Desde la viva y templada Kandy hasta lo alto de Sri Pada (Adam’s Peak), pasando por un fabuloso viaje en tren rodeado de pura naturaleza. ¡La puerta a las Tierras Altas de Sri Lanka se ha abierto y espero poder disfrutar al máximo!

Después de casi una semana pateando, tuktukeando y pedaleando los tesoros de los antiguos templos de Sri Lanka tocaba hacer un cambio de paisajes y actividades: ¡Me iba a la famosa Kandy y, desde ahí, a pasar más o menos una semana en las montañas centrales de la isla!

Desde Sigiriya cogí el autobús que va hasta Dambulla para ahí hacer el cambio y continuar hasta Kandy (98 LKR, 2 horas). No tenía ningún objetivo más ese día que llegar, ir al hostal, descansar un poco y cenar.

La estación de autobuses resultó estar en la otra punta de la ciudad, y con “otra punta” me refiero a que mi estupendo hostal (The Best Hostel, 1200 LKR por noche) estaba a 2,5 kilómetros y colina arriba. Me resistí a subirme a un tuk-tuk y fui caminando con calma para ir descubriendo la ciudad.

Kandy

Kandy tiene mucha vida, mucho movimiento. A la mayoría de la gente de aquí que le pregunté por su sitio favorito de la isla me respondieron que era Kandy. Pronto me di cuenta que no iba a ser mi sitio favorito: se nota el paso de los ingleses en la ciudad con lo que no es demasiado auténtica, pero aún así tiene zonas bonitas y el clima es un poco más templado que el de los sitios por los que había pasado (¡por fin un pequeño respiro!)

Cuando ya estaba instalado hablé con Manca, la chica de Eslovenia, para quedar para cenar. Pasamos primero por la estación de tren para ver si había algún billete para algún tramo de la zona montañosa para los siguientes días pero nada, ¡todo reservado en las próximas tres semanas!. Ese día tenía mucha hambre porque realmente no había comido, así que dejamos de lado por una vez la comida local y me metí entre pecho y espalda una buena hamburguesa de carne para reponer fuerzas.

En el hostal conocí a Mustafa, un chico de Egipto que lleva un par de meses viajando por la India y Sri Lanka. No tenía muy claro aún qué hacer después de Kandy y cuando le expliqué lo que yo tenía pensado le pareció una gran idea y se unió al itinerario de las montañas, pero antes aún teníamos un día entero en Kandy.

El Misterio del Diente Continúa…

Al día siguiente nos levantamos sin prisa con la idea de ir a visitar el Templo de la Sagrada Reliquia del Diente (¡sí, el dichoso diente!). A las 10 estábamos en la puerta pero, inteligentes nosotros, nos habíamos dejado el pantalón largo en el hostal y querían cobrarnos 200 LKR por alquilar un sarón… así que vuelta al hostal colina arriba para coger el pantalón largo y poder entrar al templo (1500 LKR).

La Historia del Diente

La entrada incluye la visita a dos museos muy interesantes donde se puede aprender un montón de cosas sobre la historia del Budismo alrededor del mundo y, como no, sobre el famoso diente.

Parece ser que esta reliquia sagrada se sacó de la pira funeral de Buda y se llevó a Sri Lanka en el siglo IV d.C. Desde ese momento empezó a trasladarse de un sitio a otro (Anuradhapura, Polonnaruwa…) hasta que fue llevado de nuevo a India por un ejército invasor y finalmente recuperado por el Rey Parakramabahu III.

La importancia del diente nunca dejó de crecer y siempre estuvo rodeado de un montón de historias de robos, traslados y leyendas ya que se creía que quien lo tuviese tendría el legítimo derecho de gobernar la isla.

El Templo

El Templo de La Sagrada Reliquia del Diente se construyó a finales del siglo XVII y se encuentra en muy buen estado pese a la devastadora bomba del atentado de 1998.

El lugar donde guardan el diente es una estructura rectangular ubicada más o menos en el centro de la construcción.

Tuvimos suerte de que no hubiese aún demasiados turistas y sí gente local expresando su devoción a la reliquia. Aquí vivimos un par de momentos bastante mágicos: el primero ver a los monjes y locales emocionarse ante la reliquia y presentar sus ofrendas florales, y el segundo presenciar las oraciones cantadas a Buda en la parte más moderna del templo.

Como he dicho, vale la pena recorrer con calma el templo (realmente es pequeño) y después pasar un par de horas en los dos museos colindantes. Lo pasé muy bien esa mañana leyendo sobre la interesante historia del Diente y del budismo, y hablando con Mustafa sobre la situación actual de Egipto, país que me fascina y al que aún no he ido. Igual que otra gente que me encontré el año pasado en Indonesia, me ha asegurado que hay un clima de bastante calma desde hace ya algo de tiempo, y que están sufriendo las devastadoras consecuencias de los altercados en el turismo (que ha bajado muchísimo) y en la devaluación de su moneda (hace unos años 1 € equivalía a 5 Libras Egipcias y ahora equivale a 17…).

Como curiosidad matemática, en las escaleras de uno de los museos tienen colgados estos dos cuadros que bien podrían ser obra del mismísimo Escher.

Buda de Bahiravokanda

Al salir del templo Mustafa se fue a un bosque que hay en la ciudad y yo me quedé en el centro esperando a Niina, una chica de Finlandia con la que había contactado unas semanas antes vía couchsurfing para recorrer juntos la parte de las montañas. Ella lleva ya un mes en Sri Lanka haciendo unas prácticas de trabajo social.

Quedamos en la plaza junto al Templo (Niina venía directamente en bus desde Galle) y llegó a tiempo para poder comer con calma. Después de un agradable rato comiendo, conversando y comentando las ideas para las semanas, decidimos aprovechar el rato de día que quedaba para visitar la estatua de Buda que hay en lo alto de la colina: El Buda de Bahiravokanda (250 LKR).

Se puede ir perfectamente caminando desde el centro, la subida es sencilla y es imposible perderse. Desde lo alto de la estatua, hay unas vistas formidables de todo Kandy, que a pesar de no ser muy grande tiene una extensión bastante considerable.

Con mil ideas en la cabeza, volvimos al hostal para cenar y dormir pues nuestro tren salía a las 08:47 de la mañana.

Tren a 25 km/h a Hatton

El trayecto en tren de Kandy a Ella está muy cotizado por la fama que ha ganado debido a los preciosos paisajes por los que discurre el trazado de las vías. Gracias que Niina está instalada esta temporada en Sri Lanka, consiguió hace dos semanas dos billetes para el trayecto Kandy-Hatton.

Inicialmente no había billetes tampoco pero desde España le dije que preguntase por el Jefe de la Estación, y como fue con un amigo suyo de Kandy hablaron con el station master y nos preparó dos tickets especiales para primera clase (¡oole!).

El tren va a una media de 20-25 km/h y nos costó el billete 1200 LKR a cada uno por 3 horas de preciosas vistas y pequeñas estaciones de pueblos en la montaña.

Al final, pasamos mucho tiempo en la puerta del tren más que sentados, ya que las vistas son mejores y al no ir muy rápido es fácil hacer fotos.

Lo disfruté como un niño pequeño que viaja en tren por primera vez. En cierto modo fue un nuevo viaje en el tiempo al pasado: por el tipo de tren, por la gente que veíamos desde el tren, los pueblecillos atascados en épocas que se remontan a varias décadas atrás… ¡Una maravilla de trayecto!

Al llegar a Hatton cogimos un autobús hasta Dalhousie (75 LKR, 1,5 horas) donde teníamos reservado una guest house (Blue Sky Guest House, 2200 LKR por noche y persona) para subir al famoso monte sagrado Sri Pada.

Sri Pada (Adam’s Peak)

• Duración: 7-8 horas (23 de febrero)
• Kilómetros Recorridos: 13 kilómetros (ida y vuelta)
• Desnivel Total Acumulado: 1100 metros de subida y 1100 metros de bajada
• Puntos de Altitud Máxima y Mínima: 2240 m / 1166 m

Sri Pada es el monte sagrado de la isla por excelencia: para los budistas está allí la huella del pie izquierdo de Buda que dejó justo antes de llegar al paraíso, para los hindúes esa huella habría sido dejada por el mismísimo Shiva y, para los cristianos, la huella es la que dejó Adán justo después de ser exiliado del Edén (¡aquí hay para todos los gustos señores!)

Sea como sea… es un lugar de peregrinación masiva por lo que hay que elegir muy bien cuándo y a qué hora comenzar a subir si no se quiere vivir una auténtica situación de desesperación y tragedia que le sacará todo el encanto a este pintoresco lugar.

Los días de luna llena (Poya Days) son muy especiales para la gente de Sri Lanka. Esos días la subida a Sri Pada puede convertirse en un infierno de 8 o 10 horas en los que la gente se transforma en una masa común sin sitio ni para respirar y las posibilidades de no conseguir llegar a lo alto por no poder caminar son muy altas. Lo mismo puede ocurrir si se intenta ir en fin de semana.

Nosotros llegamos a Dalhousie un miércoles. El pueblo en sí no tiene nada, en muchas cosas me recordó a la feria de mi pueblo (en A Estrada), todo lleno de puestos sobre un suelo de tierra donde se puede comprar prácticamente de todo.

Niina, Mustafa y yo decidimos comenzar a caminara a la 1:30 de la madrugada. El primer tercio del camino es bastante sencillo y progresivo. Hay que llegar hasta el final del pueblo y después seguir las indicaciones que llevan por un sinfín de tiendecillas y tea houses.

Después de un buen rato empieza la verdadera tirada de escalones (5200 en concreto) que hay que subir para salvar los más de 1000 metros de desnivel que llevan a la cima.

La subida es durilla, no lo voy a negar, no es apta para piernas o rodillas frágiles o para quien considere que no tiene buena capacidad pulmonar. Casi es incluso más pesada la bajada repitiendo de nuevo el paso por todos esos escalones.

Conseguimos llevar buen ritmo y tras poco más de 2 horas estábamos casi arriba, pero entonces se formó un pequeño tapón de gente que nos retrasó 40 minutos. Ahí empecé a decepcionarme un poco, al ver que a pesar de ser un corriente jueves había tanta gente, pero después descubriría que todo había valido la pena.

Pese a todo, llegamos temprano, aún era de noche y nos hicimos hueco entre la enorme multitud de gente (como si fuesen muchos inicios de rebajas a la vez, todos como locos) que había y seguía llegando para poder disfrutar del amanecer y de la cercanía al mini templo que hay en la cima.

Y entonces empezó a salir el sol…

…y todo se fue iluminando poco a poco con diferentes colores que se extendían hacia el cielo azul, las nubes y las montañas…

… dejando maravillosas vistas mirásemos hacia donde mirásemos.

¡Un nuevo espectáculo de la naturaleza!

Cuando ya era de día decidimos bajar para volver pronto a la guest house y descansar un poco. Al principio nos costó, había gente que seguía subiendo y en general casi nadie se movía.

Cuando superamos el tapón todo fue más sencillo, y pudimos hacer la bajada tranquilamente sin tener que hacer malabarismos para sortear a la gente, sólo preocupándonos de que nuestras piernas no quebrasen en el intento de superar nuevamente los 5200 escalones (¡es que menudo tute!).

Me costaría decidir si son mejores las vistas del amanecer o de la bajada, ya que ambas me han parecido tremendas. Además, ahora ya no teníamos la presión de “tenemos que llegar rápido para no coincidir con el mogollón”, con lo que nos paramos todo lo que quisimos y más.

Ahora estamos en la guest house de nuevo, relajándonos unas horas antes de emprender el camino hacia el inicio de los infinitos campos de te y la verdadera montaña srilankesa: Nuwara Eliya.

¡Por ahora estoy emocionadísimo con esta parte!