Namibia 2017 – Etapa 4 – Etosha (Días 2, 3 y 4): Halali-Okaukuejo

El tiempo dentro del Parque Nacional de Etosha pasa volando, rodeados de tantos y tantos animales y poco vestigio de la civilización. Es imposible no sentirse fascinado por esta experiencia dentro del corazón de la sabana africana.

Goas: Cuando el Camino es Mejor que el Destino

En Etosha (y en Namibia en general) no se puede bajar la guardia en ningún momento. Cada día que pasa nos alegramos más y más de no haber caído en la tentación de coger tours organizados y disfrutar del parque y del país a nuestro aire.

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Oryx en el Nebrowni Waterhole

Después de dos semanas en esta parte del mundo está claro que hay muchas cosas que ver y muy variadas en Namibia, pero tener en mente esos sitios y obviar las rutas que los conectan es un grave error, ya sea por una de las carreteras-autopistas (las «B») o por los caminos que conectan los waterholes en Etosha.

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Y prueba de ello fue la ruta hacia el primer waterhole del día en el que habíamos puesto el ojo: Goas.

Nos habían dicho que normalmente era un waterhole muy transitado por muchos tipos de animales, así que teníamos las expectativas muy altas, pero rápidamente se vinieron abajo al llegar. Y no porque estuviese desierto, pero solo estaban unos kudus y unas cebras.

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Peeeero, en el tramo de parque que recorrimos hasta llegar a Goas nos encontramos de todo:

  • Primero unos preciosos Oryx empezando el menú del día. Creo que fue la vez que más cerca estuvimos de estos antílopes (bueno, sin contar las veces que comimos carne de Oryx, claro…)

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  • Después un curioso springbok se acercó a nuestro coche para curiosear. Se quedó un par de minutos mirándonos y después prosiguió su camino.

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  • Lo siguiente que vimos fue un Secretario, un ave de gran tamaño (aproximadamente un metro) que se distingue de otras aves rapaces por cazar en el suelo y no desde el aire.

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  • Cerca de donde estaba el secretario apareció una imponente jirafa que claramente estaba dándose un banquete aprovechando los distintos tipos de árboles que la rodeaban.

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  • Los kudus vinieron después. Un pequeño grupo de kudus hembra liderado (as usual) por un kudu macho.

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  • Cerca de ellos estaba un brillante impala con cara de estar tomando el sol. La mayoría de estos animales ya eran viejos conocidos, pero disfrutamos muchos del desfile que nos hicieron apareciendo cada cinco minutos, hasta llegar a la sorpresa final.

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En una zona con hierba alta cerca de Goas, había un coche parado. ¡Eso significa algo! Nos colocamos detrás, apagamos el motor y pronto vimos que lo que estaban observando los del otro coche era un leopardo. ¡Toma ya!

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Nos quedamos un buen rato hasta que decidió levantarse y desaparecer lentamente camuflado en la hierba. Nunca había tenido muy clara en mi cabeza la diferencia entre los leopardos y los guepardos, pero ahora sí que no cabe duda, son muy diferentes en anatomía, cabeza y tipo de manchas.

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Menuda suerte, ¡el primer día vimos guepardos y ahora el segundo un leopardo!

Finalmente llegamos a Goas con la adrenalina a tope pensando que, después de todo lo visto desde las pistas para coches, íbamos a encontrar allí nada menos que el Arca de Noé. Por eso al ver cuatro cebras y un par de kudus nos quedamos algo chafados.

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Antes de seguir la ruta se nos acercó un precioso pájaro que pronto reconocimos como un viejo amigo del Caprivi: un Estornino de El Cabo. Cada vez que aparece un pájaro con estos coloridos me quedo embobado mirando para ellos.

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Aún así, ¡un inicio de día vibrante y emocionante!

Rietfontein Waterhole: Elefantes y Elefantillos

De Goas movimos el dedo a Rietfontein. Nadie nos había comentado nada de ese waterhole, pero sonaba bien, y lo de «fontein» sonaba a agua, así que si había agua en abundancia seguro que había animales… ¡y así fue!

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En esta zona de Etosha cercana a Halali pasamos la mayor parte de las horas centrales del día compartiendo el waterhole con una genial manada de elefantes.

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Había ejemplares de todos los tamaños y edades: desde elefantes-bebé hasta elefantes que claramente ya tenían un buen número de años sobre sus espaldas.

De vez en cuando aparecía una manada de cebras que se entremezclaba con la manada de elefantes, añadiendo más color y vida al waterhole.

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Es increíble la cantidad de agua que pueden llegar a beber estos gigantes. ¡Empiezan y no paran! Por lo que he podido leer, un elefante adulto bebe entre 150 y 200 litros de agua al día. Normal que frecuenten los waterholes más grandes, porque los pequeños no les llegan ni para un chupito teniendo en cuenta el nivel de hidratación que necesitan.

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Con respecto a la comida tampoco se quedan cortos, ya que llegan a rebasar los 200 kilos de materia vegetal ingerida cada día. Desde luego no salen económicos, no.

Aún así, son maravillosos.

Cuando los elefantes se fueron nuestra vista pasó de fijarse en lo grande a fijarse en lo más pequeño. Así vimos una Ardilla Terrestre de El Cabo muy graciosa que estaba justo junto a nuestro coche comiendo algo incesantemente erguida sobre sus dos patas traseras.

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Su rango de tamaño oscila entre los 20 y 30 centímetros y pesan entre 400 y 700 gramos, así que son roedores bastante pequeños.

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Esta vez para despedirnos apareció un formidable Cuervo Blanco. Se parce mucho a los cuervos que estamos habituados a ver en España, pero destaca por la franja de plumaje blanco que rodea su cuello.

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Sueda y Salvadora: Los Límites del Etosha Pan

Para terminar nos desplazamos a las zonas de Sueda y Salvadora, ya que nos quedaban muy bien situados por estar cerca del Halali Campsite, donde íbamos a pasar la noche.

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Solitario árbol en Sueda

No vimos mucha cosa… Un Oryx solitario, una Avutarda Kori despistada y, como no, la jirafa diaria que parece salir todas las tardes a recordarnos que es hora de recoger y volver al campsite.

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Es curioso cómo varía la intensidad del colorido de los animales según la luz del sol (es diferente verlos a primera hora de la mañana, a medio día o al atardecer).

Rietfontein 2.0

Con la buena experiencia que habíamos tenido en este waterhole el día anterior y lo cerca que está de Halali parecía natural empezar el recorrido del tercer día por aquí.

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Hiena con babilla…

Pues bien, no había rastro ni de los elefantes ni de las cebras del día anterior, pero valió la pena dejarnos caer por allí porque así pudimos ver las primera hienas de toda nuestra vida (sin contar las de El Rey León, claro).

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Me las imaginaba diferentes al natural. Es cierto que no son el animal más bonito del mundo, pero tampoco son horribles.

Se podrían definir como una especie de perros grandes, algo sucios y con cara de mala leche.

Olifantsbad: El Baño de los Elefantes

Esta vez sí que podemos decir que el nombre del waterhole hace honor a lo que nos encontramos. De Rietfontein llegamos directos a Olifantsbad sin encontrar nada digno de mención por el camino, pero el verdadero premio nos esperaba en el propio waterhole.

Una nueva manada de más de 20 elefantes estaba disfrutando del frescor mañanero del invierno de Namibia a la vez que empezaban a ingerir sus monstruosas cantidades de agua diarias.

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Otra vez pudimos ver elefantes de todos los tamaños, interaccionando unos con otros, bebiendo, jugando, protegiéndose…

Me va a dar mucha pena irme de Etosha y, por lo tanto, pasar página de estos espectáculos de la naturaleza. Aún no me he ido y de alguna forma mi cabeza ya está pensando en volver. Es cierto eso de que África atrapa.

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Nos quedamos como es habitual en silencio observando la manada hasta que dieron por terminada su estancia en Olifantsbad y pusieron rumbo a su siguiente destino (¿otro waterhole para drenar quizás?)

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Así debe ser la rutina de los elefantes. Como no tienen potencialmente ningún depredador que les busque las costillas, su día a día se podría resumir en levantarse tranquilamente, beber y comer, pasear, beber y comer, descansar, dormir, y vuelta a empezar.

Como si viviesen en un spa continuo.

Además de los elefantes había algún que otro impala merodeando. Parece lógico que tanto los antílopes como las cebras anden cerca de los elefantes.

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Supongo que se sentirán más protegidos al saber que ni los leones ni los leopardos van a acercarse.

Nebrowni Waterhole: Antílopes y Avestruces

Nebrowni fue una parada muy, pero muy divertida.

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Springboks enfrentándose en Nebrowni

Fue también el waterhole más concurrido de humanos de todo el parque. Cuando llegamos había aproximadamente unos 8 o 9 coches que demostraron su falta de solidaridad. El sitio para aparcar está perfectamente preparado para que se puedan poner esos 8 o 9 coches y alguno más, pero claro, hay que aparcar con algo de «xeito».

La mayoría estaban totalmente atravesados ocupando más sitio del que necesitaban, y al ver que llegaba otro vehículo (el nuestro) ninguno hizo ademán de moverse un poco para dejarnos un pequeño hueco. Tuvimos que llamarle la atención a una autocaravana que estaba aparcada como si fuese la reina del lugar, y así ya pudimos ganar las vistas a Nebrowni.

En ese momento lo único que había en el waterhole eran unos oryx y algunos springbok bebiendo.

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Pronto llegaron algunas cebras que se unieron al diverso grupo de Nebrowni, pero las que para mí fueron las estrellas del lugar se hicieron esperar un rato más.

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Cuando creíamos que ya no iba a pasar nada más (estuvimos a punto de irnos un par de veces, pero en estos casos es importante ejercitar la paciencia) apareció a lo lejos un grupo de unas 10 avestruces correteando como si no hubiese un mañana hacia la pequeña laguna.

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Claramente debían estar deshidratadas, porque nada más llegar al borde del agua frenaron y se pusieron a beber.

Después empezó a soplar el viento y a alguna de ellas se le subieron las plumas como la falda de Marilyn Monroe… ¡qué graciosas!

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Gracias a esta nueva incorporación decidimos quedarnos un rato más, hasta que tanto los antílopes como las avestruces continuaron sus rutas disjuntas hacia otros puntos del parque.

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Nosotros nos acercamos al Pan’s Edge, que está justo a continuación de Nebrowni para contemplar aún más de cerca los límites del terreno del parque.

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El límite de Etosha Pan

La noche del tercer día la teníamos reservada en el famoso Okaukuejo Campsite. Estábamos ya muy cerca y aún quedaban unas cuantas horas aprovechables de día, así que cogimos el mapa y movimos el dedo a Okondeka ya que nos sonaba haber leído en el diario de Halali que alguien había visto recientemente leones en esa zona.

Okondeka Waterhole: Dos Grandes Manadas

Nos quedamos con las ganas de ver leones, pero valió la pena conducir hasta allí. Antes de llegar se nos cruzó una manada de 9 jirafas que iban caminando en fila india.

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¡Pero qué estampa más bonita! Las seguimos sigilosamente con el coche para no asustarlas hasta que se cruzaron con un par de springboks y siguieron su camino hacia una zona en la que ya no había pista para continuar con el 4×4.

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En Okondeka no había absolutamente nada que ver, ni agua, ni animales ni nada de nada. Sequedad y aridez. Seguimos la carretera hacia Adamax y entonces sí que nos cruzamos con la manada de animales más grande en número que vimos en Etosha y todo Namibia… ¡un grupo de más de 130 cebras!

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Hasta ese momento habíamos tenido muchos encuentros con cebras dentro y fuera del parque, pero nunca tantas juntas. Ya está, ya íbamos contentos otra vez.

La manada estaba dispersa en pequeños grupos de varias decenas, pero el grupo más grande estaba justo en el centro y centro de la pista para coches. Nos acercamos muy despacio y nos detuvimos justo a su lado para no asustarlas. ¡Qué pasada! Estábamos totalmente rodeados por ellas, ¡360 grados de cebras!

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Después de media hora bloqueados decidimos que era momento de seguir. Encendimos el motor y nos pusimos en marcha a 5 km/h. Las cebras, lejos de escapar, lo que hicieron fue apartarse lo justo y necesario para hacernos un pasillo por el que pudiésemos pasar.

¡Qué educadas!

Al final conseguimos llegar a Adamax, pero poca cosa nos encontramos más allá de unos bonitos arbustos multicolor y un precioso chacal que custodiaba una piedra con señalización de los distintos waterholes.

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Miramos el reloj, hicimos cálculos y nos dimos cuenta que empezábamos a tener el tiempo algo justo para llegar a Okaukuejo sin riesgos, así que dimos vuelta y nos fuimos al campsite.

Okaukuejo Campsite: Sorpresa Nocturna

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Llegamos con tiempo suficiente para, por una vez en la vida, ducharnos y hacer la cena aún con algo de luz natural. Cuando empezó a oscurecer preparamos la tienda para pasar la noche y nos quedamos un rato en nuestra parcela viendo la impresionante puesta de sol.

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Se pone el sol en Okaukuejo

Los amaneceres, atardeceres y cielos estrellados de Namibia son de Libro Guinness. Supongo que la nula contaminación lumínica y ambiental ayudan mucho, pero la verdad es que día tras día tenemos espectáculo garantizado.

Cuando el sol había desaparecido, cogimos la linterna y nos fuimos caminando hasta un pequeño waterhole que hay pegado a la verja del campsite. Está bien señalizado y tiene un buen foco para poder ver a los animales que se acerquen por la noche. Aún estaba vacío pero al menos nos quedamos un rato viendo el rastro final de los colores anaranjados de la puesta de sol y cómo la noche iba apareciendo.

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En poco tiempo llegó la oscuridad total. Pronto aparecieron dos jirafas, algún que otro pájaro, un chacal y un par de impalas, pero nada más. Esperamos casi una hora y al ver que no había mucho movimiento volvimos a nuestra parcela.

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Perfecta simetría axial

Y entonces, cuando ya íbamos a entrar en la tienda, oí unos ruidos muy raros que parecían venir de la zona del waterhole. Corrimos lo más rápido que pudimos y al llegar vimos algo que ya no esperábamos ver en Etosha: ¡Rinocerontes!

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No sé cuánto tiempo pasamos allí viendo a este pequeño grupo de rinocerontes que actuaba como una telenovela venezolana, pero por lo menos una hora y media.

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Daba la impresión de que se enfadaban entre sí, y después iban a buscar el consejo y apoyo de otros miembros de la familia para, finalmente, reconciliarse.

Hacía un frío que pelaba y no quiero ni imaginarme la temperatura del agua, pero ellos entraban y salían con la mayor naturalidad y tranquilidad del mundo, como si estuviesen disfrutando de un balneario de lujo.

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Sin duda esta fue la gran sorpresa nocturna de Etosha. Pero Okaukuejo nos guardaba una pequeña sorpresa extra. Al volver a nuestra parcela, había un grupo de chicos americanos mirando fijamente uno de los cubos de la basura. De repente empezó a salir basura volando de dentro hasta que finalmente pudimos ver a un Tejón de La Miel buscando restos de comida.

¡Menuda mala leche! Nos echó una mirada y una especie de gruñido fulminantes para que nos alejásemos y después siguió rebuscando. Finalmente, salió del cubo y se marchó como si estuviese andando por su casa. ¡Curioso bicho!

Grunewald Waterhole: Bye Bye Etosha

Amanecimos temprano como de costumbre porque teníamos un día muy largo por delante. Queríamos aprovechar hasta las 12 en Etosha, después conducir hacia el sur saliendo por la Andersson Gate para visitar una Granja de Guepardos (suena curioso, ¿no?) y, por último, llegar antes del anochecer (jajaja, qué chistosos) a nuestro siguiente campsite ya cerca de Twyfelfontein.

No solo no llegamos antes del anochecer, si no que llegamos bien entrada la noche después de confundirnos de campsite. Pero eso lo contaré en otra entrada…

Como el tramo entre Namutoni y Okaukuejo lo teníamos ya muy trillado pusimos rumbo a Grunewald, un waterhole que está hacia el oeste en el camino que lleva a Olifantsrus. Fue una bonita despedida. No vimos ninguna especie nueva, pero nos despedimos de unas cuantas.

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Manada de Ñus Azules

Primero apareció nuestro leal amigo El Chacal, que parece hacerle competencia a la jirafa diaria que sale a saludarnos.  Creo que se está convirtiendo en uno de mis animales favoritos del viaje.

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Tiene una cara de astuto que no puede con ella: un zorrillo africano. Y el tamaño de perro mediano es ideal para animal de compañía. Quién sabe, a lo mejor en otra vida de otro universo paralelo…

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Después del chacal nos quedamos un rato viendo a una pequeña manada de cebras y springboks en un waterhole. ¡Cómo les gusta el agua a las cebras! Entran y salen y beben, entran y salen y beben… y así sin parar.

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Un par de Oryx pasaron también por allí pero al ver que con ellos no iban la cosa dieron media vuelta y se fueron.

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Y ya volviendo hacia Okaukuejo para salir del parque nos encontramos con dos grandes manadas de cebras y ñus azules que iban… ¡en direcciones opuestas!

Parecían dos trenes circulando por la misma vía pero en sentido contrario y a punto de colisionar. Daba la impresión que iban a parar al encontrarse pero nada más lejos de la realidad.

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Siguieron caminando en sus direcciones y hasta la vista baby. Una buena mañana de despedida, sobre todo porque estuvimos completamente solos en esa zona del parque. Una vez más, nuestro mini-safari privado.

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¡Viva Namibia y Viva Etosha!

Con mucha pena seguimos conduciendo hasta la Andersson Gate y salimos de Etosha a la hora prevista. Eso al menos lo logramos, lo de después… en el próximo capítulo.

 

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