La joya monumental de Camboya y del Sudeste Asiático. Angkor es una meca obligatoria para cualquier viajero interesado en las culturas antiguas pero, aún sin tener ese especial interés, es difícil no rendirse ante la majestuosidad de los templos del antiguo Reino Khmer.
Día 1: Templos Periféricos
Los templos más famosos quedaron para el segundo día. Me pareció una buena idea, para no ir de golpe a lo más espectacular y evitar que los templos menos conocidos, pero igualmente espectaculares, pierdan el factor de impacto.
Banteay Samre
La primera parada que hicimos con Mr. Vebol fue en este templo a 12 km de Siem Reap y que, muchas veces, es ignorado por los turistas por no quedar dentro de los itinerarios principales.
Por su estilo se calcula que data del siglo XII y, además de estar perfectamente restaurado y conservado, es único en todo Angkor por tener dos fosos.
Además de lo bonita que es la estructura en general, destaca por los grabados del Ramayana que se conservan en varias de sus paredes.
Fue un muy buen comienzo de día, porque el templo es estupendo y no había casi nadie.
Banteay Srei
A pesar de lo lejos que está (35 km al noreste de Siem Reap), Banteay Srei es un templo que no hay que dejar de lado y que cautivará a cualquier visitante, independientemente de que ya haya pasado por uno, diez o cincuenta templos.
En nuestro caso fue la segunda parada del primer día. Llegamos relativamente pronto y no había demasiada gente, así que pudimos visitarlo sin prisas ni sensación de agobio.
Lo más llamativo de Banteay Srei es la propia piedra con la que está construido, de color rosáceo, y también los grabados, mostrando escenas del Ramayana y motivos florales.
En sí, el diseño del templo es relativamente sencillo, con tres muros concéntricos, un foso interior y varias torres en su centro. Para acceder, hay que cruzar una especie de calzada que lleva hasta la entrada principal por el este.
Una vez dentro, hay que dedicar tiempo para apreciar los grabados, ya que son realmente la parte más espectacular de este pequeño templo.
Y es que realmente hay pocas partes del templo que no tengan grabados, ya sean dedicados a escenas del Ramayana, a las batallas de los dioses mono Vain y Sugriva o a los dioses Shiva y Vishnu.
Preah Khan
El tercer templo de nuestro primer día de recorrido por Angkor fue el que nos dio (por primera vez) todo lo que realmente esperábamos encontrar aquí: un templo majestuoso, con grabados y al que la naturaleza está ya reclamándole su sitio natural.

Árbol «agarrando» al templo
Fue construido por el rey Jayavarman VII y sirvió a la vez como templo, monasterio y universidad, dando trabajo a más de mil profesores.
A finales del siglo XII, fue consagrado como templo Hindu y Budista para los seguidores de Buda, Shiva y Vishnu (entre otros, ya que en total se podía rendir culto en este templo a 285 dioses).
Lo que pudimos ver en Preah Khan fue similar a lo que vimos al día siguiente en Ta Prohm, el famoso templo inmortalizado en el cine por una escena de la película Tomb Raider y al que, desde entonces, acuden hordas de turistas buscando la foto típica.
Pues bien, todo eso se puede experimentar más o menos de forma similar en Preah Khan, pero con una atmósfera mucho más tranquila y única que te permite realmente disfrutar del lugar.
La forma óptima para no perderse es entrar por una de las puertas (este u oeste) y quedar con el conductor para que espere en la otra puerta y así hacer un recorrido lineal.
Si no recuerdo mal, nosotros entramos por la puerta este, que es la menos concurrida, y quedamos con Mr. Vebol para que nos esperase en la puerta oeste.

Puerta oeste
No hace falta conocer demasiado sobre la historia del templo para disfrutarlo, ya que las ruinas hablan por sí solas: enormes muros con preciosas decoraciones y parcialmente engullidos en algunas zonas por los árboles del bosque.
¡Absolutamente mágico! No nos podíamos creer que estuviésemos disfrutando de algo así prácticamente sin nadie a nuestro alrededor (todo lo contrario a lo que experimentaríamos en Ta Prohm).
Cerca del Hall de los Bailarines, hay un edificio de dos plantas construido con columnas redondas que, supuestamente, dio cobijo a la espada sagrada (que es justo lo que significa Preah Khan).
Parece ser que este arma fue entregada en una ceremonia al heredero de Jayavarman II y los camboyanos aún creen que quien tenga la espada en su poder tendría el derecho a heredar el trono.
Existe una leyenda urbana que ubica esta espada bien guardada bajo llave en algú lugar del Palacio Real en Phnom Penh…
Neak Pean y Ta Som
El pequeño pero elegante Neak Pean («Serpientes Enroscadas«) es un estupendo templo rodeado de agua, ideal para intercalar entre otros templos grandes y disfrutar del paseo acompañado por los monjes que suelen estar también estirando las piernas.
La estructura consiste en una única torre, algo bastante inusual en Angkor, situada en el centro de un estanque en la que se pueden apreciar las dos serpientes que dan nombre al templo.
Muy cerca de Neak Pean está el también pequeño templo budista de Ta Som. Aunque se le nota bastante el paso del tiempo (y también el paso de la jungla), nos pareció realmente bonito y, una vez más, curiosamente alejado de las multitudes de turistas.
De hecho, a estas alturas empezamos a sospechar que mucha más gente de la que pensábamos compra el pase de un solo día (algo que corroboraríamos al día siguiente), dedicándose entonces únicamente a los 3 o 4 templos principales.
Pero lo que más nos gustó de Ta Som fue una puerta totalmente engullida por uno de los míticos ficus de Angkor, fusionándose totalmente con el muro y creando una combinación maravillosa de jungla y civilización.
Al otro lado encontramos a una mujer local fabricando a mano unos estuches muy bonitos y, aunque no soy de comprar muchas cosas, me gustó la idea de llevarme un recuerdo útil y habiendo conocido a la persona que lo había hecho.
¡Ta Som es muy pequeño pero no insignificante!
Pre Rup
Sin duda, uno de los templos más impresionantes en cuanto a tamaño que podemos encontrar en todo Angkor. Fue construido por Rajendravarman a finales del siglo X y consagrado a Shiva.
Tiene la típica forma de templo-montaña al más puro y clásico estilo Khmer, con distintas terrazas o niveles que van llevando poco a poco hasta la zona más elevada en la que se encuentran las 5 torres colocadas en la disposición habitual (como si fuesen los puntos de la cara 5 de un dado).
El templo es ideal para terminar el día, ya que al tener partes de piedra y partes de ladrillo luce muy bonito al estar iluminado por los últimos rayos del sol.
Por otro lado, es uno de los templos más populares para ver la puesta de sol, así que hay que concienciarse con que, a medida que se acerque la hora, aparecerán más y más personas para subir a lo alto y buscar un sitio en el que sentarse.
Igualmente, para nosotros fue un magnífico cierre de jornada que nos dejó con aún más apetito para los templos del día siguiente.
Día 2: Templos Imponentes
El segundo día de recorrido por Angkor nos centramos únicamente en 4 templos, ya que dos de ellos son realmente grandes y suficientemente impresionantes como para poder estar varias horas en cada uno.
Angkor Wat
Por fin, después de décadas de sueños e ilusión, había llegado el momento de visitar el Angkor Wat, la supuesta joya del conjunto de templos (aunque después de haberlos visto todos me costaría elegir únicamente uno) que todos estamos cansados de ver en fotos y que, una vez allí, se revela como algo aún más impactante de lo esperado.
Construido durante el reinado de Suryavarman II a principios del siglo XII, lo más impactante del templo es su propia estructura, dominada por cinco torres, y también sus grabados en piedra, de los más elaborados y mejor conservados del país.
También destaca por ser uno de los pocos templos del Sudeste Asiático que está orientado hacia el oeste (por donde se pone el sol) y no hacia el este, como es habitual.
Una de las teorías para explicar esto se basa en la supuesta asociación que los antiguos Angkorianos hacían con el oeste y la muerte, y que puede que el templo tuviese como misión servir como monumento funerario para Suryavarman.
Otra teoría explica que la orientación de Angkor pone de manifiesto la asociación entre el oeste y el dios Vishnu, a quien está dedicado el templo.
Sea como sea, es una obra maestra que sigue ostentando el honor de ser la construcción religiosa más grande del mundo.
Mi primer contacto con el templo fue a las 5 y pico de la madrugada para ver un bonito amanecer desde el exterior del recinto, justo delante del foso.
Después volví al hotel para desayunar con mi madre y Cristina y, rápidamente, nos fuimos con Mr. Vebol hasta la entrada para visitarlo con calma.
Aquí es realmente difícil evitar los grandes grupos de gente. Hay muchas, pero muchísimas, excursiones de gente que vienen a Angkor para pasar un único día visitando el mayor número de templos. Por supuesto, Angkor Wat es parada obligatoria, así que el trasiego de personal es continuo.
Aún así, la hora más tranquila es temprano por la mañana (sobre las 8), antes de que los grupos de gente menos madrugadores hagan su entrada arrasando con todo.
A pesar de toda esta predicción, cuando entramos en el templo por el lado oeste había ya un montón de gente. No quiero ni imaginarme lo que será visitar el templo en las «horas puntas»… ¡Más gente que en la guerra!
Creo que hicimos bien en evitar ir al centro del templo directamente y empezar dando un rodeo al tercer muro, que es donde se encuentran los famosos relieves de 2 metros de altura mostrando, fundamentalmente, elementos relacionados con el dios Vishnu.
Toda esa galería de piedra de 700 metros de longitud es realmente magnífica, y es casi la parte más interesante y detallada de toda la estructura.
Para visitar los murales con calma, y enterarse un poco de lo que ahí está representado, conviene hacerse con una guía (ya sea en libro o por internet) para ir siguiendo las distintas galerías en sentido antihorario y leyendo un poco sobre lo que está representado en cada una de ellas.
En general, lo que más abunda son las representaciones de batallas y leyendas, destacando para mí entre todas ellas la de «El Batir del Océano de Leche«.
Esta leyenda Khmer describe las distintas encarnaciones del dios Vishnu. En primer lugar, los devas (dioses) y asuras (demonios) se alinean para usar el Monte Mandara y así batir el océano para producir la amrita, el elixir de la inmortalidad. Vishnu les da instrucciones para que continúen su tarea rítmicamente, pero el monte empieza a hundirse.
La cosa empeora cuando Vasuki vomita un veneno que amenaza con destruir a los devas, así que Shiva lo bebe para evitar el daño. Mientras tanto, Vishnu, encarnado en una tortuga, sostiene el Monte Mandara para que el batir pueda continuar durante mil años más y, así, producir la amrita. Pero entonces el elixir es robado por los asuras, y Vishnu vuelve como la aparición Maya para recuperar la copa del preciado líquido.
Finalmente, el batir causa la aparición de otros seres míticos, incluyendo el elefante de tres cabezas Airavata, la diosa de la belleza Lakshmi y los bailarines celestiales, los apsaras.
Lo bueno de empezar por las galerías del tercer muro es que en cada uno de los lados hay alguna abertura que permite ver las distintas caras del segundo muro y las famosas torres que queden dentro del mismo.
A partir de aquí, ya seguimos la visita deambulando por el recinto sin un orden establecido, intentando aprovechar los lugares con menos gente para contemplar bien lo que teníamos delante de nuestros ojos.
Se puede incluso subir a la galería más elevada, en el tercer nivel, pero había bastante cola y hacía mucho calor, así que ni nos lo planteamos, preferimos seguir paseando contemplando los pequeños detalles.
Finalmente, antes de salir por la puerta este, nos quedamos un rato admirando la vista del edificio desde ese lado, ya que no había absolutamente nadie (algo que nos pareció muy curiosos) y la imagen del templo con los muros y las torres era realmente alucinante.
¡Menuda forma de empezar el día! Así da gusto cumplir sueños, resultando aún mejor de lo que esperaba.
Srah Srang y Banteay Kdei
Antes de pasar al siguiente templo, hicimos una breve parada en el enorme estanque de Srah Srang que, aunque no es que destaque por nada especial, resultó agradable al no tener absolutamente nada de gente y poder así desconectar un poco del mogollón de Angkor Wat.
Acto seguido, nos dirigimos al templo Banteay Kdei (Ciudadela de las Celdas), muy cercano al estanque, y que fue una parada de disfrute máximo (sí, una vez más).
Fue construido por Jayavarman VII como monasterio budista y tiene un aspecto muy similar a Ta Prhom, al que iríamos justo después, pero con tan solo una décima parte de visitantes al no tener la misma «fama».

Banteay Kdei
Y es que a veces los humanos somos realmente borregos (yo el primero) al ir en masa a ver o hacer lo que «hace o ve todo el mundo» solo por el hecho de ser famoso por alguna tontería, cuando realmente al lado podemos tener algo igualmente bueno o interesante pero sin ese desproporcionado nivel de afluencia. En fin…
Nosotros este templo lo visitamos literalmente solos (salvo por una chica china que a veces aparecía en nuestras fotos), y fue un verdadero disfrute.
La parte que más nos gustó fue el patio con el enorme árbol al estilo tan característico de Angkor, intentando retomar un espacio natural tomado por el hombre hace tantos siglos.
Ta Prohm
Qué curioso es comprobar cómo una película malilla como Tomb Raider (y eso que soy fan aférrimo del videojuego, pero la película del 2000… en fin…) puede atraer a tanta y tanta gente a un sitio concreto para hacer una foto estúpida.
Eso es lo que ocurre en Ta Prohm, un templo formidable en el que se forman colas para hacer la foto del «sitio concreto en el que Angelina Jolie puso un pie y se rompió una uña». No hace falta decir que nosotros pasamos totalmente de largo de esa sección del templo y nos dedicamos a deteneros en las partes menos concurridas, disfrutando tanto o más que los que se empeñaron en la instantánea de la maldita esquina.

Gente haciendo cola para hacerse la «foto-Angelina»
En sí, el templo es uno de los más salvajes de todo el complejo. Sus patios y terrazas están muy devorados por la naturaleza, lo que le da un aspecto de aventura estilo Indiana Jones (mucho mejor que de Lara Croft) que no se puede encontrar casi en ningún otro templo de Angkor.
Ta Prohm fue construido, como no, por Jayavarman VII como un monasterio budista dedicado a Prajnaparamita con capacidad para acoger a las 10.000 personas que vivían y trabajaban en su interior.
Además de los mencionados árboles, que están entre los más fotografiados del mundo, no hay que olvidar lo realmente bonito que resulta el templo en sí, con grandes patios y muros muy decorados.
En cuanto a su planta, al igual que sus primos Banteay Kdei y Preah Khan, Ta Prohm sigue el patrón de los templos «planos» de Angkor al carecer de grandes torres que se eleven por encima de la construcción general, por lo que al no tener esas referencias visuales puede parecer algo laberíntico recorrer sus distintas zonas.
Pero eso forma parte de la diversión: dejarse llevar por la curiosidad y el instinto (y la aversión a los grandes grupos de gente), descubriendo así sus tesoros poco a poco.
Bayon
Si el día empezó a lo grande con Angkor Wat, el Bayon fue un cierre quizás aún más memorable ya que no me esperaba algo así. Es cierto que era consciente de la existencia del «templo de las caras» en Angkor, pero ni de lejos me imaginaba que iba a ser tan extraordinario.

Caras del templo Bayon
Muy sabiamente, Mr. Vebol nos lo dejó para el final del segundo día, ya que es cuando la mayoría de los grandes grupos se han dispersado (aunque, al igual que pasaba en Angkor Wat, es casi imposible ir a Bayon sin grupos de turistas).
El templo en sí fue obra también de Jayavarman VII y es algo único en todo el complejo debido a las docenas de torres que albergan esas enigmáticas caras representando al bodhisattva Lokesvara con una media sonrisa casi perversa.
Además de las caras, que es sin duda lo más característico del Bayon, la estructura general del templo es también bastante única ya que, en lugar de una gran torre central, la sensación de altura se consigue con la concentración de grupos de torres, con las principales emergiendo del centro del complejo.
Se calcula que se construyó a finales del siglo XII con la intención de concentrar todas las religiones presentes en el reino (incluyendo incluso las creencias islámicas del recientemente conquistado territorio del Cham), pero finalmente fue consagrado como un templo budista hasta que el reino volvió al hinduísmo.
Nosotros comenzamos la visita al Bayon rodeando el edificio una vez dentro del recinto.
Vimos que la mayoría de la gente estaba realmente cerca del santuario central, en la parte elevada que parecía más angosta, así que como no teníamos ninguna prisa al ser la última parada del día, nos deleitamos primero con la vista general del conjunto.
El templo es estupendo y desde cierta distancia se aprecia muy bien la idea de servir de representación del Monte Meru.
A medida que íbamos rodeando la parte central, nos íbamos fijando por primera vez en todas las caras (más de 200) que hay en las 37 torres del templo. Es como el Gran Hermano budista, mires hacia donde mires siempre hay alguna cara vigilándote…
Cuando vimos que las escalerillas que llevan hasta la zona elevada estaban algo más despejadas, subimos al último nivel para ver más de cerca alguna de estas torres del santuario central.
Y allí nos quedamos ya hasta que sentimos que habíamos conseguido captar la esencia del Bayon. Satisfechos, contentos y aún emocionados, bajamos al nivel inferior para dar una última vuelta y ver la parte de relieves que aún no habíamos visto.
El sol estaba empezando a bajar y la luz era muy bonita. Los relieves, estupendos también, son del estilo de los de Angkor Wat, pero más pequeños y no tan impactantes.
Finalmente, fuimos hasta el sitio en el que nos estaba esperando Mr. Vebol y le pedimos que nos dejase en la calle principal de Siem Reap para buscar alguna terraza chula en la que cenar y digerir también toda la belleza e historia por la que nos habíamos dejado caer a lo largo de la jornada.
Día 3: Sorpresas de Última Hora
Aunque creíamos que ya no nos podíamos sorprender más en Angkor, tengo que admitir que no me esperaba algunas de las cosas que vimos el tercer y último día de «templismo». Especialmente, me quedo con la curiosa historia del Baphuon y los relieves de la Terraza del Rey Leproso.
Phnom Bakheng
El primer templo realmente importante que se construyó en la era de Angkor fue este templo-montaña, Phnom Bakheng, a principios del siglo X durante el reinado de Yasovarman I.
Aunque es cierto que no es precisamente un templo o monumento impactante como la mayoría de los que habíamos visto, nos gustaron mucho el paseo y las vistas que hay desde el punto más alto.
El templo en sí es una pirámide en cinco niveles decorada con 44 pequeñas torres en su base, otras 60 alineadas en los distintos niveles y 5 más en el último nivel colocadas, por primer vez en la historia Khmer, en la ya tan conocida posición del número 5 de los dados (simbolizando todo esto el Monte Meru, as usual).
Parece ser que es un lugar muy concurrido durante el atardecer, así que nosotros, para llevar la contraria, fuimos a primera hora de la mañana y no nos encontramos con nadie.
¡Así da gusto!
Baphuon y Phimeanakas
Ya lo habíamos visto el día anterior cuando Mr. Vebol nos llevaba al Bayon y nos había parecido muy chulo desde lo lejos, así que al día siguiente lo incluimos en el itinerario.
Además de lo enorme que es el templo, es muy curiosa la historia de su restauración, la más larga de todo el complejo. Los trabajos de recuperación se iniciaron en 1959, supervisados por arquitectos franceses que vieron que la única forma de salvarlo era desmantelarlo y volver a construirlo pieza por pieza (algo que se llama «anastylosis»).
Con lo que no contaban era con las guerras que llegaron poco después de desmantelarlo, así que desde el año 1971 hasta 1995 los trabajos quedaron completamente en pausa, con el agravante de la desaparición de todos los planos e indicaciones que se habían preparado para su reconstrucción (cortesía de los Khmeres Rojos).

Vistas desde lo alto del Baphuon
Así que en 1995, cuando se reanudó la restauración, los encargaros se encontraron con un puzzle tridimensional de 300.000 piezas y sin ninguna indicación.
Aún así, consiguieron recomponerlo y en el año 2011 se dio por finalizada la tarea. Lo que resulta curioso son las piedras sueltas que quedan aún en el recinto, piezas de un puzzle completado al 99% pero que nunca se sabrá dónde deberían ir encajadas….
Para visitar el Baphuon (siglo XII) hay que ir dispuesto a subir y bajar y patear por el templo. Es una mole enorme en forma de montaña con diferentes niveles, pasillos e incluso alguna que otra sorpresa, como el enorme buda reclinado que hay en la pared orientada más al oeste.
Un templo impactante en historia y en tamaño, con solo un pequeño porcentaje de visitantes si lo comparamos con su hermano más cercano, el archipopular Bayon.
En vez de volver directamente a la entrada del Baphuon, quedamos de juntarnos con Mr. Vebol en el centro del Angkor Thom (la antigua gran ciudad de Angkor), para así poder visitar a pie algunas de las ruinas que hay en su recinto.

Puerta acceso Angkor Thom
Saliendo del Baphuon, dimos un rodeo corto por un bosque para pasar primero por el Phimeanakas, un pequeño templo menor ubicado en un entorno muy bonito.
De ahí, volvimos a la zona abierta de Angkor Thom para darnos de bruces con la segunda grata sorpresa del día…
Terrazas de Los Elefantes y del Rey Leproso
Lo que en su momento fue la base de una enorme plataforma a modo de hall para grandes actos y recepciones, es ahora una pequeña parada para admirar los relieves con forma de elefantes, garudas y otros seres.

Terraza de los Elefantes
En concreto, los elefantes totalmente tridimensionales que están en la zona de las escaleras que llevan a lo alto de la terraza, son una pasada.
Una vez arriba, nos dimos cuenta de que había una especie de entrada a lo que parecía ser una galería estrecha. No sabíamos lo que era hasta que lo vi en el mapa: La Terraza del Rey Leproso.
No lo teníamos en el radar, pero ya que estábamos allí fuimos a ver cómo era… ¡Y menos mal!

Terraza del Rey Leproso (exterior)
Menuda pasada. La base de la terraza está decorada con un montón de relieves de dioses dispuestos en hileras. Todo esto se visita caminando por un estrecho y sombrío ( algo que se agradece) pasillo que nos permite ver de cerca el detalle y perfección de todos estos murales.
Nos encantó. Además también estuvimos solos, ya que no es un sitio muy conocido y además está algo escondido. ¡No hay que perdérselo!
Cuando ya sentimos que Angkor Thom no nos podía sorprender con nada nuevo, fuimos al punto de encuentro que teníamos con Mr. Vebol para ir hasta un último templo, también fuera de todos los circuitos, donde terminaríamos estos fantásticos días de viaje al pasado del apogeo de la cultura Khmer
Thommanon y Ta Nei
El templo en cuestión es el Ta Nei, pero antes Mr. Vebol hizo una parada rápida en el Thommanon, un pequeño templo hindú del siglo XII.

Thomannon
Después de la majestuosidad del Baphuon y los relieves de La Terraza del Rey Leproso, nos pareció incluso «normalito», pero la verdad es que es un templo pequeño, muy cuco y muy bien restaurado.
Finalmente llegamos al Ta Nei, que casi ni aparece en los mapas. Aquí sí que se puede ver perfectamente el poder de destrucción del tiempo y la fuerza de reconquista que tiene la naturaleza.

Ta Nei
No éramos ni diez personas visitando este templo en el que la sensación de estar descubriendo unas ruinas desconocidas para la sociedad moderna es total.
Fue una buena despedida de Angkor, para quedarnos con esa excitante sensación de aventura y no con los recuerdos de los momentos de grandes grupos de gente.
Tras veinte años de espera para cumplir este primer objetivo viajero, la experiencia de los Templos de Angkor me ha parecido majestuosa.