Cuando en un período de 10 días tienes que coger 10 vuelos y en 9 de ellos acaba habiendo algún problema o retraso o pasando algo extraño, te preguntas si el mundo está definitivamente en tu contra o si simplemente estás atravesando una verdadera prueba de paciencia.
Y es que eso es, sin ninguna exageración, el resumen el horror aéreo que he vivido durante el viaje a Bahamas… ya desde antes de despegar el primer avión supe que aquéllo no iba a ser del todo normal… ¡y no estaba equivocado! A continuación os cuento la…
Crónica del Horror de la Aviación
VUELO 1: Pamplona – Madrid
Originalmente mi idea era trasladarme de Pamplona a Madrid en autobús. Pero cuando comprobé que el billete de ida y vuelta Madrid-Nassau me valía 995€ y añadiendo el tramo de Pamplona, es decir, Pamplona-Nassau, subía solamente en 35€ (1030€ en total), me pareció claro que lo más cómodo era volar desde Pamplona, llegar directamente a Barajas y no tener que andar moviéndome por Madrid.
Pero ya aquí todo empezó mal… y es que cuando ves desde la cristalera del aeropuerto un avión rotulado «Comunitat Valenciana» y que después por dentro está decorado con atrezzo de «Junta de Castilla y León«, todo da que pensar que ese avión se ha hecho con copia-pega de a saber qué…
Estando ya en mi asiento, el avión se colocó en la pista de despegue. El aeropuerto de Pamplona es tan ínfimo que para esto sólo tiene que recorrer unos cuantos metros. No hay apenas tráfico (4 vuelos diarios Pamplona-Madrid) así que no entendía porqué estábamos ahí parados sin despegar.
–DING DONG. «Les habla el piloto. Hay unas luces encendidas en el cuadro de mando que no deberían estarlo, así que vamos a volver al aeropuerto»
Este fue el primer sentimiento de horror…
–DING DONG. «Las luces siguen encendidas, así que vamos a reiniciar el avión»
Sí sí, lo recuerdo perfectamente, la palabra utilizada fue reiniciar. Al momento, las luces se apagaron y se oyó un ruido semejante a si el avión resoplase. Acto seguido, nos acompañó un ruido parecido al que hace mi coche que tienen 21 años cuando está muy frío y lo enciendo…
–DING DONG. «Las luces se han apagado, así que vamos a intentar despegar»
La palabra «intentar» de esa frase no me gustó nada de nada… pero bueno, despegamos y llegamos a Madrid media hora tarde. Durante el vuelo todo fue bien, pero reconozco que pasé una hora con el corazón dándome vueltas por el cuerpo entero.
VUELO 2: Madrid – Miami
Mi escala en Madrid era muy corta, de poco más de una hora, por lo que ese retraso de 30 minutos me daba pánico. Pero no pasa nada… el vuelo Madrid-Miami tenía 2 horas de retraso, así que al final hasta tuve que esperar. El vuelo operado por American Airlines fue bien, salvo este retraso que dificultaría mi vida más de lo que sospechaba.
EL CAOS DEL AEROPUERTO DE MIAMI
A Gauss pongo por testigo que intentaré por todos los medios no volver a poner un pie en ese aeropuerto infernal mientras me quede cordura. Una vez en tierra, tardamos la friolera de 3 horas y media en pasar el control de aduana (un año antes en el JFK de New York tardamos poco más de 30 minutos). Eso hay que sumarlo al retraso de 2 horas que traía el vuelo anterior y que mi escala en Miami era supuestamente de 2 horas… jajaja, para llorar, sí.
En resumen, aterrizamos aproximadamente a las 16.20 y mi siguiente vuelo (Miami-Nassau) tenía prevista la salida a las 16.35. Ni Flash Gordon lo habría conseguido.
Para más inri, en este aeropuerto en principio no se hace transfer de equipaje entre vuelos, por lo que después de esas 3 horas y media para pasar el control nos encontramos todas las maletas amontonadas en una pila caótica en una sala del aeropuerto. El personal no ayudó mucho, la definición de «trabajar a ritmo caribeño» debió acuñarse en este aeropuerto.
Aún así, por si perder el enlace fuese poco, el trenecillo que hace el intercambio entre terminales se averió estando yo dentro… Tuvieron que venir a sacarnos y después a correr por todo el aeropuerto para llegar a tiempo (¿a tiempo? ¿qué tiempo si mi vuelo había salido ya hacía varias horas? En fin…) a la puerta de embarque.
Allí me planté a las 21.00 y me dijeron que no pasaba nada, que me reubicaban en el siguiente vuelo a Nassau que salía a las 23.30.
VUELO 3: Miami – Nassau
Después de unas horas esperando, empezaron a llamar para el embarque, con la desagradable sorpresa de que mi nombre no figuraba en ningún listado. Fui a preguntar al personal que estaba allí en la puerta y me dijeron que mi asiento en ese vuelo dependía de que alguien no apareciese (¡toma esa! esto de que el overbooking sea legal es genial).
La señora no debió entender mi cara de mezcla entre desencajado y Furia de Titanes, así que acompañó ese comentario con el siguiente:
-Si le apetece, puede también ofertar su asiento en reventa y sacar una compensación económica.
–Mire, yo lo que quiero es llegar porque mañana a las 7 de la mañana tengo otro vuelo que coger.
Lo cual era cierto… al día siguiente nos íbamos a ir a Eleuthera, y ya empezaba a pensar que iba a perder incluso ese vuelo: ¡HORROR!
Pero un milagro ocurrió y, literalmente, 15 minutos antes de la salida del vuelo la señora se dirigió a mí y me dijo…
–Han quedado dos asientos libres. Si es capaz de correr por la pista y llegar hasta el avión antes de que despegue, podrá subir.
Yo no daba crédito, pero parecía cierto. Empecé a correr como si no hubiese un mañana por la pista del aeropuerto de Miami… aquéllo parecía digno de una película de «Aterriza como Puedas«. Cuando llegué junto al avión, salieron para abrir la bodega, metieron mi maleta, me indicaron mi asiento, y despegamos.
¡No me lo podía creer! Después del periplo, al fin llegaría a Nassau, con 7 horas de retraso y cuatro infartos por el camino.
VUELO 4: Nassau – North Eleuthera
Tras pasar el control de aduana de Nassau (bastante rápido, puesto que a esas horas no había nadie), estaban esperándome allí Cris, Sam y Rafa. Nos fuimos a casa a dormir algo ya que al día siguiente (ah no, que ya era el día siguiente, jajaja, es decir, en 5 horas) Rafa y yo nos íbamos a Eleuthera.
Nuestro vuelo estaba programado para las 06.45 AM. Llegamos temprano al aeropuerto para ver que la puerta de embarque que nos indicaron… ¡no existía! Pronto nos dijeron que los vuelos de esa compañía se asignaban siempre a última hora y podían salir realmente de cualquier puerta. Oye, pues genial, ¿no? Mega-caos. Al menos el control de equipaje era tan irrisorio que pasamos cada uno con una botella de agua de 2 litros en la mano y les dio literalmente igual.
Cuando al fin encontramos de dónde salía el avión ya iba con una hora de retraso, pero al menos existía. Existía aunque cayéndose a trozos, pero era el más cutre-lux que había visto en mi vida. En ese momento entendí porqué al comprar los billetes una de las cosas que nos habían pedido era el peso, para nivelar los pasajeros dentro del avión.
Pese a todo, el vuelo de 15 minutos fue bien, dentro de este avión de juguete en el que no cabíamos ni de pie y que contaba con algún que otro agujero en el fuselaje.
VUELO 5: North Eleuthera – Nassau
Comparado con los vuelos anteriores, éste fue un relax absoluto.
- ¿Salió tarde?: sí
- ¿En el aeropuerto nos daban información fiable?: no
Pero el aeropuerto es tan enano (no llegará ni a 150 metros cuadrados) que con toda tranquilidad pudimos salir un momento a tomarnos un refresco bahameño mientras esperábamos.
Una hora después, vimos que el avión estaba en pista, y 5 minutos después estábamos ya listos para volver a la isla de New Providence, y yo por fin descansar largo y tendido.
VUELO 6: Nassau – Great Exuma (George Town)
Y se obró el milagro y todo salió bien. Primera compañía (BahamasAir) que me daba una pequeña alegría en todo el viaje (y menos mal, porque de haber llegado tarde habríamos perdido el viaje a las Exuma Cays).
VUELO 7: Great Exuma (George Town) – Nassau
No todo podía ser tan bueno. El vuelo de regreso se retrasó casi 2 horas. El problema es que habíamos quedado con Sam que nos iba a recoger en el aeropuerto de Nassau, y mi móvil y el de Rafa no funcionaban en Bahamas (demasiado «modernos» para el país) y el de Cristina (uno de los dos únicos modelos en venta en Bahamas) se había quedado sin batería, y no había ningún teléfono público cerca.
Cuando ya llegamos a Nassau, pudimos llamar desde el aeropuerto, pero Sam no contestaba… así que cogimos un taxi, con toda la mala suerte de cruzarnos en mitad del trayecto con Sam, que iba conduciendo de vuelta hacia el aeropuerto, ya que al ver el retraso se había vuelto a casa y ahora volvía a por nosotros. ¡Un nuevo caos! Cuando llegamos a casa pudimos llamarle de nuevo para decirle que ya estábamos en el piso y que se volviese del aeropuerto.
VUELO 8: Nassau – Miami
Volvemos al infierno. Una vez en el aeropuerto, me entero de que mi vuelo de las 15.00 con American Airlines a Miami estaba más que retrasado, con el consecuente riesgo de perder el enlace a Madrid que salía de Miami a las 18.00. Gracias a una fortuita alineación de los astros, me colaron en un vuelo de BahamasAir que salía en media hora, por lo que tuve que ir corriendo una vez más por los pasillos del aeropuerto. Al menos me comunicaron que esta vez sí que me hacían el transfer de maleta hasta Pamplona en todos los aeropuertos (aunque no me dio muy buena espina, y estaba en lo cierto como veréis a continuación)
Ya sentado en el avión, no me esperaba la sorpresa que me aguardaba en Miami: la huelga de Iberia había hecho que se cancelase mi vuelo Miami-Madrid, y me tenían que meter en un vuelo que salía varias horas después de American Airlines.
Cuando llegué a Madrid no me lo podía creer… ¡estaba ya en España y me daba tiempo a coger el vuelo Madrid-Pamplona que iba en hora! Me asusté un poco al ver que era el mismo avión Comunitat Valenciana / Junta de Castilla y León, pero bueno, cerré los ojos y pa’lante.
Aterrizamos en Pamplona tras un vuelo suave y sin ninguna complicación. Pero el destino me tenía una última sorpresa guardada, un pequeño easter egg que no me esperaba… cuando todo el mundo se había ido, yo seguía esperando en la cinta por mi maleta, la cual nunca llegó a aparecer.
¡No podía ser! ¡Ahora esto también! Hecho una furia fui al mostrador de Iberia a comunicar que mi maleta se había perdido. Cuando la chica tomaba mis datos me preguntó la procedencia, y al decirle Bahamas se echó a reír como si le hubiese dicho «vengo de la Conchinchina», pensando que era una broma. Sólo cuando vio que el primer trayecto lo había hecho con BahamasAir se dio cuenta de que era cierto. Tomó nota del itinerario y me dijo que ya me llamarían y que me la llevarían a casa cuando apareciese.
Para mi sorpresa me llamaron a las dos horas. El problema fue que en Nassau escribieron mal el código del último vuelo, y la maleta se había quedado en Madrid porque el vuelo que habían puesto no existía (¡al menos no se equivocaron y pusieron el código de un vuelo a Buenos Aires!, pensé yo), así que ya estaba en el aeropuerto de Pamplona. Pero mi felicidad duró poco, porque la siguiente frase que me dijeron me dejó de piedra:
-De todas formas tendrás que venir tú a buscarla al aeropuerto, no te la podemos llevar a casa porque tu maleta ha sido precintada por la Guardia Civil y tienes que estar presente cuando la abran para la inspección.
Ciencia ficción pensé… Me subí al coche y fui al aeropuerto. Los guardia civiles en cuestión se habían ido de café, y aparecieron media hora después. Abrieron la maleta, hurgaron un poco por todas partes y me dejaron irme, con mi equipaje, a mi casa, a dormir para ir a trabajar al día siguiente después de semejante trasiego.
Ha sido una gran odisea todo este asunto de los vuelos del mal, pero me ha servido para ganar mucha experiencia en el tema de los imprevistos en los transportes y también para perderle algo de impresión a volar, ya que aunque soy fanático de las alturas, montar en avión nunca ha sido algo que me emocione demasiado.
¿Volveré a tener un viaje tan caótico como este? El tiempo lo dirá.
¡Hasta la próxima!