Y por fin llegó un pequeño cambio de clima. La región es realmente bonita con cielo azul y con sol, pero habría sido una pena perdernos el contraste con un día nublado.
ETAPA 4 – Arola – Martinselkonen Wilderness Centre
- Distancia: 22 kilómetros
- Inicio: Arola
- Final: Martinselkonen Wilderness Centre
- Sitios de Interés: Arola, Frontera con Rusia, Teerilampi, Martinselkonen Wilderness Centre
A mí me gusta la diversidad. Es cierto que las «condiciones óptimas» de clima son una gozada (cielo azul, sin viento, etc.), pero cuando estás varios días en el mismo sitio, me parece un gustazo poder disfrutar de diferentes tipos de luz, de diferentes sensaciones…
De la variedad, vamos.
Y en este viaje tuve la suerte de experimentar variedad, pero siempre dominando las condiciones óptimas, así que no me puedo quejar.
El cuarto día de esquí empezó como un tradicional día nublado del norte de Finlandia, lo que me pareció… ¡estupendo!
Cuando los días están grises, la nieve se ve muy distinta, las temperaturas mínimas suelen aumentar y, en el fondo, da la sensación de estar esquiando en un planeta o universo diferente.
Teníamos por delante la segunda jornada más larga del recorrido: 22 kilómetros desde Arola hasta el Espacio Natural protegido de Martinselkonen.
Urpo nos comentó que, a pesar de no tener la categoría de parque natural, a él le parece incluso más bonito que el entorno de Hossa, y que no nos iba a defraudar.
¡Y yo estaba convencido de que iba a ser así!
Tras el formidable desayuno que nos preparó Helena, nos despedimos y preparamos por cuarta jornada todo el material para empezar a deslizarnos hacia el sur, siguiendo una vez más la línea de la frontera con Rusia. Empezamos esquiando a -10ºC.
Disfruté como un enano de la primera parte del día. Los bosques cambian mucho según el tipo de luz y, al estar el cielo nublado, la sensación de despoblación total se magnificaba aún más.
Hubo algún momento en el que hasta parecía que estábamos recorriendo un territorio devastado por un «Invierno Nuclear», resultado de algún tipo de cataclismo.
Alucinante y sobrecogedor.
Por el camino me entretuve con los pequeños y diminutos árboles que empezaban a abrirse paso entre la nieve para sobrevivir al invierno y llegar al verano de luz casi perpetua que vive la región entre junio y septiembre.
Poco a poco, las nubes fueron desapareciendo para ir dejando una transición progresiva hasta el habitual cielo azul de los días anteriores.
Realmente, un paisaje precioso: con cielo azul como lienzo pero siempre acompañado de varias nubes pasajeras que daban la sensación de movimiento continuo.
Iba tan ensimismado que hasta casi me paso de largo el desvío a Teerilampi, la cabaña en la que teníamos planificada la parada del almuerzo-comida.
Antti me había comentado que desde el desvío solo quedarían 2 km para llegar, así que me los tomé con calma para seguir disfrutando del paisaje ya que el resto del grupo aún iba a tardar un rato en llegar.
Había esquiado ya 15 km de los 22 km previstos para ese día y la temperatura era de -7ºC.
Allí el fuego al aire libre estaba ya a máximo rendimiento. ¡Antti nunca defrauda! Me senté un rato a relajar las piernas e hidratarme con un té con azúcar (o más bien, azúcar con té…) antes de entrar a cotillear la cabaña.
¡Había hasta un par de literas con colchones! Aquí sí que se puede venir esquiando tranquilamente con algo de comida y pasar la noche, porque los guardas se preocupan de que siempre haya leña disponible para las estufas.
Me lo guardo como plan futuro: travesía de esquí por cualquiera de las zonas de Finlandia pero, en vez de ir de «casa en casa», yendo de «cabaña en cabaña» al menos algunos de los días. El encanto de dormir aquí en medio de la naturaleza absoluta sin ninguna otra compañía que los árboles debe ser de otra dimensión.
Después de recargar las pilas con una gloriosa sopa de reno, nos fuimos todos al exterior a tomar el último té/café antes de seguir con la ruta.
La temperatura era muy agradable (por encima de los -10ºC), y junto al fuego se estaba aún mejor.
Para continuar, tuvimos que volver hasta el desvío de Teerilampi, y seguir esquiando hacia el sur, con algunas pequeñas subidas y bajadas en el primer tramo de bosque.
A medida que avanzábamos, el cielo se iba despejando más y más hasta llegar a no haber casi ningún rastro de nubes. ¡Quién lo iba a decir con la mañana tan gris que habíamos tenido!
El tramo final estuvo dominado por un trozo de bosque donde varios árboles habían sucumbido al peso de la nieve (árboles parabólicos una vez más).
Y así, tras más de 20 kilómetros y mucho disfrute, me topé con la señal que indicaba que estaba a punto de llegar a Martinselkonen.
Un kilómetro y medio después, estaba en medio de un pequeño grupito de casas. Entré en la que parecía que había algo de movimiento y me alegré mucho al encontrarme una nueva merienda compuesta de bizcocho de arándanos y chocolate.
¡La gloria!
Cuando llegó Urpo, nos comentó que la casa era un antiguo puesto de guardas fronterizos, recauchutado y convertido en hostal.
Me instalé (como no) en mi habitación privada, y cuando llegó el momento me fui a la sauna con Urpo, Kevin y Antti, a ver la puesta de sol desde un ventanuco mientras estábamos sudando a más de 80ºC.
No está nada mal esta rutina: te levantas, te dan de desayunar, haces ejercicio en la naturaleza, te preparan un almuerzo-comida, sigues haciendo más ejercicio en la naturaleza, descansas un poco, te vas a la sauna, te dan de cenar, duermes, y vuelves a empezar.
¡A cuerpo de rey!