Isfahan se abrió ante nosotros como un tesoro oculto en un país sentenciado por su propio gobierno y la errónea creencia generalizada de que no existe diferencia alguna entre Iraq, Irán y Afganistán. Éste ha sido el primero de tres días de pura belleza artística y humana. Isfahan es, sencillamente, inolvidable.

Un Poco de Historia

Al igual que otras ciudades de Irán, la historia de Isfahan comenzó antes de lo que realmente se tiene constancia hoy en día. Fue realmente a partir del siglo X d.C. cuando la parte amurallada de la ciudad se convirtió en un importante centro albergando decenas de mezquitas y un montón de casas de gente adinerada.

En 1047 los Seljuks (una importante diinastía turco-suní) la convirtieron en capital y durante 180 años su belleza creció exponencialmente con el estilo arquitectónico y geométrico que hoy en día aún la caracterizan.

La irrupción de los mongoles puso fin a esto, y no fue hasta el importante reinado del Rey Safavid Shah Abbas I (mediados del siglo XVI) que Isfahan empezó a recuperar su esplendor. El legado de esta época es lo que realmente hace de ella una ciudad arquitectónica e históricamente imprescindible.

Un Paseo por Jolfa, El Barrio Armenio

Nos levantamos a las 8 de la mañana para aprovechar bien nuestro primer día. ¡Hay tantas cosas que ver que hasta cuesta organizarse y decidir cuál es el mejor itinerario! Pero realmente ésta es una ciudad de sensaciones y encuentros fortuitos.

Es importante tener una idea de lo que se puede y se quiere visitar, pero al final la mejor forma de entrar en el ambientillo que reina en Isfahan es dejarse llevar por lo que sea que tenga que ocurrir…

¡Y es que en Isfahan el solo hecho de cambiar de calle puede resultar en un encuentro que cambie totalmente los planes del día!

En nuestro caso, el maravilloso lugar que Marjan nos había dejado está muy cerca del barrio armenio de Jolfa, así que decidimos empezar por ahí. Quedamos con nuestra anfitriona para desayunar a las 10:30 cerca de la catedral, así que la primera parada estaba clara.

Las calles de Jolfa son muy tranquilas comparadas con el bullicioso centro de la ciudad y muy agradables para pasear. Esta zona se remonta también a la época del Shah Abbas I que decidió traerse una colonia de cristianos de la antigua ciudad de Jolfa pensando en aprovechar sus habilidades como mercaderes, emprendedores y artistas.

En el mayor momento de esplendor del barrio más de 42.000 armenios cristianos llegaron a poblar sus calles. Hoy en día aproximadamente 5000 siguen habitando en la zona que se ha convertido en un sitio muy popular debido a sus cafeterías e interesantes restaurantes.

Pero sin duda la mayor joya de la vecindad es la Kelisa-ye Vank (Catedral de Vank).

Se construyó a mediados del siglo XVII y, aunque su aspecto exterior puede resultar no demasiado alucinante, claramente su interior es una sorpresa en todos los sentidos.

La mezcla de estilos árabe y cristiano es sobrecogedora. Daba la impresión de que estábamos ante la Capilla Sixtina de Irán. Los frescos muestran diversas escenas usando unas preciosas representaciones y combinaciones de colores muy vivos que combinan muy bien con el resto de la decoración.

Es de esos sitios que al entrar te encienden un “wow” continuo en el cerebro. Nos quedamos un rato maravillándonos con esta curiosa representación artística cristiana en Irán y a las 10:30 salimos para juntarnos con Marjan para desayunar.

Puesta en Sociedad en Isfahan

Marjan es maravillosa y punto. El desayuno que nos había propuesto se convirtió en mucho más que quedar para tomar un café. De repente nos vimos envueltos en un apasionante encuentro con ella, su marido, su hermana pequeña y sus amigas (alguna de ellas también artistas).

El sitio al que nos llevaron es precioso y pudimos probar diferentes tipos de desayunos tradicionales y disfrutar de las interesantes conversaciones de diferentes temáticas con todos y cada uno de ellos.

Ha sido muy emocionante descubrir que al menos una parte de la sociedad iraní es “bohemia” e interesada por la vida social, la cultura y pasar buenos ratos con su gente.

Una mañana inolvidable.

Pol-e Si-o-Seh: Puente de 33 Arcos sobre el Río Zayandeh

Al salir de nuestro divertido desayuno social pusimos rumbo hacia el río para visitar uno de sus famosos puentes. Nos sorprendió mucho comprobar que el borde del río es un enorme parque rodeado de zonas verdes donde la gente local se acerca a pasar el rato y relajarse.

Parece que hay muchas zonas verdes y espacios abiertos en la ciudad. Eso es algo que me gusta mucho, le da un aire entrañable y agradable que invita a vivirla y disfrutar de ella.

Caminando por la ladera del Río Zayandeh nos acercamos a este puente de principios del siglo XVII que, con sus casi 300 metros de longitud, es el más largo de la ciudad. Desde su construcción ha servido como puente y como presa para controlar el nivel de agua del río.

Pero no solo eso… sí, es un puente, y sirve para cruzar el río, pero claramente es también un punto de encuentro para la gente de la ciudad. Gente de todos los tipos y edades interactúan en los dos niveles que tiene el puente, parecido a lo que hacemos nosotros en las cafeterías, pero aquí al aire libre y en un espacio precioso.

Decidimos mezclarnos un poco con los locales y pararnos un rato en uno de los arcos a disfrutar del entorno y de la vida de la ciudad. Al rato apareció un chico que sonriendo nos dijo “hola, no os preocupéis, pero llevo una bomba en la mochila”, a lo que yo le respondí “ah, no pasa nada, yo llevo dos”. Y así empezamos a hablar con este joven de 21 años, Mohammad, que nos intentó explicar lo que ocurre realmente en Irán, cómo se siente la gente, y cómo el peor enemigo de Irán está precisamente en… Irán.

Historia, política, religión… una conversación muy interesante que nos ha ayudado a hacernos una idea de lo que ocurre y de cómo al parecer mucha gente quiere y desea un verdadero cambio pero que por la situación actual de la élite política y religiosa parece complicado.

¡Cuántas cosas y encuentros y esos que no llevamos fuera de casa ni medio día!

La Calle Chahar Bagh, la Columna Vertebral de Isfahan

El puente Pol-e Si-o-Seh conecta directamente el sur de la ciudad con esta calle enormemente larga y turística que lleva hasta la Plaza Naqsh-e Jahan. Lo primero que nos encontramos a la derecha fue una importante madrasa (Madraseh-ye Chahar Bagh) que con sus más de 300 años de historia es uno de los edificios más importantes de Isfahan.

Desgraciadamente, es muy difícil conseguir visitarla y solo tu vimos la suerte de asomar un poco la cabeza por la puerta (que estaba abierta) antes de que un señor decidiese cerrarla en nuestras narices. Una pena realmente, porque la pinta era estupenda.

Unos pocos minutos después un pequeño parque apareció a la derecha con un bonito edificio en el centro. Se trataba del Palacio Kakh-e Hasht Behesht del siglo XVII. En su momento fue uno de los más lujosos y mejor decorados de Isfahan pero hoy en día se puede apreciar desde fuera que los frescos están bastante dañados.

Además, es tan pequeño que no parece que valga la pena entrar pues da la impresión de que rodeándolo se puede tener una buena idea de cómo es.

No está mal para empezar, un coqueto palacete en un bonito parque y por el que no hemos tenido que pagar nada (¡que aquí en Irán es muy importante controlar el presupuesto!)

Plaza Naqsh-e Jahan: Toma 1

Cuando se establecieron las siete maravillas del mundo moderno no entiendo cómo pudieron pasar por alto esta tremenda joya de la humanidad.

Llegamos a ella desde su zona sur, buscando la entrada a la mezquita Masjed-e Imam y, sin darnos cuenta, estábamos en medio de una de las plazas más bonitas que he visto en toda mi vida. Es sencillamente impresionante, abrumadora, enorme, preciosa. Un genial legado del Shah Abbas I que encargó su construcción en el año 1602 como pieza central de su nueva capital.

Sus imponentes 512 metros de largo y 163 metros de ancho junto con todos los flamantes edificios que la adornan reducen a cualquier visitante a una mísera hormiga perdida en un bote de terrones de azúcar sin saber muy bien a cuál atacar primero.

Ya que habíamos llegado buscando la entrada a la Mezquita del Imán (o Mezquita del Shah como aún le llama alguna gente, aunque es algo no muy popularmente aceptado) decidimos empezar por ahí. Pero la puerta estaba cerrada y no había nadie para dar ninguna explicación ni ningún cartel con el horario de apertura.

Nos metimos en el bazar que rodea toda la plaza para buscar algo de información y un vendedor de alfombras que habla un perfecto castellano nos paró y nos explicó que estaba cerrada porque “esos tontos que rezan están encerrados porque creen que así se van a purificar”. ¡Menuda respuesta! Claramente hay bastante gente que tiene un descontento brutal sobre cómo funcionan las cosas en este país.

Y como no había posibilidad de visitar la Masjed-e Imam, optamos por la Masjed-e Sheikh Loftollah. ¡Y menuda opción!

Ya solo el Mihrab que da a la plaza es una auténtica revolución de colores y geometría. Y además un conjunto muy curioso, ya que a diferencia de la mayoría de las mezquitas no tiene ni minaretes ni patio interior y la cúpula no está ubicada de forma simétrica con respecto a la entrada, está ligeramente posicionada hacia la derecha.

Una visita muy curiosa desde luego. Parece una mezquita de juguete pero una vez dentro (200.000 IRR, que parece ya el precio institucional de los monumentos en este país) la magia y el hipnotismo nos conquistaron por completo.

El santuario es de las cosas más hermosas que me he encontrado en toda mi vida. El nivel de complejidad de sus mosaicos se fusiona con distintos trazados geométricos arquitectónicos dándole al conjunto una perfección visual exquisita.

Nos sentamos a contemplar cada una de las paredes, cada una de las esquinas, cada uno de los detalles… El tiempo pasa volando ahí dentro, dejándose llevar por el sinfín de motivos que decoran la parte interior de esta colorida mezquita.

Y qué decir de la cúpula… La disposición de los mosaicos rodeados por un curioso color dorado apagado es sencillamente genial. ¡Y desde fuera parecía mucho más pequeña!

Sin darnos cuenta pasamos casi dos horas dentro viendo cómo los rayos de luz iban entrando cada vez con más intensidad, cambiando de esta forma la luz interior y la intensidad de los distintos colores.

Muchas veces hasta se podían distinguir los rayos de luz como si fuesen haces salientes de potentes linternas situadas detrás de las celosías. Un trabajo perfecto de estudio de iluminación que hay que agradecerle a algún gran matemático que trabajaría en la construcción de la mezquita (¡cómo no!)

Cuando ya nos dio la sensación que estábamos suficientemente empapados de arte, decidimos salir y visitar el Palacio Kakh-e Ali Qapu, situado justo en frente de la Masjed-e Sheikh Loftollah.

Un Té con un Vendedor de Alfombras de Irán afincado en Vigo

No nos compensó entrar en el palacio porque quedaba solamente media hora para su cierre, así que decidimos dejarlo para mañana e ir a buscar un sitio en la calle principal para cambiar algo de dinero y tener un buen remanente de riales.

Nos metimos por una de las callejuelas que salen de la plaza junto al Kakh-e Ali Qapu y Noe entró en una pequeña tienda de alfombras que parecía muy acogedora.

¡Qué sorpresa al descubrir que el vendedor tiene un hermano que vive nada más y nada menos que en Vigo! Está claro que Irán es un continuo devenir de auténticas sorpresas y encuentros.

 

Y cuando parecía que no podía pasar nada más en un solo día… ¡Sorpresa extra! Nada más salir de la tienda se nos acercó Hossein, otro vendedor de alfombras, hablando en perfecto castellano. Resulta que lleva 15 años viviendo en Vigo (¡Pontevedra rules!) y está pasando ahora una temporada en Isfahan mientras termina de montar y preparar la tienda aquí (Nomad Kilim & Carpet Export).

Nos invitó a su tienda (que es enorme) a charlar y a tomar un té. Nos lo pasamos genial. Hossein tiene mucho sentido del humor y nos explicó con bastante detalle muchas de “las tonterías absolutas de este país y este gobierno” y nos dio muchas recomendaciones para nuestro viaje.

Para mí fue una velada extraordinaria. Al final estuvimos con él más de una hora y hasta nos trajo la casa de cambio de moneda a la tienda. ¡Cambiamos dólares a riales en el sofá de una tienda de alfombras tomando un té! Las situaciones surrealistas y anécdotas son un no parar aquí.

Estábamos tan cómodos que cuando nos dimos cuenta eran ya las 7 y Mehrdad (un chico de couchsurfing que no nos pudo alojar porque se estaba mudando) se había acercado a la plaza para pasar un rato con nosotros. ¡Pues genial!

Nos juntamos en el centro, junto a uno de los estanques, y congeniamos rápidamente. Habla un inglés más que perfecto y tiene muchas cosas interesantes que contar y mucha sabiduría de Isfahan que enseñar. Como no disponíamos de mucho tiempo nos llevó a una teahouse para tomar una sopa tradicional de verduras, garbanzos y menta y seguir charlando allí con calma.

Un broche de oro para un día cargado de buenas sensaciones y vibraciones y mucho, mucho deleite visual artístico. Ojalá podamos coincidir con Mehrdad antes de pasar a la siguiente etapa de nuestro viaje.

Nos encontramos con Marco, el chico italiano, en el plaza justo cuando nos íbamos a ir a nuestro apartamento de Jolfa. Su viaje es muy exprés, un día en Isfahan y ya autobús nocturno a Yazd. Cogimos un taxi para llegar antes de las 9 que es cuando se marcha Marjan y cenar y descansar con tranquilidad después de un día memorable pero agotador.

Si todo esto ha ocurrido en un solo día, no tengo ni idea de cuántas cosas más podrán ocurrir en los dos días enteros que nos quedan en Isfahan.

Cada día una aventura, así que mañana más y mejor.