Irán 2017 – Etapa 4 – Shiraz: Piedra y Color

Shiraz es una parada indispensable en cualquier viaje a Irán. En muchos sentidos es cuna de la cultura Persa y la ciudad cuenta con suficientes alicientes como para dedicarle un par de días al menos. Por otro lado, una de las joyas de la humanidad del mundo antiguo está a tiro de taxi de esta pintoresca ciudad: ¡Perspépolis!, por donde desfilaron algunos de los más importantes nombres de la historia de las civilizaciones clásicas.

De Yazd a Shiraz Non-Stop con Escala en Persépolis

El autobús VIP que nos llevó de Yazd a Shiraz en unas escasas 6 horas es posiblemente el autobús más cómodo en el que haya viajado en mi vida. Vale que la decoración de estos autobuses de clase superior iraníes es, en general, tremendamente horripilante, pero los sillones se reclinan hasta conseguir un ángulo majo e incluyen una pequeña plataforma para las piernas. ¡Y qué decir del hueco entre asientos! Una maravilla.

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Menos mal que éstos no se encargaron de decorar las mezquitas…

Aun así, sigo sin ser capaz de dormir en un autobús con la misma intensidad con la que duermo en el tren o en el avión… tengo que seguir practicando.

Llegamos a la estación de autobuses de Shiraz a las 6 de la mañana y nos juntamos al bajar del autobús con Silvia y Anita (las anglo-polaco-iranís) y un chico francés que viajaba con ellas, Jamal. Fuimos a la cafetería de la estación a tomar algo de desayuno y a comentar algún plan para Shiraz aunque nosotros teníamos ya inminente nuestra primera parada: Persépolis.

Julia y Sakura (la húngara y japonesa con las que coincidimos en Yazd) habían reservado un taxi para ir los cuatro a primera hora de la mañana y así evitar los calorazos de la zona, ¡que hay que recordar que estamos en áreas quasi-desérticas!

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¡Viaje 2500 años al pasado!

A las 7 apareció el locuelo de Farhad a recogernos en la estación de autobuses. ¡Qué pena dejar atrás a estas dos chicas tan simpáticas! Nos despedimos creando un grupo de whatsapp in extremis para intentar juntarnos en algún momento en Shiraz.

De la estación fuimos al centro para recoger a Sakura y Julia y después directamente a Persepolis, donde se puede decir que tuve una revelación total y un glorioso reencuentro con una parte de la historia totalmente olvidada por mi selectivo cerebro.

Nos tomamos la visita con tiempo (es algo para disfrutar con calma) y regresamos a Shiraz sobre las 14:30. Nuestras compañeras se quedaron a descansar en un bonito parque esperando por el autobús nocturno que tenían para volver a Tehran y nosotros fuimos directos al punto de encuentro que nos había enviado nuestra nueva anfitriona de Couchsurfing: la estación de autobuses Karandish.

¡Menuda suerte que estamos teniendo con nuestros couchsurfers! En este caso, Nafise es una chica de 30 años súper dinámica y medio alocada (en el buen sentido) a la que le gusta mucho hablar, bromear y cocinar (¡menudos banquetes que nos preparó!). Su marido Motjaba es también muy abierto,y fue quien nos vino a recoger a la estación.

Viven en un pequeño apartamento en una zona tranquila del sudeste de la ciudad y, nada más llegar, ahí estaba Nafise esperándonos con los brazos abiertos, la comida en la mesa, y muchas ganas de recibirnos.

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Uno de los múltiples banquetes que nos preparó Nafise

Comimos juntos y estuvimos un buen rato de charla. Nos enseñó una especie de videoclip mega-moderno que hicieron par la boda y nos sorprendió bastante comprobar que podría colar perfectamente por una boda europea. Si es que no somos tan diferentes (salvo por los Khomeinis y la demonización global de esta pobre gente).

Haciendo cuentas fuimos conscientes de que llevábamos acumulado unos tutes bastante intentos en los últimos días (los dos tours de Yazd, el autobús nocturno, la mañana entera en Persepolis bajo un sol abrasador nada inesperado…). ¡Era el momento de descansar y bien merecido que lo teníamos!.

Aproveché la tarde para dar un buen descanso a mis piernas y clasificar las fotos de Yazd antes de que se me olvidasen las cosas que habíamos hecho.

Estábamos tan bien en casa de Nafise que sin darnos cuenta eran ya las 7 de la tarde. Optamos por un plan tranquilo: ir al centro en taxi (80.000 IRR) y visitar la Tumba de Hafez.

Shiraz: Caldo de Cultivo Cultural

Ésta es una de esas ciudades que parece que siempre ha estado ahí. Tiene más de 2000 años de historia y llegó a ser capital de la nación durante un breve periodo a finales del siglo XVIII d.C.

A diferencia de otras ciudades iraníes, Shiraz sobrevivió a las conquistas de los Mongoles y los Timurid gracias a la decisión de los gobernadores de pagar tributos en lugar de hacerles frente. La presencia de los poetas Sa’di y Hafez, así como de numerosos artistas y mentes pensantes contribuyeron a que se transformase rápidamente en una de las ciudades más importantes del mundo islámico en los siglos XIII y XIV d.C.

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La Mezquita Rosa, uno de los mayores atractivos de Shiraz

Entre todos sus gobernadores destaca la figura de Kamir Khan (un nombre bastante importante en la historia de Irán) que fue quien consiguió elevar a Shiraz al rango de capital y, aún así, mantenerse con el título de regente (Vakil) a pesar de ser virtualmente el hombre con más poder de toda Persia. Muchos edificios de la ciudad tienen este nombre, Vakil, haciendo referencia a este importante período en la historia de Shiraz.

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Espectáculo visual en la Masjed-e Vakil

Unas décadas después, los Qajar atacaron y destruyeron las defensas de la ciudad, moviendo en 1789 la capital de Shiraz a Tehran. Aún así la ciudad se las ingenió para no caer en la total decadencia y hoy en día es un importante centro cultural, en gran parte gracias a su potente universidad.

Aramgah-e Hafez y Reencuentro con los de Varzaneh

El taxi nos dejó a pocos metros de la entrada de la Tumba de Hafez (200.000 IRR). Al principio nos parecía imposible que pudiese ser ahí, ¡había cola para entrar! Y no precisamente de turistas… primera cola que vemos en Irán. Al poco nos dimos cuenta de que era jueves (los viernes son como nuestros domingos) y que seguramente este sitio es un punto de encuentro para socializar, algo que les encanta a los iraníes.

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Hafez es uno de los héroes de la nación, quizá el escritor (en concreto poeta) más importante del mundo persa. La tumba en sí es un bonito jardín adornado con un pabellón octogonal moderno del siglo XX (que aparece en los billetes modernos de 500.000 IRR). Es un sitio para entrar y deambular tranquilamente entre los multitudinarios grupos de gente local y las pequeñas tiendas de artesanía estilo mercadillo.

Por la noche la iluminación le concede un aire íntimo (dentro de lo íntimo que pueda ser cualquier cosa en Irán…) que acompaña a los pequeños estanques y vegetación.

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Después de una hora en los jardines pusimos rumbo a la calle Hafez que conecta la tumba de mismo nombre con la Darvazeh-ye Quran. A medio camino hay una pequeña plaza con un par de sitios para comer y lo más cercano a “ambiente nocturno” que vimos en Irán. Habíamos quedado ahí con Owen y Sofia, el irlandés y la danesa con los que habíamos compartido taxi para ir al desierto de Varzaneh.

Pasamos un rato muy bueno aprovechando el calorcillo nocturno y la sensación de libertad que se respiraba en esa plaza. Pero el cuerpo tiene su límite, y cuando ya asomaba el cansancio nos fuimos a descansar a casa de nuestra flamante anfitriona, Nafise. Teníamos aún un día entero por delante en Shiraz y había que aprovecharlo bien.

Masjed-e Nasir-Al-Molk: Danza de Colores

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Nuestro segundo día en Shiraz fue el primero desde Isfahan en el que no tuvimos sesión intensiva de transportes. Nos levantamos relativamente temprano para llegar pronto a la famosa “Mezquita Rosa” (150.000 IRR) y también para saborear con calma el desayuno que Nafise nos había preparado. ¡Pero cómo nos cuida esta chica!

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La magia de las vidrieras y la luz

La mezquita en cuestión se construyó a finales del siglo XIX d.C., por lo que es bastante moderna, pero no por eso poco interesante. De hecho, es de las más famosas de Irán por el exquisito juego de colores que sus vidrieras reflejan en las paredes y suelo de su salón principal.

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Fotos estilo «Phantom»

Tanto la guía de Lonely Planet como todos los comentarios que he leído en Internet o que otros viajeros me han hecho coinciden en que hay que visitarla muy temprano por la mañana (sobre las 8) para poder disfrutar del espectáculo visual de la danza de colores en su máximo apogeo.

Yo creo que las cosas han cambiado desde que el turismo está empezando a crecer en Irán. Por lo que hemos podido comprobar el colorido se mantiene como mínimo hasta las 10 de la mañana. Tan famosa es la teoría del “hay que ir muy temprano” que a las 8 se congregan en la mezquita el 75% de los turistas de todo Shiraz para hacerse su foto en la pared final, aguantar 10 minutos y marcharse.

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Pues ala, ¡yo también!

Nosotros nos quedamos bastante tiempo deambulando por el interior y exterior de la mezquita, y cuando nos dimos cuenta eran casi las nueve y veinte, los reflejos seguían siendo extraordinarios pero ya no había casi gente. ¡Momento ideal para unas buenas fotos sin acaparadores con sus palos selfies!

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La mezquita es famosa por el juego de luces, pero es impresionante en su totalidad

Así que hoy en día yo creo que la visita a las 9 es más que suficiente y, por otro lado, no hay que despreciar el resto de la mezquita (mirhab, patio…) ya que en todo su conjunto es magnífica.

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Antes de marcharnos nos encontramos una vez más con los holandeses (los de Isfahan y Yazd). ¡Está claro que nos vamos pisando unos a los otros! Tenían un guía privado con el que iban a pasar la tarde a Persepolis. Si no vuelven muy tarde intentaremos juntarnos con ellos… y con Owen… y con las chicas iraníes y su amigo francés… A ver si conseguimos organizar a todo el grupo, estaría muy bien como despedida de Shiraz.

Bagh-e Naranjestan: Relax entre Flores y Bajo Frondosos Naranjos

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Palacio Naranjestan

A poco más de 10 minutos caminando de la Masjed-e Nasir-Al-Monk se encuentran ocultos tras una poco interesante muralla los jardines de Naranjestan. La entrada cuesta 200.000 IRR pero se puede usar carné de estudiante (si el mío aún cuela quiere decir que son poco exigentes) para conseguir un descuento del 50%.

Los jardines son pequeños pero muy tranquilos y bien cuidados. Desde la entrada se extiende un largo pasadizo de pensamientos de diferentes colores, como si fuese una alfombra que conduce al palacio situado en la otra punta del recinto, el Naranjestan-e Qavam.

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A ambos lados de la alfombra de flores los árboles se alzan sobre pequeñas plazoletas con cómodos bancos donde se puede tomar el fresco, escapando de los calores que en los meses de primavera y verano azotan la ciudad.

Aquí nos reunimos otra vez con Sofia, que tenía la mañana libre antes de emprender su camino hacia el oeste de Irán. La esperamos tranquilamente en uno de estos bancos observando a los locales y probando una de las especialidades de Shiraz: unos noodles congelados mezclados con helado que no me convencieron nada de nada.

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A mí este invento no me convence

El ostentoso pabellón decorado con tantos cristales que crea reflejos discotequeros es de la segunda mitad del siglo XIX y se construyó como zona de recepción de la casa familiar de Mohammad Ali Khan Qavam al-Molk, que está adosada al mismo.

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Se mire por donde se mire es un exceso total, pero me resultó muy divertido jugar con los reflejos, y los reflejos de los reflejos (¿metareflejos?). Los efectos que se consiguen con los espejos siempre me han parecido muy curiosos.

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¡Toma exceso!

El resto de las estancias del palacio que se pueden visitar son más normales y habitables, pero lo más destacable sigue pareciéndome el bonito jardín de la entrada. ¡Para pasarse una tarde entera leyendo un buen libro!

Aramgah-e Shah-e Cheragh: Devoción Sin Fin

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Fe y amplitud en el mausoleo Aramgah-e Shah-e Cheragh

No pudimos entrar en la Masjed-e Vakil porque estaba cerrada. Al parecer estaba teniendo lugar un nuevo capítulo de “Esos tontos que están rezando”, pero al menos esta vez el encierro solo duraba una jornada, por lo que aún nos quedaba la mañana siguiente (antes de dejar Shiraz) para intentar entrar en esta mezquita famosa por sus columnas.

Sofia ya había visitado el santuario Aramgah-e Shah-e Cheragh y se quedaba sin tiempo, así que nos acompañó hasta allí antes de irse a recoger a su hostal. Hicimos una parada fugaz en la Madraseh-ye Khan donde dos tipos muy avispados sentados en ambas sillas a la entrada nos pidieron 50.000 IRR. Yo sabía que era gratis y Noe dudó también inmediatamente porque tenían pinta de todo menos de vendedores de entradas.

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Madrasa Khan

Titubeamos durante un par de minutos hasta que apareció alguien del interior. Le pregunté si había pagado entrada y dijo que no, así que pasamos sin darle más vueltas al asunto dejando clavados a los farsantes que, pensándolo bien, en ningún momento nos dijeron que esas 50.000 IRR fuesen para entrar, simplemente alargaron la mano y dijeron “5.000 toman”. Visto así, tampoco es que hubiesen mentido… jajaja

Con todo lo que llevamos visto no resultó una visita demasiado sorprendente, pero la tranquilidad que se respira en su interior sí que compensa el pequeño desvío hasta llegar a esta popular madrassa.

El santuario tampoco estaba muy lejos. Nos despedimos de Sofia y nos dirigimos a la entrada pensando que sería solo cruzar el umbral y ya está. Pero no… Este sitio es de los más sagrados de Irán y, por lo tanto, tiene condiciones especiales. Par empezar, las mujeres tienen que entrar con un chador (la tela que cubre de cabeza a tobillos) que proporcionan, menos mal, gratuitamente en la entrada.

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Además, hay un registro bastante estricto de las mochilas y solo se permiten las fotografías cuando se está acompañado de un guía oficial del santuario. Tampoco es excesivo problema ya que estos guías son gratuitos y el que nos tocó, con aire algo fanfarrón, resultó ser bastante agradable.

Nos juntaron con un grupo de belgas amantes de los vinos españoles y empezamos el recorrido por las dos enormes plazas que forman el santuario rodeados de fieles de todas las edades disfrutando de su espiritualidad.

En el siglo XII d.C. se construyó un pequeño mausoleo para honrar la muerte de Sayyed Mir Ahmad, uno de los hermanos del Imam Reza que fue asesinado por el califato en el siglo IX d.C. justo en este lugar. Posteriormente, durante la época de los Qajar, se amplió dando lugar a lo que se puede visitar en la actualidad.

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La pena es que los no musulmanes no pueden entrar en el santuario. Parece ser que a veces uno se puede colar, pero nuestro guía (aunque amable) no nos quitaba el ojo de encima, por lo que tuvimos que conformarnos por caminar por las bonitas plazas y alucinar con el fluir de gente que entraba y salía del santuario propiamente dicho. ¡Como hormigas desfilando!

Aún así, disfruté mucho de los preciosos minaretes y curiosas cúpulas de los edificios principales. La visita al interior del santuario queda para otra vida en la que acate el islam.

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Viendo a tanta gente entrar y salir del santuario me acordé de lo que nos había contado el guía de la visita por la zona antigua de Yazd (de lo poco que le escuché antes de desconectar). Me gustó el ejemplo que puso: “El Islam es como las actualizaciones del teléfono móvil. Si tienes una versión vieja (es decir, otra religión), puedes actualizarte a la nueva (el Islam), pero una vez que has hecho la actualización, ya no puedes volver atrás. Una vez que se es musulmán se es para siempre”. ¡Qué cosas!

Tarde de Relax y Quedada Masiva

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Isfahan + Varzaneh + Yazd = Shiraz

Eran casi las 2 de la tarde y el calor que hacía era demoledor. Paseamos rápidamente por el Arg-e Karim Khan sin pagar la entrada de 200.000 IRR por consejo de Nafise. Según ella, habiendo visitado otras construcciones de este tipo no vale mucho la pena entrar, ya que lo más bonito es realmente la propia muralla que se ve desde fuera.

Buscando un taxi para volver a casa nos encontramos de casualidad con Farhad, nuestro taxista de Persepolis. Sin pensarlo ni dos veces nos subimos para aprovechar la oportunidad de no tener que andar con el móvil enseñando mensajes en Farsi.

Llegamos para comer con Nafise y Motjaba y encerrarnos hasta que bajasen las temperaturas. Y es que menudo día-horno… entre el cansancio general, el calor y la exquisita comida de Nafise, hasta yo sucumbí a la siesta (algo que no hago nunca, pero nunca nunca). Me quedé tan profundamente dormido durante una hora que cuando me desperté y vi en mi reloj que eran las 6 estaba totalmente convencido de que eran las 6 de la mañana, y aún tardé un rato en encajar la situación y asimilar que no, que el día aún no había terminado.

Nos preparamos y fuimos en taxi hasta la Quran Gate (Darvazeh-ye Quran). Habíamos quedado allí con los holandeses para después juntarnos con los demás. Parece que sí que íbamos a conseguir juntar a los tres grupos: los holandeses de Isfahan, Owen de Varzaneh y Silvia y Anita de Yazd; ¡genial!

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Era viernes y hacía muy buena tarde-noche. La atmósfera de Quran nos recordó a todos a la del Puente Khaju de Isfahan, punto de congregación de la gente local para socializar unos con otros.

La verdad es que el día fue muy completo. Mucha cultura y mucha compañía interesante de diferentes nacionalidades. Así sí que da gusto viajar, encontrando a gente maravillosa y abierta por el camino.

Bye-Bye Shiraz

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Joyas del Bazar: Tazas Khomeinis y Shakira Khomeini

Sobre las 11 nos fuimos a casa. Allí estaban los italianos (Perla y Nicola) que habían llegado por la mañana y que también se alojaban con Nafise y Motjaba. Cenamos los 6 juntos y disfrutamos mucho las conversaciones sobre Irán y los peculiares couchsurfers con los que se habían quedado los nuevos huéspedes en Isfahan.

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Nuestros anfitriones y los italianos

Sin darnos cuenta eran más de las 2 de la mañana. ¡El tiempo pasa volando! Nos fuimos a dormir rápidamente y en un abrir y cerrar de ojos (nunca mejor dicho) estábamos desayunando para ir juntos al bazar.

Noe y yo nos adelantamos para visitar antes la Masjed-e Vakil (150.000 IRR), que el día anterior estaba cerrada. El taxi nos dejó casi la puerta y el sonriente y amable chico de las entradas me guardó la mochila grande del equipaje durante la visita a la mezquita y el bazar. Esta gente se desvive por sus turistas.

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Masjed-e Vakil

La entrada da paso a un enorme y precioso patio decorado con los habituales mosaicos que nunca me cansaré de ver, pero si destaca por algo la Masjed-e Vakil es por el imponente salón de 48 columnas perfectamente distribuidas que dan mucho juego a la perspectiva en función desde donde se mire.

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Salón de las 48 columnas

A diferencia de la Masjed-e Nasir-Al-Molk aquí no había nadie, absolutamente nadie. En los 40 mintuos que estuvimos en su interior no llegamos a ver ni a 10 personas. No entiendo porqué tan poca gente visita este rincón de Shiraz, a mí me ha parecido sencillamente imprescindible.

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Dejamos atrás con pena la que será con casi toda seguridad la última mezquita de nuestro viaje por Irán. La de Noe porque se vuelve ya a España y la mía porque mis próximas paradas están centradas ya en otro tipo de visitas (más orientadas a la naturaleza en zonas poco pobladas).

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Nos juntamos con Nafise y los italianos en la puerta y entramos al bazar. Es quizá el más tranquilo y mejor iluminado de los que he visto hasta ahora. Además, al ir con alguien local todo es diferente, todo es mejor y más fácil. Fue una estupenda despedida de Shiraz, de los tres días con Nafise y las dos semanas con Noe. Una vez más, el tiempo había pasado volando.

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Momentos del Bazar de Shiraz

Me fui en taxi a la estación de autobuses para seguir mi camino hacia el sudeste del país. Tras un maravilloso paréntesis de dos semanas me tocaba continuar otra vez en solitario, buscando nuevas aventuras y, como siempre, con todos los sentidos abiertos a las experiencias que mi ruta me proporcione, que seguro que no serán pocas.

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Reencuentro con Sofia

¡En Irán es imposible aburrirse!

2 comentarios en “Irán 2017 – Etapa 4 – Shiraz: Piedra y Color

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