Un desnivel considerable para dos días (más de 3000 metros de subida) me llevaron a coronar el emblemático Triglav, que es el monte más alto de Eslovenia. Un recorrido perfecto por lagos, valles, picos rocosos y naturaleza salvaje.

ETAPA 1 – Bohinj Jezero – Koca Pri Triglavskih Jezerih

• Distancia: 20 kilómetros
• Desnivel: +1700 m / -550 m
• Altitudes máxima y mínima: 1850 m / 530 m
• Tiempo aproximado: 6-7 h

Una de las grandes ventajas de embarcarse en una ruta de montaña en Eslovenia es lo accesibles y cercanos que están los puntos de inicio y fin de recorrido y, muchas veces, la posibilidad de ir de forma sencilla sin disponer de transporte propio.

En este caso, para acceder al Bohinjsko Jezero (Lago Bohinj) hay un servicio regular de autobuses desde Ljubljana que por 9€ y en dos horas lleva hasta varios puntos del lado sur del mismo.

Yo cogí el de las 6 de la mañana para llegar a las 8 y así poder ponerme a caminar antes de que el calor empezase a tocarme la moral.

Tras una buena cabezada, me desperté cuando estábamos ya cerca del lago y me bajé del autobús en la primera parada (en la esquina sureste del lago), ya que el autobús continúa hasta Ukanc y lo único que haría sería alejarme.

Desde esa parada hay una primera vista preciosa del lago, así que aproveché para sentarme junto al agua (acompañado por unos patos) y desayunar antes de poner rumbo a las montañas.

El primer kilómetro lo hice por la carretera hasta llegar a Stara Fuzina (530 metros de altitud), un pequeño poblado cercano al lago de donde sale realmente el camino que comienza en ascenso continuo zigzagueando por un bonito bosque hasta llegar a Vogar.

Este impresionante mirador del lago a 990 metros de altitud ofrece unas impactantes vistas de todo Bohinj gracias a los más 400 metros de desnivel ganados desde la base del lago.

Mientras descansaba, aparecieron dos chicos cargados con un mochilón tremendo que me resultaba familiar. Efectivamente, era un parapente biplaza, y es que este enclave es un punto habitual de salto en parapente.

¡No tiene que ser bonito ni nada volar sobre el Bohinj Jezero!

Siguiendo el camino me encontré con un problema. La ruta que me había marcado Lojz estaba cortada, así que tuve que tomar un desvío monte arriba atravesando un bosque con decenas de árboles caídos que, curiosamente, cortaban siempre el paso.

Lo bueno fue que gracias a este desvío pasé por un sitio curioso: Brezno Pri Gamsovi Glavici. Se trata de la mayor sima de todo el Parque del Triglav, con una profundidad de nada más y nada menos que 817 metros. ¡Como para caerse dentro!

Al salir del bosque se llega a lo alto de un collado desde el que se comienza a distinguir la Planina Pri Jezeru, a la que hay que bajar.

En esta pequeña planicie hay varias casitas particulares y también un albergue (Koca na Planini Pri Jezeru) situado muy cerca del lago de mismo nombre.

Aquí hice la segunda parada. Me pareció un entorno privilegiado: un bonito lago rodeado de un denso bosque y acompañado de unas cuantas vacas que pastaban dócilmente.

Desde aquí se llega bastante rápido (en poco más de media hora) a Planina Dedno Polje (a 1560 metros de altitud). Es una estampa parecida a la planicie anterior pero sin lago.

Siguiendo el camino señalizado, nos adentramos en una zona bastante abierta poblada por árboles, arbustos y con un imponente muro de piedra al fondo formado por varios picos de los Alpes Julianos.

Llega un punto en el que el camino se bifurca y tenemos que elegir entre tomar la senda de la izquierda o la de la derecha. La señal que hay en la encrucijada marca exactamente el mismo tiempo (1 hora) en ambas direcciones, así que yo tomé la de la derecha porque parecía que subía más alto, y a lo mejor con suerte me daría mejores vistas de… ¡lo que sea que viniese después!

Al llegar a lo alto del siguiente collado (a 1850 metros) pude ver por primera vez la Koca Pri Triglavskih Jezerih, donde tenía planeado pasar la primera noche.

Por haber elegido el desvío de la derecha me comí más de 200 metros extra de desnivel de subida (y por lo tanto de bajada también), pero gracias a eso me topé con esta extraordinaria vista del refugio y del Dvojno Jezero…

… y también con el primer cable del circuito (cables que están por todo el parque para ayudar a los montañeros en ciertos puntos críticos algo peligrosos o inestables).

Era, dentro de lo que cabe, bastante temprano (las dos de la tarde), así que descendí a paso tranquilo y di una buena vuelta por el lago antes de dirigirme al merecido descanso.

La sorpresa que me encontré fue que rodearlo se convirtió en una tarea bastante más compleja de lo que yo creía. Después de haber completado más de la mitad de su perímetro me encontré rodeado por unos arbustos muy densos y bastante altos que no me permitían encontrar por dónde seguía el camino (si es que existe tal camino).

Así que di media vuelta y fui directo hasta el refugio, que tras ya casi 20 kilómetros de ruta no era momento de arriesgar.

La gente del albergue era extremadamente agradable. Me dieron una litera de arriba (como a mí me gusta), y compré una ficha de 3€ para darme una ducha de agua caliente de 2 minutos. No lo voy a negar, es una pijada no necesaria, pero… ¿y lo bien que me sentó?

Tras establecerme en mi cama, revisar el mapa, seleccionar las fotos del día y descansar un poco, bajé al comedor para cenar y volver directo a mi litera para relajarme. No eran ni las 8 de la tarde cuando volví a tumbarme y, de repente, abrí los ojos y ya eran casi las diez y media de la noche. Había un montón de gente en la habitación a punto de dormir.

Así que di media vuelta y seguí durmiendo para poder madrugar y empezar la ruta temprano ya que, seguramente, iba a tratarse de nuevo de un intenso pero maravilloso día de montaña eslovena.

ETAPA 2 – Koca Pri Triglavskih Jezerih – Triglav – Koca na Dolicu

• Distancia: 23,5 kilómetros
• Desnivel: +1650 m / -1250 m
• Altitudes máxima y mínima: 2860 m / 1676 m
• Tiempo aproximado: 8-9 h

Me levanté de los primeros del refugio (como para no hacerlo, con todo lo que había dormido…), me homenajeé con un desayuno de campeones y, a las 7:20, me puse ya en ruta.

Quería llegar hasta Koca na Dolicu, uno de los refugios que dan pie a subir al Triglav (lo que tenía planeado para la tercera etapa) pasando por los lagos y algún que otro pico. Al final me vine tan arriba que acabé haciendo casi dos etapas en una… ¡El poder de la montaña!

Toda esta parte de los lagos (Dolina Triglavskih Jezer o Valle de los Lagos de Triglav) que hice entre la primera y la segunda etapa es realmente preciosa. Me dejé colgando el Crno Jezero porque supondría un desvío bastante grande de mi plan inicial, pero me parece estupendo porque me encanta saber que me quedan cosas por ver para animarme a repetir.

El camino que sale del refugio hacia el norte va directo hacia el Veliko Jezero, un lago bastante grandote que tiene pinta de cráter y que a horas tan tempranas queda envuelto en un halo de misticismo por las sombras proyectadas por las cimas cercanas.

Por un momento pensé en esperar una hora hasta que el sol lo iluminase, pero aunque en movimiento iba en pantalón corto y se estaba bien, al estar parado hacía una rasca bien maja por culpa del aire fresco y mañanero que no cesaba. Y si no que se lo pregunten a este perrete la mar de majo que acompañaba a dos chicas:

Desde este lago, la ruta sigue hacia el norte acercándose a la barrera de los 2000 metros de altitud hasta llegar al siguiente de los lagos: Zeleno Jezero.

Este lago es completamente distinto al anterior: pequeño, con poca profundidad, y con un color de agua tan aturquesado que daban realmente ganas de darse un buen baño.

Cuando llegué aquí ya estaba empezando a apretar un poco el sol, y eso que solamente eran las 9:30 de la mañana. Aproveché para descansar aquí cinco minutos para así aprovechar el privilegio de tener este bonito lago solo para mí.

Desde los 1998 metros de altitud del lago, hay solamente unos 100 metros de desnivel para llegar a la Koca Na Prehodavcih.

Este refugio está ya a una altitud suficiente como para ofrecernos una primera magnífica panorámica de muchos de los dosmiles del Parque Nacional del Triglav.

Desde aquí arriba, se mire hacia donde se mire, el resultado es inmejorable: picos escarpados acompañados de verdes laderas para poner el contraste y completar el colorido. Un regalo.

Para seguir hacia Kanjavec (la ruta «difícil» para llegar a mi destino) la mejor opción es caminar desde el refugio hasta los dos lagos que tiene muy cercanos.

El primero que nos encontramos es el pequeño Jezero Pod Vrsacem, un lago muy pequeñito medio escondido bajo una de las innumerables paredes verticales de la zona.

Justo después viene el Rjavo Jezero, desde el que hay una buena vista del refugio que acabamos de dejar atrás y de algunos de los picos que se veían desde lo alto del collado.

Siguiendo las marcas de los traks del parque (los círculos blancos con circunferencia roja) se hace una subida en zigzag por un camino bastante pedregoso que va llevando poco a poco hacia lo alto de Kanjavec.

A medida que ascendemos conviene echar la mirada atrás.

¡Qué día tan espléndido! El alcance de las vistas parecía casi infinito.

Al acabar del zigzag y pasar de los 2300 metros de altitud aparecieron las primeras nieves del trekking. Desde este punto hasta lo alto del Kanjavec (2568 metros) tuve que cruzar varios neveros que aumentaban el grado de dificultad de la ruta, ya que se resbalaba bastante (no voy a negar que me di un par de culadas).

Aún así, con o sin culadas, el esfuerzo valió verdaderamente la pena.

En lo alto del Kanjavec estábamos solamente un grupo de chicos noruegos y yo.

Las vistas, una vez más, eran soberbias (¡cima del Triglav incluida!). La sensación térmica era bastante buena así que decidí que era el lugar ideal para descansar un rato y almorzar.

Además, no era ni mediodía y estaba ya relativamente cerca del refugio en el que iba a pasar la noche. ¡Había llevado un ritmo estupendo desde el inicio de la jornada!

Me merecía el descanso, la comida y, por supuesto, el espectáculo visual.

El descenso hacia Koca na Dolicu (situado a 2151 metros de altitud) es relativamente corto en cuanto a distancia que caminar, lo que aumenta su dificultad ya que el primer tramo es muy empinado.

Una vez más, apareció un cable convenientemente colocado para ayudar a sortear un desnivel de bajada para nada despreciable.

Bajando hacia el refugio las vistas no defraudan en ningún momento, lo que ayuda a que la fuerza no decaiga para llegar victoriosos al final (¿?) de la jornada.

A las 13:30 entré por la puerta del refugio. No había problema de sitio, así que me asignaron una cama (litera superior una vez más) para ocuparla más tarde ya que el check-in era a partir de las 3 de la tarde.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de que me quedaban muchas horas útiles del día por delante, así que se me ocurrió preguntar a las guardianas del refugio si creían que era una buena idea subir en ese momento a lo alto del Triglav (algo que en principio tenía reservado para el tercer día de trekking).

No dudaron ni 5 segundos en decirme que sí. Me dijeron que, teniendo en cuenta lo rápido que había hecho la etapa, no iba a tener ningún problema en subir y bajar antes del atardecer, y que sin duda era el día más despejado que habían tenido en 10 días.

La previsión para el día siguiente era buena también, pero en alta montaña no se debe arriesgar y dejar pasar una oportunidad como la que se me planteaba. Así que descargué los pesos innecesarios de mi mochila, compré agua a precio de oro (5€ una botella de dos litros) y me dispuse a cumplir un sueño: ¡Coronar el Triglav!

El camino desde Koca na Dolicu hasta lo alto del Triglav es sencillo de seguir (es lo que tiene querer subir al pico más alto del lugar… difícil confundirlo).

Saliendo del refugio, el trazado vuelve a subir serpenteando por una ladera que nos va dando unas vistas de altura del valle. En este tramo me crucé con cinco chicos de Israel con los que tuve una fallida conversación de 3 minutos (la tuve que interrumpir mandándolos directamente a la m***da cuando, al decirles que en unos meses iba a ir a Líbano, Jordania e Israel se permitieron la soberbia de hacer la siguiente «broma»: ah, pero… Líbano… ¿aún existe?.

No sé qué pasa con esta gente, pero en todos los años que llevo viajando todos los israelíes que he conocido o parece que tiene una buena tara mental de soberbia o son directamente idiotas (al menos esa ha sido mi experiencia). Solo espero que cuando vaya allí cambie radicalmente mi percepción.

En fin, volviendo a la montaña… Este primer tramo desde que se sale del refugio es la parte fácil, pero pronto empezaremos a distinguir la base de la subida final a esta mole rocosa. Para llegar a ella hay que trepar primero por una fuerte pendiente de pequeñas rocas sueltas (sí, de esas pendientes en la que cada tres pasos retrocedes uno… ¡un horror!).

Una vez sorteado este obstáculo, empieza la adrenalina. He de reconocer que al principio me asusté al ver a la gente súper equipada con cascos, arneses y demás aparataje… Y es que yo iba con mis bastones y… ¡ya! ¿Me estaría arriesgando demasiado?

Pues bien, ahora que ya lo he hecho y, evidentemente, he sobrevivido puedo decir que NO, no me he arriesgado demasiado, pero también en parte porque me encantan las alturas y ni tengo vértigo ni me mareo.

La subida a la roca empezó directamente con cable, por un desfiladero muy estrecho y en pendiente de subida que se iba volviendo a cada paso más traicionero y empinado. Pero bueno, nada que no se pueda hacer poco a poco y con concentración.

Llega un momento en el que al cable se unen los pivotes para empezar a escalar por el tramo de pared «tirando a vertical» que salva los últimos 100 o 200 metros de desnivel.

Una vez más, no es complicado, pero hay que ir con agarre firme y tanteando bien el terreno (o el pivote) antes de apoyar los pies de forma alocada. Siguiendo el trazado pronto veremos la caseta (o el «Sputnik» como le llamé yo) que marca la cima del Triglav.

Y así, después de dos duras pero muy reconfortantes jornadas de montaña, me encontraba al fin en el techo de Eslovenia.

¡Ya era un esloveno de raza!, pues se dice en el país que todo esloveno debe subir al menos una vez en la vida al Triglav (están tan orgullosos de sus montes que el propio Triglav ocupa en la bandera el lugar que en cualquier otro país ocuparía un escudo o cualquier otro emblema mucho menos honroso).

Los primeros minutos en la cima del Triglav me quedé casi en blanco y no podía dejar de dar vueltas sobre mí mismo como si fuese una peonza descontrolada.

Mirase hacia donde mirase lo único que podía ver era una naturaleza brutal, sin resto alguno de civilización.

Solamente picos y más picos, valles, montañas, horizontes azules y horizontes rocosos… un regalo total para los sentidos.

Lo bueno de subir a este monte es que en lo alto no suele congregarse demasiada gente y, además, hay sitio suficiente como para caminar de un lado a otro y así disfrutar de los distintos puntos de vista.

Gracias a la necesidad que sentí de que me hiciesen una foto en tan mágico lugar, tuve la suerte de conocer a Frano e Iván, dos chicos de Croacia (el primero guía de montaña y el segundo… ¡profesor de matemáticas! oh yeah) que habían venido unos días a Eslovenia a hacer básicamente un trekking por el parque.

Congeniamos bastante rápido e hicimos todo el descenso juntos porque tenían pensado alojarse en el mismo refugio que yo.

Es posible que ya después de la descarga de adrenalina (mezclada con algo de nerviosismo) que tuve en la subida hiciese que ya me sintiese con seguridad como para llevar un ritmo un poco más continuo y marcado.

Bueno, eso y el hecho de no ir solo, que siempre ayuda.

Al dejar atrás la mega-roca y retomar el sendero normal ya relajamos un poco el ritmo. Lo que nos quedaba por delante no tenía ninguna complicación y, realmente, aún quedaban un par de horas de luz que podíamos disfrutar.

El descenso me pareció bastante más fácil que la subida, aunque realmente pensándolo fríamente creo que lo lógico habría sido lo contrario.

Además no teníamos tampoco demasiada prisa por llegar al albergue: la cena no la servían hasta las 7 y al no haber ducha no había posibilidad de tener que hacer cola. ¡Todo eran ventajas!

A punto de llegar al refugio descubrimos una interesante manifestación de «arte pedestre» que no había visto al pasar por ese mismo sitio unas horas antes.

No pude evitar acordarme de parte de mi alumnado y su continua obsesión por las manifestaciones fálicas (necesitan realmente una visita al Museo del Pene de Reykjavic para dar rienda suelta a toda su imaginación).

Con el estómago lleno (otra vez Goulash… ¡no me canso!) y las piernas aún temblando del tute, nos fuimos a ver la puesta de sol a 50 metros del refugio. Hacía fresco pero estos últimos rayos de luz después de muchas horas de pateo sentaban demasiado bien como para desperdiciarlos.

Una suerte haber conocido a estos dos. No solo por lo bien que nos lo pasamos y lo majos que eran, sino también porque me hicieron una recomendación de cambio de recorrido que acabó siendo un gran acierto).

Pero de eso hablaré en la siguiente entrada sobre la segunda mitad de mi ruta alpina.

¡Aún quedan muchos Alpes Julianos por recorrer!