Desviarse hasta Yazd vale la pena tanto por la visita a la propia ciudad, de las más viejas del mundo, como por los pequeños tesoros que la rodean. Ciudades de adobe, desiertos en miniatura y templos de antiguas y olvidadas religiones completan los encantos de Yazd como para que merezca una parada de varios días.
Circuito 1: Kharanaq y Chak Chak
La mayoría de las agencias locales que ofrecen este tour lo completan con una visita a Meybod. Nosotros decidimos prescindir de esa parada por recomendación de nuestros hosts de Couchsurfing y de otros turistas que comentaban que era la menos interesante de las tres y muy similar a muchas otras cosas de Irán.
Un buen circuito por Kharanaq y Chak Chak requiere en total de unas 6 horas, así que no quiero ni imaginarme cómo son los tours que ofertan las tres visitas en tan solo 5 horas… ¡Pim, Pam, Pum, Fuego!
Los amables recepcionistas del Kohan Hotel nos reservaron un taxi para completar el trayecto por 1.600.000 IRR a dividir entre cuatro personas (pues una pareja de alemanes se unieron a nosotros), lo que al final resultó ser incluso más barato que los tours multitudinarios.
Salimos del hotel a las 14:00 con rumbo directo a Kharanaq.
Kharanaq: Caminando entre Adobe Milenario
Teníamos alguna duda sobre si realmente nos compensaba tragar los más de 70 kilómetros hasta este desolado pueblo. En Varzaneh ya nos habíamos perdido por las calles de Ghoortan, otro poblado antiguo de adobe, pero al llegar nos dimos cuenta de la diferencia.
Ghoortan es totalmente plano y Kharanaq está en un pequeño alto y en su extremo final el pueblo baja acompañando a la falda de la colina, haciendo posible desde algún tejado (siempre por las alturas… jejeje) tener una panorámica del pueblo mucho mejor de la que se podía tener en Ghoortan.
Además, el hecho de que las vistas estén adornadas por las geniales montañas que rodean a este pequeño valle le suma muchos puntos a la visita.
Nada más llegar nos encontramos con un grupo de unos 10 chicos y chicas de unos 20 años haciendo un picnic en la entrada del pueblo. Nos invitaron a que nos uniésemos y es cierto que el ritmo del taxi lo íbamos a marcar nosotros, pero tampoco podíamos entretenernos en Kharanaq 3 horas… Aceptamos encantados unos trozos de pollo frito que nos ofrecieron y nos adentramos en el laberíntico trazado del pueblo.
Muchas de las casas están destartaladas o con varios muros derrumbados, pero otras tantas se conservan bastante bien y no cuesta nada colarse en su interior y asomarse a las muchas ventanas que tienen para contemplar las vistas del propio Kharanaq y los alrededores.
No hay indicaciones ni ninguna ruta establecida. ¡Hay que dejarse llevar! E intentar llegar a los tejados, eso siempre, y no una ni dos veces, ¡todas las que se pueda!
Al final con la tontería de andar como críos en un parque de atracciones de un lado a otro, subiendo y bajando escaleras que no sabíamos si nos iban a llegar a un nuevo rincón mágico o a la muerte, estuvimos en este peculiar pueblo fantasma algo más de una hora y media.
Parece difícil disfrutar de sus encantos en menos tiempo. Poco después de llegar nosotros vimos como hacía acto de presencia un tour con unas 10 o 12 personas que se limitaron a caminar por las calles principales sin hacer el cabra. ¡No señor! Kharanaq es para sentirse aventurero y explorar las sensaciones de cómo sería la vida en un pueblo de adobe en el que todo parece estar interconectado por sus tejados y pasadizos.
Chak Chak: La Meca Iraní del Zoroastrismo
La carreterucha que comunica de forma directa Kharanaq con este Ateshkadeh (Templo del Fuego, 50.000 IRR) atraviesa en su tramo final un enorme e inhóspito valle que termina en una gigante pared de roca vertical donde está el templo que realmente se llama Pir-e Sabz.
Todos los edificios que rodean al templo son corrientes construcciones modernas sin ningún tipo de interés, pero no hay que dejarse guiar por ellos. Hay una buena subida desde el parking hasta el templo que está oculto tras tanto moderno ladrillo, pero el esfuerzo vale la pena.
Dentro del pequeño Pir-e-Sabz se puede observar una genial combinación de los elementos de Fuego y Agua, tan importantes para los Zoroastrianos.
El lugar es bastante mágico y las vistas desde el templo parecen inigualables. Y lo serán para los que no quieran salirse un poco del camino marcado por las escaleras que ascienden al templo.
A medio camino bajando desde Pir-eSabz, se puede observar a mano derecha (a unos 300 metros) una pequeña colina que tapa parcialmente la inmensidad del valle. No hay ningún camino trazado, pero se ve de forma bastante clara cómo se puede llegar (no se tardan ni 5 minutos) hasta lo alto para ampliar el campo visual que se tenía desde el interior del templo.
Antes de volver a Yazd nuestro enérgico y bonachón taxista (que no hablaba ni gota de inglés, sabía yo más Farsi que él inglés…) nos sorprendió con una enorme sandía que nos sentó de muerte para paliar un poco el calor de la tarde.
Recomiendo totalmente esta escapada si se cuenta con una tarde libre en Yazd.
Circuito 2: Saryazd, Zein-O-Din, Fahraj y Pocket-Desert
Nuestro segundo día en Yazd lo dedicamos íntegramente a este tour. Ninguna de sus paradas es una joya que pase a la historia (sobre todo Fahraj…) pero el conjunto de todas ellas valió la pena y la genial pandilla con la que nos juntamos hizo de este día una jornada memorable del viaje a Irán.
Saryazd: Una Tremenda Fortaleza… ¡De Adobe!
A las 9 de la mañana estábamos en una pequeña furgoneta acompañados de dos australianos, tres franceses, un alemán y dos chicas anglo-polaco-iraníes (Silvia y Anita) que fueron el mejor descubrimiento del día.
Su historia es muy, pero muy peculiar. Nacieron directamente en Reino Unido, su padre es iraní y su madre es polaca. Cada uno de los progenitores se preocupó de que aprendiesen sus respectivas lenguas maternas, por lo que son trilingües perfectas: Polaco, Inglés y Farsi… ¡Toma ya!
Su padre no tienen ninguna intención de volver a Irán, pero ellas querían conocer sus orígenes así que se unieron a nosotros para recorrer parte de sus raíces también por primera vez.
El tramo de carretera hasta Saryazd (que significa “Cabeza de Yazd”) nos valió para empezar a hacer algo de piña. El poblado en sí no debe tener nada significativo (de hecho ni paramos). Lo que realmente vale la pena es descubrir lo que la Fortaleza Sassanid (100.000 IRR) guarda tras sus robustos muros.
En sus orígenes (Dinastía Sassanid entre los siglos III y VII d.C.) fue utilizada para proteger tanto a gente como sus riquezas de posibles atacantes. ¡Es como una ciudad entera dentro de una gran muralla!
Las casas y pasadizos son del estilo de Kharanaq, pero aquí está todo mucho más compactado (y quizá mejor conservado ya que hay partes en las que parece que se podría entrar a vivir directamente).
Las vistas desde los puntos más alto (en especial desde la torre principal) dan una buena idea de lo realmente grande que es esta ciudad amurallada de adobe que vete tú a saber todo lo que habrá aguantado y a cuántas batallas e historias habrá sobrevivido.
Espectacular primera parada del tour, ¡para no perdérselo!
Fahraj: Hola, Ajá, Chao
Si nos hubiésemos perdido la visita a la Masjed-e Jameh de Fahraj sí que probablemente no habría pasado nada. Se supone que lo impresionante de este pequeño pueblo es su mezquita, que está catalogada como la más (o una de las más) antigua de todo Irán.
Es cierto que después de ver las magnificencias de las mezquitas de Isfahan y la Masjed-e Jameh de Yazd resulta curioso encontrarse una mezquita tan “diferente” y también tan modesta; pero aún así me parece una parada solamente para gente realmente muy, pero muy interesada en encontrar ese contraste.
Después de 10 minutos estábamos todos volviendo a la caravana. Nos rugía el estómago y la parada en uno de los supuestamente más bonitos Caravanserai del país parecía mucho más apetecible.
Zein-O-Din: De las Cuadras al Hostal de Diseño
El Shah Abbas I ordenó la construcción de este Caravanserai (100.000 IRR) localizado a unos 60 kilómetros de Yazd (o como dice la fallida guía de Lonely Planet de Irán, “a dos días en camello”, al menos tienen algo de chispa….). Estas construcciones eran las antiguas estaciones de servicio y moteles de carretera para las caballerías.
Su forma poligonal es totalmente perfecta y está restaurado con mucho cuidado para que no pierda el encanto de sus más de 400 años de historia.
Desde la terraza hay una vista exquisita de las (creo) Montañas Zagros. Se aprecia perfectamente cómo el árido suelo estilo desértico da paso a las escarpada cadena montañosa, algo muy típico en Irán por cierto.
Quien se sienta pudiente puede pasar la noche en una de las bonitas habitaciones de madera que se han colocado en la estructura interna, donde supuestamente se alojaban antaño los caballeros que llegaban hasta aquí.
¡Menuda dureza de vida tenía que ser trasladarse con estos calores sin casi ninguna sombra a lomos de un camello, caballo o lo que sea! No me extraña que los iraníes sean los supervivientes a incontables conquistas, reconquistas, guerras internas y externas y climas extremos. Unos auténticos superhéroes.
Desierto de Lut: El Pocket Desert
La última parada del día prevista estaba bastante alejada de Yazd. Este pequeño (y a la vez bonito) desierto de dunas es como un desierto de juguete.
Situado más allá de Bafgh, conduciendo varios kilómetros hacia “la nada”, es tan pequeño que desde lo alto de una de sus dunas se puede distinguir perfectamente donde empieza (o acaba) en todas las direcciones. ¡Es como si el desierto en sí fuera el oasis! Muy curioso.
Uno de los motivos principales de acabar el día en el Pocket-Desert de Lut era ver la puesta de sol y el cielo estrellado sin contaminación lumínica. Desgraciadamente, igual que nos había pasado unos días antes en Varzaneh, el cielo se había nublado por completo a media tarde con lo que ni puesta de sol, ni estrellas, ni nada de nada.
Nada más llegar nos recibieron levantando la cabeza por encima de unos muros unos graciosos camellos que claramente están más que acostumbrados al contacto con humanos. Después de divertirnos un rato mirando para ellos (¡es que son graciosísimos!) nos ofrecieron hacer un pequeño paseo de 10 minutos por una de las dunas montados en camello.
Estaba ya incluido en el pack (para los que vengan de forma independiente, cuesta unos 50.000 IRR por persona) así que pensé: “¿por qué no?”. Había probado ya a montar en elefante en Sri Lanka y ahora, dos meses después, tenía la oportunidad de montar en camello y así cerrar el ciclo de animales exóticos en los que se puede dar un paseo.
¡Me gustó mucho más que montar en elefante! En ningún momento vimos que los tratasen mal. El guía simplemente iba sujetando la cuerda común que unía a ambos camellos para marcar el camino. Dimos un pequeño rodeo subiendo y bajando alguna que otra duna (¡las bajadas dan impresión de montaña rusa!) y volvimos al punto de origen.
No sé si volvería a hacerlo por el reparo que me da que se utilicen así a los animales, pero al menos las sensaciones fueron algo más positivas que con el elefante.
Con las zapatillas en mano y el meneo del camello aún en el cuerpo, nos unimos al resto del grupo que ya estaba en lo alto de una de las dunas más grandes para esperar por la no-puesta de sol (o puesta-de-nube).
No se llegó a apreciar nada y después de una hora soplaba un viento ligeramente moderado que, cuando nos dimos cuenta, nos estaba empezando a enterrar de la cantidad de arena que levantaba. Pusimos rumbo a la caravana para decirle al conductor que, visto lo visto, mejor regresar a Yazd con calma.
Aún así pasamos un rato muy bueno de conversaciones en lo alto de la duna.
¡Éste ha sido sin duda el día más cosmopolita y de mayor socialización de lo que va de viaje!