Mis primeros días en Nepal fueron un revoltijo de nuevas sensaciones y situaciones diversas: desde el frío, lluvia y tormentas hasta el cielo azul y el calor, pero también desde el relax extremo hasta la primera caminata seria. Lo importante es que he sabido aprovechar al máximo cada una de esas situaciones. Nepal, ¡there we go!
De Sri Lanka a Nepal
La tierra del Himalaya es la segunda parada en mi viaje de 75 días por Asia. La primera fue Sri Lanka y, para llegar a Nepal, volé desde Colombo con escala en Muscat con la aerolínea de Omán, Oman Air (300 €, sólo ida). Todo salió muy bien salvo un retraso de 2 horas en el segundo vuelo por mal tiempo (lo que hizo que pasase toda la noche aburrido en el aeropuerto de Muscat donde un cutre-croissant cuesta… ¡¡4 €!!)
Al llegar a Kathmandú se materializó mi temor… tenía que pagar el visado de 90 días y no de 30, y todo por un día extra (me quedo 31 días en Nepal). Me parece del todo injusto, pero no tenía nada que hacer salvo pagar los 100 USD y fastidiarme.
Conseguir el visado no es difícil, pero es un proceso que no he entendido bien… Primero tuve que rellenar un papel (tamaño DIN A6) con toda la información habitual, después tuve que rellenar otro papel (folio corriente, DIN A4) con la misma información, pero es que finalmente me pusieron en un ordenador… ¡a volver a rellenar lo mismo!
El ordenador además me hizo una foto, pero cuando fui al mostrador con todos los papelajos me pidieron una foto carnet. Una buena introducción al pequeño caos que debe ser este país.
Con todo, en una hora aproximadamente había terminado con el papeleo y recuperado mi equipaje. El aeropuerto de Kathmandú es bastante más pequeño y manejable de lo que esperaba y antes de darme cuenta estaba ya en la calle.
Dhulikhel y Dos Días de Relax
A la salida del aeropuerto me estaba esperando el bueno de Uttam con el que me iba a quedar los 4 primeros días (que al final fueron 6). Dejando atrás Kathmandú para más adelante, me fui con él a Dhulikhel, una pequeña ciudad situada a unos 30 km al este de la capital conocida por tener unas buenas vistas de los Himalayas. El plan original era visitar un templo esa tarde, dormir en su Innate Pension y después pasar los siguientes 3 días en Saping, su pueblo, pero el retraso del avión combinado con la predicción de tiempo Mordor-like para los próximos dos días hizo que tuviésemos que cambiar de idea.
Después de parar en el centro de Dhulikhel para que yo pudiese sacar dinero y comprarme una tarjeta SIM local (Ncell, 1000 NPR, 3GB de datos y 500 NPR de saldo) recogimos a Nimi, la amiga de Uttam que le ayuda a llevar su hostalillo, y continuamos hasta la Innate Pension (1300 NPR al día incluyendo 3 comidas).
Era ya demasiado tarde para ir al templo, así que me fui a dar una vuelta por la ciudad rodeado de millones de animales y locuras de marañas de cables y la excursión la dejé aplazada sine die en función del tiempo… ¡que resultó ser terrible los dos siguientes días!
Lluvia torrencial continua, tormentas, viento fuerte, temperaturas oscilando entre 4 y 7 grados… ¡Días de mantiña y relax! No pasa nada, después de todo lo que me moví en Sri Lanka dos días para relajarme, hablar con los divertidos Uttam y Nimi, entrar en contacto con la cultura y comida local, escribir y ver alguna serie me sentaron mejor de lo que creía.
¡Y es que menudos anfitriones y cocineros! Esos tres días de calma (y cama) me llenaron de energía y ganas para adentrarme en la verdadera Nepal todas las semanas que me quedaban por delante.
Templo de Namobuddha (Namo Buddha o Thrangu Tashi Yangtse)
Esta estupa es, junto las de Bohnath y Swayambhutha, uno de los puntos clave de peregrinación budista en Nepal, congregando a muchos budistas tibetanos de Nepal, India y, por supuesto, Tibet.
En lo alto de la colina (primera parada si se va desde Dhulikhel) está el formidable Monasterio Thrangu Tashi Yangtse que sobrevivió íntegramente al terremoto de 2015 (claro que se construyó en 2008, por lo que es más robusto que la mayoría de los edificios del país).
Ruta Dhulikhel – Namobuddha – Panauti
- Duración: 6-7horas (11 de marzo)
- Kilómetros Recorridos: 22 kilómetros (solo ida)
- Desnivel Total Acumulado: 450 metros de subida y 550 metros de bajada
- Puntos de Altitud Máxima y Mínima: 1733 m / 1443 m
Existe la posibilidad de hacer parte del trayecto en transporte público, pero no tiene gracia. Además, con las semejantes trombas de agua de los dos días anteriores las carreteras de tierra se habían transformado en auténticos lodazales que dejaban atrapados a camiones, 4×4 y autobuses.
La ruta no es ni tan fácil de seguir como la pintan ni tan corta como se suponía que iba a ser. Según Uttam eran 5 km de Dhulikhel al templo y otros 5 km a Panauti, pero el GPS no miente y al final me dejé las piernas en completar el trayecto. Eso sí, las vistas eran maravillosas… ¡La primera vez que veía los Himalayas!
No tengo palabras para describir la emoción que sentí, parecían de mentira, como pintados en un lienzo tamaño cielo. Una pasada (y eso que las fotos realmente no hacen justicia a lo impactante que es ver semejantes moles levantándose en la lejanía, el muro ideal de Trump)
Desde el final de Dhulikhel (a 1530 m de altitud), hay que desviarse a la derecha junto al mapa informativo de la zona y empezar a subir las escaleras. Aquí hay unas señoras que no se sabe bien de donde salen que al grito de “ticket, ticket” quieren vender a los turistas una ficticia entrada que no se necesita para nada (ni para las escaleras ni para el templo), así que yo seguí caminando.
Al llegara al final de los escalones (700 más o menos), hay una señal (¡la única en todo el recorrido!) que indica una pequeña subida al Kali Temple y el camino que continúa hacia Namobuddha. Desviarse hacia el Kali Temple no requiere más de cinco minutos y las vistas desde lo alto son buenas (el templo en sí o está derruido o no tiene gran cosa).
Desde esta señal descendemos un poco y nos desviamos a la derecha para atravesar un pequeño poblado con varias bifurcaciones. La gente local muy amablemente me indicó el camino en todo momento, y menos mal, ¡ya que de no ser por ellos no habría llegado nunca!
El camino continúa de forma parecida hasta llegar al punto en el que vemos Namobuddha al fin cercano, en lo alto de una colina. Al final, han sido en total 9,5 kilómetros desde Dhulikhel, pasando por diferentes poblados rurales con gente muy sonriente y agradable que amenizan el camino.
Realmente lo primero a lo que llegamos es al bonito Monasterio Thrangu Tashi Yangtse. Aquí me llevó un buen rato visitar sus recovecos, pequeñas estupas, bonitas vistas y salas interiores.
Una de las estancias (The Shrine Room) es un enorme salón donde decenas de monjes budistas (la mayoría niños, como si se tratase de una escuela budista) entonaban sus cánticos y leían sus textos sagrados, todos a la vez pero cada uno a lo suyo, generando un potente murmullo hipnótico. Lamentablemente no se pueden sacar fotos ni hacer vídeos, pero sí grabé un poco desde fuera para intentar captar el potente sonido.
Es un sitio muy tranquilo, o al menos el día que yo lo visité. Solo estaban los monjes, algunas personas locales y dos chinas con tacones infinitos que, evidentemente, habían venido en taxi o con porteadores reales, pero ni de broma por la ruta del barro.
Al final del recinto hay una curiosa montaña donde se juntan los cientos de tiras de banderillas budistas que empiezan desde distintos puntos del área del monasterio.
La cantidad y combinación de colores es simplemente genial, y se puede caminar entre las distintas marañas de hilos y banderas como si fuese un laberinto (aquí una de las chinas con tacones lo pasó un poco mal porque se enganchaba en todas partes, jeje…).
Volviendo unos metros hacia el monasterio hay un pequeño camino que desciende a mano derecha y que nos lleva por un bonito camino cubierto de árboles y más banderillas hacia la famosa estupa de Namobuddha.
La importancia de esta estupa no radica en su tamaño (como las impresionantes dagobas de Anuradhapura en Sri Lanka), si no en su importancia histórica y espiritual para los budistas de Sri Lanka.
Y aquí llegó el momento de tomar una decisión. ¿Volver por el mismo camino o continuar hasta el pueblo de Panauti? Pues bueno, quedaba mucho día por delante, así que decidí continuar, ya que desde la estupa el desvío estaba indicado (¡síiii!).
Fueron otros 9 kilómetros hasta Panauti. Al principio todo iba bien, llegué al primer pueblo donde estaban tocando música regional en una pequeña plaza, así que me quedé un rato a arrimar la oreja y mezclarme con la gente que pasaba por allí.
Pero a partir de ahí, los siguientes 7 kilómetros fueron un pequeño infierno. Era el día del “Holi”, la fiesta de los colores nepalí. La idea parecía muy guay, pero (y con todos los respetos), para mí acabó siendo un poco “Holi Sh*t”. Vamos a ver, que me tiren polvos de colores a la cara y la ropa pues me da un poco igual, aunque a la duodécima vez ya cansa, pero que me tiren cubos de agua por la calle, por encima de la mochila y del pantalón donde llevo la cámara, el móvil, y globos de agua a la cabeza desde las terrazas, no me hace ninguna gracia y lo único que consiguió fue que me saliesen un par de moratones (y soy de piel dura) y cabrearme. Por otra parte, las temperaturas no eran precisamente veraniegas…
Sé que soy un poco “The Grinch” con este tipo de festividades, pero me pareció un verdadero tormento. Así que el Holi para quien lo quiera, pero yo no quiero volver a verlo ni en pintura (nunca mejor dicho…).
Cuando llegué a Panauti me di una pequeña vuelta por el pueblo. Estaba todo cerrado menos un par de tienduchas de estas donde venden de todo. Quería comer pero fue imposible y me tuve que conformar con un paquete de galletas que sabían a gloria después de más de 20 kilómetros y litros de agua por encima.
No sabía que aún me esperaba la sorpresa final… ¡No había autobuses de vuelta por el dichoso Holi! (¡¡Noooooo!!), y el camino para volver a Dhulikhlel (pasando por Banepa) sumaría otros 10 kilómetros. Pero el destino me sonrió y me pasó una de esas cosas surrealistas que ocurren al viajar solo… un militar me vio con cara de póker y me preguntó a dónde quería ir. ¡Qué coincidencia, él también iba a Dhulikhel! Me dijo que esperase allí un poco con él que “mi vehículo estaba a punto de llegar”.
El vehículo en cuestión acabó siendo un 4×4 típico de los que se ven en las películas del ejército. ¡Menuda impresión! Pero es que ahí no acaba el asunto… cuando me monto en la parte de atrás junto con otros tres militares, descubro para mi sorpresa que en el suelo hay un señor cerdo atado y gritando sin parar porque era consciente de que se acercaba su hora.
Y así llegué a Dhulikhel, en un 4×4 de militares nepalíes que se llevaban su propio cerdo para cenar…
Mañana me voy con Uttam a su pueblo, Saping, al que solamente se puede acceder haciendo un pequeño trekking (¡ya veremos cuán pequeño es!). Sé que va a ser nuevamente una gran experiencia, pues este interesante personaje que tiene una bonita pensión en Dhulikhel, es también el responsable de uno de esos proyectos que te hacen creer nuevamente en la raza humana.
Pero eso será en el siguiente capítulo, ¡ahora me voy a cama a descansar las piernas que se avecina una nueva ruta!
Si las comparaciones no fueran odiosas, Fhileas Fogg a tu lado sería un principiante (perdone Sr. Verne). 😉
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Espero que lo que queda por delante te haga disfrutar del mismo modo que esta etapa 😀
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Qué recuerdos Mario!!Me ha encantado está entrada .Vaya vistas de las montañas!! Es espectacular. Sigue viajando con ese espíritu aventurero porque así disfrutamos los que te leemos desde el sofá! !
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Gracias a ti Cristina por tus aportaciones, consejos y, siempre exitosas, sugerencias 😉
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