De los Animales a las Piedras. Y es que si por algo se caracterizan los grandes atractivos del área de Damaraland de Namibia es por sus formaciones rocosas y todo lo que tiene que ver con ellas. Después de muchos días de parque en parque, rodeados de más vegetación de la que creíamos que íbamos a encontrar, tranquilidad y muchos animales, el cambio iba a ser absolutamente radical.
Otjitotongwe Cheetah Guest Farm
Los guepardos que habíamos visto el primer día de Etosha nos tenían totalmente fascinados. Así que pensamos, «¿por qué no hacer una parada en una granja en la que supuestamente tienen «guepardos domesticados»?
Tenía mucha curiosidad de ver cómo era eso, ya que a priori no parece un animal muy candidato a ser domesticable (ni muy buena idea por integridad física…).
Dejamos Etosha a eso de las 12:30 del mediodía saliendo por la Andersson Gate situada al sur del Okaukuejo Campsite. Continuamos por la C38 unas decenas de kilómetros hasta que vimos a la derecha el desvío para coger la pista de tierra D2695. Había otra posibilidad que incluía más tramo por carretera asfaltada pero… ¡estábamos en Namibia!, ¿no?, así que la opción aventura ganó a la opción cómoda.
Lo que no sabíamos era que nos íbamos a encontrar con un pequeño impedimento.
Después de 100 km conduciendo por la D2695, la ruta que habíamos mirado tanto en el mapa como en internet, nos mandaba continuar por la D2671, pero había un portalón estilo barrera (algo muy habitual en estas pistas, pero te bajas del coche, lo abres, pasas, vuelves a cerrarlo y continúas) con muy mala pinta que parecía comunicar con un camino de carro de pueblo rural gallego.
Según la ruta nos faltaban solamente 15 km para llegar a la granja, pero nos pareció un camino privado más que una pista para 4×4 así que dimos una vuelta más larga siguiendo por la D3248 hasta conectar con la C40 cerca de Kamanjab y, de ahí, giramos a la izquierda en dirección Otjikondo hasta que encontramos el desvío a la granja de guepardos.
Total, que el dueño de la granja con el que había hablado nos había dicho que fuésemos sobre las 3 de la tarde porque es la hora a la que les da de comer, y llegamos pero al límite extremo gracias a la excursión extra que hicimos por la zona. Para más desgracia, al llegar nos dijo que sí que podríamos haber llegado por la D2671 abriendo el portalón y continuando, que no había ningún problema… ¡maldición!
¡Pero al menos ya estábamos allí! Nos comentó que tiene también una zona de camping para huéspedes (con muy buena pinta, por cierto) y también nos habló de la historia de los 3 guepardos que tiene… ¡en casa!
Parece ser que la gente de la zona que tiene algún tipo de ganado siempre ha tenido muchos problemas por los continuos ataques, así que empezó a darse el fenómeno contrario y los granjeros empezaron a perseguir a los guepardos. Un día él se encontró con una hembra herida a punto de morir y sus 3 cachorros que eran aún demasiado pequeños para sobrevivir por sí solos.
Así que decidió llevárselos a casa, tratarlos como si fuesen «gatos grandes que se iban a hacer aún más grandes» y ver qué pasaba.
Y pasó que se hicieron enormes pero se adaptaron perfectamente a vivir con su familia. Me sorprendió muchísimo ver cómo su hijo de 5 o 6 años corretea por el patio de la casa seguido por tres guepardos que juegan con él.
¡Si no lo veo no lo creo!
Desde el primer momento nos dijo que no había ningún problema, que podíamos tocarlos, acariciarlos y jugar con ellos, que están acostumbrados y que no hay ningún tipo de peligro.
Totalmente cierto. Con lo que me gustan a mí los bichos en general no iba a desperdiciar la oportunidad de juguetear un rato con un guepardo, así que me acerqué primero tímidamente a uno, pero al ver que se ponía en posición de acariciar la panza y que me empezaba a lamer la mano con su lengua (más que muy áspera) ya se me fue toda la impresión inicial.
Estuve un buen rato con los tres, primero tranquilos y después jugueteando cuando les apetecía. ¡Sí que son como gatos enormes! Ronronean y tienen comportamientos muy parecidos, como fingir (¡menos mal!) que muerden, y la forma que tienen de usar las patas.
Me lo pasé genial, pero no pude evitar preguntarle por los instintos de caza y me comentó que al estar bien alimentados solo persiguen de vez en cuando algún animal pequeño tipo gallina, pero más por juego que por hambre (de hecho, tienen un perro salchicha enano que convive con los guepardos).
Otra dimensión totalmente.
Cuando se acabó la hora de los juegos apareció el dueño con un cubo enorme con carne y los tres «lindos gatitos» empezaron a salivar. ¡Se zampan 2 kilos de carne de mono al día!
Les repartió el rancho y nos pidió que no nos acercásemos a menos de 3 metros porque para ellos el momento de la comida es sagrado y cualquier acercamiento lo pueden interpretar como un intento de sacarles la comida… ¡y ahí sí que tendríamos un problema!
A lo tonto pasamos una hora en el patio de la casa de Nel, el dueño de la granja. Poco después de las 4 nos dijo que subiésemos a nuestro coche y le siguiéramos para ver al resto de guepardos.
¡Ah!, que hay más, pensé yo… Así que condujimos unos kilómetros por una pista hasta llegar a la zona de camping, nos subimos a su pick-up con un grupo de viajeros que estaban allí alojados y empezamos el tour de los guepardos semi-salvajes.
Por lo que le entendí, son guepardos de la zona que recogió él porque estaban en riesgo de ser tiroteados por la gente local . Qué guay, ¿no?, saber que vives en una zona con guepardos correteando libremente por ahí… Parece ser que huyen de los humanos, pero aún así…
Esta parte de la visita fue más interesante aún porque pudimos ver el comportamiento de los guepardos en libertad y estado semisalvaje. Se volvían locos al vernos aparecer porque para ello somos como el carrito de los helados para los niños, pero en vez de helados llevábamos filetes de mono (¡qué cosas, oye!).
Poco más puedo decir de esto, salvo lo formidables que me parecen estos animales. Son estéticamente y anatómicamente perfectos.
Cada vez que Nel iba a lanzar un trozo de mono se apelotonaban todos cerca de la pick-up y al lanzar la comida intentaban cazarla al vuelo.
¡Todo un espectáculo donde el más rápido es el ganador! Se ve que lo de compartir lo llevan mal, porque cada vez que uno se hacía con alguno de los enormes pedazos de carne echaba a correr para que nadie se lo quitase.
Como anécdota final, y acordándome del tema de Ylvis «The Fox» (en el que se preguntaba «cuál es el ruido que hacen los zorros»), me quedé de piedra al oír el sonido que hacen los guepardos. No hay descripción posible, lo mejor es oírlo y sorprenderse:
El tour no es barato (800 NAD cada uno), pero creo que es una de esas experiencias que vale la pena porque… ¿cuándo voy a volver a estar rodeado de tantos guepardos en mi vida? Además, Nel es muy amable y le gusta explicar todo lo que sabe relacionado con el entorno y sus animales.
Cuando le dijimos (ya con el sol bajando) que nos íbamos al camping de Hoada (a una hora y media y aproximadamente 100 km de distancia de la Cheetah Guest Farm) nos miró con cara de «estáis pirados por conducir por esos sitios a estas horas», pero bueno, eso sí que no fue una novedad.
Nos despedimos y pusimos rumbo a la tierra de los Damara: ¡Damaraland!
Twyfelfontein: Piedra, Historia y Tribus
Fuera del reino de los animales, íbamos a pasar los siguientes días de nuestro viaje (entrando ya en la semana final) por la zona de Damaraland para visitar los grabados en piedra (petroglifos de toda la vida) de Twyfelfontein, las pinturas de Brandberg y las formaciones rocosas de Spitzkoppe.
La Tribu de los Damara
Se considera que, junto con los Nama y los Bushmen, los Damara fueron los habitantes originales de Namibia. Utilizaban una lengua basada en los clicks de la familia Khoisan y, como los Nama, eran principalmente cazadores que llegaron a tener sus propios rebaños de ganado.
Sus enemigos tradicionales fueron los Nama y los Herero. Apoyaron a las fuerzas coloniales alemanas en la batalla de Waterberg contra las revueltas de los Herero y por ello fueron recompensados con el terreno conocido como Damaraland (la zona adyacente a la Costa de los Esqueletos, hoy en día sur de la región de Kunene).
Actualmente solo un 25% vive en esta zona y el resto trabajan en granjas comerciales, minas o como obreros en las ciudades. Su artesanía tradicional incluye artículos de cuero, cristal y metal, cuencos de madera y objetos de arcilla. Representan un 7% de la población de Namibia.
Hoada Campsite: Perdidos en la Montaña Estrellada
Sí, esta vez ni lo intentamos… sabíamos desde un principio que íbamos a llegar tarde, bien entrada la noche. Con lo que no contábamos era con pasarnos de largo del campsite por un problema con su nombre.
Teníamos la reserva para dormir en el Grootberg Lodge Hoada Campsite y también teníamos muy claro como llegar: seguir la C40 hacia el oeste hasta, supuestamente, llegar. Vale que era de noche y estábamos cansados, pero no veíamos por ningún lado la señal de Grootberg Lodge y según lo que habíamos calculado ya tendríamos que haber visto el desvío… ¡Horror!
Al fin, después de un buen rato, encontramos el desvío y subimos hasta las oficinas por una pista de arena estrechísima y muy empinada que discurría junto a un enorme precipicio. Gracias a que ya éramos expertos en conducción en modo 4×4 no hubo ningún problema, pero desde luego no es un sitio para coches normales.
Total, que al llegar nos dijeron que no era ahí. Nuestra reserva era para el Grootberg Lodge Hoada Campsite, y nosotros estábamos en el Grootberg Lodge, que es la versión para ricos. Ellos son los dueños también del Hoada Campsite (de ahí que se llame Gootberg Lodge Hoada Campsite) pero nos lo habíamos pasado por 30 kilómetros. Pffff, no nos lo podíamos creer.
Dimos vuelta, bajamos la pista de arena del infierno, deshicimos los 30 kilómetros y llegamos al Hoada Campsite una hora y media más tarde de lo que teníamos previsto llegar (¡y eso que teníamos previsto llegar tarde!). Eran las 19:30 y la encargada estaba preocupadísima porque para ellos esas horas ya son lo siguiente a indecentes.
Menos mal que era muy amable y entregada y nos recibió con una sonrisa sin ponernos ningún problema. Nos llevó hasta nuestra parcela y montamos el chiringuito bajo un espectacular cielo estrellado.
Al día siguiente tuvimos una increíble sorpresa al despertarnos. El camping nos pareció tan impresionante que decidimos quedarnos un par de horas dando paseos por nuestra parcela y los alrededores, disfrutando de la naturaleza de Damaraland por primera vez, muy diferente de lo que habíamos visto hasta ahora.
El baño es quizá de los más estupendos que hemos tenido. Junto a unas rocas enormes construyeron una caseta de piedras con un baño completo dentro y con techo semidescubierto donde me había duchado por la noche con las estrellas de Namibia encima de mi cabeza. ¡Una pasada!
Paseando por el Hoada Campsite nos topamos también con la pequeña fauna de la región:
- Estornino de El Cabo: viejo amigo de otros lugares de Namibia pero que nunca está de más volver a ver. Es el ave aterciopelada por excelencia.
- Bulbul Encapuchado: ¿es o no es gracioso? Tiene unos colores muy característicos, destacando el halo que rodea sus ojos.
- Geco Rhoptropus: una especie de geco característica de algunas regiones áridas de África, destacando Namibia y Angola.
Estos tres encuentros estuvieron muy bien, pero lo que sí que realmente me impactó fue cuando me encontré con este reptil en una roca:
Se llama Agama Agama, Agama Común o Lagarto de Fuego. Mide entre 15 y 30 centímetros y se caracteriza por su impresionante colorido (en particular el de los machos).
Están muy bien adaptados a los terrenos áridos aunque tienden a ocultarse en los momentos más cálidos del día para descansar.
Estuve persiguiendo al macho un rato por encima de las rocas, intentando acercarme lo máximo posible para verlo bien y poder hacerle alguna foto decente. Cuando lo perdí de vista (porque se mueve muy rápido) apareció una hembra con un colorido completamente distinto.
¡Todo esto fueron los regalos inesperados de Hoada!
Conduciendo por Damaraland
Para llegar a Twyfelfontein teníamos que continuar por la C40 hasta Palmwag y seguir hacia el sur por la C43 y la C39 hasta el desvío de la D2612 que conduce por una pista de 15 kilómetros a Twyfelfontein.
En total son unos 150 kilómetros que se pueden hacer en poco más de dos horas y media, pero por el camino nos detuvimos unas cuantas veces para ver bien el paisaje y hacer alguna foto del impresionante colorido del paisaje de tierras rojizas de Damaraland.
En Palmwag paramos en la gasolinera para llenar el depósito y, de paso, nos acercamos a un puesto de artesanía de unas mujeres Himba. ¡Intentaron colarnos de todo! Además eran bastante tozudas, pero como nosotros no nos cortamos un pelo pasamos un rato muy divertido con ellas.
El resto del camino lo hicimos intentando distraernos menos para llegar con tiempo y poder disfrutar de los grabados en roca de Twyfelfontein con calma.
Twyfelfontein: Petroglifos Africanos
Este valle albergó en su momento grandes cantidades de animales, transformándolo en un asentamiento ideal para las tribus cazadoras hace la friolera de 6000 años. El nombre de Twyfelofentein hace referencia a un supuesto manantial de agua que atrajo a toda esa fauna y tribus y que se podría traducir como twyfel (cuestionable o incierto) + fontein (manantial).
Las enormes piedras de esta región están decoradas con cientos de pinturas y grabados que consiguieron que el sitio se declarase Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2007 (el primero de Namibia).
Es un sitio único en Africa por tener a la vez pinturas y grabados (aunque hoy en día solo se pueden ver los grabados). La mayoría son de animales o de motivos geométricos que se cree que pueden ser referencias a fuentes de gua.
Nadie sabe por qué se llegaron a hacer estos grabados y entre las diferentes hipótesis que se han barajado está el uso en ceremonias espirituales o incluso una especie de escuela para niños. El resultado es que se crearon al menos 2500 elementos decorativos en las piedras hace más de 2000 años.
Resulta curioso que todos estos tesoros estuviesen perdidos hasta que el topógrafo Reinhard Maack (que también descubrió las pinturas de Brandberg) informó de lo que había encontrado en 1921.
La entrada cuesta 60 NAD por persona y 20 NAD por vehículo y el recorrido se hace fácilmente en 45 minutos aproximadamente. Hay que subir y bajar por varias escalerillas y rampas pero está todo muy bien preparado y resulta fácil seguir el itinerario marcado.
Los grabados son realmente magníficos. Se distinguen perfectamente las siluetas de los animales y es muy divertido intentar adivinar qué especies son las más dudosas.
Una visita cultural, artística… ¡y prehistórica!
El Museo Viviente de Los Damara: De Lleno en La Tribu
Antes de seguir hacia el sur para ir a Brandberg paramos en el The Living Museum of the Damara, muy cerca del centro de interpretación de Twyfelfontein.
No es un poblado original, pero está muy bien recreado y reconstruido y todos los trabajadores son descendientes de Damara que ejemplifican lo que sería la vida normal y los oficios en una tribu original.
Pagamos 80 NAD cada uno y una chica (algo brusca pero dispuesta a hacer de buena guía) nos fue llevando por los distintos recovecos del poblado, enseñándonos armas, herramientas, juegos, joyas y otros tipos de artesanía.
La visita fue globalmente muy interesante y entretenida, pero si tengo que destacar tres momentos me quedo con la experiencia sonora de la lengua de los clicks, el momento en el que nos enseñaron cómo hacer fuego de manera tradicional y la abuela boticaria explicándonos para qué servía cada hierba.
Al final de todo nos agruparon (a los 6 visitantes que estábamos en el poblado) y nos hicieron una pequeña muestra de danza y música tradicional.
¡Cerrando un día largo y variado con buen ritmo!
De los restos de los Damara prehistóricos en piedra pasamos a conocer a descendientes de los Damara actuales. No había ninguna duda: ¡estábamos en el epicentro de Damaraland!