Cusco es la ciudad ideal para instalarse una buena temporada: preciosa arquitectura, rica gastronomía, un entorno natural envidiable y cercanía con muchos otros tesoros Incas y naturales. ¡Por algo era El Ombligo del Mundo para los Incas!
Un Poco de Historia
Construida por los Incas en forma de Puma (y después «re-construida» por los conquistadores aprovechando las ruinas anteriores), Cusco (o Qosqo en Quechua) fue el núcleo central del Gran Imperio Inca (Tawantinsuyu) y es, en la actualidad, una de las ciudades más turísticas y visitadas de toda América Latina… ¡y con razón!
Aunque hubo otras tribus que dominaban la región como los Killki, fue la llegada de los Incas la que transformó el valle en el centro de control más importante de todo el Imperio Inca.
Según la leyenda fue Manco Capac el que fundó la ciudad sobre el siglo XIII d.C., pero realmente fue Pachacuti el que le dio la grandeza y la convirtió en el centro del vasto imperio que estaba construyendo a mediados del siglo XV.
El diseño original de la ciudad (que aún se puede observar en la actualidad aislando el casco histórico y las ruinas de Saqsaywaman) tenía forma de puma, uno de los tres animales sagrados para los Incas y que representaba la vida en la tierra.
Pizarro (omnipresente en la historia de Perú de esa época) hizo su entrada en la ciudad en 1533 y en menos de un año ya había fundado la correspondiente «ciudad Española», la cual dejó a mando de Manco Inca, un pariente del derrotado Atahualpa que realmente servía como marioneta para, de alguna forma, contentar a la población local.
Tras dos años de continuo abuso, Manco Inca decidió iniciar la conocida como Gran Rebelión Inca, llegando a sitiar Cusco durante varios meses con más de 100.000 guerreros; pero no consiguió ninguno de sus propósitos y fue finalmente derrotado.
En 1650 la ya muy española Cusco sufrió el ataque de otro factor habitual en la historia de Perú: un gran terremoto. Gran parte de la ciudad quedó devastada por lo que tuvo que vivir una larga época de reconstrucción.
Pasaron los siglos y, a pesar de su importante legado cultural e histórico, la ciudad parecía no atraer ningún tipo de atención… pero entonces el «descubrimiento» del Machu Picchu en 1911 comenzó a transformar esta pequeña ciudad colonial en el monstruo turístico que es hoy en día.
Nuestra Llegada a Cusco
A sus 3400 msnm, Cusco está más elevada que casi la totalidad del territorio Español (recordemos que ningún pico peninsular llega a los 3500 metros de altitud), pero aún así alguien que desconozca este dato no lo notaría salvo que sienta los efectos de la altura.
La ciudad tiene casi medio millón de habitantes y está ubicada en un valle rodeado por numerosas montañas pero sin la sensación de estar mirando a «gigantes» (cosas de la perspectiva).
La mayoría de la gente que tenga tiempo para recorrer el país llegará a Cusco probablemente después de haber pasado por la zona del Lago Titicaca (situado a 4000 msnm), por lo que la aclimatación a la altitud estará más que perfecta.
Es decir, quien no haya tenido ningún problema o síntoma en Puno y alrededores no tendrá ningún problema tampoco en Cusco ni el Valle Sagrado, pero todo visitante que llegue directamente en avión de la selva, la capital o cualquier sitio de costa, deberá tomárselo con calma los dos primeros días, especialmente si no había experimentado nunca altitudes de ese calibre.
En nuestro caso, habíamos pasado ya dos días en el Cañón del Colca por encima de los 3000 msnm y otros dos días en el Lato Titicaca sin ninguna complicación, así que Cusco no suponía ningún reto nuevo.
Llegamos en autobús nocturno desde Chivay (cogimos el mítico Cruz del Sur para ir suficientemente cómodos y poder descansar durante el viaje y aprovechar bien el primer día en la ciudad).
Como la hora prevista de llegada era las 05:30 de la mañana, cruzamos los dedos para que hubiese algo de retraso y llegar una horita más tarde… Total, las 06:30 era igualmente temprano y así podríamos dormir un poco de tiempo extra.
¡Quién me lo iba a decir! Yo pidiendo llegar tarde, pidiendo que fuesen impuntuales… ¡Inaudito! Pero nuestros pensamientos-plegaria funcionaron y algo debió pasar por el camino (algún atasco o yo qué sé) que llegamos una hora tarde.
Entre que nos entregaron las maletas (que con estos autobuses es casi como recoger el equipaje en un aeropuerto) y el viaje en taxi para llegar al hotel (Qorichaska, cerca de la Plaza de San Francisco, 105 soles la noche la habitación triple con desayuno) nos dieron algo más de las 7 de la mañana: era la hora perfecta para dejar las mochilas, ir hasta la Plaza de Armas a desayunar y comenzar a explorar la ciudad.
Explorando el Centro Histórico de Cusco
Cusco es realmente una ciudad preciosa, siempre y cuando nos refiramos al centro histórico y algunas de las barriadas colindantes claro.
Todo lo que se aleje de ahí se transforma en el típico caos ladrillero a medio construir que se puede ver en cualquier parte del país.
Es decir, podemos quedarnos en la ficción-burbuja de la Plaza de Armas como centro, trazar un radio de 1 kilómetro aproximadamente y nos iremos con la idea de una ciudad limpia, bonita, bien construida, con mucha vida y arquitectónicamente muy atractiva, pero estaríamos perdiendo una buena parte de la realidad.
Aunque fuera del cogollo principal no haya ningún verdadero atractivo, conviene atravesar en algún momento estas zonas para no dejar de tener presente la realidad que vive la mayoría del país (aunque sea en taxi de camino a alguno de los tours o bien entrando o saliendo de la ciudad).
Al final en la zona de Cusco pasamos 8 días, incluyendo la visita a la ciudad, el sur, el Valle Sagrado y Machu Picchu. Aunque el único día que dedicamos íntegramente a visitar la capital Inca fue el de nuestra llegada, a lo largo de nuestra estancia hicimos varias incursiones después de visitar ruinas o pueblos de la zona.
Así que yo creo que juntando todos los fragmentos dedicados a la ciudad se puede decir que con 2 días completos se tiene tiempo suficiente para pasear, visitar la catedral y otras iglesias, acercarse a algún barrio atractivo no tan céntrico, disfrutar de la gastronomía, comprar, etc.
La Plaza de Armas
Esta elegante, moderna (y a la vez antigua) plaza es sin duda el espacio más imponente y mágico de toda la ciudad.
En este punto del viaje llevábamos ya muchas Plazas de Armas a nuestras espaldas (Trujillo, Chachapoyas, Cajamarca, Arequipa…) y la de Cusco no nos ha defraudado ni un ápice, a pesar de ser quizás la que tiene un aire más «español».
Yo creo que se debe fundamentalmente a la inmensa Catedral del siglo XVI y al Templo de la Compañía de Jesús, que dominan claramente dos de los cuatro lados de la plaza y son los templos del Perú que hemos vistos que más se asemejan al estilo habitual que podemos encontrar en nuestro país.
¡Y no por ello carecen de interés! Aunque al Templo de la Compañía de Jesús no entramos (llega un momento en el que uno ha tenido ya bastante dosis de iglesias y catolicismo) debe ser tan espectacular por dentro como lo es por fuera.
Y la Catedral es realmente maravillosa. Para entrar compensa comprar el Boleto Religioso (cuesta 30 soles, 5 más que la entrada normal, y permite también el acceso a las Iglesias de San Blas y San Cristóbal).
No está permitido tomar fotos en su interior, pero es una visita que nadie debería perderse porque por momentos parece más un museo de arte que una catedral debido a todos los cuadros de la conocida Escuela Cusqueña que están expuestos en su interior.
Una visita sencilla (sin guía, quiero decir) paseando por todas sus estancias e intentando absorber y retener todo su poderío puede llevar por lo menos una hora.
Más allá de los templos (que son parte importante de la ciudad pero no lo son todo), en la Plaza de Armas hay una serie de casas unidas por unos soportales muy bonitos que albergan todo tipo de restaurantes y de tiendas.
Aunque la mayoría de los días optamos por menús más locales (muy buenos los de Don Pimiento o El Mentidero por 8 y 12 soles respectivamente), un día nos dimos el lujo de comer en uno de esos balcones tan llamativos y optamos por el Mistura Grill.
Por supuesto el precio de los platos de la carta era bastante elevado para ser Perú, pero el menú del día de 30 soles está igualmente exquisito e incluye como entrante un delicioso ceviche de trucha que vale la pena probar.
Además, la atención del personal es maravillosa y las vistas inigualables. Vamos, que lo recomendamos 100% para darse algún capricho de vez en cuando.
En total, no sé cuántas veces habremos pasado por esta plaza durante nuestra estancia en Cusco, pero seguro que habrán sido unas cuantas… y cada vez presenciábamos algo diferente: una feria del libro, grupos de turistas perdidos, «jaladores» intentando convencerte para entrar en un restaurante o venderte algo…
Pero de todas ellas la que nos hizo sentarnos y quedarnos un rato a mirar a pesar de no tenerlo planeado fue la actuación de un iluminado argentino y sus alumnos que habían hecho investigaciones y trabajo de campo sobre la música andina y la tocaban, exponían y representaban en directo.
Desde luego fue bastante curioso…
Qorikancha y el Boleto Turístico
Aunque Qorikancha no está incluido en ese «Boleto Turístico» del que hablaré más abajo, fue el primer recinto que visitamos en la ciudad después de un caro pero merecido desayuno en un hotel de la Plaza de Armas.
Era nuestra primera mañana en Cusco y veníamos de un viaje nocturno en autobús de 7 horas, así que tampoco queríamos alejarnos demasiado ni del hotel ni del centro histórico de la ciudad.
Qorikancha nos pareció un buen sitio para empezar. Se trataba del principal templo Inca de la ciudad y es un buen ejemplo de cómo los conquistadores reutilizaron construcciones incas para sus asuntos. Además, estaba cerca de la Plaza de Armas, así que allí nos fuimos.
En la entrada nos ofrecieron guía (pagando, por supuesto), pero optamos por coger la entrada que cuesta 15 soles y visitarlo a nuestro aire utilizando el panfleto que dan que incluye un mapita y explicaciones sencillas.
Pronto nos daríamos cuenta de que esto del panfleto era una excepción total: no dan ningún otro panfleto con información en ningún yacimiento arqueológico en 100 km a la redonda, pero bueno, nosotros nos quedamos contentos con nuestro brochure como le llamaron (¡qué sofisticados, oye!).
La visita fue fascinante e interesante. Antes de la llegada de los Incas, los Wari habían construido justo ahí su propio Templo del Sol (Inticancha) y, después, los Incas completaron el complejo hasta construir 4 santuarios, un templo más grande y una muralla con cornisas de oro (de ahí el nombre; Q’orikancha significa «cierre dorado»).
El grado de conservación de algunas de las construcciones y piedras es casi perfecto y el Convento de Santo Domingo que los españoles del momento construyeron encima de toda esta riqueza tampoco está nada mal, aunque para nosotros llame menos la atención por ser menos novedoso.
Visitando Qorikancha nos dimos cuenta de que habíamos llegado realmente al Corte Inglés del turismo en Perú: había más grupos de turistas que nunca, algo a lo que íbamos a tener que acostumbrarnos salvo en los ratos de madrugón.
Saliendo del templo subimos hacia la Plaza de Armas haciendo una parada exprés para comprar el famoso Boleto Turístico del Cusco (130 soles por cabeza). Es caro, sí, pero es un elemento indispensable para visitar el legado Inca de Cusco, los alrededores y todo el Valle Sagrado.
Es imprescindible tener presente que no se pueden comprar entradas separadas o individuales para los monumentos.
Nosotros teníamos bastante tiempo para dedicarle a la zona así que no dudamos ni un ápice a la hora de comprarlo, pero para quien tenga menos tiempo existe una versión reducida por 70 soles que permite hacer algunos de los circuitos (a elección del viajero) y así no pagar tanto dinero por algo a lo que no se le va a sacar todo el partido.
En total, las entradas que van incluidas en este boleto son:
- Circuito 1 o Ruinas del Cusco: Saqsaywaman, Q’enqo, Puka Pukara y Tambomachay.
- Circuito 2 o de los Museos: Histórico Regional, Municipal de Arte Contemporáneo, Arte Popular, Arte Nativo y Museo del Sitio Qorikancha.
- Circuito 3 o del Valle Sagrado: Pisaq, Ollantaytambo, Moray y Chinchero.
- Circuito 4 o del Sur: Tipón y Pikillaqta
Otras Plazas, Callejuelas y Barrios
Saliendo del cogollo de la Plaza de Armas, hay más zonas interesantes en Cusco por descubrir. Un barrio que tiene bastante encanto es el de San Blas, al que se accede fácilmente por unas callejuelas por detrás de la catedral.
En una de estas calles (Hatun Rumiyoq) está la archifamosa Piedra de los 12 ángulos, formando parte de un maravilloso muro que se remonta a la época de los Incas.
A pesar de su imponente tamaño (y perfección) hay que saber localizarla para que no pase desapercibida, aunque siempre habrá algún pequeño grupo de turistas haciéndose fotos, por lo que no es difícil encontrarla.
Al final de esa calle se accede al elevado barrio de San Blas, formado por una red de estrechas y bonitas callejuelas rebosantes de pequeños restaurantes, hostales y tiendas de artesanía.
Con el Boleto Religioso se puede acceder a la Iglesia de la plazoleta que, sin ser algo extraordinario, tiene buenas vistas tanto de la plaza en sí como de la ciudad.
Otras plazas de Cusco realmente bonitas y que están cerca del centro son la del Regocijo y la Plaza de San Francisco.
En la primera de ellas, en concreto, hay una serie de edificios de tradición interesante, destacando la Casa del Inca Garcilaso de la Vega.
Más Folklore Local
Después de la actuación sorpresa del grupo argentino «especializado» en folklore andino, nos acercamos esa noche al Centro de Arte Nativo. Todas las noches hay un show de danzas tradicionales y la entrada está incluida en el Boleto Turístico.
No es quizás el plan estrella de la ciudad, pero sí una buena idea para pasar una hora interesante y amena viendo diferentes danzas que este grupo de profesionales ha ido recopilando a lo largo de las últimas décadas.
Conviene ir media hora antes para hacer algo de cola porque el aforo se llena… ¡Es lo que ocurre cuando algo es «gratis»!
El Circuito Inca de Cusco a Pie
La ciudad-ombligo de los Incas tiene muchos atractivos más allá del núcleo urbano. Hay una serie de ruinas impresionantes bastante cercanas a la ciudad y que están incluidas en el Boleto Turístico.
Bueno, unas más impresionantes que otras, pero siempre resulta agradable deleitarse con las joyas arquitectónicas y/o de ingeniería que llegaron a construir los padres del Tawantinsuyu.
Las más importantes son Saqsaywaman, Q’enqo, Puka Pukara y Tambomachay. En la ciudad hay una infinidad de ofertas de tours organizados que recorren todo este legado en unas horas, pero dada su proximidad a la ciudad se pueden visitar fácilmente de forma independiente y dando un agradable paseo mañanero.
Para ello hay que coger una combi con destino Pisac (o un taxi) hasta Tambomachay, que es la ruina más elevada y alejada (a 6 km aproximadamente) del centro de la ciudad. Desde ahí, se puede caminar por un bonito sendero que se desvía de la carretera y va pasando por todas las demás ruinas.
A nosotros el recorrido nos llevó 5 horas en total, contando con las visitas a las ruinas, y es relativamente sencillo de hacer ya que el 95% es cuesta abajo.
Tambomachay
A las 8 de la mañana nos subimos en un taxi que nos llevó hasta la entrada de Tambomachay por 40 soles. Habíamos subido hasta los 3765 metros de altitud por una carretera serpenteante que sale de la ciudad hacia el noreste.
Cuando llegamos eran ya las 8:30 porque el tráfico por el centro es más que horrible, pero aún así estábamos casi solos porque aún no habían llegado los tours en masa que hacen el recorrido por todas las ruinas.
Este curioso y coqueto Templo del Agua era un lugar para realizar rituales de limpieza y purificación.
Las ruinas están formadas por tres plataformas y están presentes varios de los elementos habituales en las construcciones Incas: muros perfectos, nichos trapezoidales, conductos de agua, etc.
Enfrente del yacimiento hay un pequeño mirador al que se suben en dos minutos y que permite verlo todo desde una perspectiva más elevada.
Puka Pukara
También conocido como «Fuerte Rojo», está situado a dos minutos a pie de Tambomachay, justo al borde de la carretera.
Aunque es quizás una ruina de menor importancia, muestra perfectamente cómo los incas combinaban a la perfección lo recreacional, lo espiritual y lo social con el control militar.
Además del bonito recorrido que hay por las ruinas, vale la pena ir por su excelente ubicación con vistas privilegiadas tanto de las montañas como del Valle de Cusco.
Ruta a Pie hasta el Templo de la Luna
Para continuar con el recorrido independiente a pie por las ruinas del área de Cusco hay que seguir la carretera un par de minutos, dejando Tambomachay y Puka Pukara a nuestra espalda, y coger un sendero que se desvía hacia la izquierda junto a unos árboles.
A partir de ese momento se puede continuar casi siempre por sendero y no por la carretera, disfrutando de los paisajes de la zona y la tranquilidad de no tener ni grupos de gente ni el tráfico loco habitual de Perú.
Aunque la ruta es bastante intuitiva (hay que seguir el sendero y siempre descendiendo) se puede utilizar el maps.me para evitar perderse.
Antes de llegar a Q’enqo el recorrido pasa por Salapunco o el Templo de la Luna, que es una huaca rocosa y menor que no visita casi nadie. No es tan espectacular como las demás, pero al quedar de camino se puede disfrutar de su discreto encanto.
Siguiendo el camino se llega a un poblado desde el que se accede en pocos minutos a la siguiente parada importante: Q’enqo
Q’enqo y Q’enqo Chico (Q’enqo Grande y Q’enqo Pequeno)
El impresionante conjunto de rocas de Q’enqo forma una huaca mucho más importante que Salapunco y abre el apetito antes de llegar a la joya final de las ruinas Incas del área de Cusco: Saqsaywaman.
En este caso se trataba de un complejo trazado de escalones, asientos, pequeñas cuevas y relieves para el culto de los Incas.
Se recorre fácilmente siguiendo los dos itinerarios pero por desgracia ya no se puede acceder a la parte superior porque algún iluminado patoso se puso a hacer el idiota hace unos meses y se debió ir con una buena caída.
A mí estas cosas me tocan bastante la moral. Me parece bien que se indiquen las zonas que pueden ser más peligrosas o inestables, pero después ya debería ser responsabilidad de cada uno el saber si le conviene o no acceder según su estado de forma o costumbre.
Pero bueno, qué se le va a hacer… mala suerte, llegamos unos meses tarde.
Aún así, el no poder acceder al último nivel de Q’enqo se vio recompensado con unas impresionantes vistas de la ciudad.
¡Menuda pasada! Ahora sí que podíamos hacernos una idea del tamaño real de Cusco… ¡había barrios que se extendían por lo alto de las laderas y hasta parecía que daban la vuelta para continuar por la otra cara! Increíble.
A tan solo un tiro de piedra de Q’enqo está Q’enqo Chico, una estructura mucho más sencilla y pequeña a la que se puede acceder libremente incluso sin el Boleto Turístico.
El Mirador de Cristo Blanco
Aunque se puede continuar por la carretera, desde Q’enqo chico se ataja bastante si se atraviesa el pequeño bosque que queda a su derecha y se continúa descendiendo hasta llegar al Mirador de Cristo Blanco (imposible no encontrarlo).
El cristo en sí es lo de menos (aunque por la noche lo iluminan y visto desde la ciudad da algo de yuyu) y lo importante es la vista de Cusco.
Se distingue perfectamente la Plaza de Armas con todos sus edificios importantes. La vista invita a reposar un rato antes del último descenso hasta «La Cabeza del Puma».
Saqsaywaman
Bajando por una serie de escalones desde el Mirador de Cristo Blanco se llega a la entrada de lo que nadie que visite la zona se puede perder: el formidable Saqsaywaman.
La visita requiere bastante más tiempo que cualquiera de las anteriores (incluso más tiempo que todos juntos) tanto por su tamaño como por su importancia.
Iniciado por el emperador Pahacuti a mediados del siglo XV, está en parte construido con rocas que se encuentran a más de 15 km de donde está, dando a entender así la enorme cantidad de trabajo (y probablemente de vidas) que requirió.
En el trazado original de la ciudad Inca, la colina en la que se encuentra Saqsaywaman ocupaba la «cabeza del Puma» y se cree que su nombre significa «Ciudad de Piedra».
Para hacer la visita decidimos coger uno de los guías que ofrecían sus servicios a la entrada, ya que se trataba del yacimiento más importante que íbamos a visitar cerca de la ciudad.
Alucinamos bastante con la cantidad de dinero que nos pedían… Así que llegamos a otro precio negociando que parecía más coherente.
Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando a los 40 minutos nos suelta que si queríamos que nos llevase a las partes que nos quedaban por visitar teníamos que pagarle un extra y blablabla.
¡Pero bueno! ¡Que lo hubiese dicho desde el principio! Aunque nos había guiado bastante bien y lo que contaba era interesante, nos pareció que así no se hacen las cosas, así que le dijimos que ya seguíamos nosotros a nuestro aire y que «muchas gracias y hasta luego».
Aún así yo creo que vale la pena coger un guía… ¡Saqsaywaman es taaaaan grande!
Lo más imponente de todo el conjunto son las murallas defensivas, que están consideradas como uno de los grandes tesoros arqueológicos de toda Sudamérica.
Están formadas por tres secciones zigzagueantes que miden más de 600 metros y se han conservado bastante bien a pesar de la dejadez y la utilización de sus piedras como cantera local. Algunas de estas piedras están colocadas para dar lugar a formas tan curiosas como la llama…
… o la serpiente; ambos animales muy importantes en la cultura y vida de los Incas.
Dentro de las murallas no queda demasiado, pero sí se han hecho descubrimientos y excavaciones que muestran que Saqsaywaman fue más un centro ceremonial que una fortaleza.
Una vez dentro de las murallas, el recorrido natural lleva hasta el mirador «Cruz Moqo», que es genial no solo por su nombre, sino por las vistas sobre la ciudad que Saqsaywaman dominaba desde su elevada posición.
Continuando hasta el punto más alto se pueden visitar los restos desenterrados del Templo del Sol y los cimientos de muchas otras construcciones (como la torre Muyuqmarka que llegó a medir 30 metros de alto).
Frente a las murallas defensivas se descubre ante nosotros una segunda parte de Saqsaywaman, el Rodadero, que era el emplazamiento del Trono del Inca.
Para acceder hay que bajar hasta la explanada principal y subir unas escaleras algo pesadas.
Esta zona está menos excavada por lo que hay menos que visitar, pero aunque solo sea por la perspectiva que nos brinda de las murallas en zig-zag vale la pena intentar subir hasta el punto más alto.
¡Pero qué bonito!
Después de todo lo que habíamos caminado, decidí tomarme 10 minutos para simplemente sentarme y contemplar.
Vuelta a Cusco y parada en San Cristóbal
La salida de Saqsaywaman nos dejó a poco más de un kilómetro de la Plaza de Armas (y, una vez más, todo cuesta abajo, así que estupendo).
Por el camino aprovechamos para hacer una parada en San Cristóbal, la tercera y última iglesia incluida en el Boleto Religioso.
Su interior está bien pero tampoco es que vaya a quedar grabado en mi memoria, pero sí vale la pena subir al campanario porque, una vez más, la vista de Cusco es estupenda.
En esta ocasión, estábamos realmente tan cerca del centro que podíamos distinguir muchos más detalles que en los miradores anteriores.
A lo largo de toda la mañana habíamos ido pasando por varios lugares con vistas sobre el valle, haciendo una transición progresiva del más alejado al más cercano, como si estuviésemos siguiendo un camino histórico que nos había trasladado desde el pasado Inca hasta la realidad del Cusco actual.
Inca o moderno, lo que está claro es que Cusco es más que indispensable e imprescindible en cualquier viaje a Perú.