Las diferentes paradas que hice de Mandalay a Inle fueron una muestra de la diversidad natural y cultural del país y de cómo a veces el camino o ruta para llegar a un sitio acaba siendo incluso más memorable que el destino en cuestión.
De Mandalay a Pyin Oo Lwin
Aunque realmente yo esto lo hice en una excursión de un día de Mandalay porque ya tenía reservado y pagado el alojamiento, creo que lo óptimo sería incluirlo en el viaje de Mandalay a Hsipaw (o Kyaukme, como fue mi caso) como primera parada.
De esa forma, evitaríamos las primeras horas del famoso tren, que son las más tediosas tanto por la falta de luz (el tren sale de Mandalay a las 4 de la mañana) como por el paisaje (lo realmente bonito empieza después), y también evitaríamos el súper madrugón.
Cataratas de Anisakan (Cataratas Dat Taw Gyaint)
Con sus casi 120 metros de caída, son un auténtico espectáculo durante la época de lluvias o inmediatamente después, cuando el torrente de agua brota de lo alto de la montaña con una fuerza y caudal pasmosos.
Para llegar, hay que dirigirse al pueblo de Anisakan, en la carretera que une Mandalay con Pyin Oo Lwin. El inicio de la ruta está muy cerca de este último y aparece tanto en Maps.Me como en Google Maps.
Hay que ir concienciado de lo que se va a hacer… La ida es bastante sencilla: hay que bajar por una pista que nos va metiendo de lleno en una garganta frondosa hasta llegar al pie de las cataratas.
Pero la vuelta hay que hacerla por el mismo camino con, probablemente, mucho calor. Son unos 300 metros de desnivel (es decir, no es mucho) pero la sensación térmica de calor y humedad no ayudan nada de nada.
Aún así vale la pena. Las cataratas son muy bonitas y, a pesar del cartel que indica que es muy peligroso bañarse, yo no vi ningún peligro salvo en lo fácil que es resbalar (¡así que quien tenga ganas de refrescarse puede traer tranquilamente el bañador!).
Mi amigo Arkar hacía mucho tiempo que no iba y no recordaba haberlas visto así, tan potentes, así que se quedó también muy contento de haber ido.
Jardines Botánios de Kandwgyi
La mayor atracción tanto turística como local de Pyin Oo Lwin son sus jardines (6000 Kyats) situados alrededor de un lago excavado por prisioneros turcos en 1915.
Aunque el entorno del lago es lo que primero llama la atención, hay que adentrarse bien y explorar las demás partes de los jardines.
Además de un aviario (que no me hace mucha gracia porque el formato «zoo» no es muy de mi agrado, pero bueno…) hay varios caminos de tierra o de madera que se adentran en pequeños bosques y acaban desembocando una vez más en el lago de entrada.
Una alternativa relajante a los típicos paseos entre pagodas o por las polvorientas y contaminadas calles-carretera de la ciudad.
Volviendo a Mandalay en moto nos cayó encima una tormenta impresionante que fue el preludio de la siguiente semana, con lluvia todos los días pero solo en algún momento puntual y, la verdad, siempre cuando no estorbaba demasiado.
Tren a Kyaukme
¡Me encanta viajar en tren! Es, sin ninguna duda, mi medio de transporte favorito pero, por desgracia, Myanmar no es un país ni con demasiadas conexiones para moverse en tren ni con trenes demasiado eficientes…
Aún así, hay una línea que destaca por su belleza, por pasar por un viaducto muy famoso… ¡Y por ir a una velocidad media de 20 o 25 km/h! Vamos, que en ciertos momentos podríamos haber saltado del tren, seguir caminando a su lado y volver a subirnos.
En cierto modo me recordó a los viajes e tren por la zona central montañosa de Sri Lanka: bonito, divertido, barato y con mucha gente local. ¡Toda una experiencia!
Tren Mandalay-Lashio
Este recorrido hacia el noreste del país lo cubre un tren cada día que sale de la estación central de Mandalay a las 4 de la mañana. La inmensa (casi todos, realmente) mayoría de los turistas cogen el tren o bien para ir hasta el Viaducto de Gokteik y después volver a Mandalay ese mismo día o para ir hasta Hsipaw y quedarse allí unos días para hacer un trekking.
A todo esto, la distancia en línea recta entre Mandalay y Hsipaw es de poco más de 100 kilómetros pero el tren tarda unas 12 horas en llegar (chucu-chú, chucu-chú).
En mi caso, volví tan emocionado del Lago Indawgyi y la ausencia total de turistas que decidí seguir con mi aislamiento y bajarme en Kyaukme, que también es un buen punto de partida para hacer trekkings o visitar aldeas Shan y Palaung.
Realmente yo no no tenía pensado hacer ninguna de esas cosas porque al final había optado por hacer el trekking de Kalaw a Inle, que es infinitamente popular, pero había encontrado una agencia que me tenía muy buena pinta.
Así que mi objetivo para Kyaukme era pasar un día y medio de relax en un pueblo tranquilo, sin turismo, dando una vuelta por el mercado y mezclándome con la gente local.
Resumiendo, que me levanté a las 3 de la mañana para estar en la estación a las 3:30, comprar el billete (1700 Kyats) y subir en el tren a las 4 dispuesto a pasar un día totalmente diferente.
Y así fue. Desde el primer momento. Me tocó compartir sitio con Alex, un chico de Barcelona y Tom, de Australia. Ellos también viajaban solos así que hicimos rápidamente buena piña para el viaje en tren (ya que ellos seguirían hasta Hsipaw).
La mayoría de la gente se pasó las primeras horas del viaje durmiendo. Es normal… Era de noche y todos habíamos tenido que madrugar mucho, pero la verdad es que nosotros estábamos tan activos y emocionados que no paramos de hablar en ningún momento.
Era muy gracioso ver el ambiente del vagón. Parecía la típica imagen que se ve siempre en las películas de los trenes de India con gente y maletas colocados de cualquier forma y sin importarle a nadie.
A veces echábamos un ojo a la gente que iba en «clase superior», que aunque más cómodos, se estaban perdiendo lo genuino de este viaje en un vagón con suelo de tablas de madera que no quiero ni saber cuántos años puede tener.
Ya de día, fuimos parando en varios pueblos en los que subía y bajaba gente.
A veces nos quedábamos detenidos más de 20 minutos, rato que aprovechaban muchas mujeres para subir al tren y vender de todo (y las que no subían te lo vendían directamente por la ventanilla).
A partir de Pyin Oo Lwin el paisaje empezó a mejorar a pasos agigantados. Había tramos en los que íbamos por una especie de túnel-canal de vegetación de todo tipo. ¡Las ramas entraban dentro del tren!
Como estuvieses sentado junto a la ventana podías acabar lleno de hojas y flores. Una locura.
Cuando salíamos de esos angostos pasadizos el paisaje era fue precioso. Amplias y verdes colinas en ambas direcciones que invitaban a quedarse mirando por la ventana (o desde la puerta) y dejar al tiempo pasar.
Pero realmente lo que nos impulsa a muchos a coger ese tren (además de los paisajes, claro está) es el ansiado momento en el que el tren cruza del famoso Viaducto de Gokteik situado a 102 metros de altura sobre el río Dokhtawady.
La historia de este puentecito se remonta a 1901, siendo en ese momento Birmania una colonia Británica. Fue construido por una empresa americana y la leyenda cuenta que no tuvo ningún tipo de mantenimiento durante casi 7 décadas. ¡Socooorroooo!
Aunque en su origen fue el segundo más alto del mundo, hoy en día es simplemente el más alto de Myanmar, pero no por ello hay que menospreciarlo… ¡La experiencia de cruzarlo a paso de tortuga en el tren regala casi más adrenalina que una montaña rusa para cualquier amante de las alturas!
Además, antes de cruzar, el tren para un rato en la estación de Gokteik, un poco antes del viaducto. En ese rato se puede bajar del tren para hacer fotos y tener una perspectiva completa «desde fuera», ya que pocos minutos después el tren irá sobre las vías del viaducto.
Me ha encantado esa experiencia. No podía parar de ir de un lado al otro del vagón para ver las dos vistas (la mejor es la del lado izquierdo en el sentido de la marcha si se ha salido de Mandalay).
Una vez pasado el viaducto, los paisajes siguen siendo muy bonitos, pero con la emoción de cruzar el viaducto superada, nos quedamos sentados, cansados y abatidos como si hubiésemos hecho un trekkng comprimido en 3 minutos.
Relax en Kyaukme
Tras 9 horas y media de viaje, llegué a Kyaukme pasadas las 13:30 de la tarde. El día anterior, Arkar me había ayudado a hacer una reserva por teléfono en el Northern Rock Guesthouse, que quedaba más o menos en el centro del pueblo pero también cerca de la estación de tren. Es decir, perfecto.
En pocos minutos me presenté allí y me recibió una familia encantadora que ya tenía mi habitación preparada.
¡Y menuda habitación! Por 12000 Kyats tenía una habitación privada, con ventilador, tele, cama de matrimonio y baño. Lujo asiático.
Desde ese momento hasta la tarde del día siguiente me dediqué a mí mismo. No salí del pueblo. Pude haber hecho alguna excursión a las aldeas cercanas, pero recordé rápidamente que estaba en un viaje largo (más de 80 días) y que tomarme mis descansos iba a ser necesario de vez en cuando.
Así que todo lo que hice fue descansar, leer, escribir en el blog, ver alguna serie, pasear por el pueblo, ir al mercado, comer… Una vida contemplativa que me sentó de maravilla.
De vez en cuando iba a la recepción de la guesthouse y hablaba con los dueños. La señora era majísima y tuvo, creo, una vida muy interesante para ser una mujer de su edad y en Myanmar (aprendió a hablar inglés en la universidad de joven) y el marido es médico y tiene una consulta en el pueblo.
Después, el chico que está siempre allí (supongo que será el nieto) es también muy salao, siempre sonriente y dispuesto a ayudar.
Creo que vale la pena incluir este sitio en el itinerario de viaje por Myanmar. Seguro que los trekking son también muy bonitos y, claramente, está mucho menos explotado que la ya conocida por todos Hsipaw.
Por supuesto, la lluvia también tuvo su momento de presencia. El segundo día estaba tomando un zumo tranquilamente en una cafetería local cuando de repente y sin previo aviso estalló una tormenta de tal calibre que todo el mundo tuvo que echar a correr y buscar refugio. ¡De locos!
Autobús a Kalaw
Había leído que era posible ir directamente de Kyaukme a Kalaw en autobús, y mi familia de la guesthouse me ayudó a conseguir el billete (15000 Kyats). El chico me llevó en moto hasta la carretera principal, donde el autobús tenía que pasar a las 5 de la tarde…
¡Pero al final no apareció hasta las 9 de la noche! Yo estaba preocupado porque empezaba a plantearme que a lo mejor ni existía el autobús, a pesar de que todos los conductores de los autobuses que pararon me decían que el de Kalaw venía «dentro de un momento».
Cuando subí me quedé más tranquilo, aunque empecé a plantearme si realmente iba a llegar a tiempo para utilizar la reserva que tenía para esa noche en Kalaw, o incluso si llegaría a tiempo para empezar el trekking que tenía reservado…
Mis temores crecieron cuando comprobé que en vez de seguir la ruta directa que yo creía que íbamos a tomar, el autobús puso rumbo a Mandalay. Así que el camino iba a ser más largo de lo que yo creía, el autobús era algo incómodo (aunque durante un rato pude ir tumbado encima de unas cajas que había en la parte trasera) y todo quedaba en el aire.
¡La emoción de viajar sobre la marcha!
Trekking de Kalaw a Inle: Sí, Vale La Pena
Aunque sea fan de lo poco turístico, hay que reconocer que a veces lo más machacado y lo más visitado si tiene su fama por algo es. Y ese es el caso del trekking de Kalaw a Inle, que en un principio había decidido obviar y que finalmente hice. ¡Menos Mal!
Llegada a Kalaw y Organización del Trekking
Al final, el autobús me dejó en Kalaw a las 6:30 de la mañana. Podía haber sido peor, desde luego, pero lo que estaba claro era que mi reserva de hostal para esa noche quedaba totalmente perdida.
Aun así, decidí presentarme. Al menos me daría una ducha y tomaría el desayuno, por lo que cogí una mototaxi que por 1000 Kyats me dejó en la puerta del hostal.
¡Para qué habré ido! No había nadie que supiese hablar un mínimo en inglés, así que no entendían la situación porque además tenían un desastre organizativo tremendo y no eran conscientes de mi reserva. Me di cuenta cuando vi al chico rellenar la ficha como si fuese para la siguiente noche, y no para la que acababa de pasar…
En fin, que sintiéndolo mucho, después de 15 minutos de desesperación intentando que me entendiesen, tuve que dejarles plantados e irme a la agencia del trekking.
Llegué a la JungleKing Trekking sobre las 07:30 de la mañana y comprobé que tenían, efectivamente, mi reserva para el trekking en orden. Allí conocí a dos chicas belgas, Sophie y Elien, que también acababan de llegar, así que nos fuimos a desayunar juntos ya que la salida no era hasta las 9 de la mañana.
Cuando volvimos había ya bastante gente, pero evidentemente nos iban a dividir en varios grupos. A mí me tocó con estas dos chicas (belgas de la parte norte), un chico y una chica belgas también pero del sur y 4 israelíes.
La verdad es que parecían todos muy majos y nuestro guía, Simon, más majo todavía.
El trekking nos salía a cada uno por 38.000 Kyats, incluyendo tres días de guía, dos noches, dos cenas, tres comidas, dos desayunos, un paseo en barca y el traslado del equipaje desde Kalaw hasta el hostal que tuviésemos reservado en Inle.
Increíble… Era casi como si nos pagasen por existir.
Casi todo el mundo llevaba unas mochilas medianas o grandes, pero yo me apañé con mi mochilita de 15 litros (¡y eso que llevaba la cámara grande!) ya que al final con una muda para la noche me llegaba. Mi plan era lavar la camiseta y el calzoncillo cada tarde al finalizar la ruta para volver a usarlo el día siguiente (y salió bien).
Nos habían dicho que por la noche hacía «frío», así que la camiseta para las noches que metí fuer la térmica, así pasé de llevar chaqueta ni nada por el estilo. He de decir que para mí fue más que suficiente (yo creo que de 15 grados no bajamos en ningún momento), pero ojo quien sea muy friolero… En total llevé (contando con lo puesto):
- Para caminar: pantalón de trekking de verano, camiseta de manga corta sintética, calzoncillo, calcetines de trekking de verano, poncho para la lluvia y las botas.
- Para las noches: camiseta térmica de manga larga, pantalón de chándal, calzoncillo, calcetines largos y chanclas.
- Aseo y demás: toalla de secado rápido, crema y cepillo de dientes, pastilla de jabón, champú, repelente de mosquitos y crema de sol.
- Otros: cámara de fotos, gafas de sol, mp3 con auriculares, batería externa.
Día 1: De Kalaw a Kyaut Su (19 Km)
Empezamos a caminar en la estación de tren de Kalaw con unas nubes y amenaza de chaparrón que no me gustaba nada de nada…
Nada más salir de la estación por un camino cuesta arriba, empezaron a caer unas gotas, pero tuvimos suerte y fue una amenaza que no se materializaría realmente hasta la noche.
La primera mitad de la etapa la hicimos por unos caminos rurales con preciosas vistas a los campos y a las montañas.
Estaba todo verde, pero muy verde, tanto por la temporada de lluvias que había acabado un par de semanas antes como por los chubascos esporádicos de estos últimos días.
Además del paisaje natural pudimos entrar en contacto poco a poco con la vida rural de la zona, porque uno de los mayores atractivos de este trekking de tres días es cruzar varios poblados de diferentes tribus para ver cómo viven y cómo trabajan tanto el campo como la artesanía.
Ya en esas primeras horas me alegré bastante de haberme animado a hacer este plan. Además, mis compañeros eran todos muy majos y rápidamente establecimos una buena dinámica de grupo que nos hizo disfrutar de todos los días de convivencia.
En la parada para comer se disipó la desconfianza que me quedaba aún con la comida (es que por el precio que pagamos…). Estaba claro que nos iban a cebar. Vamos, que comida no iba a faltar, porque las cantidades eran más que suficientes y siempre nos ponían algo extra para los que quisieran repetir.
Todo esto lo movía Simon con una naturalidad y alegría innatas. Habíamos tenido una suerte tremenda con nuestro guía. Disfruté mucho hablando con él a lo largo de los días del trekking sobre la historia de Myanmar, la antigua monarquía, el gobierno militar, la situación actual del país…
¡Un tío muy divertido, culto e interesante!
A medida que avanzaba el día fuimos pasando por diferente poblados (Tribus Danu y Pa-O) y el cielo iba volviéndose más y más azul.
Hubo momentos en los que la explosión de colorido era tal que parecía que estábamos atravesando un cuadro más que un trozo de campo.
Precioso.
Finalmente, después de casi 20 kilómetros de caminata, empezamos a encontrarnos con niños y más gente rural trabajando el campo y el maíz.
Habíamos llegado a Kyaut Su, el pueblo en el que íbamos a pasar la noche en una casa de bambú tradicional (como todas las del pueblo).
La verdad es que tienen el trekking muy bien organizado porque, a pesar de ser varios grupos, no nos encontramos prácticamente en ningún momento.
Solo cuando paramos a descansar. En general, el siguiente grupo llegaba al lugar de descanso cuando nosotros salíamos, así que durante la caminata nos sentíamos siempre como los reyes del lugar.
La casa era muy rústica pero extremadamente acogedora y el baño… pues ya os lo podéis imaginar: típica caseta colectiva fuera de la casa con un agujero en el suelo.
La ducha era un muro con una enorme pileta de agua (fría, por supuesto) y varias jarras para que cada uno se hiciese auto-servicio. Rústico total. Me encanta.
Día 2: De Kyaut Su al Monasterio Tee Thein (21 Km)
Después de la comida y la cena del día anterior era evidente que el desayuno iba a ser también proporcionalmente engordador.
Riquísimo. Mucho íbamos a tener que caminar y sudar para quemar todo ese material que nos habían puesto encima de la mesa y que nos habíamos ocupado de devorar tranquila y silenciosamente…
La primera parte del segundo día de trekking fue, quizás, la más fea, porque tuvimos que caminar un buen rato por carretera o por pistas anchas con algo de tráfico y poco encanto.
Empezó a mejorar cuando nos metimos por algunos pueblos en los que cultivan una especie de pimiento-guindilla en cantidades industriales.
Mirásemos hacia donde mirásemos podíamos ver miles y miles de estos pimientos rojizos madurando al sol.
Además del trabajo del pimiento también nos encontramos con muchas mujeres trabajando el campo. En ciertos aspectos (por algunos ropajes y las herramientas utilizadas) me recordaron a imágenes de la España rural hace 30 años.
En la primera parada que hicimos, Simon nos enseñó cómo preparar el Betel. Esta guarrada máxima tan popular en el país es la responsable del deplorable estado dental de la gran mayoría de la gente del país.
Se trata de una mezcla hecha con nueces de areca, tabaco y demás ingredientes (que pueden pasar por coco, papaya o lo que se les ocurra), todo enrollado en una hoja y masticando en la parte final de la boca hasta que suelta todo el jugo que acaban escupiendo.
El resultado inmediato es una boca totalmente roja. El resultado a largo plazo es que los dientes se vuelven negros (pero negros negros), y la adicción continua puede llevar a desarrollar cáncer en la boca, daños en el hígado y muchas más cosas.
Pero es uno de los deportes nacionales tanto para hombre como para mujeres, independientemente de la edad. Tan extendido está su uso que resulta muy fácil saber quién no lo toma, porque llaman la atención por tener unos dientes «normales».
Después de la demostración práctica del Betel seguimos caminando por tribus Pa-O y campos de arroz hasta que llegamos a la parte más montañosa de todo el trekking.
¡Por fin una subida en condiciones! Aunque todo el mundo le llame «Trekking al Lago Inle», hay que remarcar que poco tiene que ver con el concepto que yo tengo de trekking.
Sí que es cierto que caminamos por las montañas y la naturaleza, pero realmente no hay mucha subida o bajada. Las distancias caminadas cada día son largas, pero el desnivel acumulado es bastante asequible y no reporta ningún tipo de dificultad…
… salvo este tramo del segundo día, que se puede evitar dando un rodeo, pero que Simon decidió subir porque vio que éramos un grupo potente.
¡Y qué bien que se decidió por hacer la subida, porque fue de mis partes favoritas!
Desde lo alto había unas vistas maravillosas de los paisajes que estábamos dejando atrás, e incluso pudimos ver a otros grupos iniciar el rodeo porque no se atrevían a hacer la subida (jejeje).
A partir de ahí el camino fue mucho más sencillo hasta el Monasterio Tee Thein, donde pasaríamos la noche acompañados por un montón de grupos que también estaban haciendo el trekking.
Dentro del monasterio había unas cortinillas que separaban los colchones de cada grupo para dar algo de intimidad, y la verdad es que me sorprendió lo tranquila y silenciosa que fue la noche a pesar de estar por lo menos 30 personas (ningún ruido, sin ronquidos…).
A lo mejor fue por cansancio, porque al día siguiente mis compañeros comentaron que hubo una tormenta cercana al fin del mundo y yo no me enteré de nada.
¡Cuando hay que dormir se duerme y punto!
La cena estuvo, como de costumbre, muy bien, y la ducha repitió el estilo de la anterior: ¡Bucket shower para todos!
Día 3: Del Monasterio Tee Thein a Nyaungshwe (16 Km + Barca)
Aunque nos habían dicho que nos iban a levantar con los monjes a la hora de los rezos resultó ser todo una bola y nos levantamos a las 6, un poco antes de lo habitual. El objetivo era llegar a Nyaungshwe (la ciudad grande junto al Lago Inle) antes de las 3 de la tarde (¡Y vaya si lo conseguimos!).
Tras un último formidable desayuno acompañados por varios gatos necesitados de mimos, nos pusimos la ropa de caminar y empezamos la última jornada del trekking.
La buena noticia era que claramente la tormenta había dado paso a la calma y que, a pesar de la niebla matutina con la que empezamos, poco a poco el día fue abriéndose hasta acabar con un radiante cielo azul (aunque después a última hora de la tarde tuviésemos un aguacero total en Taunggyi, pero eso ya es otra historia).
Subimos por una pista por la que iban pasando motos cargadas con paquetes casi más grandes que un coche hasta que llegamos al control de acceso a la zona del Lago Inle.
Aquí tuvimos que pagar cada uno 15.000 Kyats para un ticket que dura una semana y que, evidentemente, nadie nos iba a pedir en ningún momento. Pero así funcionan estas cosas en Myanmar.
A lo largo de la caminata pasamos junto a tribus Inthar y subimos poco a poco hasta lo alto de una pequeña colina desde la que vimos el lago por primera vez al fondo.
A partir de ese momento todo fue llanear y descender hasta que llegamos a un pequeño embarcadero en el que nos subimos a la barca para llegar hasta el lago por el sur y atravesarlo entero hasta la punta norte, que es donde está Nyaungshwe.
El paseo en barca fue muy bonito, y relajante. Después de casi 60 kilómetros en 3 días, ahora por fin durante una hora aproximadamente (más la parada para comer) nos llevaban sin tener que hacer nosotros ningún esfuerzo.
Fue una bonita presentación a la vida del lago, porque primero navegamos por pequeños canales encajados entre los juncos para finalmente salir a la inmensidad del Lago Inle y ser testigos de toda la vida (tradicional y turística) que se da a diario sobre sus aguas.
Salió todo tan bien que llegamos a Nyaungshwe a las 2 de la tarde, con margen de sobra para llevar a cabo el plan que teníamos para esa tarde (¡el grupo entero aún se resistía a dividirse!).
El que no pudo acompañarnos fue Simon porque tenía que volver a Kalaw a cuidar a su hijo pequeño. ¡Qué pena! Habría sido genial que pudiese continuar con nosotros esa tarde.
Nos despedimos de él dándole una merecidísima propina por haber sido un guía excepcional tanto en lo profesional como en lo personal.
Con experiencias así se puede viajar hasta el fin del mundo.