Namibia 2017 – Etapa 3 – Ngepi: Primer Contacto con El Lado Salvaje

Una auténtica revelación. El formidable Ngepi Camp es un lugar mágico que hace que los días pasen volando y consigue que sus visitantes no se quieran marchar de la orilla del Río Okavango.

Por la D2512 y la B8 hacia el Norte

Después de muchas experiencias de naturaleza salvaje, exuberante y drástica; llegaba el momento de empezar a vivir el segundo tipo de experiencias por la que habíamos decidido venir a Namibia: El Lado Salvaje… ¡Animal!

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Hipopótamos disfrutando de las aguas del Okavango

Basándome en el recorrido inicial que me había planteado Rubén, me pareció buena idea empezar la búsqueda de animales en su hábitat más natural por el Caprivi (esa curiosa franja alargada que discurre al noreste de Namibia entre Angola, Botswana y Zambia).

Este apéndice de Namibia mide unos 450 km de largo y, de media, poco más de 50 km de ancho. Es, literalmente, como un corredor o pasillo con una curiosa historia. A finales del siglo XIX el canciller alemán Leo von Caprivi negoció la compra de esta región en un intercambio con el Reino Unido para así ganar acceso desde sus colonias al Río Zambezi y abrir el camino hacia la colonia alemana Tanganyika, situada en la costa este africana.

Y así, no después de varios conflictos y apelaciones, hoy en día esta franja de Namibia atraviesa los ríos Okavango y Zambezi contando además con una rica vida salvaje y un clima mucho más húmedo que el resto del país.

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Piscina en el río a salvo de cocodrilos e hipopótamos

Tuvimos que dedicar un día entero para llegar desde el Waterberg Plateau a Ngepi, nuestra primera parada dentro del Caprivi. Por supuesto, llegamos tarde, al límite y de noche a pesar de tratarse «tan solo» de 650 km y por carretera asfaltada y buena pero, como siempre, nos entretuvimos por el camino.

Llegamos a Grootfontein por la D2512 y seguimos por la B8 directos a Rundu, una ciudad relativamente grande (más de 60.000 habitantes) situada en la frontera con Angola. Ahí paramos para llenar los depósitos del 4×4 y comprar algo de comida en el supermercado.

No nos pareció un sitio demasiado interesante, así que optamos por continuar por la B8 hacia Caprivi para intentar llegar a Ngepi antes de la puesta de sol.

Peeero…

Paramos varias veces a ver los animales que aparecían a ambos lados de la carretera. Tuvimos también un momento de pánico en el que Isa se dio cuenta de que se le había caído el móvil en la cuneta al bajar del coche. Dimos media vuelta para encontrarlo, ¡y lo encontramos!

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Warthog sale a saludar

Cuando ya creíamos que estábamos yendo directos al campsite nos llamó mucho la atención un pequeño mercadillo de artesanía junto a un poblado tradicional.

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Paramos a ver lo que tenían y al segundo apareció casi al completo la familia que se encargaba de confeccionar todas las cosas que vendían. Las niñas no hablaban mucho inglés pero más o menos nos entendimos y nos estuvieron contando cómo es la vida que llevan en estos poblados (nada fácil desde luego).

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¡Contacto con la gente local!

Les compramos un par de cosillas y seguimos conduciendo hacia el este con la sensación de que esta vez, esta vez sí, íbamos a conseguir llegar al campsite de Ngepi antes de que anocheciese.

Lo que no sabíamos era que la entrada iba a ser tan complicada de encontrar…

Un impresionante Camping Rústico: Ngepi Camp

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Hasta Divundu no tuvimos ningún problema. Al llegar consultamos el mapa y calculamos que nos quedaban solamente unos 15 o 20 kilómetros para llegar e, increíblemente, ¡aún quedaba un buen rato para que se hiciese de noche!

Cogimos un desvío a la derecha antes de un puente que cruza el Río Okavango (siguiendo una indicación del Parque Mahango situado muy cerca del campsite). Era casi en su totalidad una pista de tierra pero muy ancha, así que nos confiamos y seguimos conduciendo esperando encontrar en algún momento una señal que mostrase la entrada al Ngepi Camp.

Pero esa señal no aparecía… y ya habíamos hecho más kilómetros de los que habíamos calculado… y se hacía de noche… ¡Oh no! ¡Otra vez no!

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Cuando nos dimos cuenta estábamos ya en la entrada de Mahango. ¡Nos habíamos pasado de largo y era ya prácticamente noche cerrada!

Dimos vuelta y empezamos a conducir muy despacio con las luces largas a tope aprovechando que no había nadie más. Por lo que se veía en el mapa el Ngepi Camp tenía que quedar a mano derecha así que que no sacamos ojo del borde de la carretera hasta que descubrimos una tímida entrada hacia el bosque con la señal del campsite. ¡Pero este sitio está totalmente escondido!

La pista de acceso es de rally total. Un camino estrecho y cerrado de varios kilómetros de arena suelta y que parece que no lleva a ninguna parte como se puede apreciar en el siguiente vídeo:

 

Hasta que llegamos a la puerta no teníamos nada claro que estuviésemos yendo por el camino correcto. Aún así, la aventura valió la pena… ¡El mejor campsite de todo lo que llevábamos de viaje!

Y es que menudo espectáculo. Es totalmente salvaje y natural con un serio sentido ecológico y de responsabilidad con el entorno. Pasamos dos días for-mi-da-bles.

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¡Ngepi Camp es un entorno privilegido!

Para empezar, nuestra parcela estaba a 10 metros del Río Okavango. ¡Un alucine! Las puestas de sol y amaneceres al borde del río son mágicos y por la noche podíamos incluso oír a los hipopótamos como si estuviesen casi dentro de nuestra tienda.

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Anochece en el Ngepi Camp

Desde la parcela podíamos llegar caminando a todas las partes del campsite atravesando unos preciosos caminos que parecían adentrarse en una jungla tipo Jumanji. Solo el hecho de pasear por las distintas zonas del Ngepi Camp es parte de la experiencia de venir hasta esta remota región de Namibia.

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La recepción está construida como una casita imitando el estilo tradicional de la zona, rodeada de un montón de esculturas de artesanía y pequeños detalles allá donde se mire. ¡Se lo han currado y bien!

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Aunque si tuviese que elegir mi zona favorita creo que me quedaría con los baños. Todo, absolutamente todo, está perfectamente camuflado y adaptado al medio natural. La sensación de ducharse con agua caliente del Okavango (calentada con energía solar) en una de esas geniales duchas rústicas bajo los cielos estrellados de Namibia y los múltiples ruidos de la naturaleza me pareció un sueño hecho realidad.

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¿Los baños más rústicos y preciosos de la Tierra?

Da igual donde mirase, o en qué baño me metiese. El detalle está cuidado al máximo sin perder la originalidad, el encanto y la esencia de estar en un medio salvaje.

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Pues eso… ¡Todo el mundo al Ngepi Camp! Una experiencia difícil de olvidar (140 NAD por noche y por persona).

Una Noche con las Grannies

La primera noche lo único que teníamos pensado hacer era familiarizarnos con el campsite, preparar la cena y descansar para aprovechar al máximo la siguiente jornada. Estábamos ya acostumbrados a la dificultad de establecer contacto tanto con la gente local como con los demás viajeros (salvo, en general, los sudafricanos), pero aquí volvimos a tener suerte.

Buscando el baño, Isa se topó con dos mujeres que tenían montado un despliegue mucho más profesional que el nuestro. Empezaron a conversar y nos invitaron a cenar con ellas.

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Son dos amigas (Gilly y Joan) de Sudáfrica (aunque una de ellas es originaria de Escocia) que han tenido vidas muy interesantes y ahora, as sus casi 70 años, siguen disfrutando de la aventura allá por donde van. Esta vez están haciendo un recorrido bestial de más de 3 meses desde Sudáfrica hasta Mozambique pasando por Namibia, Botswana, Zambia, Zimbabwe.

Nos lo pasamos muy bien hablando sobre nuestros países (nos animaron mucho a ir a Sudáfrica e incluso a Swazilandia y Leshoto, que siempre me han dado mucha curiosidad) y sobre la vida en general.

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Nuestra parcela en el Ngepi Camp

Al final, el tiempo pasó volando y se nos hizo tardísimo. Sería genial volver a coincidir con ellas en algún momento en alguna otra esquina del mundo. ¡Me encanta ver que el espíritu aventurero sobrevive a la edad!

Tienen un blog muy recomendable sobre sus viajes: Grannies in Africa

Paseo en Mokoro por el río Okavango

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Nos levantamos con un precioso amanecer sobre el Okavango. Teníamos un día frenético por delante pero que cogimos con mucha emoción por todo lo que íbamos a hacer.

Nuestra primera actividad era un paseo de dos horas en Mokoro (embarcación tradicional de las tribus de la región) por el Okavango. Los dos puntos fuertes del paseo eran la sensación de estar navegando por este río, archi-famoso por el Delta del Okavango (qué curioso que un río desemboque en un delta a más de mil kilómetros de la costa…) y la posibilidad de ver hipopótamos.

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Según mucha gente es una locura hacer ese paseo en Mokoro por lo locos y peligrosos que son los hipopótamos, pero el hecho de estar organizado por el Ngepi Camp y contar con un guía autóctono nos dio mucha seguridad.

Casi llegamos tarde a la hora de encuentro porque en Caprivi siguen la hora Sudafricana y no la hora de Namibia, algo que no sabíamos ya que no es oficial… ¡La organización interna de Namibia nunca dejará de sorprendernos! Pero bueno, al estar a 100 metros de donde habíamos quedado con nuestro guía no hubo ningún problema.

Nos subimos con él a la embarcación y empezamos a navegar por el río, que estaba totalmente en calma, invitándonos casi a bañarnos (cosa poco recomendable por cierto, porque además de hipopótamos hay cocodrilos…).

Pocos minutos después de empezar nuestro guía avistó ya el primer hipopótamo asomando el lomo y las orejillas. ¡Qué emocionante! Nunca antes había visto un hipopótamo en vivo y directo, y menos en el Okavango.

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Hipopótamo asomando…

Seguimos el recorrido pasando junto a unas pequeñas islas en medio del río donde había varias aves. Dos me llamaron mucho la atención. Por un lado los Pato Aguja Africanos porque me trajeron muchos recuerdos del Safari a pie de dos días que hice en el Parque de Chitwan en Nepal hace tres meses…

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… y, por otro lado, un Pigardo Vocinglero (un tipo de águila que es, al parecer, el ave insignia de Namibia). Este último estaba tranquilamente apoyado en una rama de un árbol seco y no fue hasta que echó a volar que nos dimos cuenta que se llevaba un buen pescado en sus garras.

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La ley de la selva.

Dejando atrás estas interesantes aves, seguimos el recorrido hasta un gran islote en el que nos bajamos para esperar al momento cumbre del paseo. El guía nos llevó caminando hasta un punto estratégico desde el que se veía perfectamente la otra orilla del río y ahí nos dijo que teníamos que esperar, aunque no sabíamos para qué…

Hasta que, de repente, varias orejillas de hipopótamo empezaron a emerger de las profundidades del río.

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¡Nos quedamos embobados! Al principio daba la impresión de que solo había unos cuantos (para mí ya suficientes), pero es que poco a poco empezaron a llegar más y más…

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Estuvimos más de cuarenta minutos viendo cómo llegaban y se iban, cómo se zambullían en el río, cómo se acostaban, se levantaban, y jugaban unos con otros.

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¡Ahora sí que puedo decir que estoy viviendo algo que no había experimentado nunca antes! Siempre me han gustado mucho los animales, pero no soy nada partidario de los zoos (aunque estén camuflados en entornos algo más agradables y naturales como Cabárceno), y el poder presenciar algo así en directo por primera vez… ¡Sin palabras!

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Cuando ya se acercaba el momento de volver al campsite había trece hipopótamos en total entre los que estaban dentro y fuera del agua. El día había empezado fuerte, y eso que no eran ni las 12 del mediodía.

Y de aquí nos vamos a hacer un safari en Mahango Core Area.

¡A por el primer safari africano!

2 comentarios en “Namibia 2017 – Etapa 3 – Ngepi: Primer Contacto con El Lado Salvaje

  1. La familia de tarros para las plantas en forma de ave serían los ideales para el pequeño jardín de Codeseda que hay al lado del gallinero, ja ja ja….. pena de no poder comprarlos.

    Maria

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