Tailandia 2019 – Etapa 2 – Chiang Rai: La Tranquilidad del Norte

Parecía difícil pero es posible encontrar una ciudad en Tailandia con cosas interesantes para ver y en la que aún se pueda apreciar cómo es la vida real de la gente local sin los habituales gentíos de turistas. Chiang Rai es una parada perfecta para desconectar sin perder la comodidad que ofrece una ciudad.

Con una historia muy ligada a la de Chiang Mai, la provincia de Chiang Rai es la situada más al norte de todo el país y en ella se puede encontrar un poco de todo: montañas, planicies junto al río Mekong, etnias y minorías como en ningún otro lugar de Tailandia y, también el emblemático punto en el que coinciden tres países: Myanmar, Laos y Tailandia, conocido popularmente como el Triángulo de Oro, muy ligado al tráfico de opio.


Cómo Planear la Visita

Transporte

Siendo mucho más pequeña que su prima Chiang Mai (70.000 habitantes frente a 400.000) podríamos pensar que las comunicaciones con el resto del país son mucho peores, pero tampoco es así.

Además de tener un aeropuerto con una interesante red de destinos, lo más habitual es llegar a Chiang Rai en autobús. En mi caso, cogí un autobús en Chiang Mai y en poco más de tres horas me puse en Chiang Rai por tan solo 180 Baht.

Esta cercanía hace que mucha gente se plantee la visita como una excursión de un día algo maratoniano desde Chiang Mai, pero el interés de la ciudad (y de la región si se dispone de tiempo) creo que hacen merecedoras a Chiang Rai de algo más de tiempo.

Alojamiento y Susto de Muerte

Me dio la impresión de que hay una oferta de alojamientos mucho más amplia que el número de turistas que pueden visitar la ciudad.

Yo me alojé en el Tong Siam Hostel, prácticamente en el centro de la ciudad, por 300 Baht (unos 8€). El hostal era maravilloso y estábamos alojados únicamente 4 personas. Se portaron tan bien que nos dieron habitaciones independientes a pesar de poder meternos a todos juntos, así que al final tuve una habitación con 4 camas toda para mí por el mismo precio.

En el hostal me pasó una cosa muy divertida… Aunque al principio creía que me daba algo. En la tercera planta hay una terraza, y pasé allí un rato muy agradable hablando con una pareja majísima de Israel.

Cuando se hizo de noche, ellos se fueron a cenar y yo me quedé tranquilamente en la terraza porque ya había cenado antes, y así aprovechaba el rato para escribir un poco en el blog.

El problema fue que cuando decidí irme a la habitación, el móvil se me resbaló de la mano y se cayó por la terraza, quedando 3 metros más abajo atascado en una cornisa situada a la altura del tejado del mercado contiguo al edificio.

¡Pánico absoluto! Vi que me resultaba fácil bajar, pero que después no iba a poder subir, y no había ninguna ventana en la planta anterior ni ninguna puerta con acceso a esa cornisa. Al final se me ocurrió escribirle a la pareja de Israel por Instagram (¡menos mal que tenía conmigo la táblet!) para que me avisasen cuando volviesen al hostal.

Sobre las 22:30 llegaron, y les pedí que me acompañasen para echarme un ojo mientras intentaba recuperar el móvil. Había salido ya previamente a investigar alguna forma de recuperarlo, y me había dado cuenta de que en la esquina del edificio había un poste con una especie de escalera para subir hasta la típica caja asiática con la maraña de cables eléctricos.

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Por ahí tuve que trepar…

Ellos se quedaron abajo comprobando que no me pasaba nada, y yo trepé por el poste ante las sorprendidas miradas de los trabajadores del mercado que aún estaban allí. Con algo de cuidado y elasticidad, pude acceder a la cornisa.

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Tropiezo aquí y no lo cuento

Después, solo tuve que ir caminando sin tropezarme con los cables hasta recuperar mi móvil que, milagrosamente, no se había roto.

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¡Éxito!

¡Llego a quedarme sin móvil en ese momento, a punto de cruzar a Laos y me da un mal!

Moverse por la Ciudad

Chiang Rai es lo suficientemente pequeña para poder llegar a cualquier lado a pie, pero para visitar el Templo Blanco, la Black House y el Templo Azul es mejor recurrir al transporte público o a algún taxi.

Para ir hasta el Templo Blanco (al que conviene ir muy, pero que muy temprano) hay que ir hasta la estación de autobuses y coger el «Autobús Azul» (en la foto pueden verse los horarios).

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Otro autobús interesante para quienes hagan una ruta parecida y quieran ir hasta Chiang Khong para cruzar a Laos, es el «Autobús Rojo» (también con sus horarios).

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Aunque no quede muy claro, la gente en la estación de autobuses es muy amable y nada más ver a un turista se preocupan por preguntarle bien a qué sitio quiere ir para ubicarle en el autobús o plataforma correspondiente.


Mi Recorrido por Chiang Rai

El mismo día que llegué me puse rápidamente a pasear por el centro de la ciudad para así visitar alguno de los templos más pequeños y locales, dejando las tres grandes atracciones que requieren desplazamiento para el día siguiente.

Wat Klang Wiang

Empecé por este templo, que aunque parece bastante moderno tiene por lo menos unos 500 años.

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No es espectacular, pero está bien para abrir el apetito.

Wat Phra Sing

Me gustó más que el anterior. Es del siglo XIV y su parte más antigua es de un estilo muy característico de esta zona de Tailandia.

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La decoración del interior es muy bonita, con unos trabajos en madera formidables que hacen que valga la pena acercarse hasta este templo.

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En las pocas horas que llevaba en Chiang Rai aún no me había encontrado con ningún turista (y la cosa seguiría así hasta el día siguiente). Hay que aprovechar estos pequeños momentos de visitas privadas que a veces encontramos al viajar sin itinerarios prefijados.

Wat Phra Kaew

Originalmente se llamaba Wat Pa Yia («Monasterio del Bosque de Bambú») y fue el templo que más me gustó de los cuatro que visité en el primer día que pasé en Chiang Rai.

Es, además, el más importante para la gente local y su salón principal de madera es absolutamente genial. La estupa del siglo XIV es del estilo tradicional Lanna.

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La leyenda cuenta que en 1434 un rayo golpeó la estupa del templo, la cual se desmoronó para revelar el Phra Kaew Morakot o Buda Esmeralda (aunque realmente está hecho de jade), tan importante en la historia del país.

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Tras una larguísima peregrinación por sitios como Vientiane en Laos, este adorado talismán nacional se encuentra actualmente en el templo del mismo nombre en Bangkok.

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Sea como sea, puestos a visitar únicamente uno de los templos que están en el centro de la ciudad, yo optaría por este.

Wat Ming Mueang

Fue construido en el siglo XIII durante el reinado del Rey Megrai para servir como mausoleo de su madre y, en su momento, se encontraba aquí una de las antiguas puertas de acceso a la ciudad.

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En esa época había había bastantes habitantes de Birmania en la región, lo que influyó claramente en el estilo del templo.

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Aunque el edificio principal es bonito, me sobró un poco toda la parafernalia de escultura que tiene como acompañantes en el recinto.


Tres Colores: Blanco, Negro y Azul

Como si de una película de Kieslowski se tratase, hoy en día Chiang Rai es famosa por tres construcciones de colores muy característicos. Tra visitar los templos más locales, dediqué el segundo día en visitar estos edificios tan emblemáticos que se encuentran en las afueras de la ciudad.

Wat Rong Khung: El Templo Blanco

Si tuviese que seleccionar un único motivo por el que valga la pena venir hasta un sitio, en principio, tan remoto como Chiang Rai, ese sería Wat Rong Khung.

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Y eso que, datando de 1997, realmente no tiene nada de historia en comparación a la inmensa mayoría de templos Budistas del país y de la ciudad, pero podríamos decir que es de alguna forma «La Sagrada Familia» de Tailandia, ya que se va construyendo y decorando poco a poco.

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Para llegar desde Chiang Rai, se puede ir en autobús público (el autobús azul del que hablé antes, 20 Baht) o en taxi privado para cubrir los 13 km que lo separan del centro.

Sea como sea conviene ir lo antes posible para evitar las excursiones organizadas que llegan desde Chiang Mai y otros puntos de la región.

Yo llegué a las 08:30 y, aunque no había demasiada gente, ya estaban empezando a llegar autobuses, así que si se puede ir un poco antes incluso mejor.

Ya desde la lejanía me quedé sin palabras al ver el edificio principal del templo. Como había leído, parece realmente hecho de porcelana (aunque al acercarnos podamos ver que ese efecto se debe a la combinación de la pintura con pequeños cristales con efecto espejo).

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La entrada cuesta 100 Baht y el recorrido se debe hacer en un sentido en concreto, ya que gran parte del complejo simboliza la bajada a los infiernos y posterior ascensión a la iluminación… y eso es algo que no se puede hacer al revés según las creencias Budistas.

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Es decir, digamos que puedes ir del infierno al cielo pero no del cielo al infierno, así que llega un punto en el que si quieres volver a pasar por alguna zona anterior, tienes que dar toda la vuelta y volver al principio.

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Y hay trabajadores que se encargan de que esto se cumpla a rajatabla, así que de nada sirve intentar escabullirse, jajaja.

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Aquí cada uno que se imagine lo que quiera…

Yo empecé en orden por el maravilloso edificio de los cristalillos. Para acceder, hay que cruzar un puente formidable rodeado por varias esculturas que, a mi juicio, simbolizan la tortura y un montón de manos que simbolizan el deseo.

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La vista del templo desde el puente es maravillosa: una mezcla entre merengue o nieve recién caída.

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Lo que sí que no me esperaba era la decoración interior. Es una pena que esté prohibido hacer fotos porque nunca habría esperado encontrarme murales decorados con escenografía de Matrix, Hello Kitty, Superman, Elvis y otros iconos populares de la música y el cine del siglo XX en un templo supuestamente Budista.

¡Nunca dejaré de sorprenderme en el Sudeste Asiático!

El resto del recinto merece también un buen paseo. Dejando de lado los edificios blancos totalmente lisos que aún no están decorados, volví a sorprenderme al pasar por una especie de pequeño jardín húmedo en el que pude distinguir perfectamente las cabezas de Alien, Predator, Venom, Las Tortugas Ninja

¡Increíble! Tiene que ser, sin lugar a dudas, el templo más friki del universo (y los pocos niños que había visitándolo creo que opinaban igual que yo, ya que compartimos parte del entusiasmo).

Después de casi 2 horas en el templo, volví a la carretera principal para coger al autobús de vuelta a Chiang Rai, ya que las otras dos visitas que tenía programadas están en la dirección opuesta al templo blanco.

En el autobús conocí a dos chicas de Valencia muy majas, Yarra y Vanesa, que estaban haciendo un pequeño viaje por Tailandia, e hicimos grupillo para pasar el resto del día juntos.

Incluso cuando ya no contaba con conocer gente nueva antes de pasarme a Laos, el viaje me sorprende.

Museo Baan Dam: La Casa Negra

Aunque no es un templo en sí, la siniestra Baan Dam (ojo, no confundir con Jean-Claude) es justo lo opuesto al Templo Blanco: el legado del artista local Thawan Duchanee, que murió en 2014 a los 74 años dejando aquí gran parte de su obra y su arte.

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Para llegar, tomamos un autobús (20 Baht nuevamente) que nos dejó a 5 minutos a pie de la entrada al museo (80 Baht).

Lo que se ve en el museo, que fue también el lugar de residencia, estudio y trabajo del propio Duchanee, es una obra concebida a lo largo de más de 30 años.

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Indudablemente, lo más impactante es el edificio central, tanto por el edificio en sí como por todas las obras de madera que hay en su interior (algunas parecen sacadas mismísimamente del set de Juego de Tronos).

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Los colores oscuros que utiliza, en contraposición al blanco puro de Wat Rong Khung, provocan la sensación buscada de aspecto lúgubre y siniestro.

No hay que irse sin dar antes un buen paseo por todo el recinto ya que cualquier cosa, literalmente, está salpicada del arte y estilo de Duchanee.

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Es como pasar del yin al yang en menos de una hora. Estupendo.

Wat Rong Suea Ten: El Templo Azul

Antes de volver al centro de Chiang Rai nos detuvimos en la última frikada del día: El Templo Azul, que queda en la ruta del mismo autobús que nos había llevado hasta La Casa Negra, pero ya muy cerca de la ciudad.

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Si empezamos en el yin para después pasar por el yang, ahora estábamos de repente dentro de la lámpara del genio de Aladdin.

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¡Azul por todas partes!

Este templo cuyo nombre significa «Tigre Bailarín» es el más moderno de la ciudad. Se empezó a construir en el año 2005 y se completó definitivamente en el 2016, transformándose poco a poco en una atracción más debido a su colorido tan llamativo.

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Aunque lo que más me gustó fue la parte exterior del templo, el interior te traslada instatáneamente a una película de dibujos debido al intenso azulón que decora prácticamente todo lo que podamos ver (tanto paredes como esculturas).

Resulta imposible no caer rendido ante la sorprendente gama cromática que se puede encontrar en Chiang Rai. Todo un logro.

Últimas Horas en la Ciudad

Después de tanto templo y tanto colorido empezamos a notar un agujero importante en el estómago, así que pedí un taxi utilizando la aplicación Grab y por un total de 75 Baht nos pusimos en pocos minutos en el centro de Chiang Rai.

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Centro de Chiang Rai

Fuimos a comer a un sitio que había descubierto el día anterior justo en el la calle principal (Pad Thai Clock Tower). Me había gustado mucho porque estaba lleno de gente local y era muy abierto y con buena comida a muy buen precio.

Una vez que repusimos fuerzas, dimos un pequeño paseo por las callejuelas cercanas a esa calle y ya nos despedimos.

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Pad Thai Clock Tower

Ellas tenían un par de días más en la zona y después cogían un vuelo a Phuket, mientras que yo tenía que ir a recoger mi mochila al hostal y coger el susodicho autobús rojo para ir hasta Chiang Khong (2,5 horas, 65 Baht), donde pasaría mi última noche en el Norte de Tailandia.


Pero mi paso por el antiguo Siam aún no había llegado a su fin. Ahora me tocaba visitar una parte de Indochina (Laos con mi amiga Isa y Camboya con mi madre), pero después de esas semanas de viaje aún me quedaban 5 días para dedicármelos íntegramente a mí mismo, al relax y a desconectar en la isla de Koh Tao, en el Golfo de Tailandia.

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