Seguimos nuestra ruta por la Ring Road. Este día ha sido oficialmente, el día de las cascadas. ¡Menudo espectáculo!
Está claro que la mayoría de la gente que viene a visitar Islandia es gente montañera. El respeto al descanso en los albergues es tan extremo (algo que nos parece muy bien) que hoy nos sentimos algo mal al madrugar más que el resto de personas que compartían dormitorio con nosotros. Es inevitable hacer algo de ruido al cambiarte, abrir la maleta, y esas cosas… tenemos que optimizar este método para ser aún más discretos.
La primera parada de hoy ha sido Pingvellir. Este verde sitio es un parque natural que, a su vez, es el lugar histórico más importante de Islandia. Aquí se estableció en el año 930 DC el Alpingi, el primer parlamento democrático de Islandia, y continuó en esta ubicación hasta finales del siglo XVIII. El parque es, como todo en este país, precioso. Ideal para pasear y pasar una agradable mañana.
El parque conserva algunas de las casas originales de finales del siglo XVIII donde se reunían los escasos parlamentarios islandeses que había en ese momento.
Pero Alpingi no es la única maravilla de Pingvellir. En este parque se encuentra la fisura Almannagjá, que separa las placas tectónicas Euroasíatica y Americana. Curiosamente, esta fisura va creciendo muy lentamente con el paso del tiempo, lo que hace que Islandia sea un país en constante expansión. Hoy en día esta fisura es tan grande que se puede pasear por ella ya que se ha formado un pequeño cañón en el medio.
Continuando por el paseo de este cañón, nos encontramos con el lago más grande Islandia, Pingvallavtn y la impresionante cascada Öxarárfoss, que ha sido nuestra parada final en el recorrido del parque.
A lo tonto nos dimos cuenta de que habíamos pasado toda la mañana en Pingvellir. No nos arrepentimos ya que hemos disfrutado cada uno de sus rincones (y yo he tenido varias oportunidades para trepar a rocas y cumios, que es lo mío, jajaja).
Después de tomar nuestro sándwich, volvimos al coche y continuamos la ruta hacia el este.Hoy hacemos noche en un albergue situado cerca de Vík, pero por el camino aún teníamos programadas unas paradas que no tienen nada que envidiar a Pingvellir.
De camino a Vík paramos en Seljalandsfoss, una imponente cascada que permite pasearla por «detrás», es decir, rodear la caída del agua. Estamos dándonos cuenta que Islandia es el país del agua. Todas estas fosses son algo espectacular y hacen que te quedes mirando para ellas durante un buen rato sin articular palabra.
La fuerza de caída del agua es bastante brutal. A pesar de hacer una tarde muy buena y soleada, al acercarnos a la cascada se eleva tanta agua que da la impresión de que está lloviendo. Eso unido al estruendo de la caída, transforman un día de verano en una tormenta intensa.
Resulta muy fácil encontrar Seljalandsfoss. Aunque no esté prevista en la ruta, cualquier persona que conduzca por la Ring Road acabará haciendo una parada para admirarla ya que se ve desde la carretera. Es imposible no darse cuenta de que está ahí. Además tiene varios miradores desde los que se puede disfrutar de diferentes vistas de la cascada, y un sendero que permite dar un buen paseo y estirar las piernas antes de seguir conduciendo hacia el siguiente destino.
Aunque haga buen tiempo, es importante no dejarse el chubasquero en el coche, ya que al acercarse a ella el riesgo de una buena mojadura es bastante grande.
Suficientes fosses por hoy. Estamos ya cerca de Vík, nuestra parada final. Desde la carretera podemos ver el volcán que unos años atrás colapsó el tráfico aéreo europeo y cuyo nombre impronunciable (aunque nosotros llevamos días practicando y ya nos vamos acercando) originó en su momento que cada locutor de radio o presentador hablase de un volcán distinto: Eyjafjallajökull.
La parada final del día ha sido en Black Sand Beach. Esta playa cercana a Vík se abre como una inmensa bahía rodeada de unos espectaculares acantilados. Las vistas desde cualquier punto tanto de la playa y los acantilados como del océano son para no olvidar.
Desde aquí, se llega en muy poco tiempo a Dyrhólaey, una formación rocosa natural en forma de arco. Desde siempre he tenido fijación con este tipo de formaciones (como A Praia das Catedrais en Foz-Ribadeo, Azure Window en la isla de Gozo en Malta…). Se puede hacer un pequeño paseo en barco para pasar por el arco pero no nos pareció necesario. Nos contentamos con disfrutar de las vistas, que no es poco.
Se puede ir caminando hasta lo alto del arco, pero me han gustado mucho más las vistas desde este rincón. Esta foto está sacada casi a las 10 de la noche, con una luz muy especial, característica de Islandia. Ahora estamos ya descansando en el albergue, de Skógar, junto a una de las fosses más famosas de la isla, pero que visitaremos mañana.
Ahora toca descansar 😉