El Triglav domina el Parque Natural que lleva su nombre en el corazón de los Alpes Julianos, pero subir a lo alto de este emblemático monte no es el único atractivo de las montañas del noroeste de Eslovenia. ¡Hay muchos recorridos por caminar y tesoros por descubrir!
ETAPA 3 – Koca Na Dolicu – Aljazev Dom V Vratih
- Distancia: 18,5 kilómetros
- Desnivel: +560 m / -1700 m
- Altitudes máxima y mínima: 2510 m / 1020 m
- Tiempo aproximado: 6-7 h
Después de subir al Triglav tenía pensado bajar pos Uskovanica hasta Bohinj y, así, completar un recorrido circular de cuatro días. Pero Iván y Frano, los dos chicos de Croacia que había conocido el día anterior, me recomendaron seguir hacia el norte y así hacer un recorrido lineal de sur a norte del parque.
Tenía muy buena pinta lo que me proponían (ellos acababan de hacerlo y estaban encantados), así que me decidí a cambiar in situ mi planning.
¡Me encanta esto de poder decidir en el momento qué hacer!
Para poder acabar a tiempo tenía que llegar en esta jornada hasta Aljazev Dom V Vratih, un refugio situado ya a tan solo 1020 metros de altitud, pero con lo que no contaba era con la dificultad y riesgo del Prag…
Salí bastante temprano de Koca Na Dolicu con los croatas y caminamos la primera media hora juntos hasta que nuestros caminos se separaron.
La primera parte de mi camino consistía en subir progresivamente hasta Dom Planika pod Triglavom, a 2400 metros de altitud.
El día estaba estupendo y la presencia de la piedra aún manchada por la nieve, combinada con el cielo azul hacía del paisaje una experiencia memorable.
Estaba caminando por la parte más alta de los Alpes Julianos (recordemos que, realmente, al ser el Triglav con sus 2860 metros de altitud el punto más alto de este sistema montañoso, todo lo que pase de 2400 metros es «casi» el techo de la cordillera).
Me hizo mucha gracia la galería de arte al aire libre que me encontré antes de llegar al primer refugio de la ruta.
En una especie de explanada y rodeada por un sinfín de picos rocosos, había un despliegue total de dibujos, figuras o mensajes hechos con pequeñas piedras. ¡Muy curioso!
Seguí subiendo poco a poco (en total soledad, no había nadie más haciendo este recorrido) hasta encontrarme con los ya archiconocidos cables.
Cuando aparecen suele ser presagio de que se aproxima un paso difícil o, al menos, que pasa junto a un precipicio bastante majo.
En este caso, la situación era la segunda: en sí el camino era bastante sencillo pero había una caída nada despreciable (vamos, como para no contarlo si resbalas), por eso la ayuda del metal se agradece.
Hacia abajo se podía empezar a vislumbrar un precioso valle verde con alguna que otra pequeña casa.
Tras un esfuerzo final para salvar un último desnivel, llegué al fin a Dom Planika pod Triglavom, desde la cual sale también una de las rutas habituales para coronar el Triglav (de hecho, recordaba haber visto este refugio el día anterior desde su cima).
Aquí aproveché para comprar otra botella de agua y preguntar a la guarda del refugio si era posible hacer el camino que tenía planificado. Me dijo que sí, que no había ningún problema, pero que me preparase porque el descenso era bastante duro.
Bueno… me quedé un poco inquieto pero la decisión estaba tomada, así que ya vería cómo me las apañaba para pasar ese trozo llamado «Prag».
Desde este refugio tenía que seguir las indicaciones para llegar a Dom Valentina Stanica Pod Triglavom pasando junto al pico Kredarica (2540 m) y, también, junto al pico con mi nombre favorito: Rz (2538 m)… ¡y ahora vas y lo pronuncias!.
El camino iba bastante alto, por lo que era muy sencillo disfrutar de las vistas de todos los picos del entorno. La verdad es que los contrastes de paisaje por los que había pasado en las últimas 48 horas era realmente increíble.
Cerca del Kredarica hay otro refugio (el Triglavski Dom na Kredarici, a 2515 m de altitud), pero esta vez pasé de largo porque quería llegar al Valentina.
Pronto pude verlo por fin a lo lejos, protegido por un precioso pico en forma de pirámide. La buena noticia era que tenía que descender… La mala, que el camino iba a ser un poco más complicado de lo que yo creía (pero nada todavía como el Prag que vendría a continuación).
Seguí caminando y apareció otro cable. No tenía demasiada complicación. El camino además, totalmente ausente de tráfico humano, me sorprendió con una inesperada compañera.
¡Una preciosa cabra de los Alpes que estaba campando a sus anchas!
Me pareció muy curioso que no tuviese nada de miedo. Siguió comiendo con tranquilidad mientras yo pasé a su lado. Cuando se cansó, empezó a subir por las piedras como, evidentemente, una cabra.
Desde aquí, seguí el sendero estrecho caminando por una cresta ayudado de un nuevo por un cable para dar seguridad a los que tengan vértigo.
El último paso antes de llegar al refugio fue algo complicado por culpa de la nieve. Había un tramo de unos 20 metros de longitud cubierto de nieve medio derretida en el que era muy fácil resbalar (hay que tener especial cuidado con estos neveros en verano).
Pasado esto, llegar al Dom Valentina Stanica Pod Triglavom (2332 m) es un simple paseo de 5 minutos.
Descansé quince minutos antes de aventurarme al mayor desafío del día (y probablemente de todo el trekking): el Prag.
Es difícil describir con palabras la impresión que me causó cuando fui consciente por primera vez de lo que se me venía encima.
El Prag es, literalmente, una pared casi vertical de más de 1000 metros de desnivel que se desciende en poco más de 2 kilómetros de caminata. Es decir, ¡una auténtica locura!
A medida que empezaba a descender me daba cuenta de todo lo que iba a tardar en llegar al final de esta imponente pared rocosa. Hay muchas vías ferratas que superar, algunas no excesivamente complicadas, y otras que pueden cortar la respiración a cualquiera.
A mí la que más me impresionó fue un tramo de pared vertical de más de 15 metros de altura que tuve que bajar agarrándome a pivotes y argollas… No lo voy a negar, en ese tramo un traspiés puede suponer… ¡el final!
Aún así, lo disfruté porque me va la marcha de adrenalina en montaña, pero me quedé algo blanco cuando al llegar por la tarde al albergue me dijeron que todos los años moría alguien en el Prag…
Lo dicho: ¡no es una etapa para gente impresionable o sin experiencia!
El tramo final de descenso era ya más sencillo, abriéndose paso a paso unas vistas espectaculares del valle de Bukovlje. ¡Guau! Menuda barbaridad. Sin palabras.
Desde abajo de todo la impresión era casi mayor. Me puse a intentar identificar el paso por el que acababa de bajar pero… ¡no lo encontraba!
Y lo que es la perspectiva. Me encontraba en ese momento a unos 1100 metros de altitud y se podía distinguir perfectamente lo alto del Triglav. ¡Más de 1700 metros de diferencia de altitud y parecía mucho menos! Pensar que hacía 24 horas estaba ahí arriba… ¡Qué cosas!
Tenía las piernas y las rodillas como si me hubiesen dado una paliza. Menos mal que ya me quedaban solamente unos 30 minutos de paseo hasta el refugio de Aljazev Dom V Vratih.
Este refugio ya es un lujo absoluto. La ubicación es inmejorable: rodeado de bosque y bajo la atenta sombra del Triglav, y las instalaciones son como las de cualquier hostal de calidad.
Las habitaciones son muy cómodas, hay ducha con agua caliente (y sin límite de tiempo, ¡yeah!) y se come de maravilla. Aquí cene, como no, un Goulash pero con un añadido tradicional: una especie de mega-albóndigas que estaban deliciosas. Me sentó tan bien que me dieron ganas de darle un abrazo a la cocinera.
Cuando empezó a caer el sol me fui a la habitación y me quedé frito en 10 minutos. Una purga de sueño necesaria para disfrutar de la cuarta y última jornada de caminata por los Alpes Julianos.
ETAPA 4 – Aljazev Dom V Vratih – Mojstrana
- Distancia: 15 kilómetros
- Desnivel: +200 m / -400 m
- Altitudes máxima y mínima: 1020 m / 661 m
- Tiempo aproximado: 4-5 h
Esta etapa es un cierre ideal para cualquier recorrido intenso que se haga por el Parque del Triglav, ya que aunque son unos cuantos kilómetros, realmente el desnivel es un chiste en comparación a cualquier otra cosa que se haya hecho antes.
Una vez más (cuarto día consecutivo, ¡increíble!) el día pintaba fabuloso: cielo azul y sol.
Esta vez me lo tomé con más calma. No tenía prisa por llegar a ningún refugio ni por subir a ningún pico, simplemente tenía que pasear tranquilamente hasta el pueblo de Mojstrana para coger el autobús de vuelta a Ljubljana, parando en la Galerije y en la cascada Slap Pericnik.
Me levanté a las 8 y fui a lavarme la cara para encontrarme con un nuevo amiguito peludo que claramente había pasado la noche en los muros de las duchas hecho una bola resguardado del frío del exterior.
Justo después, salí a la terraza a desayunar acompañado por la majestuosidad del Triglav. ¡Menuda paz y menuda gozada! Esto sí que no hay dinero que lo pague (bueno sí, el dinero que cuesta el refugio, que no es mucho, pero bien pagado que estaba).
Con el estómago contento, empecé a caminar dejando atrás el sistema montañoso que me había acompañado los tres días anteriores.
En poco más de media hora llegué a la Galerije, un conjunto de pequeñas cuevas, entrantes y salientes formados de forma natural en una pared rocosa debido a la erosión irregular de ciertos materiales.
Después de la Galerije, seguí caminando un buen rato hasta llegar a un pequeño puente de madera sobre unas cataratas.
Aquí fue donde apareció un bonito bicho estilo mariposa atraído (sí, en serio) por el sudor de mi mano depositado en la cámara.
Se posó sobre mi Nikon y se aferró a ella de tal forma que incluso moviéndola bruscamente no se iba y aún me acompañó un buen rato.
Tuve la mala suerte (o la estúpida idea) de pararme a hacerle fotos mientras estaba encima de la estrecha plataforma de madera y, estando agachado, de repente dejó de sonar la música que estaba escuchando en mi mp3 con auriculares inalámbricos…
Sí, el mp3 se había caído de mi bolsillo y se había ido río abajo. ¡Maldición!
Total, que el camino no seguía por la pasarela, sino que descendía justo antes de cruzarla. Empecé a bajar por un sendero que atravesaba el bosque rodeado de un frondoso mar de helechos hasta que me di cuenta que, quizás, no estaba yendo por el camino adecuado.
La verdad es que ya me vale… tres días de ruta por los Alpes Julianos y, ahora que estaba haciendo poco más de un paseo por un bosque, voy y me pierdo.
Me daba mucha pereza volver a subir para intentar encontrar el camino correcto, así que crucé a la otra orilla por un tronco debidamente colocado sobre el río para pasar al otro lado.
Desde ahí encontré rápidamente un camino que me llevó hasta donde yo quería: la cascada Slap Pericnik. Aunque me encantó desde el primer momento en que la vi (era como llegar al paraíso perdido, alucinante), me sorprendí porque había entendido que era una cascada mucho más alta.
Esta cascada es un chorro continuo de agua con bastante caudal y rodeado de un entorno húmedo, denso y verde inmejorable. Además, se puede pasar por detrás de la caída de agua, algo que no me ocurría desde la espectacular Seljalandfoss en Islandia.
Aproveché que estaba solo y tenía esta maravilla de la naturaleza íntegramente para mí para ir de una esquina a otra haciendo fotos y jugando un poco con mi cámara.
Cuando ya había absorbido todo lo que podía del lugar, seguí unos metros el curso del agua para descubrir, para mi asombro, la verdadera Slap Pericnik.
¡Había llegado por arriba en vez de por abajo! (una consecuencia probablemente de haberme perdido, supongo).
Pero no hay mal que por bien no venga… gracias a haberme perdido pude descubrir la mini-slap Pericnik y tenerla durante media hora entera par mí.
Rápidamente encontré un camino con escaleras de madera que bajaba por la ladera para llegar hasta los pies de la verdadera Slap Pericnik. Ya desde el camino de bajada se podía contemplar esta cascada en su integridad. ¡Menudo portento!
Igual que ocurría con la versión en miniatura, se puede pasar por el hueco que queda entre la roca y la caída de agua, teniendo así una visión de casi 360º de la catarata.
Es realmente preciosa y no hace falta hacer un mega-trekking por el Parque Nacional del Triglav para visitarla, se puede llegar cómodamente en coche desde Mojstrana siguiendo una pista asfaltada hasta un parking situado a poco más de 100 metros de la catarata.
Se mire desde donde se mire, vale realmente venir hasta aquí para contemplar de cerca el poder del agua.
Desde aquí, ya no me quedaba casi nada para concluir los 77 kilómetros de trekking por los Alpes Julianos. Seguí caminando siguiendo el curso del río hasta que llegué al pueblo.
Aquí acababa definitivamente mi periplo. Cuatro días de sueño hecho realidad por las magníficas e imponentes montañas de Eslovenia, siempre bajo un impagable cielo azul.
Esperando por el autobús, eché la vista atrás y me impresionó ver como las nubes grises estaban empezando a engullir todo el Parque del Triglav.
¡Qué suerte había tenido! El mal tiempo llegaba justo cuando yo ya había terminado.
Gracias Eslovenia por este regalo.