de un refrescante paseo por las cataratas y el jardín, volvimos a Mandalay cogiendo tales chaparrones que tuvimos que parar varias veces a resguardarnos (es lo que tiene la moto, que los chaparrones inesperados no son buenos compañeros).
Cuando llegamos a la ciudad ya no llovía nada y nos fuimos directamente a uno de los templos más curiosos de la ciudad y su alrededores, muchas veces obviado por los turistas: Shwe In Bin Kyaung.
Este monasterio del siglo XIX fue construido por comerciantes de jade de China y destaca por la maravillosa y detallada riqueza de las tallas de madera que cubren cada puerta, baluarte o pared.
El templo me fascinó. Después de tanta estupa, tanto blanco y tanto dorado agradecí mucho tener este pequeño contraste de templo o monasterio con un estilo tan marcadamente diferente a lo que es habitual en Mandalay (o incluso en Myanmar).
En todo el rato que pasamos paseando por los corredores del monasterio no aparecieron más que otros 6 o 7 turistas, así que la atmósfera mágica del lugar estaba perfectamente preservada.
Creo que es uno de esos sitios que no hay que perderse: es bonito, diferente, tranquilo y totalmente gratuito. ¡Seguro que mucho mejor que visitar el Gran Palacio y sus templos totalmente vacíos!
Antes de que anocheciera nos fuimos a un sitio local a probar una de las especialidades más típicas: Mone Yay Par, una especie de cruce entre pizza y filloa con huevo, verduras, legumbres y un toque picante.
Delicioso. Cenamos (comida y bebida) por menos de 1€ cada uno.
En esta última conversación con Arkar aproveché para comentarle mi idea de ir a Mrauk U. Él ya me había animado a ir al Estado de Kachin (al Lago Indawgyi, del que había regresado esa misma mañana y me había encantado) y con Mrauk U me dijo algo parecido: «si está abierto al turismo y tienes tiempo, vete, porque debe ser de los lugares más fascinantes del país».
Él no había estado nunca y solo hablaba de oídas, pero a las ganas que yo ya tenía le sumé la emoción que él puso cuando lo mencioné, así que… ¡intentaré incluirlo finalmente en mi itinerario como sea!.
Al día siguiente tenía que estar a las 3:30 de la mañana en la estación de tren, así que ya en el Ostello Bello me despedí de Arkar y de Mandalay, y de una etapa inicial de mi viaje a Myanmar que no se podía haber desarrollado de mejor manera.