El segundo día de esquí destacó por las luces y sombras del sol y los árboles, por el gélido almuerzo, y por ofrecernos la cabaña más «enxebre» de todo el viaje (y que fue, por supuesto, mi favorita).
ETAPA 2 – Rajakartano – Kovavaara
- Distancia: 25 kilómetros
- Inicio: Rajakartano
- Final: Kovavaara
- Sitios de Interés: Rajakartano, Lago Hossanlahti, Vieremänjärvi, Frontera con Rusia, Kovavaara
El segundo día fue cuando definitivamente entendí, para no olvidarlo nunca más, lo importante que es la sensación térmica en contraposición con la tempera real. El almuerzo de esta segunda jornada lo recordaré como el momento que más frío que he pasado en toda mi vida (¡más incluso que cuando me metí al agujero congelado!).
La temperatura era algo más «agradable» cuando me levanté: tan solo -26ºC.
El desayuno lo tuvimos en el mismo sitio que el día anterior. Me esforcé por comer un poco más, ya que la ruta era más larga y el frío al final se nota. Al volver a casa, me despedí de mi cómoda habitación privada, me enfundé todas las capas de esquí, y me reuní con el resto del grupo.
Como yo fui solo, me tocó siempre dormir en una habitación privada sin compañía. Cualquiera puede pensar que era un lujo (la verdad es que sí que lo era), pero en el fondo en estas actividades de naturaleza me gusta compartir habitación con el grupo porque siempre hay buenos momentos de conversaciones e intercambio de experiencias.
Esta vez no pudo ser así, ¡qué pena!.
Una vez fuera, conocimos a Antti, el conductor de la moto de nieve. Para la primera etapa utilizamos las rutas oficiales del parque de Hossa, pero a partir de ahora íbamos a esquiar casi siempre por una huella («track») privada que iría haciendo Antti con la moto. La temperatura en ese momento era de -20ºC (fresco, fresco).
Es decir, estaremos aún más alejados de la civilización y el contacto con la naturaleza y la sensación de aislamiento serán todavía más intensos. Perfecto.
Salimos esquiando, como es habitual, desde el portal de casa, y al momento estábamos atravesando un típico bosque finlandés.
Los primeros kilómetros coincidieron con el trozo que habíamos hecho por la tarde el día anterior, en el entorno del lago Hossanlahti.
El tramo del lago fue estupendo. Esa sensación de amplitud e inmensidad es casi indescriptible. Como yo iba de primero, pude disfrutar de la intensidad de cada momento y cada espacio solo para mí, y después compartirlo con mi grupo en los descansos. La combinación ideal.
Al salir del lago, volvimos a meternos en un bosque, donde las líneas de luz y sombras creadas por los árboles y el sol iban dibujándose en una danza a la vez perfecta e irregular.
Un paisaje de cuento.
Aunque la temperatura en esta primera mitad de la etapa debía rondar tranquilamente los 15 grados bajo cero, no pasé nada de frío porque el movimiento continuo del esquí (junto con la ropa técnica) mantenían mi cuerpo en continua generación de calor.
Dos horas después de haber dejado Rajakartano, encontré la señal que indicaba nuestra parada del almuerzo: Vieremänjärvi.
Aunque no existiese la señal, era realmente imposible perderse. En estas etapas atravesando la región más salvaje cerca de la frontera rusa, Antti iba colocando algunas banderillas en los puntos clave o dudosos para los que íbamos esquiando por delante del grupo.
Después, Urpo, que iba siempre de último controlando todo, las recogía a su paso.
Al llegar a Vieremänjärvi yo estaba esperando encontrarme la típica cabaña de madera que había visto en los parques de Urho Kekkonen e Yllas-Pallas-Ounastunturi… pero pronto me di cuenta de que no iba a tener esa suerte.
Como todo lo que termina en «järvi«, Vieremäjärvi es un lago, y solamente cuenta con un minúsculo cobertizo para guardar la leña de hacer fuego.
La idea del descanso era acampar al aire libre, rodeados por los árboles y junto al lago congelado.
Dicho así suena fabuloso, ¿no? El único problema era la sensación térmica. Estábamos a -15ºC, junto a un lago congelado y totalmente expuestos a un aire helador.
Ni si quiera varias tazas de té hirviendo nos hacían entrar en calor. Mientras Antti y Urpo preparaban el verdadero almuerzo (sopa de Salmón), los demás nos dedicamos a saltar y correr por los alrededores para mantener el calor y no transformarnos en témpanos.
La degustación de la sopa fue una pena, porque pasó de estar hirviendo a estar fría en menos de dos minutos. Yo empecé a comerla casi sin respirar, y aún así no me dio tiempo a acabarla antes de que se enfriase.
Estaba realmente deliciosa, pero la temperatura nos estaba dejando totalmente K.O.
Cuando Antti tuvo todo preparado para continuar, nos pusimos los esquís y empezamos a esquiar rápido para entrar en calor y poder sentir de nuevo los dedos de las manos y de los pies. Llevábamos 10 km de 25 km totales para esta segunda jornada.
Y oye, ¡qué curiosas son las sensaciones térmicas! Nada más dejar el lago, paró el viento, y a los 5 minutos yo ya estaba perfectamente sintonizado con el esquí y hasta con una agradable sensación de «calorcillo«.
Nos quedaba la segunda mitad de la jornada hasta llegar a Kovavaara, un poblado enano situado en lo alto de una pequeña colina.
Disfruté muchísimo de estos últimos kilómetros del día. Al principio esquiamos por una zona muy abierta, con pocos árboles, con el sol de frente…
… y luego continuamos por un bosque bastante frondoso con varios árboles que habían sucumbido por el peso de la nieve.
Como suelo tener la deformación profesional siempre activada, no pude evitar pensar en que esos árboles parecían un «campo de parábolas negativas». En fin, es difícil dejar atrás el frikismo.
Por el camino me encontré por primera vez con los carteles que avisan de la zona fronteriza entre Finlandia y Rusia. Son bien visibles, con colores llamativos, y en varios idiomas, no vaya a ser que alguien se despiste y entre sin querer en territorio Putin.
Después de 25 kilómetros de esquí, llegué por fin a las casas de Kovavaara.
Entré en la casa principal, donde estaba Antti preparando la cena y con té caliente ya listo para los que íbamos llegando.
No soy un gran fan del té (ni del café, ni de ningún tipo de infusión), pero después de pasar todo el día esquiando a esas temperaturas, he de decir que entraba bastante bien (con kilos de azúcar, pero bueno…).
Poco a poco fueron llegando los demás y nos fuimos instalando en nuestras respectivas habitaciones. A mí me tocó una habitación enorme para mí solo en la planta superior.
Tuve que poner la estufa de leña al máximo porque estaba completamente helada (al parecer hacía varios días que no se utilizaba). Mientras el fuego hacía su cometido, me fui a la sesión vespertina de sauna con Urpo, Antti y Kevin.
En Kovavaara la sauna estaba en una pequeña cabaña roja a 30 metros de la cabaña principal, algo pequeña pero muy acogedora.
La cena que nos habían preparado fue, como de costumbre, potente y deliciosa. Después de una divertida sobremesa, nos dispersamos cada uno a nuestras habitaciones buscando un merecido descanso tras la etapa más larga de toda la ruta.
Aunque estaba un poco marginado ahí en lo alto, me consolé con la suerte de tener con toda seguridad las mejores vistas del grupo. El cielo estrellado era fabuloso, y el amanecer del día siguiente fue, si cabe, aún mejor.