El motivo fundamental de venir a Irán era entrar en contacto con su, para el mundo occidental, desconocida cultura y tesoros arqueológicos y arquitectónicos. Pero el país da mucho más de sí: desde antiguas viviendas-cueva hasta un paisaje sacado de Intersetellar. La naturaleza de Irán es un factor fundamental a tener en cuenta al planificar cualquier visita a Persia.
Meymand: Se Puede vivir Sobre la Montaña y También Dentro de Ella
Soy consciente de que siempre me han atraído las cuevas, los pasadizos, los sitios claustrofóbicos. Puede que por eso me guste tanto el cine de terror (y Meymand me ofreció una experiencia algo terrorífica los 30 primeros minutos de mi estancia). Cuando me enteré de que entre Shiraz y Kerman había una aldea troglodita estilo Cappadocia que ha estado ocupada por los humanos desde hace más de 3000 años, decidí sin titubear que era un alto en el camino ideal para mí.
El Previo (Organización) y La Llegada (Desorganización)
Llegar hasta allí y organizar el alojamiento fue cualquier cosa menos sencilla. Solo hay una posibilidad para pernoctar en el pueblo: Meymand Guest House (1.700.000 IRR por noche cada cueva, que tienen 3 o 4 camas), y los que se encargan de gestionarla ni son eficientes ni hablan bien inglés. También está la posibilidad de meterse en cualquiera de los cientos de casa-cueva deshabitadas para pasar la noche, pero después de las sensaciones que tuve al llegar no lo considero una idea muy acertada.
Varios días antes escribí al e-mail de la Guest House. Reservé una cueva par mí especificando claramente que si alguien más quería compartir a mí no me importaba para así no pagar yo solo esos casi dos millones de riales. Todo parecía muy sencillo: autobús desde Shiraz hasta Sirjan y después otro autobús desde Sirjan hasta Meymand.
Pero no… ¡No hay ningún autobús que vaya a Meymand desde ningún sitio!
Con la ayuda de Motjaba, mi entrañable anfitrión de Shiraz, compré el billete de autobús de Shiraz a Sirjan. Al llegar a la estación me hicieron un upgrade por 40.000 IRR para ir en autobús VIP, con lo que al final pagué 190.000 IRR por 6 horas de autobús de lujo.
Salimos puntuales (a las 12 del mediodía) y también llegamos puntuales a Sirjan. Allí me estaba esperando Manizheh que había contactado conmigo mediante couchsurfing para guiarme en el proceso de cambio de transporte de Sirjan, ¡y menos mal!
Vino con su hermana en coche y me llevaron primero a tomar la bebida local de Sirjan, una especie de agua de rosas con fécula de trigo, muy fresca y muy sabrosa. Me explicó que la única forma de ir a Meymand es continuar desde Sirjan en taxi compartido hasta Shahr-e Babak (140.000 IRR) y después coger un taxi privado (200.000 IRR) hasta Meymand.

Con Manizheh y su hermana en Sirjan
Esto de los taxis compartidos es algo que se estila mucho en Irán y que está muy bien. Al coger un taxi hay dos posibilidades: Dar Baste (taxi privado) y Nah Dar Baste (taxi compartido). Manizheh me dejó en la oficina de los taxis compartidos de Sirjan y me fijó el precio para los dos que tenía que coger. Y tan amablemente como apareció se fue. ¡La gente de Irán nunca dejará de sorprenderme! Me quedé con su contacto (Manizheh Hamedi, +989177635410) porque es también guía de Irán y habla muy bien inglés.
El primer taxi fue un auténtico infierno. El conductor estaba como unas maracas. Tenía unas gafas a las que le faltaba un cristal entero, conducía por la autopista a 140 sin manos y hasta llegó a darle a propósito un pequeño golpe por detrás a un camión para que le dejase adelantar. ¡Tremendo horror! La única parte positiva fue que al ir tan rápido el trayecto se hizo, literalmente, muy corto.
El segundo taxi fue más relajado, pero entre unas cosas y otras llegamos a Meymand a las 9 y pico de la noche cuando según lo que me habían dicho en la estación de autobuses de Shiraz debería haber llegado a las 7. El taxista no hablaba nada de inglés y no tenía ni idea de donde estaba la Guest House (algo que descubrí cuando llegamos).
De noche Meymand da mucho miedo. Es como estar en un shoot’em up, y no precisamente como protagonista, más bien como objetivo… Todo estaba oscuro y la cobertura… bueno, ¿qué cobertura?. Conseguí un poco de señal encima de una roca para llamar a la de la Guest House. Empezó a decirme “ohhh, so lateeee” y varias cosas más. Parece ser que el check in termina a las 7 de la tarde, algo que no tienen puesto en ningún sitio, y además los encargados viven en Shahr-e Babak, a 35 kilómetros.
El taxista se marchó y me quedé allí solo, en una oscuridad muy profunda rodeado de cientos de cuevas más oscuras aún y varios perros aullando en la lejanía y en la no tan lejanía. Un panorama estupendo.
Menos mal que después de media hora apareció un señor diciendo “no farsi, no english” con la llave de mi cueva. Me acompañó hasta la puerta y desapareció por la oscuridad de la que había salido. Da igual, ¡tenía techo y puerta! Todo lo que necesitaba.
La cueva en sí está muy bien, es la habitación más rústica en la que he dormido en mi vida. Aproveché que no había nada que hacer en los alrededores para dormirme temprano y así madrugar para explorar el pueblo antes de que el sol apretase y llegar a Kerman antes de las 15:30 para enlazar con los Kaluts.
Esa era la teoría y el plan, la realidad… bueno.
Una Capadoccia Fuera de los Circuitos Turísticos
Me levanté a las 6 de la mañana y al salir de la cueva me alegré al ver que ya era de día y que Meymand había perdido el aspecto aterrador de la noche anterior.
Los cientos de cuevas de Meymand suman más de 2500 habitaciones que ocupan una superficie de 12 kilómteros cuadrados. Estas viviendas trogloditas son el resultado de la interacción de la naturaleza con el factor humano en una perfecta combinación de uso sostenible de la tierra y los recursos naturales.
Pocos turistas llegan hasta aquí y muy poca gente habita de forma habitual estas curiosas casas, lo que hace de Meymand y un bastión de tranquilidad y desconexión de lo que entendemos hoy en día por civilización.
Mi paseo comenzó por acercarme a las montañas que parecen hacer de muro del poblado, siguiendo un estrecho camino que sale justo a la derecha de las cuevas de la Guest House. Caminando tranquilamente tardé unos 20 minutos en llegar hasta un punto medio con buena visibilidad de estas montañas rocosas.
Giré a la derecha y me acerqué hasta el primer grupo de casas. Eran casi las 7 de la mañana y la gente local estaba ya en activo, preparando el ganado o simplemente de tertulia unos con otros.
Tranquilamente fui recorriendo los núcleos principales del poblado, observando a la gente y curioseando por cada puerta o ventana abierta que me encontraba. Casi al final un amable señor me dejó entrar en su casa. La verdad es que resultaba muy acogedora, parecida a la cueva en la que había dormido pero más decorada y mejor preparada. ¡Tenía incluso un ordenador con impresora!
Después de una hora y media de caminata decidí volver a mi habitación-cueva para descansar un poco más. No había nadie en el pueblo que me pudiese informar sobre cómo volver a Shahr-e Babak, así que lo único que podía hacer era esperar…
Me encontré de casualidad con un curioso letrero que informaba sobre un antiguo baño público, al menos tan antiguo como el pueblo, que supuestamente funcionó en su momento con una filosofía parecida a la de los hamami (baños turcos). Esto es lo de siempre, creemos que hemos descubierto la pólvora y acto seguido nos damos cuenta de que todo estaba ya inventado.
Al llegar a la Guest House vi como salían tres chicos de la cueva de al lado. Les pregunté si sabían algo sobre cómo funcionaba el desayuno o el regreso a la civilización, y me uní rápidamente a ellos porque habían tenido el privilegio de llegar un poco antes que yo y conocer al dueño (Ebrahimi) que les había enseñado dónde nos servían el desayuno: la casa de una señora local tan anciana como el propio pueblo.
Entre nun (pan iraní), huevos y té me contaron que Ebrahimi les había reservado un taxi a las 12 para coger el autobús de Shahr-e Babak a Kerman de las 2 de la tarde, y que era el único que había. ¡Qué horror! No iba a llegar antes de las tres y media a Kerman ni con un tren bala.
Me resigné ante la situación (¡qué otra cosa podía hacer!) y me uní a Carlo, Nicola y Niccolo para recorrer el pueblo, en mi caso, por segunda vez.
Transición de la Cueva al Desierto
Al llegar a Shahr-e Babak descubrimos que había otro autobús a la 1 de la tarde del cual Ebrahimi no nos había hablado, así que sin dudarlo compramos el billete (110.000 IRR, 3 horas). Me puse en contacto rápidamente con Behnam Safaei (+989136181856), un guía local que había encontrado tras mucho investigar y que me iba a llevar a los Kaluts.
Habíamos quedado a las 15:30 en la estación de autobuses, pero me dijo que si llegaba entre las 16:00 y las 16:30 nos daba tiempo igualmente de hacer todo el plan sin demasiada prisa. ¡Qué bien! Al final los astros se habían configurado en mi favor.
Les comenté mi plan a los italianos pero estaban demasiados cansados como para hacerlo ese mismo día y preferían dejarlo para el día siguiente. Qué pena… lo habríamos pasado bien y me habría salido mucho más barato. Pero el cielo estaba más que azul, era mi tercera incursión en un desierto iraní y las dos anteriores habían sido con mucha nubosidad, así que seguí adelante por mi cuenta.
Los Kaluts: Agujero Interstellar a 90 Minutos de Kerman
No sé si es que aceleran más de la cuenta pero los autobuses iraníes son muy puntuales. Llegué a la estación central de Kerman a las 16:10 y allí estaba esperándome el bueno de Beh Safaei para llevarme a los Kaluts a ver sus curiosas formaciones, ver el atardecer… ¡y dormir en el desierto!
Este desierto que mide la friolera de 145 km de largo y 80 km de ancho (se acabaron los pocket desert) tiene el escalofriante récord de haber registrado la temperatura más alta sobre la superficie de la Tierra (los 65ºC se alcanzan sin mucho problema en verano y el récord está establecido en 70ºC).
El desierto destaca también por las curiosas formaciones de yardangs (castillos de arena) que han sido esculpidos sobre su superficie durante milenios gracias a un fuerte viento que con frecuencia azota la zona. Todo el conjunto (incluido el clima) es un escalofriante panorama de pura ciencia ficción, a medio camino entre lo que debe ser el Cañón del Colorado y el Sahara.
Rumbo a Los Kaluts: Adiós Vegetación
La carretera que une Kerman con los Kaluts es bastante buena. Parte de la magia de esta excursión es ver cómo la vegetación va desapareciendo progresivamente a medida que dejamos atrás la ciudad, y cómo las preciosas y altas montañas van dando paso al puro páramo.
Hay que tener mucho cuidado de no dejarse el pasaporte en el hotel ya que hay numerosos controles policiales y puede ser un gran disgusto ir con la ilusión de visitar los Kaluts y tener que dar media vuelta por no llevar el pasaporte encima.
Disfruté muchísimo del viaje con Beh. Es un guía excelente, antiguo profesor de inglés y de piano, con unas opiniones muy claras sobre Irán y todo lo que rodea la situación actual. Es además un excelente conductor y le gusta hablar tanto como a mí. ¡Una genial elección!
Como no íbamos mal de tiempo paramos un par de veces para que pudiese hacer las primeras fotos de la zona. No entiendo cómo hay tan pocos turistas visitando esta parte de Irán. El paisaje es fabuloso y muy variado.
Amenizados con la selección musical local de Beh, recorrimos los aproximadamente 90 kilómetros que separan la estación de autobuses de la zona de los Kaluts propiamente dicha. Llegamos con tiempo de sobra para caminar un poco antes de la puesta de sol.
¡El espectáculo estaba servido!
Atardecer y Noche en el Desierto
Cada vez tengo más claro que es muy posible que Irán sea el viaje de mi vida, por lo menos hasta ahora. Haga lo que haga, decida lo que decida, conozca a quien conozca… todo es maravilloso. Y los Kaluts han sido un peso muy importante en esa balanza.
Aparcamos muy cerca del yardang (yo le seguiré llamando kaluts a estas montañitas) más grande. Subimos a lo alto sin ninguna dificultad donde solamente había un grupo de mujeres de Qazvin y un matrimonio holandés.
El día tan bonito que hacía nos permitió disfrutar de unas vistas panorámicas de 360º. Mirásemos hacia donde mirásemos todo era de una belleza y tranquilidad inigualables. ¡Por fin iba a tener mi puesta de sol en el desierto y sin nubes!
Los colores más bonitos llegaron a partir de las 18:45, cuando el sol estaba próximo a ocultarse tras las ya lejanas montañas. Esperamos aún así un buen rato hasta que desapareció por completo, dejando tras de sí una anaranjada estela que cambió por completo el color de esa parte del cielo.
Iba a ser noche cerrada en muy poco tiempo y teníamos que retroceder unos cuantos kilómetros hasta un pequeño poblado donde Beh había encargado una estupenda cena tradicional. Con la cena en nuestro poder, volvimos a donde habíamos parado para la puesta de sol para montar la tienda y cenar.
Nos sorprendió encontrar compañía. Había un camión, qué digo un camión, ¡una fortaleza-tanque aparcada en el sitio favorito de Beh!. Era el matrimonio holandés que habíamos visto en lo alto del kalut. Están recorriendo toda Europa y Asia en una especie de autocaravana-camión blindado que impone una barbaridad.
Después de cenar nos unimos a ellos en una agradable charla bajo el cielo más estrellado que recuerdo (incluso más que el del año pasado en la Carros De Foc). Para rematar la postal encontramos un enorme trozo de tronco de palmera que llevamos rodando hasta cerca de su camión y nuestra tienda para hacer una pequeña hoguera. No porque hiciese frío (¡ja!), si no por el simple hecho de darle al momento el toque final.
La noche fue extrañamente templada (unos 18º o 20º). Muy corta, porque madrugamos muchísimo para ver el amanecer, pero al menos pudimos dormir bien sin sufrir los calores extremos habituales de Los Kaluts.
Amanece en Marte
El despertador sonó a las 5:30 de la mañana. Puff… estaba en un sueño REM profundísimo, pero sabía que el sacrificio iba a valer la pena.
Recogimos rápidamente la tienda y nos fuimos con el coche a buscar un sitio con una buena vista para el amanecer. Realmente no es muy complicado, este desierto es tan bonito, tan original, que cualquier rincón vale la pena.
El espectáculo opuesto al de la noche anterior fue igual de apasionante. Por el otro lado del desierto apareció el sol rodeado de su habitual potencia anaranjada avecinando un nuevo día de calor en Los Kaluts.
Ya con el sol en lo alto, Beh me llevó a visitar un antiguo Qanat y un no tan antiguo pero igualmente interesante depósito de agua. Los qanats son antiguas canalizaciones de agua utilizadas en Irán para regar cultivos y llevar agua para beber a los pueblos.
Parece una tontería pero la complejidad de estos canales y la profundidad a la que están muchos de ellos dejarían perplejo a cualquier ingeniero moderno. Hay aproximadamente 50.000 qanats en Irán y muchas ciudades aún dependen de ellos para conseguir un bien tan preciado como es el agua.
¡Qué suerte haber encontrado a Behnam para descubrir los Kaluts y alrededores de su mano! Un guía excepcional que bien vale los 3.000.000 IRR que le pagué. Habría sido aún mejor si hubiese conseguido que alguien más se apuntase, pero no se puede tener todo.
Me quedo muy contento de haber tachado de mi lista algo que me apetecía mucho probar: dormir en un desierto bajo un cielo estrellado tan intenso en el que se distinguía con claridad hasta la Vía Láctea.
Proxima (y última) parada del sur de Irán: ¡Kerman!