Irán 2017 – Etapa 5 – Kerman: 100% Farsi

Kerman es muchas veces ignorada por los visitantes de Irán que no cuentan con demasiado tiempo por lo que es una buena forma de conocer cómo es la vida en una región a la que el turismo por ahora solamente toca de manera tangencial. La ciudad en sí no ofrece grandes atractivos, pero constituye un excelente campamento base para excursiones a la naturaleza y pequeños pueblos de la región.

Kerman: Comercio en El Desierto

La historia de Kerman va tan atrás como el siglo III d.C., cuando se cree que fue fundada por Ardashir I de la Dinastía Sassanid. Desde entonces se mantuvo siempre como una ciudad próspera por su estratégica situación comercial entre Persia e India.

A lo largo de su existencia vio mandatos de los Árabes, Buyids, Seljuks, Turkmenistanes, Mongoles, Qajares y algún que otro clan invasor de menor importancia.

En la actualidad sigue siendo un importante núcleo del sudeste de Irán y toda su historia se puede entender con una visita a su pequeño pero muy interesante Bazar, quizá uno de los más coquetos e iluminados de todo el país.

Problemas de Comunicación

En Kerman noté un cambio radical con respecto al inglés en comparación con las demás ciudades de Irán que había visitado. Básicamente se puede decir que saber hablar inglés en Kerman es casi tan útil como saber gallego (a lo mejor éste incluso más, que bien se sabe que estamos en todas partes).

Esta inutilidad de saber inglés la conocí de primera mano en mis primeros cinco minutos en la ciudad. Acababa de llegar de una visita con noche incluida en el formidable desierto de Los Kaluts y, aprovechando que mi excepcional guía Beh aún seguía conmigo, aproveché para hacer una parada en una agencia de viajes para comprar un billete de tren o autobús de Kerman a Mashhad.

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Desierto de los Kaluts

Y menos mal que Beh aún estaba conmigo… Habría sido toda una odisea comprar el billete yo solo. Nadie de la agencia hablaba ni media palabra de inglés, algo que para ir a comprar cuatro cosas al súper no es muy importante, pero para comprar un billete de tren o autobús… tranquilamente podría haber acabado en un autobús de mala muerte hacia Afganistán.

Los trenes estaban todos completos así que opté por un autobús VIP que salía de Kerman dos días después a las 4 de la tarde (650.000 IRR, 15 horas). Eso me daba tiempo suficiente para descansar, algo que mi cuerpo pedía a gritos, visitar los cuatro puntos clave de la ciudad y hacer alguna escapada a las afueras.

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Billete de autobús Kerman-Mashhad

Antes de irse a dormir Beh consiguió encontrarme un hotelillo por 400.000 IRR ya que encontrar couchsurfer me fue totalmente imposible. Como el pobre hombre estaba medio muerto le sugerí que se fuese a su casa a descansar y que ya continuaba yo en taxi hasta el hotel.

Dos taxis Nah Dar Baste (compartidos) me llevaron por 20.000 IRR en total hasta el hotel. El primero fue desde donde me dejó Beh hasta una de las plazas principales y el segundo desde ahí al hotel. En el primer trayecto se sentó a mi lado un chico muy particular que me dijo que era del kurdistán y que se llamaba…. ¡Benjamin Franklin! Si no tuviese la profesión que tengo me lo habría tomado de puro cachondeo, pero 7 años trabajando de profesor con amigos profesores en varias comunidades han dado para tal colección de nombres surrealistas que Benjamin Franklin queda casi al nivel de Pepe.

Cuando me quise dar cuenta mi compañero Benjamin había pagado su parte del taxi y la mía. Me sentí fatal… ¡Era un chaval de poco más de 20 años! Intenté darle el dinero equivalente a lo mío y lo suyo pero se negó rotundamente con una amable sonrisa. Pues sí que es cierto que los habitantes de Kerman son, dentro de lo alucinante que es de por sí la gente en Irán, muy hospitalarios.

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Homenaje a uno de los mártires de la guerra Iraq-Irán

Y al fin el segundo taxi me dejó delante del hotelucho. Lo único que quería era una puerta, un techo, una cama y una ducha. Sobre todo la ducha, que por mi cuerpo habían pasado las arenas de Meymand y Los Kaluts sin tener acceso a ni una gota de agua.

Pero para mi sorpresa (o no) el dueño del hotel no tenía ni idea de inglés, y todos los papeles estaban solo en Farsi. Llamé a Beh con la esperanza de no despertarlo para que me ayudase, y después de hablar un par de minutos con el dueño llegó a la conclusión de que no podía quedarme ahí porque ni siquiera iba a poder rellenar el formulario de entrada. ¡Pues menudo chasco!

Menos mal que apareció un chico más joven y más resolutivo, pero también sin idea de inglés, y consiguió encontrarme una habitación por 500.000 IRR la noche muy cerca del Bazar en el Hotel Kerman. Al llegar allí descubrí que el dueño tenía el mismo problema que el anterior, pero o no usaban formularios de registro o le daba exactamente igual. No sé, el caso es que había conseguido mi puerta, mi techo, mi cama y mi ducha (¡ooole!) para los dos siguientes días.

Un Paseo por Kerman

Me di una ducha eterna y salí a buscar un sitio para comer y, de paso, aprovechar para deambular por el Bazar y visitar la Masjed-e Jameh, que son quizá los mayores atractivos del centro histórico de la ciudad.

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Bazar de Kerman

Yo desde luego me quedo con la visita al Bazar. Tiene algo diferente a los demás que me resulta muy difícil de describir. En parte por el hecho de que tenga muchas paredes que den a pequeñas plazas interiores haciendo que las calles estén más iluminadas pero también el tipo de tiendas y establecimientos. Además en el tramo final (ya sin techo) hay muchos puestos de frutas, con lo que ya tenía decidida cuál iba a ser mi cena y el desayuno del día siguiente.

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Del chador y el hijab a los niños zombies

De todas las vías de salida del Bazar destaca la plaza Ganj Ali Khan que lleva el nombre de un importante gobernador de Kerman del siglo XVII.

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Plaza principal del bazar

En medio del bazar encontré un restaurante con buena pinta (Hamam-e Vakil). Entré sin dudarlo porque mis tripas no me iban a permitir aguantar mucho más sin una buena dosis de energía. Cuando ya estaba comiendo apaciblemente en una de estas silla-mesa iraníes que tanto me gustan apareció un enorme grupo de franceses que, mientras esperaban por la comida, se dedicaron a hacerme fotos como si fuese una atracción local.

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Restaurante con música en directo

Y eso que les hablé en francés… Bueno, quién sabe, ahora probablemente haya una foto mía comiendo en una veintena de álbumes de fotos de señores de la Aquitania profunda.

Era muy temprano para volver al exterior (la temperatura debía rondar tranquilamente los 35ºC) así que me trasladé a la estancia contigua del comedor para escribir un poco mientras dos señores muy peculiares tocaban una mezcla interesante de canciones tradicionales con otras menos autóctonas (desde Para Elisa hasta Love Story) con instrumentos típicos de la región.

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Mezquita del Viernes de Kerman

Cuando me sentí valiente salí a la calle y fui hasta la Masjed-e Jameh que está bien pero tampoco es para tirar cohetes y después fui a encerrarme en el hotel a conseguir el tan ansiado descanso que cada célula de mi cuerpo deseaba.

Rayen, ¡Adobe por doquier!

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La fortaleza de Rayen (Arg-e Rayen) es una antigua ciudadela de adobe cuyos orígenes se remontan al siglo V d.C. (época de los Sassanid). Está en el pequeño pueblo del mismo nombre situado entre Kerman y Bam y es la segunda construcción de adobe más grande del mundo.

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El adobe, siempre tan presente en Irán

La primera no está demasiado lejos, es la ciudadela de la propia Bam. Aunque estaba dentro de mis planes iniciales decidí saltármela por los comentarios recientes que leí en Internet. Sí que conocía la desgracia del terremoto de Bam de 2003 que mató a casi 30.000 personas y destrozó gran parte de la ciudadela, y el hecho de que esté en ruinas no me echó para atrás, lo que finalmente hizo que no continuase la ruta hacia el sur hasta Bam es el hecho de que la reconstrucción que está teniendo lugar ha inundado la ciudadela de andamios. Y para ver andamios prefiero quedarme con la de Rayen, que tiene igualmente muy poco turismo y se puede visitar tranquilamente sin ningún vestigio de obra.

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Salí del hotel de Kerman y caminé hasta la Khajoo Jahan de donde supuestamente salían los autobuses a Mahan y Rayen. Mentira, no existe tal cosa, lo que hay (menos mal) es un servicio de taxis compartidos que me vino de perlas. Por 30.000 IRR me llevaron a mí y a un señor hasta el inicio de la carretera general que va a Rayen para esperar allí por el autobús que ahora solo sale de la estación central. Como no aparecía, el señor paró a un coche de un particular que nos llevó hasta la mismísima puerta de la ciudadela por 60.000 IRR cada uno, con aire acondicionado y muy buena música. ¡En Irán siempre hay un plan B, me encanta!

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Chofer privado de Kerman a Rayen

Al llegar me sorprendí un montón con el tamaño del muro exterior, que tiene 3 metros de grosor y rodea los 22000 metros cuadrados de superficie de la ciudadela, acumulando un total de 16 torres que llegan a alcanzar los 11 metros de altura.

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En su interior hay pequeños carteles que indican a qué pertenecían cada una de las distintas partes de las ruinas: el bazar, la casa del gobernador, el salón de los banquetes, las casas de la “common people” como si de la canción de Pulp se tratase…

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Visitar la ciudadela de Rayen con un día de cielo azul y las montañas al fondo alardeando de picos nevados no tiene precio. Tampoco tienen precio los 35ºC que me acompañaron (uff…) ni la entrada. Bueno, esto último sí, realmente son 150.000 IRR pero cuando entré no había nadie y caminé despacio haciéndome el tonto como si ya viniese de dentro y estuviese sacando unas fotos a la entrada.

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Vistas desde el punto más alto de la ciudadela de Rayen

¡Por una entrada que no pague en tres semanas tampoco pasa nada! Que sumando de 5€ en 5€ al final en los tickets se va una buena parte del presupuesto.

Como ya es habitual en estas construcciones me parece vital encontrar el camino hacia los tejados y, en este caso, las escondidas escaleras que llevan a los distintos palacetes restaurados con unas espléndidas vistas de todo el conjunto.

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Me pasé más de una hora y media disfrutando de tan intrincado laberinto, soñando con lo divertido que sería organizar una búsqueda del tesoro o un buen escondite (o algo tipo paint-ball) en un sitio así, lleno de pasadizos y escondrijos.

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Salí muerto de hambre de tanto calor, trepar y caminar. Desafortunadamente había elegido ir a Rayen, un sitio ya de por sí pequeño y poco turístico, uno de los días más festivos del país, ¡El día del profeta! Caminando por la calle principal encontré a un grupo de turistas alemanes que entraban con su guía en una especie de mini hamburguesería local. El guía (Mohammad Noroozi, simorgh5671@yahoo.com) me pareció un tipo realmente genial, con un inglés perfecto y apasionado de Irán y las montañas y el esquí en general. Me ayudó a pedir una hamburguesa local de carne de camello, que a priori me daba un poco de cosa, pero que estaba bien buena.

Mis compañeros italianos de Meymand me habían avisado de que iban a ir a Rayen por la tarde. Se habían cogido un guía local para tres días y nos pareció buena idea juntarnos junto a la ciudadela para volver juntos a Kerman y cenar en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

Durante las horas que pasaron entre la comida y la llegada de Carlo, Nicola y Niccolo tuve un sinfín de experiencias con gente local. Primero dos niños de 6 y 10 años vinieron a hacerme compañía mientras estaba escribiendo en la tablet bajo un árbol. ¡Qué majos! Creo que nunca habían tenido contacto con un extranjero y, por lo tanto, no eran conscientes ni entendían cómo diablos yo no hablaba farsi. Fue muy divertido comunicarme con ellos a través del google translator y de una página que encontré en Internet para poder escribir en farsi.

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Me llevaron de ruta por la ciudad, la mezquita, el cementerio de los mártires y vuelta a la ciudadela. Les invité a un helado y se fueron más contentos que un ocho. Justo después, apareció otro chico, Mohammad, que tampoco hablaba inglés pero que tenía ganas de hablar. Recuperé la página del farsi y durante 10 minutos estuvimos intercambiando frases cortas usando las tecnologías que tanto ayudan hoy en día. Me invitó a quedarme en casa de su familia pero ya había pagado el hotel de Kerman y quedado con los italianos, así que no pudo ser.

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Y, por último, me paró un coche de la policía. Estaban muy interesados en cómo había llegado hasta Rayen viajando solo porque al parecer aquí la gente viene habitualmente en grupos organizados. Hablaban muy buen inglés, eran muy sonrientes y me dieron su teléfono de contacto por si me pasaba cualquier cosa o necesitaba cualquier tipo de ayuda en Irán. Una vez más igualito que en España, jajajaja.

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¡Así protección no me falta!

Justo cuando me hice la foto con ellos salieron los italianos de la ciudadela. Me despedí de las fuerzas del orden y pusimos rumbo a Kerman en el coche de su guía, Reza.

Fue una suerte volver a coincidir con ellos. Han viajado también mucho y les encanta hablar y compartir sus aventuras. Reza nos llevó al Max Traditional Restaurant, donde tomamos kebab de pollo y Dissy, una de las especialidades más típicas de Irán.

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El dueño se quedó tan sorprendido de ver a tanto extranjero junto que nos pidió por favor hacernos una foto para el instagram del restaurante. ¡Al final vamos a acabar siendo unas celebrities del país y nosotros sin enterarnos!

Mahan: Un Oasis en el Desierto

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Tenía hasta las 4 de la tarde para aprovechar el día antes del palizón de autobús de Kerman a Mashhad. Como el calor seguía apretando me pareció buena idea dejar pronto el hotel e ir a pasar la mañana a los famosos jardines de Mahan, Bagh-e Shahzde (200.000 IRR), situados a 5 kiómetros del pueblo.

Con la mochila grande a la espalda cogí un taxi delante del hotel para ir de nuevo a la parada de taxis compartidos de Khajoo Jahan. Allí me pusieron rápidamente en un taxi a Mahan (40.000 IRR) con tres señoras que llevaban la versión extendida de Chador, eran como fantasmillas con ojos y dientes, pero al menos muy sonrientes.

El taxi me dejó justo delante del Aramgah-e Shah Ne’matollah Vali, el mausoleo dedicado al poeta y místico sufí Shah Ne’matollah Vali que murió en el siglo XV d.C. sumando más de 100 años. El mausoleo data de esa misma época y es famoso por sus espléndida cúpula azul de la era Safavid y los minaretes de la época Qajar.

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Me quedé un poco chafado ya que había leído en muchos sitios que se podía subir a los minaretes y a los tejados para contemplar la cúpula (probablemente pagando una de las típicas entradas iraníes), pero allí no había nadie a quién preguntar y todas y cada una de las puertas estaban cerradas con buenos candados (y eso que me esmeré en buscar cualquier posible punto de acceso).

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Aún así el conjunto es bonito y vale la pena parar en el camino hacia los jardines, aunque me habría gustado ver la cúpula más de cerca.

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Un amable taxista me recogió al salir del mausoleo y me llevó a los jardines por 60.000 IRR. Allí un joven matrimonio se acercó a saludarme y me cambiaron por completo la mañana. Atefe y Mehdi me guiaron por los jardines y se ofrecieron amablemente a acercarme después a Kerman. Ellos mismos están de viaje, son de un pequeño pueblo de Isfahan y están visitando la zona.

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Con Atafe y Mehdi en los jardines de Mahan

Pasamos un rato muy bueno caminando entre este increíble qanat en el desierto, rodeado de jardines, árboles, pequeñas cascadas y, como no, el pequeño palacio que fue la residencia de Abdul Hamiz Mirza (de la dinastía Qajar).

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Es un sitio ideal para sentarse bajo los árboles a tomar un helado y ver el tiempo pasar. Eso fue lo que nos ocurrió a nosotros. El tiempo pasó volando mientras hablaba con Atafe y Mehdi de lo maravilloso que es Irán y lo dura que puede llegar a ser la vida para los iraníes, sobre todo en el sentido de lo encerrados que se sienten por lo difícil que les es salir del país. En parte por culpa de su propio gobierno, y en parte por culpa de políticas como la americana y la europea junto con los medios de comunicación que alienan nuestras mentes haciéndonos creer que Irán es el epicentro del eje del mal, solamente para ellos poder sacar sus propios beneficios y agendas ocultas. Como europeo no puedo sentir más que vergüenza.

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Salimos del jardín a la 1 de la tarde y, de camino a Kerman, me preguntaron si había oído hablar del Max Traditional Restaurant. ¡No me lo podía creer! Qué casualidad. Les guíe con mi móvil hasta el restaurante e insistieron en que me quedase a comer con ellos. El dueño me reconoció en seguida (no habían pasado ni 15 horas) y continuamos nuestra agradable conversación rodeados de buena comida iraní.

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Buena recarga de energía antes del viaje

Esta gente es imposible de encontrar en ningún otro sitio del mundo, lo tengo claro. En tan solo cinco minutos ya te están invitando a ir a su casa y a volver con amigos y familiares. Cada vez tengo más claro que Irán tiene que volver a estar entre mis próximos viajes. Muchas más cosas por descubrir, y ya mucha gente maravillosa a la que visitar.

Nos despedimos a las 3 de la tarde y me fui en taxi a la estación de autobuses con tiempo para comprar cuatro tonterías (unas galletas y zumos) para el largo viaje que me esperaba.

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Los Khomeinis presidiendo la estación de autobuses

Espero al menos conseguir dormir algo esta vez… 15 horas son muchas horas, y como no duerma voy a llegar a Mashhad para ser enterrado en el Mausoleo del Imam Reza en lugar de para visitarlo.

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Momentos del viaje de 15 horas en autobús de Kerman a Mashhad

Así que vuelvo al norte para agotar mis últimos 4 días en Irán. ¡La aventura llega a su fin!

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