Namibia 2017 – Etapa 1 – Lüderitz: Diamantes y Pingüinos

Un pequeño y curioso pueblo, un antiguo asentamiento minero (pero tan de lujo como los diamantes que se sacaban) y una colonia de simpáticos pingüinos son los motivos que nos hicieron conducir cientos de kilómetros hasta esta base pesquera de Namibia. Muchas horas de trayecto pero mucha recompensa también.

De Sesriem a Lüderitz

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La forma más rápida y directa de ir desde Sesriem hasta Lüderitz es, a su vez, la más bonita e impactante. El camino discurre en su mayor parte por el Parque Namib Naukluft. También hay un pequeño trozo que cruza la Reserva Natural Namib Rand, dando aún más oportunidades de cruzarse con algunos de los ejemplares de fauna salvaje que moran estas tierras.

Desde el Campsite de Sesriem hay que coger la carretera C27 en dirección a Betta y conducir sin salirse de ella durante unas horas y unos cientos de kilómetros, rodeados de preciosas montañas y la tranquilidad de no encontrarse casi a ningún otro coche.

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Las carreteras de tierra son muy habituales en Namibia

Es en el fondo como una pista de tierra privada que da acceso a un lugar habitado por animales que en España solo podemos ver en un zoo (y algunos ni siquiera eso). Las propias señales de precaución hablan por sí solas… ¡soy fan de estos nuevos modelos de señales!

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¡Genial! ¿Habrá señales así con otros animales?

A lo largo de los kilómetros recorridos por la C27 nos encontramos muchos Oryx. Algunos muy cerca de la carretera (incluso cruzando tranquilamente como si todo les diese igual) y otros algo más lejos, por lo que los prismáticos volvieron a ser muy útiles.

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¡Primer Oryx que vemos!

Me parecen unos animales muy elegantes, con esa combinación de colores y sus cuernos tan rectos y puntiagudos. Me pregunto si, dada la cantidad que hay, será habitual comerlos aquí en Namibia… A ver si en los próximos días vamos a algún restaurante y echamos un ojo a la carta.

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Llegó un momento en el que nos cruzamos con un buen grupo de cebras. ¡Son preciosas! Además se nota que son autóctonas y salvajes, porque no estaban perfectamente blancas y negras como vemos siempre en fotos o vídeos, estaban algo sucias y marrones, resultado probablemente de todo lo que patearán diariamente por estas tierras polvorientas en busca de agua y comida.

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Nos detuvimos un buen rato para observarlas con sigilo. Se dieron cuenta de nuestra presencia pero tampoco pareció importarles demasiado. Siguieron a lo suyo, cruzaron la carretera y continuaron su camino.

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Un Paso de Cebra natural 100%

¡Una primera parte de ruta muy productiva!

Al llegar a Helmeringhausen hay que continuar por la C13 hasta Aus. Este nuevo tramo está formado fundamentalmente por rectas que se suceden entre unas nuevas cadenas montañosas. No nos encontramos a nadie en todo el trayecto… Ya cerca de Aus, la B4 (autopista asfaltada) nos dejó en Lüderitz en poco más de una hora.

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La colorida aridez de Namibia

Fueron en total unos 550 kilómetros, por lo que una vez más se nos hizo tarde y llegamos al campsite de Lüderitz (Shark Island, 150 NAD por noche y persona) bien tarde y de noche, pero las paradas por el camino valieron la pena.

Lüderitz: “A Small Drinking Town with a Fishing Problem”

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Parece ser que ése es el lema más famoso del pueblo según mi guía… La realidad es que se trata de un pequeño pueblo costero y pesquero, sin demasiada población (13.000 habitantes) y que sirve fundamentalmente como campamento base para realizar algunas excursiones y salidas.

La historia reciente del pueblo se remonta al siglo XIX, cuando pescadores y recolectores de guano comenzaron a explotar la rica vida marina de la zona. Hacia mediados de ese siglo se establecieron ya algunos que otros asentamientos.

En 1883 Adolf Lüderitz, un comerciante alemán (como no), con la ayuda de Heinrich Vogelsang (un comerciante del Cabo), compró una pequeña embarcación y navegó desde el Cabo hasta Angra Pequena. Vogelsang se fue al interior a comprar la zona de la bahía al jefe Nama Josef Frederkis. Pocas semanas después la bandera alemana ondeaba en Angra Pequena y unos meses después Vogelsang le compró de nuevo al jefe Nama un trozo de costa de 32 km desde el Orange River.

A esta tierra le puso de nombre Lüderitzland (los egos bien altos).

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Lüderitz no se caracteriza por sus vibrantes calles…

Poco a poco fue creándose una ciudad en el actual emplazamiento de Lüderitz que tuvo una importancia vital para los alemanes durante la guerra con los Nama entre 1904 y 1907. Tras los enfrentamientos, la ciudad vivió un repentino boom gracias al comercio de diamantes, pero que terminó en 1943 cuando la compañía minera CDM (Consolidated Diamond Mines) movió sus actividades al sur hacia Oranjemund, iniciándose así el declive de la ciudad.

En los últimos años la ciudad ha vuelto a revivir levemente gracias al turismo y las actividades pesqueras, pero aún así es un pueblo de corte algo decadente.

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El primer día que pasamos allí paseamos un poco por sus calles después de perder el barco de las 8 de la mañana que nos iba a llevar a visitar la colonia de pingüinos del cabo en una isla cercana. Llegamos al embarcadero muy justos, a las 7:55, pero es que el barco ya había salido hacía un rato… Se ve que la mentalidad alemana ha pervivido en Namibia.

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Parque de columpios 100% reciclados

Nos fuimos entonces pasear tranquilamente por la ciudad, caminando por las cuatro calles principales prácticamente desiertas. En la oficina de información una señora de muy avanzada edad nos dio un mapa (en alemán por supuesto) para indicarnos la ruta en coche que se puede hacer por la península de la Diamond Coast. Nos pareció buena idea pero decidimos visitar primero Kolmanskop, hacer después el recorrido por la península y, por último, buscar algo de pescado fresco para cenar.

Puede que parezca increíble en un puerto pesquero, pero nos fue totalmente imposible encontrar pescado fresco en las dos tiendas que los lugareños nos indicaron. Lo único que había en la que estaba abierta eran restos de congelados de Pescanova, que usa Lüderitz como uno de sus principales puntos de entrada de pescado.

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Puerto pesquero de Lüderitz

¡Menuda decepción! Nos fuimos al supermercado a recargar provisiones y un chico muy
agradable nos habló de un sitio en el puerto (el Jetty como le llaman) en el que podíamos comer pescado fresco. No lo dudamos ni un segundo y allí nos plantamos, en el Nicky’s Bistro. Éramos los únicos clientes y pedimos dos platos de merluza con patatas y verduras. Habría que ver la definición de “pescado fresco” que tienen en este país… El plato estaba bastante bueno, el pescado rico y la relación calidad precio buena (80 NAD por plato), pero era claramente pescado congelado…

De buena calidad y sabroso, pero congelado. Aún así disfrutamos la cena junto a uno de los principales puertos de Pescanova. ¿Es o no es la situación surrealista?.

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¡Pescanova por todas partes! ¡Qué horror!

Con el capricho del pescado semi-concedido volvimos al campsite para descansar. ¡Teníamos que madrugar si no queríamos volver a perder el barco para ir a ver los pinguinos!

Kolmanskop y el Boom de los Diamantes

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Sin duda una de las ciudades fantasma más famosas del mundo. Kolsmankop era originalmente una pequeña colina cuyo nombre provenía de un repartidor (Kolman) que solía traer sus caballos hasta aquí para descansar, y de la noche a la mañana acabó a principios del siglo XX convertida en la principal ciudad de la industria de los diamantes.

Desde 1908 hasta 1956 muchos diamantes fueron encontrados en la zona, y así nació la
curiosa (y por aquel entonces lujosa) villa de Kolmanskop. El motivo fundamental del
abandono se debió al hallazgo de diamantes de mayor tamaño más al sur del país, tirando hacia el Orange River.

En la actualidad es el principal foco de turismo de la zona. Se encuentra a poco más de 10 kilómetros, la entrada cuesta 85 NAD por persona y el horario (un poco extraño) es de 8 de la mañana a 1 de la tarde con visita guiada incluida en el precio de la entrada a las 11 (por lo menos en el momento de nuestra visita).

Dicho tour dura unos 45 minutos y no deja de ser interesante. Nos contaron que la ciudad estuvo rebosante de dinero, llegando a contar con una carnicería, una pastelería, una tienda tipo supermercado, fábrica de hielo, colegio, hospital, etc…

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Hospital de Kolmanskop

Vamos, ¡todo un poblado de lujo en miniatura y en medio de un desierto!

La casa más lujosa fue y sigue siendo la de la dueña de la tienda. Era la “mafias” del pueblo, la que podía conseguir cualquier cosa previo encargo importándola en barco desde Alemania (con el correspondiente tiempo de espera medio entre 3 y 5 meses).

Nos llevaron también a la fábrica de hielo. Qué cosas, lo que hoy damos por hecho a diario gracias a nuestra nevera hace cien años (¡y solo en poblados lujosos!) requería un proceso diario de fabricación para que las familias pudiesen conservar sus alimentos.

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Restos de maquinaria en la antigua fábrica de hielo

Parece ser que llegaron a vivir unas 300 personas en el pueblo. Tenían hasta un pequeño trenecillo que recorría las calles principales, pasando por delante de todas las tiendas y las casas familiares. Por si eso no era suficiente, Kolmanskop tenía también una formidable bolera, un estupendo salón de bailes, un teatro… Y todo eso en un pequeño espacio formado entorno a la industria de los diamantes.

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Pero todo tiene su fin, igual que la visita guiada, y al terminar el recorrido nos aventuramos a patear las casas medio enterradas por la arena a nuestro aire, que es realmente la parte más divertida de venir hasta este pueblo a la vez fantasmagórico y genial.

Empezamos por la Casa del Ingeniero por estar justo detrás del edificio principal, que es de donde sale y donde termina el tour. La arena ha cubierto buena parte de la única planta con la que cuenta la edificación, y en algunos puntos llega incluso hasta las ventanas.

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Cuando el sol incide casi en vertical, las tablillas de madera del techo crean unos rayos y sombras en el suelo y las paredes muy curiosas, dando a todo un efecto de psicodelia- psicotrópico que vale la pena no perderse.

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Es una casa sencilla pero con curiosos recovecos para los amantes de la fotografía.

Continuamos hacia la adyacente Casa del Arquitecto. Es sin duda la más famosa de todo el pueblo por las innumerables fotografías que se han hecho de su estancia principal cuasi-devorada por la arena, con múltiples tipos de luz y ángulos.

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Y para qué negarlo, es que es una gozada entrar en ella. Por fuera aún conserva cierto aspecto lujoso, pero por dentro la naturaleza se ha abierto camino y va poco a poco consumiéndola. El guía nos contó de hecho que de vez en cuando tienen que quitar algo de arena de algunas casas para que no lleguen a un punto de no retorno…

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¡La fuerza de la tierra!

Pero la diversión no termina ahí. Hay muchas otras casas para explorar, y cada una tiene sus detalles, su historia, su encanto… ¡su arena!

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Algunas conservan las escaleras que llevan a sus segundas plantas. Al subir se puede salir a algunos de los balcones y sentir lo que la gente sibarita que moraba en ellas sentía al ver la grandiosidad de Kolmanskop y, fuera del recinto, las chabolillas de los recolectores de diamantes (la historia que se sigue repitiendo en la actualidad en todo el mundo).

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Apuramos hasta el final. Nos marchamos a las 13:04 y ya estaba cerrada la verja de salida, tuvo que venir un chico desde el edificio principal a abrirnos. ¡Pero mira que son cuadriculados!

Disfrutamos muchísimos la parada en Kolmanskop. Una curiosa historia, un entorno totalmente diferente a cualquier cosa que hubiese visto antes, y un sitio perfecto para dejarse llevar por la imaginación y hacer fotografías surrealistas.

Ruge el Atlántico con Fuerza en La Diamond Coast

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La señora de la oficina de información y turismo de Lüderitz nos recomendó que hiciésemos un tour en coche por esta península, aprovechando que teníamos 4×4 y por lo tanto no nos íbamos a quedar atascados en ningún sitio.

Nos pareció buena idea para hacer a la salida de Kolmanskop, un poco de naturaleza costera y la posibilidad de subir a algún que otro pedrusco.

Para llegar desde Lüderitz hay que pasar la gasolinera que hay a la salida del pueblo y seguir inmediatamente las indicaciones que llevan primero hacia Diaz Point y, cuando aparezcan, hacia Grosse Bucht.

Empezamos por Kleiner Bogenfels, una pequeña playa donde las olas entran no demasiado revolucionadas en comparación con lo que veríamos en las siguientes paradas. Y es que esa tarde apareció un buen nubarrón y el viento empezó a soplar con tanta fuerza que hasta creíamos que iba a llover, pero no. Parece ser que hace unos 4 años que no llueve en Lüderitz…

¡Pues menuda!

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Lo más impactante de esta primera parada fue encontrar algas de varios metros de longitud y tan gordas como cañerías de agua. ¡Totalmente de otro mundo!

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Los sargazos parecen hierba comparados con estas algas…

Seguimos después hasta Eberlanz Höhle. La señora de información y turismo nos dijo que era un horror llegar hasta la cueva, “una ruta dificilísima y solo apta para personas con mucha tolerancia a las alturas, la hice hace 42 años y no he vuelto a poner un pie allí”.

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¡Expedición por la Diamond Coast!

En fin… Se trata de una mini cueva a la que se accede caminando tranquilamente unos 15 minutos desde donde se deja el coche. Es cierto que hay que subir y bajar un poco (la ruta está en todo momento indicada por hitos de piedras) pero vamos, no tiene ninguna complicación. Al llegar a la cueva nos encontramos con un libro de firmas que se remontaba a los años noventa (y había otro más viejo pero lo robaron).

Subir y bajar hasta la cueva está bien, pero lo que está aún mejor son las vistas desde el punto más alto del Atlántico estrellándose con todas sus fuerzas contra las rocas. Vale la pena.

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Ya en el coche seguimos conduciendo por la pista costera hasta Essy Bay. En esta zona hay varias calas de muy fácil acceso. No es nada del otro mundo para los que estamos habituados a los paisajes marítimos, pero no están mal.

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La fuerza del Atlántico en el Hemisferio Sur

El tiempo se nos echaba encima (esto de que anochezca a las 17:30…) así que nos saltamos la última parte y fuimos directamente hasta Diaz Point, a tomar algo en el café del camping. Al llegar no nos sorprendió mucho ver que estaba completamente vacío porque es una especie de pequeña peninsulilla muy expuesta a todos los vientos que vengan de la dirección que vengan.

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Así cualquiera predice el tiempo…

Estuvimos cinco minutos de cortesía y nos volvimos a Lüderitz a cenar y descansar.

¿Pingüinos en África?: Sí; Pingüinos del Cabo

Necesitamos dos intentos para llegar a hacer la ruta en barco de los Pingüinos del Cabo, pero lo conseguimos. El primer día perdimos el barco porque salió 5 minutos antes de tiempo (aunque René, el chico que lo lleva siga diciendo que en su GPS ponía que ya era la hora).

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El segundo día lo conseguimos, pero gracias una vez más a la ya hiper-mencionada señora de la oficina de información y turismo. Nos comentó que si no hay ninguna reserva del día anterior el barco ni siquiera va hasta el puerto a recoger a posibles clientes. ¡Qué drástico es todo!

Así que hicimos la reserva (450 NAD por persona) y menos mal. Al día siguiente cuando fuimos, esta vez con bastante más antelación, resultó que éramos los únicos que habíamos hecho reserva para la excursión y no había nadie más en el muelle. ¡Viaje privado! Pero si no hubiésemos hecho la reserva el día anterior nos habríamos quedado por segundo día con cara de poker.

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Pingüinos del Cabo acercándose a saludar

Es importante saber cómo funcionan las cosas en cada país, y en Namibia funcionan… pues eso.

Desde el primer momento René se mostró muy receptivo, amable y comunicativo. Nos fue explicando poco a poco qué islas íbamos viendo y qué especies de aves se iban asomando por los laterales del barco.

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Grupo de Cormoranes

Pero también tuvimos bastante tiempo para hablar de Namibia y de Lüderitz en concreto. Nos despejó unas cuantas dudas de la historia del país y de la situación social actual, algo desoladora en muchos aspectos. Por ejemplo en Luderitz el paro se sitúa rondando el 65%, y es una situación que cree difícil que se corrija con el tiempo.

Me habló también de Pescanova, de cómo y cuándo llegaron al pueblo, de las cosas buenas que trajeron y también las cosas malas que hicieron. ¡Un viaje muy interesante!

Y por fin, después de tres cuartos de horas, llegamos a la isla de Halifax, donde habita
permanentemente una enorme colonia de Pingüinos del Cabo. Son una variedad muy habitual en Sudáfrica y, en Namibia, en este pequeño reducto en la costa de Lüderitz.

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Nos quedamos más de media hora cerca de la costa, observado sus graciosos movimientos, cómo se tiraban al agua, cómo nadaban en grupo…

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… e incluso cómo se acercaban al barco. Algunos vinieron nadando hasta bastante cerca de nuestra posición, como si quisiesen darnos la bienvenida a su república independiente fuera del país vecino del sur.

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Un bonito y animado final para una muy diversa parada en este extremo costero de Namibia. Al volver al puerto nos despedimos de René y de su barco, paramos en la gasolinera a llenar el depósito (esto de tener 140 litros de capacidad en el tanque es una gozada) y pusimos rumbo al este para visitar otra de las joyas naturales del sur del país: ¡el segundo cañón más grande del mundo!

¡Hit the Road Jack!

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