Después de la acogida tan familiar y sincera de Rizki y su familia, tocaba empezar la exploración profunda de la zona. La naturaleza de la región de Yogyakarta en Java es fascinante.
Estos días hemos visto un montón de cosas y para eso nos hemos tenido que mover bastante. Realmente todo lo que hemos visitado estaba cerca de nuestro núcleo de operaciones, la casa de Rizki en Yogyakarta, pero los desplazamientos se hacen eternos porque el tráfico es infernal. Treinta kilómetros pueden necesitar tranquilamente una hora y media, y más estos días que con las celebraciones finales del Ramadán está todo el país en constante movimiento.
Nos levantamos el primer día bastante temprano para recoger a las dos chicas belgas de couchsurfing que se iban a unir a los planes. Después de descargar las mochilas en casa, Rizki nos explicó el plan del día: naturaleza plena y templos ancestros. ¿Qué más se puede pedir? Nada, efectivamente.
Recogimos también al holandés y al japonés con los que habíamos cenado el día anterior (Floris y Juzuke) y pusimos rumbo al monte Api Nglanggeran. Un pequeño trekking para empezar bien el día. Como todo en este país, hay que pagar para acceder al monte (4750 IDR – 0,40 €).
El trekking resultó ser corto pero empinadilldo. Nada de lo que asustarse. Al llegar arriba teníamos unas vistas estupendas de todo el valle.
De ahí, continuamos la ruta para ir a Embung Nglanggeran, un sitio frecuentado por la gente de la zona como área de recreo y que se distinguía gracias a su lago artificial desde lo alto de Api Nglanggeran. Pero antes no le íbamos a hacer ascos a una bebida fría de leche de coco…
Había bastante gente por la dichosa fiesta del Ramadán, pero aún así nos sentó bien el descanso después de darle tanto a la pierna montaña arriba.
La segunda mitad del día hicimos un cambio radical, uno de los mayores tesoros de Indonesia: los templos de Prambanan y Ratu Boko. Allí se nos unió un amigo de Rizki, Argha, un couchsurfer adicto a la música latina y que estaba alojando a un chico chino, Zhang. Llegar al templo fue algo accidentado porque se pinchó la rueda de una moto (la mía, por supuesto) y tuvimos que buscar sobre la marcha dónde arreglarla.
Después de todo ese tute, Argha nos invitó a ir a cenar a su casa, que estaba relativamente cerca de los templos. Es una casa de estilo colonial (de cuando Indonesia era colonia holandesa) y por supuesto se unió toda su familia en otra acogida espectacular a un grupo de 6 extranjeros que no conocían de nada… ¿Será realmente toda la gente así? No puedo salir de mi asombro. El padre de Argha nos enseñó a hacer una especie de cestillos trenzados que utilizan para cocer el arroz (¡a fuego lento durante dos horas!). Para él y el resto de la familia de Argha era como un juego de niños, pero tenía su complicación… Era como papiroflexia extrema con dos tiras de hoja de coco.
Se nos hizo bastante tarde de lo cómodos que nos sentíamos hablando con toda esta gente, así que tuvimos que marcharnos a casa directamente para descansar. Al día siguiente nos esperaba un buen madrugón para presenciar un espectáculo natural en toda regla.
Nos levantamos a la hora acordada: las 3 de la mañana. El chico japonés se quedó en Yogyakarta porque estaba cansado del día anterior, así que los demás nos fuimos en 4 motos a ver el amanecer en Kebun Buah Mangunan. Llegamos bastante rápido por el poco tráfico que hay por la noche (un momento de conducción relajada… ¡menos mal!). No me esperaba que lo que íbamos a ver fuese tan impresionante.
Todos los días una densa bruma cubre un valle por el que pasa un río y que a medida que pasan las horas se van disipando. Ese paisaje misterioso unido a los bonitos amaneceres que se ven desde este monte, hacen del mirador un sitio privilegiado para sentarse y disfruta de dos horas de función. Las imágenes hablan por sí solas: mágico.
Extasiados por lo que acabábamos de ver, nos fuimos a desayunar tranquilament a Hutan Pinus Mangunan, un bosque de pinos con un montón de plataformas en lo alto de los árboles (¡ideales para mis instintos cabriles!).
Como era muy temprano aún no había demasiada gente, así que pudimos tomarnos la visita con relativa calma: pasear, subir a todas las plataformas, desayunar comida local por 6000 IDR (0,50 €)…
La entrada para todos estos sitios fue bastante similar a la del primer trekking (5000 – 10000 IDR por cabeza).
Con el estómago lleno volvimos a casa a por una siesta mañanera y para comer después un nuevo plato local en un sitio pegado a la casa de nuestro anfitrión. Yo me decanté por los noodles de pollo con verduras y una bola de carne de ternera, acompañado por un té de limón helado (18000 IDR – 1,3 €).
Pronto retomamos la carretera para subir al monte Kalibiru con el objetivo, en este caso, de ver la puesta de sol. ¡El trayecto fue infernal! Menos mal que íbamos en moto y no en coche, porque había cientos de ellos totalmente atascados. Nosotros nos pudimos librar de ese horror gracias a los ya reglamentarios serpenteos entre los coches.
A pesar de esto, el viaje volvió a valer la pena. Llegamos en el momento justo para disfrutar un rato de las vistas…
… y, finalmente, de una magnífica puesta de sol para cerrar los tours naturales por la zona de Java Central.
Mañana iremos por la mañana a otra joya histórica: el templo de Borobudur, y por la tarde emprenderé rumbo hacia el este de la isla, para visitar un volcán y después coger el ferry a Bali.
Pero de los templos y del volcán hablaré en las siguientes entradas…
Maravilloso todo la gente , los paisajes, esa comida…y los precios!!!!
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Creo que en Bali el tema e losnoreciosbva a ser diferente, pero aún así, muy barato;)
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Acabo de llegar da Costa da Morte….casi igual de fascinante que los paisajes de Java pero pagado en Euros y no en DI jajaja
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Pues después de 11 días en una isla aún ni he visto el mar… jajajaja. Mañana me asomaré por primera vez al Océano Índico 🙂
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